Es la primera vez en Colombia que se utiliza esta tecnología para investigar la especie. El objetivo es hacerles un seguimiento a individuos dentro del caudal. Con base en los resultados de sus movimientos, se podrán tomar medidas más exactas dirigidas hacia su conservación.
El transmisor acústico está ubicado a un costado del caparazón de la charapa.
Hay cientos de verdades conocidas sobre la tortuga charapa. Unas muy básicas como que no solo habita en Colombia, sino también en Brasil, Perú, Ecuador, Venezuela y Bolivia. Que está en peligro de extinción, porque en el país fue cazada sin control durante años para comercializar su carne y sus huevos. Y, entre otras cosas, es muy claro que es un reptil fundamental porque transporta frutos y semillas a lo largo de los ríos, actividad con la que ayuda a renovar la flora asociada a su hábitat.
Se tienen estos y otros muchos datos, pero los biólogos que la han estudiado también guardan cientos de dudas, es como si entre más se interesaran e investigaran, más preguntas nacieran.
Y en un intento por cerrar cada vez más esos vacíos y develar todo misterio alrededor de esta tortuga emblemática, un equipo de WCS Colombia comenzó a instalar transmisores acústicos a un grupo de ellas, para conocer sus recorridos y movimientos a lo largo del río Meta, la primera vez que se usa esta tecnología en Colombia para estudiar la especie.
El trabajo se está desarrollando entre Casanare, Vichada y Arauca, apoyado por las actividades que el Proyecto Vida Silvestre realiza en esta región por la conservación de la especie, esto último en alianza con la Fundación Omacha, la financiación de Ecopetrol y el apoyo de Fondo Acción y la Fundación Santo Domingo. También lo respalda Turtle Survival Alliance (TSA) y la Fundación Segré. Y lo lidera Mónica Nieto, quien adelanta su investigación de maestría en Ciencias-Biología, en la Universidad Nacional, con el acompañamiento de Germán Forero, director científico de WCS Colombia.
Las preguntas que siempre han flotado
Las charapas tienen un comportamiento que podría calificarse como “conocido” cuando están por fuera del agua. Se sabe con certeza que todos los años, entre diciembre y marzo aproximadamente, las hembras salen masivamente a poner sus nidos en las playas que deja al descubierto el río Meta, cuyo nivel desciende porque esta es una temporada de pocas lluvias.
El comportamiento de las charapas es muy conocido cuando salen del agua. Monitoreo resolverá dudas sobre sus recorridos dentro del río.
Por lo general, escogen playas altas y arenosas para que los huevos que depositan tengan, al menos, la esperanza de mantenerse seguros y relativamente ocultos de depredadores. Se habla incluso de que en ocasiones ponen sus huevos en playas muy cercanas a donde a la vez lo hicieron sus progenitoras. Pero cuando una charapa termina de desovar, se esconde y desaparece. Vuelve inmediatamente al río y solo saldrá hasta el año siguiente, cuando su ciclo reproductivo se lo exige.
Pero, ¿y qué pasa con ellas cuando regresan al caudal y se sumergen? ¿Permanecen cerca de la playa para vigilar el nacimiento de tortuguillos? ¿Se alejan de allí y pierden todo contacto con ese lugar de anidación? ¿Harán recorridos largos por otros ríos o solo a lo largo del río Meta? ¿Serán migratorias? Estas son algunas de las preguntas que Germán Forero, director científico de WCS Colombia, explica que aún están sin respuesta. Y son, al mismo tiempo, las que le dan sentido a este seguimiento, que ha debido cumplir con varias etapas.
Mandan señales a receptores acuáticos
De un total de 15 tortugas hembras que se quieren monitorear, un primer paso ha sido capturar a 8 de ellas luego de que acababan de poner sus huevos y a las que se les instaló un transmisor acústico identificado con un número en un sector del caparazón.
En la medida en que esas tortugas marcadas se han ido moviendo (fueron liberadas en el mismo sitio donde fueron capturadas), han emitido señales a cuatro receptores que fueron colocados en estaciones fijas y flotantes a lo largo del río Meta (estaciones pasivas), tratando de abarcar un tramo lo más extenso posible y que hoy es de al menos 80 kilómetros. Teniendo como referencia la vereda La Virgen (Arauca), el punto más lejano de medición es Agua Verde, río Meta arriba. Uno más está en las Bocas del Casanare (desembocadura de esta caudal en el río Meta) y un tercero en el sitio conocido como La Belleza. El cuarto fue ubicado muy cerca de Nueva Antioquia (Vichada), inspección del municipio de La Primavera y donde la Armada Nacional tiene un puesto de control, un sector donde el río Meta ya baja sin tregua a buscar su final en el río Orinoco.
