Por: Mónica Diago
Este año la temporada de anidación de la tortuga charapa, especie en estado crítico de extinción, estará acompañada por toda una comunidad que, de manera voluntaria, ha decidido participar en su protección. Un proceso que el Proyecto Vida Silvestre ha custodiado desde hace siete años y que hoy tiene una nueva perspectiva.
Los padres adoptivos de las charapas acostumbran custodiar en las noches, las playas del río Meta. Sobre una colchoneta, pasan las noches frías y madrugan antes de que llegue la brisa y borre el rastro que, sobre la arena, dejan las tortugas madres tras poner sus nidadas. Son casi cuatro meses de trabajo intenso, de caminatas largas (más de 24 kilómetros), de libretas de apuntes llenas de datos y de muchas conversaciones. “Además de todo el rastreo que hacemos para encontrar los nidos, para marcarlos y hacer los debidos registros, tenemos que hablar con los pescadores que pasan por la zona. Tenemos que contarles por qué estamos ahí, por qué somos los vigilantes de las tortugas y por qué es importante cuidarlas. Haciendo esto, esperamos que ellos nos colaboren y no se lleven los huevos y los animales”, cuenta Edwar Cuburuco, un habitante de la Vereda Santa María de la Virgen, ubicada en Cravo Norte, Arauca, a orillas del río Meta.
Edwar, que nació hace 22 años y hoy se dedica a la ganadería, ya lleva 3 comprometido con esta causa. En las temporadas anteriores recibía sus honorarios por ser uno de los padres adoptivos de esta especie, pero en este 2022 será uno de los varios voluntarios que las cuidará sin esperar recompensa económica alguna. El PVS seguirá apoyándolos con la creación de estrategias que propicien el desarrollo y bienestar de la comunidad pero su compromiso con la conservación de la especie será cada vez más autónoma. “Cuando uno crece en el campo -afirma- a veces piensa que las tortugas solo son para comer, o que se pueden coger los huevos como cualquier otro animal. Pero a medida que uno va entendiendo todo el esfuerzo que deben hacer estos animales, todos los retos que deben superar para convertirse en adultas y alcanzar su edad reproductiva, entonces cambia la mirada”.
Edwar añade que desde hace un buen tiempo él comenzó a escuchar las charlas que les daban sobre la importancia de las charapas para el equilibrio de la naturaleza. Importancia que radica en su función como transportadora de frutas y semillas a lo largo del río, con lo que contribuye a la estabilidad de determinados hábitats, y a su participación en la cadena trófica: la tortuga es alimento para aves, bagres, zorros, jaguares, caimanes y perros de agua. Estas, al igual que otras razones más sobre las que Edward no se extiende, fueron las que “me hicieron encariñar con estos animales. Aprendí cosas que no sabía antes, y me di cuenta de que nuestra tortuga se estaba acabando, y fue ahí donde quise involucrarme en su protección. No puedo hacerles daño, se vuelven parte de mi familia”, concluye.
La convicción con la que él habla es la que hoy lo motiva a ser voluntario en esta nueva temporada de anidación de la charapa, dinámica natural que reviste gran interés para el Proyecto Vida Silvestre, iniciativa que, desde hace siete años, lidera técnicamente WCS Colombia con la participación de La Fundación Omacha. Con el apoyo directo de las personas de las comunidades aledañas al río Meta (límites entre Arauca y Vichada), dicho proyecto ha propiciado actividades de control y vigilancia de las playas en la época de postura de la tortuga. Quienes han participado en el proceso las han acompañado desde que ponen los huevos hasta que estos eclosionan y salen las crías a buscar el río para empezar su vida, libres.
