Rhinoclemmys melanosterna, una de las especies de tortugas más comunes en la zona. Sus poblaciones han disminuido porque son cazadas para comerlas, principalmente en Semana Santa.
Anolis chloris, o camaleón suramericano. Al igual que las serpientes u otros reptiles pequeños, representan una pieza clave en la cadena alimenticia de las selvas chocoanas.
El hombre parece muchas veces insignificante ante el poder y grandeza de la selva chocoana. A pesar de eso, en el DRMI 'El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó' hay muchos sectores que han sido intervenidos o destruidos.
'Río de ir y venir' es el significado de Baudó en lengua noanamá o chanco, comunidad indígena local. El hombre y la canoa, símbolos del paisaje en la región.
Los manglares dan su nombre a esta zona protegida. Sujetos a la humedad del río y al calor del sol, son plantas muy especializadas, muchas veces taladas por el uso que le dan a su madera.
La piangua y las piangüeras son valores ambientales y sociales. Este es un recurso cuyo consumo y captura debe ser controlado, porque ya da señales de escasez.
Philander opossum, un marsupial o zarigueya, uno de los tantos mamíferos pequeños que se mueven por la selva. Muchos son golpeados o acribillados al ser relacionados con ratas o ratones.
Las playas en esta parte del Chocó son poco visitadas, solo la población local disfruta de su belleza. Darle un impulso al ecoturismo será uno de los retos de la zona protegida.
Las ranas de cristal, sorprendentes porque son traslúcidas y dejan ver todos sus órganos en acción. Uno de los valores biológicos del lugar, pero a la vez muy traficadas.
La pesca es el sustento definitivo de las comunidades del Pacífico y por ende de esta área protegida. De fijar una buena vigilancia y control de los recursos dependerá que su futuro sea sostenible.
Un árbol con espinas gigantes sobresale en una de las caminatas por el bosque tropical. Está en medio de una zona donde crecen manglares y al vaivén de las mareas.