La cacería y la deforestación amenazan a cientos de especies de aves
Hylophylax naevioides
Una de las más llamativas se llama la oropéndola chocoana, endémica del Bajo Baudó.
La presencia de las aves en el Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) ‘El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó’ es tan normal como un atardecer, como los aguaceros que parecen diluvios, o como el sol o las plantas que forman parte del paisaje.
Lo comprobamos al acompañar a Fanny González Zapata, bióloga de la Universidad del Valle, en una de sus rutinas durante la “Caracterización participativa de los objetos de conservación del DRMI, en el consejo comunitario de Concosta”, que ha liderado WCS Colombia, Concosta y Codechocó. Y fue claro que la diversidad para este grupo de animales se hace evidente con solo recorrer algún estero, caminar por un bosque o andar por un manglar.
Se oyen cantos de todos los tonos e intensidades, aves que pasan volando como tratando de escapar de los humanos que merodean. Y muchas se ven a lo lejos, de perfil o como siluetas, como si supieran que estamos interesados en identificarlas. Pudimos ver algunas que se paraban en algún tronco o en la copa de algún árbol, siempre con una característica común: todas exhiben una combinación inusual de colores, algunas con crestas, otras con parches, en general, como seres sacados de una fábula.
Por algo, luego de sus análisis hechos con base en puntos de conteo, en el uso de redes de niebla, en búsquedas libres, cámara trampa, revisión de literatura o en entrevistas realizadas a la comunidad, Fanny pudo establecer que en la zona habita un total de 164 especies de aves pertenecientes a 24 órdenes, 44 familias y 128 géneros, el equivalente al 8 por ciento de las registradas para Colombia (el país más biodiverso del mundo con más de 1900 especies) y el 24 por ciento de las que muy probablemente habitan en Chocó.
El listado incluye 20 especies migratorias, una introducida (Columba livia), 11 amenazadas a nivel global, siete a nivel nacional y una endémica, conocida como la oropéndola chocoana (Psarocolius cassini), precisamente típica del Baudó.
El ecosistema con mayor riqueza fue el bosque de tierra firme con 69 especies, seguido por el manglar, con 68, la playa, con 28, el mangual con 23 y las bocanas con tres.
Entre las especies que se identificaron aparecen la pava del Baudó (Penelope ortoni), el tinamú del Chocó (Crypturellus kerriae), el pavón norteño (Crax rubra), la torcaza colorada (Patagioenas subvinacea), el gallito de agua pardo (Aramides wolfi), el gavilán plomizo (Cryptoleucopteryx plumbea), el batará moteado (Xenornis setifrons), el tinamú mayor (Tinamus major), el tucán de pico negro (Ramphastos ambiguus), el loro farinosa amazónico (Amazona farinosa), el pato colorado (Spatula cyanoptera), el arrendajo colirrojo (Cacicus uropygialis) y la polluela colombiana (Mustelirallus colombianus).
Xenops minutus
“Todas ellas deberían ser incluidas en procesos de conservación, dado que están en algún grado de amenaza dentro de las categorías de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Libro Rojo de Aves de Colombia”, concluyó la investigadora.
Esto se debe, en parte, a la deforestación que causa el aprovechamiento de la madera y la ampliación de las zonas de cultivo para el arroz y para las plantaciones de coco. Aunado a ello, la cacería también fue identificada como otra actividad que ha influenciado la disminución de las poblaciones de aves. Entre las especies más buscadas por los cazadores están los patos y los pavones. Sin embargo, cualquier ave puede llegar a ser apetecida por parte de la comunidad para fines alimenticios. O incluso, pueden terminar en redes de tráfico ilegal o como mascotas.
Por eso, el reporte de Fanny recomienda realizar estudios poblacionales sobre las especies en riesgo, para así centrar buena parte de los esfuerzos hacia su conservación. Sobre todo, si las especies están en zonas de uso sostenible, lo que implicaría que, en conjunto con la comunidad, se planteen y acuerden estrategias que ayuden a preservarlas. Una de ellas puede ser la veda en época reproductiva.
También se recomienda realizar estudios sobre el impacto de la caza, promover el cuidado de los bosques de manglar y tierra firme y promover el aviturismo responsable como alternativa económica para el lugar. Esta opción permitiría a los habitantes de la región recibir ingresos adicionales por medio de una actividad legal que, al mismo tiempo, incentivaría la disminución del daño ambiental.
Manacus manacus