Sin embargo, la comunidad se involucrará de una forma distinta durante la temporada de anidación de este año. Así lo explica Mara Ibeth Contreras, líder de procesos sociales del paisaje Llanos Orientales. “Aproximadamente 29 familias estarán vinculadas al proceso. Los adultos saldrán a la playa para el monitoreo, las familias acordarán los tiempos y turnos en 3 sectores. Se requiere 6 personas al día que hagan el trabajo en campo y el resto de la comunidad podrá participar haciendo el análisis de la información. Nosotros vamos a apoyarlos en el fortalecimiento de sus capacidades individuales y como comunidad, vamos a suplir algunos requerimientos necesarios para el trabajo, como la gasolina de las lanchas, entre otras cosas, pero ellos serán los abanderados del tema”, cuenta la experta.
Esta comunidad, en su nueva forma de operar por el cuidado del las tortugas, tiene varios retos: entablar diálogos con los pescadores que desconocen la importancia de la conservación de la charapa; posicionar su estrategia para que esta área que conservan con tanto esmero sea respetada por otras personas que pasan por el río; acercarse a las autoridades municipales para seguir gestionando ayudas, especialmente el acompañamiento de las instituciones responsables del cuidado del agua, de los ríos y la cuencas; y demostrar en la región que sí es posible conservar y usar sosteniblemente los recursos que nos da la naturaleza.
Así, con la comunidad formando un equipo de voluntarios al cuidado de la charapa, habrá, según Mara, más beneficios para todos. “será un proceso sostenible en la medida en que estos cuidadores se empezarán a fortalecer técnicamente en el proceso de monitoreo, y ya no solo será un pequeño grupo de personas el que conozca los detalles de esta labor. Además, afianzando sus capacidades, podrán gestionar recursos para que las tareas de conservación no estén necesariamente atadas a un proyecto como el PVS. Con esta inmersión y compromiso, los habitantes de esta región podrán mantener este ejercicio en el largo plazo. Si el grupo quiere que esta zona sea reconocida como un área de cuidado especial de la tortuga charapa, tendrá todo el bagaje y el conocimiento para hacerlo en pro de la especie”.
La charapa, una especie generosa con nuestra Tierra
Mauricio Correa es biólogo de WCS Colombia. Ha trabajado por el cuidado de esta tortuga desde hace cuatro años. Ha estado junto a ellas, ha detenido su marcha para no espantarlas, ha respetado sus pasos, ha mermado su impaciencia para poder sentarse junto a ellas a verlas respirar. “Esta es una tortuga muy imponente, es la tortuga de río más grande de Suramérica. Para poder acercarte, tienes que entenderlas, saber cómo interactúan, demostrarles que quieres compartir un mismo espacio, pero con respeto, pues la primera respuesta de ellas cuando ven a un humano cerquita es salir corriendo”.
Mauricio ha presenciado muchas veces el espectáculo que resulta la anidación de la charapa. “Entre mediados de febrero y principios de marzo es cuando más ponen. Cada una puede llegar a producir entre 40 hasta 70 huevos, algunas un poco más. Las noches lucen como una embestida de tortugas, pasan unas encima de las otras e, incluso, sacan del nido los huevos de otra madre para poner los propios. Es un ritual deslumbrante en el que tienen que, además de competir con sus compañeras, superar todas las amenazas que representamos los humanos”, comenta Mauricio.
Las tortugas charapas son esenciales en el equilibrio del ecosistema. Por ser predominantemente acuáticas, se alimentan en el agua, recogen las flores y frutos que flotan ahí y además son dispersoras de semillas. Cuando son juveniles, pueden llegar a comer presas, como pequeños insectos, pero al convertirse en adultas se vuelven vegetarianas. Son las encargadas de mantener y rehabilitar las coberturas boscosas de determinados territorios: por ejemplo, las sabanas inundables del río Meta y los morichales.
Su edad reproductiva puede comenzar a los 20 años, es decir, que debe pasar mucho tiempo antes de que empiecen a poner sus huevos. Por eso, protegerlas es preponderante y gracias al apoyo de las familias voluntarias de la comunidad de Santa María de la Virgen, este año será posible, una vez más.