En dos corregimientos de este municipio del Valle del Cauca, propietarios de fincas se sumaron a la estrategia que destina hectáreas de sus predios para consolidar un corredor biológico que apoye al mamífero y a otras especies de fauna y flora. A cambio, fueron apoyados para que sus terrenos sean más productivos.
Trece propietarios de 15 predios situados en los corregimientos de San José del Salado y El Limonar, del municipio de Dagua, en el Valle del Cauca, decidieron apoyar la vida del oso andino y, al mismo tiempo, de otras especies de fauna y flora.
Y para lograrlo, firmaron recientemente acuerdos de conservación, para llevar a cabo acciones que contribuyan a la protección del hábitat del mamífero.
En estos terrenos se encuentran alrededor de 71 hectáreas de relictos boscosos que se pueden catalogar como zonas de conservación y de conectividad con áreas de reserva cercanas, porque albergan una gran diversidad de diferentes formas de vida.
Estas familias se caracterizan porque reconocen la importancia de los ecosistemas presentes en su territorio y lo necesario e importante que resulta su protección y preservación.
Allí, las especies florísticas poseen diferentes formas, colores y aromas que son producto de sus adaptaciones para lograr sobrevivir en el entorno.
Entre ellas aparecen individuos de la Ochroma pyramidale, conocida como tambor; de mano de oso (Oreopanax spp), caspe (Toxicodendron spp), jigua y moquillo (Saurauia spp), cordoncillo (Piper spp), yarumo (Cecropia peltata), así como ejemplares de la familia Clusiaceae, entre muchas más, que a su vez asocian un sin número de individuos de las familias Bromeliaceae y Orchidaceae.
Por su parte, las especies faunísticas, locales o migratorias, mantienen una estrecha relación con la flora presente, pues en ella encuentran un corredor biológico que ofrece espacios seguros para la construcción de nidos, el descanso, refugio y una fuente importante de alimentos. A cambio, los animales favorecen procesos como la dispersión de semillas, polinización, entre otros más, que al final garantizan que los ecosistemas puedan recuperar de cierto modo su funcionalidad a pesar de estar en medio de paisajes modificados por el hombre.
Los acuerdos realizados en este sector no son los únicos que intentan recuperar la conectividad del hábitat del oso. Forman parte de un total de 61 que el programa ha logrado en diferentes puntos geográficos de este departamento y del Cauca, conocidos como El Águila (que hace alusión a este municipio del Valle) y que contribuye con la zona amortiguadora del Parque Nacional Natural Tatamá; Dagua-Anchicayá, que apoya al Parque Nacional Natural Farallones de Cali, y Ramal Limoncito, en el Cauca, este último en inmediaciones del Parque Nacional Natural Munchique.
Cercas con especies nativas
A través de una planificación rigurosa de sus fincas, y partiendo de cómo son en la actualidad y como las quieren ver en unos años, los 13 conservadores de oso andino desarrollaron acciones que han favorecido el aislamiento de aproximadamente 24 hectáreas de áreas boscosas, utilizando posteadura con especies nativas que tienen la capacidad de rebrotar, obteniendo así cercos vivos que pueden perdurar en el tiempo.
Como contrapartida, todos ellos recibieron materiales e insumos para mejorar sus sistemas productivos, de acuerdo a sus necesidades. De esta manera, y aportando la mano de obra, han logrado mejoras a corrales bovinos, cultivos de café y de pancoger y a zonas de pradera. También, realizaron actividades para el saneamiento ambiental de viviendas y de infraestructuras pecuarias e instalaron bebederos ecológicos para el ganado.
Por su ubicación geográfica y la presencia de paisajes montañosos y semiplanos, estas localidades presentan condiciones particulares que inciden y favorecen la formación de numerosas fuentes hídricas, la fertilidad de los suelos y climas aptos para el establecimiento de praderas para el manejo de ganado bovino, así como la siembra de cultivos, entre los que se destacan el café, la caña, el lulo, el plátano, el maíz, entre otros.
La comunidad está integrada por familias pujantes y organizadas, que culturalmente parten del trabajo organizado para suplir sus necesidades. Su fuente de sustento se deriva de actividades que giran en torno al sector pecuario y agrícola, ejes importantes de la economía local que se sustentan principalmente en la actividad ganadera y la labranza de la tierra.
Entre ellos aparece Humberto Domínguez, quien se ha vinculado con dos predios a los acuerdos de conservación (uno de ellos de propiedad de su hija): Carare ll, reserva de la sociedad civil, así como Canaan.
Humberto dice que nació en la parte alta de San José del Salado, en la zona donde vive el oso, tal vez por eso reconoce su intensa conexión con el cuidado de esta especie. “Mi motivación siempre ha sido la conservación, porque cuando uno protege a una especie grande como esta, también resguarda la vida de muchas otras”, explica.
Como una compensación al hecho de haber destinado hectáreas de sus propiedades a la consolidación del corredor para el oso, ha podido instalar dos kilómetros de aislamientos, parte de ellos con cercas vivas. “Así creamos una barrera para que el animal pueda transitar y al mismo tiempo le damos una oportunidad de vida a una rana que se ve mucho en mis terrenos: la rana rubí, (Andinobates bombetes)”, agrega Humberto, quien además está dando sus primeros pasos en la cría de abejas, otra iniciativa productiva impulsada entre quienes se acogen a los compromisos ambientales que ofrece el programa.
Más conectividad
El proyecto ‘Conservamos La Vida’, liderado por la Fundación Grupo Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, WCS Colombia, CVC y Fundación Smurfit Kappa, el cual comenzó a hacer presencia en esta zona desde el 2019, está en su recta final en la región.
Por eso, los propietarios que se vincularon al proceso coinciden en decir que ha sido una experiencia significativa, porque al tiempo que están mejorando sus sistemas productivos y su calidad de vida, han logrado contribuir a mejorar la conectividad entre los relictos boscosos y con ello garantizar la presencia del oso andino en la localidad.
Además, ha sido un trabajo con incidencia regional, porque tanto San José del Salado como El Limonar tienen importancia ecosistémica por ser zonas aledañas a la Reserva Forestal Protectora Nacional del Anchicayá y al Distrito Regional de Manejo Integrado El Chilcal, otro de los corredores biológicos de este gran mamífero, él único oso de América del Sur.