A cambio recibieron asesoría y obras para mejorar su productividad ganadera o agrícola.
Foto: Julie Larsen Maher
Los osos de anteojos que habitan en algunas de las zonas rurales de los municipios de El Águila, Dagua (Valle del Cauca) y en El Tambo (Cauca), ya tienen nuevos aliados que trabajan por su protección.
Allí, en 40 fincas ubicadas sobre la cordillera Occidental (algunas situadas sobre la zona de influencia del Parque Nacional Natural Tatamá), se completó la fase de implementación del proyecto ‘Conservamos la Vida’, una alianza público privada que busca proteger la vida del oso y su hábitat, y en la que participan Wildlife Conservation Society Colombia (WCS), Grupo Argos, Parques Nacionales y la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC).
En pocas palabras, la implementación se refiere a un gana-gana en el que los dueños de los terrenos obtienen beneficios para mejorar la productividad de sus fincas, al tiempo que el oso comienza a percibir una especie de tregua para que su hábitat se recupere. Para lograr esto, los propietarios liberan algunas áreas de sus terrenos que destinan, exclusivamente, a la conservación. En estos espacios, el animal puede desplazarse, reproducirse y encontrar alimento.
Foto: Sebastián Orjuela
Para el caso de Dagua y El Tambo (cada uno con 15 propietarios), la mayoría de la actividad productiva es ganadera. Y en El Águila, donde habitan otros 10 dueños de predios que se han vinculado a “Conservamos la Vida”, sobresalen los cultivos de café. Todas estas personas han firmado unos “acuerdos de conservación” que les permiten acceder a ciertos beneficios para mejorar la productividad de sus predios.
Entre dichos beneficios cabe destacar insumos agrícolas, materiales para hacer siembras dentro de la finca, plantas para alimentar el ganado (bancos de forraje), creación de huertas y la construcción de establos para mejorar el manejo ganadero (algunos de esos establos están delimitados con cercas eléctricas y aislamientos que los separan de las zonas destinadas a la restauración del bosque).
Como resultado de este proceso, los dueños de una finca llamada El Mirador, que promueve el avistamiento de aves y el ecoturismo, recibió de ‘Conservamos la Vida’ la adecuación de una terraza que se ha convertido en una plataforma de observación para los avituristas y ornitólogos. A cambio, los propietarios de ese predio destinaron 130 hectáreas para la conservación, terrenos en los que, muy seguramente, ya muchos osos se están moviendo a sus anchas.
“Un campesino me dijo: todo lo que tengo se lo debo al oso. Y se refería a que por destinar una parte de su finca a la conservación del mamífero, él recibió un beneficiadero de café con el que ha obtenido ingresos adicionales”, contó Sebastián Orjuela, experto de WCS Colombia vinculado con este proyecto”. Y el mismo Orjuela agrega: “con las implementaciones logramos tres cosas clave: disminuimos el conflicto con el oso, recuperamos su hábitat y mejoramos la calidad de vida de las comunidades”.
Foto: Sebastián Orjuela
Adicionalmente, este proceso incluye jornadas para enseñarles a las personas cómo es el oso andino, cómo es su dieta, y por qué hay ocasiones en las que es acusado de acciones que nunca cometió. “Si el hábitat del oso ha sido deforestado, es posible que él entre a las fincas a buscar algo de alimento o hacer sus recorridos naturales. Pero eso no significa, necesariamente, que ataque al ganado. Esto es algo que la gente debe saber y manejar adecuadamente para no alarmar sin fundamento a sus vecinos”, añadió Orjuela.
Luego de culminar las implementaciones, sigue una fase de monitoreo para saber si esas zonas que fueron liberadas o destinadas por los propietarios a la conservación, han ayudado al oso; si el animal está viviendo mejor; y si ha logrado reproducirse o si sus poblaciones han aumentado.
Implementaciones similares a la que se desarrollaron en Dagua y en El Águila van a comenzar ahora en la Cordillera Central, más exactamente en el sector de La Nevera (Palmira) y en zona rural de Buga (Valle del Cauca).