Biólogos de la Universidad del Tolima encontraron la rana Atelopus subornatus, o arlequín vientre de fuego, un anfibio que no se veía hace 24 años. El hallazgo es trascendental porque el país ha perdido las poblaciones estables de al menos 38 especies de este género. WCS apoya este hallazgo con orientación técnica, para que las investigaciones sobre el anfibio continúen y se puedan ejecutar acciones para su conservación.
Andrés Viuche y María Paula Enciso caminaban por el Bosque de Galilea, en el Tolima, con una única misión en mente: hacer un inventario de ranas y sapos (anuros) en este lugar biodiverso, situado entre los municipios de Villarrica, Dolores, Prado, Purificación y Cunday, y donde también viven osos de anteojos, jaguares y monos churucos, así como muchas aves, algunas de ellas migratorias.
Con el recorrido no solo buscaban confirmar la presencia de ciertas especies, sino acumular datos para redactar la tesis de pregrado con la que podrían alcanzar el título de biólogos, en la Universidad del Tolima.
El trabajo de campo se desarrollaba en medio de una rutina normal. Pero, un día, encontraron unos pequeños anfibios al borde un riachuelo que les cambiarían el rumbo personal y el destino más próximo: eran unos renacuajos de una rana conocida como Atelopus subornatus, que nadie había visto en 24 años. Fue buscada intensamente y, como su ausencia parecía definitiva, la habían declarado como “posiblemente extinta”.
Vieron 16 larvas o crías en crecimiento. Luego de unos días, encontraron un adulto y un juvenil, que al cabo del tiempo, y luego de tomar algunas muestras, pudieron confirmar que pertenecían al ‘arlequín vientre de fuego’, como se le conoce popularmente a la A. subornatus, y en la que generalmente sobresalen manchas marrones, verdes y amarillas; el dorso de los machos es de un tono similar al café con leche y el de las hembras es anaranjado.
Zona protegida
“Debo reconocer que fue un golpe de suerte. Nadie sospechaba que la rana podía estar en este sector tolimense, declarado Parque Regional Natural en el 2019, y que, irónicamente, el conflicto armado mantuvo en paz. Durante muchos años, la presencia de grupos armados evitó intervenciones en la zona que pudieran destruirla, incluso frenó cualquier intento de investigación académica”, explicó Viuche.
“Siempre se dijo que el hogar de la subornatus estaba restringido a un espacio muy pequeño en Cundinamarca, conocido como Alto de Sibaté y Tierra Negra, situado entre este municipio y Fusagasugá. Pero este hallazgo demostró que su ubicación puede ser ahora más amplia, por eso parte del trabajo pendiente será ubicar su verdadera distribución”, explica Gustavo González, investigador asociado de WCS.
Una esperanza
El hallazgo no solo se convirtió en un acontecimiento para los herpetólogos. Además, abrió una pequeña esperanza para la recuperación en general del género Atelopus, que se ha visto afectado por la disminución de sus poblaciones en todo el continente, incluyendo a Colombia (en el país vivían 45 especies y hoy no existen más de siete con poblaciones estables). Esto ha ocurrido, entre otras razones, por la deforestación de sus hábitats y, además, por la presencia en el territorio de enfermedades como el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, también conocido como Bd o el hongo quítrido, que ataca la piel de estos animales y les impide respirar. La revista Science publicó, en 2019, que esta dolencia ha llevado a la extinción no solo a las Atelopus, sino a otras 90 especies de anfibios; y ha provocado la mayor pérdida de biodiversidad asociada a una enfermedad en la historia del planeta.
Muchas preguntas
Andrés Viuche se graduó finalmente de la Unitolima en 2018 y desde ese momento se ha transformado en el líder de todo lo que tiene que ver con la recuperación de la A. subornatus. Dice que desde el hallazgo, en 2017, sus actividades han estado centradas en buscar ayuda y recursos para seguir adelante en su empeño por preservarla.
Hay mucho trabajo pendiente alrededor de ella. El Libro Rojo de Anfibios de Colombia explica, por ejemplo, que no hay estudios sobre su ecología. Tampoco muchos datos o consensos sobre sus hábitos, como si se mantiene más activa de día o de noche; incluso, no hay información sobre detalles biológicos o si emite algún sonido especial o cantos.
El año pasado, Viuche encontró en WCS Colombia un ‘salvavidas’ en ese empeño por encontrar respuestas y llenar estos vacíos de información. La organización, a través de su Estrategia de Conservación de Anfibios, apoyada por el Zoológico de Zurich y la Fundación Santo Domingo, lo está apoyando con orientación técnica y recursos a través del Grupo de Herpetología, Ecofisiología y Etología, de la Universidad del Tolima, para realizar investigaciones demográficas in situ, es decir en el hábitat de la rana, con las que pretende conocer algunas dinámicas poblacionales que permitan implementar estrategias de conservación.
Esto incluiría una revisión para saber si hay ejemplares afectados por el hongo Bd, una hipótesis que deberá ser comprobada. Aparentemente, todos los que han sido vistos se muestran sanos.
Parte de este respaldo, a lo que se ha sumado la ayuda frecuente que ha recibido de la comunidad de la vereda Galilea, en Villarica, le permitió a Viuche regresar al sitio de su hallazgo en enero pasado, un escenario cuyo acceso es muy complejo y requiere un gran esfuerzo físico y logístico. Llegó acompañado con otros miembros del Grupo de Herpetología, como Arismedi Prado, Carlos Galindo, Johan Romero y Germán Molina. Un sacrificio que fue recompensado con los resultados que obtuvieron, calificados como “muy optimistas”.
Porque ya no vieron 16 renacuajos como los que vio Viuche ese día afortunado del 2017, sino al menos 800, algunos de ellos distribuidos en grupos de 100, ubicados en varias quebradas y adheridos a las rocas. También detectaron 3 machos adultos, 3 hembras y un juvenil.
Esperan hacer una segunda salida en mayo o junio y un monitoreo más exhaustivo y prolongado en el tiempo. Porque como se hace evidente, alrededor de esta rana hay demasiadas preguntas, pero pocas certezas.
Nota al pie: El redescubrimiento de la rana Atelopus subornatus, en 2017, se hizo en el marco de un proyecto ejecutado entre el Instituto de Biociencias, de la Universidad de Sao Paulo, y la Universidad del Tolima. Por eso, durante la salida de campo por el Bosque de Galilea donde se produjo el hallazgo, acompañaban a Andrés Viuche y a María Paula Enciso los investigadores Marvin Anganoy, del Instituto de Biociencias, y Raiza Castañeda, de la Universidad del Magdalena.