Adicionalmente a las señales acústicas, las tortugas también son monitoreadas manualmente y a través de un hidrófono.
Las tortugas que viajen a lo largo de esa franja de medición quedarán registradas en uno de los cuatro receptores, equipos que también están en capacidad de identificar el número de cada transmisor. Los datos que acumulen pueden descargarse de la misma forma en que se bajaría la información de una USB, y permitirán concluir si alguna ha decidido estar quieta, si ha pasado varias veces por el mismo lugar o, incluso, si viaja sin retorno con rumbo hacia el Orinoco o el Casanare.
Se suma a esta medición, que durará por lo menos un año, un rastreo manual que se hace con un hidrófono que puede sumergirse en las aguas del Meta y con el que desde una lancha, y a través de un equipo de audio conocido como Mantrak (que incluye unos audífonos a través de los cuales se puede escuchar lo que está captando el hidrófono cada vez que se hunde), se puede alcanzar un seguimiento de las tortugas con transmisor, un trabajo complementario a las señales que se captan en las estaciones.
Tan cerca, tan lejos…
Mónica Nieto, quien sale diariamente a monitorearlas desde la madrugada, con la ayuda de Remigio Landaeta, un habitante de la comunidad, cuenta que 6 de las 8 tortugas se han mantenido durante un mes en tres diferentes sitios del río, muy cerca de las playas donde pusieron sus huevos y sin lograr desplazamientos mayores. Nieto dice que esto puede estar pasando porque a lo mejor encontraron buenas condiciones para alimentarse y pocos depredadores. “Es un comportamiento particular, pero estamos esperando qué ocurre cuando el río comience a crecer o a subir su nivel con la influencia del invierno (previsto desde junio)”.
La profundidad es otro factor que podría estar influenciando que ellas se queden en una misma zona, así como las corrientes actuales. Y además, podrían estar pendientes del nacimiento de las crías, un tema que ha sido estudiado en Brasil y donde se ha comprobado que la comunicación entre hembras y bebés es posible y muy intensa, incluso cuando estos últimos están dentro del huevo. Como desovaron en febrero, los nacimientos estarían previstos para finales de este mes (abril).
Esto último, sin embargo, lo pone en discusión la séptima tortuga a la que se le hace seguimiento,
porque ella está casi a 67 kilómetros del lugar donde hizo el nido, río arriba, como si quisiera viajar a Casanare. La octava tortuga con transmisor, hasta el momento, no ha sido ubicada desde que fue liberada con el equipo instalado.
Germán Forero, dir. científico de WCS, probó las estaciones pasivas acuáticas (receptores), que reciben las señales acústicas de las tortugas a las que se les instaló un transmisor.
Todas estas ideas son parte de análisis preliminares. Por eso Germán Forero explica que “este rastreo permitirá ir aclarando algunos detalles más determinantes sobre el comportamiento de la especie, que hasta ahora son solo hipótesis”.
La idea es que una vez los rastreos estén concluidos, puedan sugerir medidas de protección y de preservación en la zona, que tengan mayor certeza y estén mejor enfocadas. “Si conocemos dónde permanecen y algunos datos definitivos de sus recorridos, podremos sugerir estrategias hacia su cuidado con información acertada”, agregó.
En el siglo XIX, dicen los relatos históricos, Alexánder von Humboldt pudo ver algunas riberas de la Orinoquia teñidas de negro, ante la cantidad de charapas que reposaban en sus playas. Por eso hoy, dos siglos después, todos estos esfuerzos científicos liderados por biólogos y respaldados y acompañados por habitantes de la región, se nutren de esas historias para plantearse un objetivo posible: volver a tener enormes poblaciones de estas tortugas de río, las más grandes de Suramérica. Y no se trata de igualar lo advertido por el naturalista alemán, pero sí para que al menos puedan existir grandes grupos, cuyas valiosas vidas sean sostenibles en el tiempo.
Remigio Landaeta, miembro de la comunidad; Camila Durán, de F. Omacha; Mónica Nieto, líder de la investigación, y Mauricio Correa, de WCS; durante la instalación de los transmisores .