Ranas de cristal y venenosas, así como boas y corales, aún sobreviven en bosques de tierra firme
Una de las especies identificadas durante la ‘Caracterización participativa de los objetos de conservación del Distrito Regional de Manejo Integrado El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó’, ha sido usada en faenas de caza de mamíferos, aprovechando las toxinas que segrega.
En Bajo Baudó (Chocó), las serpientes son generalmente despreciadas. Entre la mayoría de los habitantes de esta zona biodiversa, ver uno de estos reptiles, así sea a lo lejos, o incluso saber que alguien detectó a uno de ellos en alguna de sus faenas de trabajo, no sólo representa mala suerte sino alguna presunta maldición. O, incluso, el designio de que algo muy malo ocurrirá. Y basta salir a caminar para comprobarlo.
Íbamos por la selva, acompañados de varios guías, cuando uno de ellos alcanzó a ver entre la vegetación a un pequeño lagarto conocido como ‘madre culebra’ (Diploglossus monotropis), el cual no representa ninguna amenaza para el ser humano. Estaba moviéndose entre la maleza con tranquilidad, tal vez sin malicia. Y aunque pasaron las horas y recorrimos parte de la zona, quien la había observado nunca estuvo tranquilo. Solo descansó hasta que en algún momento de nuestro trayecto decidió volver al lugar donde inicialmente vio al reptil, para buscarlo, sacar un machete y golpearlo hasta matarlo.
A pesar de este episodio —que suele ocurrir como una condena para algunos animales, en especial las serpientes y que a veces también cobija a las ranas—, José Ómar Ortiz, biólogo de la Universidad del Valle, dedicado a la herpetología, pudo encontrar 23 especies de anfibios y 19 especies de reptiles durante la ‘Caracterización participativa de los objetos de conservación del Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) Encanto de los Manglares del Bajo Baudó’, liderada por WCS, Concosta y Codechocó .
“Esto nos indica que la región y la zona protegida presentan, en general, un estado de conservación importante, brindándole a cada grupo biológico lo necesario para su supervivencia”, explica el investigador.
El estudio realizado por José Omar, con apoyo de asistentes locales, abarcó bosques de tierra firme de la cuenca del río Capiro y zonas de mangual en inmediaciones de Guineal, localidad perteneciente al Consejo Comunitario de Concosta.
Sobresalieron, entre todos los registros de herpetos, las ranas de cristal, otras llamadas ranas naranja, así como ranas venenosas y de hocico largo. Igualmente, ranas arborícolas verdes, salamandras, culebras de agua, corales, cazadoras, petaconas o boas constrictor, lagartijas, iguanas y babillas, entre otras.
Uno de los hallazgos más importantes fue el de la especie Oophaga solanensis, rana venenosa que posee un valor simbólico entre las comunidades indígenas asentadas en la parte alta de esta región. Estos grupos étnicos las usan en faenas de caza sacando provecho a las toxinas que segregan, lo que les permite capturar venados (Mazama americana), guaguas (Cuniculus paca), pecaríes (Tayassu pecari) y zaínos (Pecari tajacu).
Todas las especies para este grupo de animales están amenazadas por la pérdida de hábitat, lo cual se ha intensificado por la transformación de las coberturas naturales, con el fin de darles paso a la agricultura y a la explotación maderera, actividades en crecimiento debido a las necesidades económicas y de alimento entre la población.
Por eso, entre las recomendaciones sugeridas para que estas poblaciones de anfibios y reptiles puedan mantenerse en el tiempo, figura llamar la atención de las comunidades locales sobre su importancia como controladores de plagas y piezas claves dentro de la cadena alimenticia. Además, sobre su importancia como indicadores ambientales de las condiciones de los ecosistemas terrestres y acuáticos.
De ahí, concluye Jose Omar, que sea necesario que las características ambientales de los bosques se preserven con actividades de mantenimiento y restauración, regulando el uso sostenible de los recursos y creando un sistema efectivo de vigilancia e inspección de aquellas zonas destinadas a la conservación. Así mismo, promover el ecoturismo, como alternativa productiva y sostenible para las comunidades locales.