En un terreno de 120 hectáreas, WCS Colombia, en colaboración con Turtle Survival Alliance (TSA) y Rainforest Trust, impulsará la conservación y la reproducción sana del reptil, en peligro crítico de extinción por los daños que ha sufrido su hábitat. La especie Mesoclemmys dahli, como se le conoce científicamente, solo vive en el Caribe colombiano (endémica).
La destrucción del bosque seco en los departamentos de la costa Atlántica, por la introducción de cultivos, ganadería y construcción de obras de infraestructura, no solo ha afectado a valiosas especies de flora, sino a la fauna que allí habita. Y uno de esos animales damnificados es la tortuga carranchina (Mesoclemmys dahli), endémica para el Caribe colombiano (es el único lugar del mundo donde vive) e históricamente adaptada a este ecosistema.
Según estudios sobre genética del paisaje ejecutados recientemente, la afectación sobre ese reptil, en peligro crítico de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se debe a que la fragmentación sufrida por el bosque ha causado, como principal consecuencia, la división de sus poblaciones en al menos seis grandes grupos que están aislados y cuyos individuos han tenido que reproducirse entre parientes (endogamia). Esto ha incrementado la probabilidad de que adquieran genes defectuosos que podrían derivar en enfermedades, cambios físicos o incluso en la muerte.
Y precisamente para reducir esta afectación, WCS Colombia, en colaboración con Turtle Survival Alliance (TSA) y Rainforest Trust, acaba de adquirir un predio rural de 120 hectáreas, situado en San Benito Abad (Sucre), que se transformará en una zona de reserva para la carranchina.
Germán Forero, director científico de WCS Colombia, dice que la situación que vive esta especie es muy particular, ya que a pesar de su estado crítico, su presencia no ha sido registrada en ninguna zona de conservación, es por eso que esta sería la primera y única área en el país destinada a su protección.
“Lo más urgente que queremos hacer, en vista de la degradación del bosque seco, es abordar el problema de la endogamia. Dadas las condiciones tan críticas y la ausencia de una población identificada en un área con buenas condiciones, decidimos que la única alternativa era establecer una reserva donde pudiéramos manejar todas estas variables y contribuir a la conservación de la tortuga”, explicó Germán. Por eso, informó, el trabajo también estará enfocado a la recuperación de una parte del ecosistema.
“Uno de los primeros pasos será diseñar un programa de restauración, que deberá incluir la rehabilitación y expansión de los humedales y bosques secos que aún existen en nuestra reserva, en un trabajo de largo plazo, porque queremos que este terreno irradie su efecto hacia otros predios, que la comunidad se pueda involucrar en su manejo, en su uso sostenible y que propietarios vecinos se sumen a la iniciativa de conservación de la carranchina y a la recuperación de los bosques de galería”, dice Germán.
De esta forma, se buscará mejorar la conectividad de la reserva con otras áreas que puedan tener individuos y contribuir poco a poco a regenerar el flujo genético entre poblaciones. Todo esto incluiría la transformación del lugar, a mediano plazo, en una reserva de la sociedad civil.
Al sitio se llevarán, intencionalmente, ejemplares de diferentes grupos poblacionales de la especie, nunca emparentados, para que entre ellos pueda existir un intercambio sano y apropiado. Se aprovechará que las tortugas, por su tamaño y peso, pueden moverse intencionalmente de un lugar a otro con más facilidad, para llevar algunos grupos de ellas a la reserva con tal de lograr introducir genes nuevos y aumentar la diversidad. Esto requiere unos permisos previos y, por eso, dicha traslocación podría comenzar a ejecutarse en aproximadamente un año.
Y tiene todo el sentido, en la medida en que ante la desaparición de su entorno tradicional, muchas de las Mesoclemmys dhali se han tenido que amoldar a condiciones ambientales diferentes, optando por vivir en potreros donde intentan desplazarse sin mucho éxito. Precisamente, la idea con esta zona de protección es recuperar y proteger su hábitat, así como darles nuevas oportunidades de reproducción a las que han quedado aisladas y ahora viven en sitios transformados.
A esto se sumaría un monitoreo para saber si la población comienza a aumentar con la protección. De paso, se transformaría en una prueba que podrá despejar dudas y perfeccionar la toma de decisiones de manejo para la carranchina en otros sectores del norte del país.