Peces de agua dulce

Los peces de agua dulce  también reclaman sostenibilidad

Mojarra - Mesoheros atromaculatu

Durante la caracterización efectuada en un sector del DRMI 'El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó' (Chocó), se detectó que las aguas dulces que acogen los peces es buena, pero algunas poblaciones se han reducido por prácticas de captura inadecuadas.

En Bajo Baudó (Chocó), los ríos son el hogar de una cantidad aún no calculada de especies de peces de agua dulce. Los científicos reconocen que esta es una región en la que se han hecho pocos estudios y, por eso, el conocimiento logrado para estos organismos se ha fortalecido, en muchas ocasiones, con los testimonios de la comunidad y las experiencias de los pescadores.

Pero la historia cambió, al menos parcialmente, con la ‘Caracterización participativa de los objetos de conservación del Distrito Regional de Manejo Integrado 'El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó’, dentro del consejo comunitario de Concosta, actividad que desarrollaron WCS Colombia, Concosta y Codechocó y que abrió un capítulo para estudiar a los dulceacuícolas, como también se le conoce a este grupo de gran valor para el sustento de las poblaciones ribereñas.

Durante un estudio que se prolongó por algo más de dos semanas, Gian Carlo Sánchez, administrador ambiental de la Universidad Autónoma de Occidente identificó 36 especies que pertenecen a 14 órdenes y 22 familias. De ellas, siete son anfídromas, un término que explica que los adultos viven en agua dulce donde se reproducen y desovan, pero el desarrollo de las larvas ocurren en la zona costera, para posteriormente realizar una migración como poslarvas río arriba, buscando las quebradas y zonas de los ríos donde no hay influencia de la salinidad y donde el sustrato y los ambientes son óptimos para su crecimiento y madurez. Adicionalmente, se registraron siete especies de origen marino-estuarino, las cuales toleran los cambios de salinidad y viven en las zonas bajas de los ríos principalmente.

Algunas especies que han sido reportadas en la región, pero que no fueron registradas durante este primer ejercicio de caracterización, fueron las sardinas de los géneros Argopleura, Astyanax, Creagrutus y Gephyrocharax, el nayón (Pseudocurimata lineopunctata), las jorobadas (Roeboides occidentalis) y las pechonas (Gasteropelecus maculatus). Esta última, de interés en el comercio de ornamentales por su particular aspecto. Adicionalmente, otras especies que son de la región  y reconocidas por los pescadores, pero que no lograron capturarse en este estudio, son el capitán (Batrochoglanis trasmontanus), el viringo pintado (Gymnotus choco), el musungá, la aguja (Strongylura cf. scapularis)  y el quicharo (Hoplias malabaricus).

Para hacer la investigación y obtener estos  datos preliminares, Gian Carlo y algunos asistentes locales utilizaron diferentes métodos de captura en las playas del cauce principal del río Capiro y algunos afluentes como las quebradas Bacao, Chigorodó, Dioselina y Teteral, así como en la quebrada Gemías, afluente del río Hijuá. Gian Carlo, que lideró el estudio para WCS Colombia, no solo acudió a los métodos de pesca tradicional como el chinchorro, la atarraya y los trasmallos; también se basó en observaciones subacuáticas para reconocer aquellas especies crípticas y de pequeño tamaño, así como en las conversaciones con los habitantes de la zona, con el fin de tener una aproximación al uso y a las percepciones locales frente a este recurso.

Ríos contaminados

“En general, los cuerpos de agua evaluados mantienen una buena calidad tanto en el propio recurso hídrico como en la estructura de sus bosques de ribera, lo que garantiza la integridad ecológica para los peces. Sin embargo, actividades asociadas a la extracción de madera en algunas quebradas evidencian su afectación por acumulación de trozas o por la pérdida de conectividad con los ríos. Esto, como consecuencia de la alta carga de material vegetal y sedimentos en las desembocaduras”, concluyó el investigador.

Mungulí - Eleotris picta

De igual modo, Gian Carlo pudo establecer que 10 especies de peces de agua dulce se usan para subsistencia, y su consumo está muy relacionado con la temporalidad de las cosechas. “Los habitantes de la zona baja van a las fincas localizadas a lo largo de los ríos a trabajar y aprovechan para pescar, principalmente con mallas que colocan en las desembocaduras de las quebradas y en los charcos profundos”.

Esta es una actividad que ha mostrado dificultades, ya que se han confirmado conflictos asociados al uso del recurso. Los habitantes advierten que es notoria la disminución de las tallas. Y las poblaciones de peces que antes eran abundantes -explican-, han decrecido, entre otras cosas porque miembros de comunidades que no son del territorio y que habitan las zonas altas, usan dentro de sus prácticas plantas nativas tóxicas para la pesca (barbasco), afectando ejemplares de tallas pequeñas y, de paso, envenenando los cuerpos de agua.

“La actividad de caracterización de peces de agua dulce cumplió con gran parte de las expectativas que se tenían, teniendo en cuenta que la región del Bajo Baudó presenta vacíos en cuanto al conocimiento de la diversidad de estos animales en la zona continental. Debo destacar que el resultado de 36 especies es superior a los registros realizados en zonas cercanas como Cubarradó (23 especies), Jurubirá (16), Valle (21) y Juradó (9), además de representar el 68.4% de lo reportado para toda la cuenca del Baudó”, concluye el investigador en el análisis.

Pero agrega que se necesitan avances en la sostenibilidad y buen uso del recurso, ya que el relacionamiento de las comunidades locales con los peces y los ríos o quebradas de la región podría generar estrategias no solo de conservación, sino de manejo, que sean ajustadas a la realidad del territorio. Porque hay un aprovechamiento pesquero de subsistencia que merece ser sostenido a lo largo del tiempo.

Barbudo - Rhamdia guatemalensis