Para que pianguar no sea un oficio extinto

Pianguar, una actividad con encanto social y cultural para las mujeres del Bajo Baudó



 

Como parte de las estrategias de manejo, las mujeres que la extraen mayoritariamente estarían dispuestas a hacer una veda voluntaria para darle un respiro a su reproducción.

 

El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó, uno de los Distritos Regionales de Manejo Integrado (DRMI) situado en Chocó, es una zona de reserva natural donde sobresale un recurso sustancial para las comunidades de esta región: la piangua.

 

Por representar un ingreso clave para los hogares, este recurso es, dentro del grupo de los invertebrados, el más importante para las comunidades costeras. Pero al mismo tiempo, es uno de los más golpeados, afectación que no solo alcanza a la piangua hembra (Anadara tuberculosa), especie de mayor abundancia y más demandada, sino a la piangua macho (Anadara similis), también usada para el consumo local.

 

Su principal amenaza es que ambas especies se extraen en tallas pequeñas, no sostenibles, esto es, por debajo de lo permitido por la ley colombiana que es de 5 centímetros. Por su parte, en el Ecuador, donde es ampliamente consumida, su talla permitida para comercialización es menor (4.5 centímetros). Esto ha llevado a que las piangüeras nacionales hayan extraído el molusco sin respetar sus tamaños, lo vendan a intermediarios y estos a su vez lo exporten a ese país.

 

En ocasiones, para evadir la normatividad colombiana, las pianguas se ‘desconchan’ y su carne es vendida por libras, estrategia que permite esconder sus tamaños al momento de ser comercializadas. Las consecuencias de este accionar se están viendo reflejadas en que la abundancia de este alimento se redujo y, al mismo tiempo, sus niveles de recuperación son inciertos.

 

Trabajo intenso liderado por mujeres


La actividad de extracción de invertebrados de playa y de manglar se realiza de forma manual, principalmente por mujeres y durante los momentos de marea baja.

 

 

En el caso del manglar, ellas introducen la mano en las raíces, palpan buscando la piangua y la sacan, un trabajo que implica un esfuerzo físico intenso, porque deben permanecer agachadas, dentro del barro, y exponiéndose a picaduras de insectos o de otros animales como el pejesapo (también llamado como pez sapo), el camarón bravo y algunos cangrejos.

 

Como su estancia dentro del manglar es por varias horas, las mujeres que sacan la piangua también aprovechan para extraer otros recursos de ese mismo lugar. Entre ellos figura el piacuil (Littorina zebra),el oroño (Thaisella kiosquiformis) y la jaiba haragana (Eurypanopeus spp,) que se encuentran en la parte expuesta de las raíces.  No todo es trabajo en medio de la recolección, porque las mujeres aprovechan este tiempo para conversar, contar anécdotas y reír con sus propias historias.

 

De forma ocasional, los hombres también realizan esta actividad, especialmente cuando existe alguna demanda del recurso desde el exterior, situación que fue muy común en las décadas de los 70 y 80, cuando familias enteras se adentraban al manglar a extraerlo. Ellos también buscan una lombriz marina (gusano) en las playas de arena, conocida como sipuncúlido (Phylum, Sipuncula), que es muy usada como carnada en la pesca con anzuelos.

 

Medidas sugeridas por la comunidad


Hace algunos meses, durante la ‘Caracterización participativa de los objetos de conservación del DRMI Encanto de los Manglares del Bajo Baudó’, dentro de Concosta, y que fue liderada por WCS Colombia en conjunto con  el Consejo Comunitario de Concosta y Codechocó, se efectuó un taller para generar una construcción de información histórica de la piangua. Allí, un grupo de mujeres reconoció que los volúmenes de captura han disminuido desde hace 20 años y que el esfuerzo para sacar una cantidad normal del recurso es ahora doble.

 

“Es necesario generar insumos que permitan ordenar esta actividad en el DRMI, basados en estudios de las poblaciones de piangua a nivel local. Así mismo, definir acciones que busquen establecer un equilibrio entre quienes ejercen la actividad dentro del DRMI, sus condiciones socioeconómicas y el potencial que tiene el recurso en el mercado. De esta forma, se podría pensar en buscar los mejores beneficios ecológicos, económicos y sociales de las comunidades en esta área protegida, manteniendo los lazos culturales que genera la actividad entre las piangüeras”, explicó Paola A. Mejía, líder marino de WCS Colombia.

 

 

Hasta el momento, existe una medida de ordenamiento a nivel nacional con la piangua, que es establecer una talla mínima de captura, lo cual es una medida importante. Sin embargo, se requieren otras acciones para mejorar el estado del recurso.

 

Con ello, se deben ejecutar estrategias de conservación del ecosistema manglar, para lo cual el DRMI ya ha definido unas zonas de preservación. Así mismo, y como una medida para reducir la presión y permitir la recuperación de las poblaciones de piangua, se podría trabajar en  la rotación de las áreas de extracción dentro de las zonas establecidas de uso sostenible.

 

Las mujeres manifestaron, durante el taller, que estarían dispuestas a desarrollar una veda voluntaria. “Esta sería una de las acciones que se podrían aplicar, para lo cual se deberán establecer fechas en las que el recurso no pueda ser extraído, basado en información biológica de las especies”,  agregó Diego Amariles, biólogo de WCS Colombia.

 

Para aportar a lo anterior, WCS viene desarrollando un estudio sobre la reproducción de la piangua, con la colaboración de las piangüeras de Concosta, quienes durante el taller manifestaron su interés en colaborar y facilitar las pianguas para ser evaluadas.