Por: Javier Silva
Al menos 100 de ellos, llamados investigadores locales, están dedicando parte de sus jornadas de trabajo a monitorear voluntariamente a estas especies. Es el conocimiento empírico enfocado a apoyar la ciencia, en su intento por la identificación de algunos cambios en la presencia y comportamiento de dos grupos de animales trascendentales.
En el Magdalena Medio santanderano, los manatíes y tortugas son inherentes al paisaje. Y casi que se integran a los sentidos. Porque no es extraño que alguien, en pleno ajetreo por redondear una buena jornada de pesca, logre ver de reojo a ese robusto mamífero saliendo del agua y, un segundo después, detectar a lo lejos cómo va escondiendo su cuerpo cilíndrico en las profundidades. Y nadie se puede extrañar si alcanza a ver a una tortuga nativa, conocida científicamente como Podocnemis lewyana, en su tránsito súbito y urgido entre la tierra y un charco o durante su repentino avance desde una roca hasta la corriente. Esto pasa casi todos los días. Pero hay personas que aprecian el momento y lo ignoran al poco tiempo.
Mientras tanto, otras lo observan y luego pueden recordarlo para contarlo. Hoy hay muchas personas sintonizadas con esta actitud atenta y cautelosa en este escenario natural atravesado por el gran río de la Magdalena. Todas ellas haciendo parte de un gran ejercicio de monitoreo comunitario que busca, precisamente, hacerle un seguimiento en su hábitat a estas dos especies emblemáticas de la zona, que resisten enormes presiones ambientales.
La del Magdalena es una de las 25 tortugas continentales más amenazadas del planeta. Solo es posible verla en los ríos Magdalena y Sinú (endémica). Y según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) está ‘En Peligro Crítico’ de extinción. Por su parte, el manatí (Trinchechus manatus) ha sido categorizado como ‘En Peligro’. Ambos son seres vivos prioritarios del Proyecto Vida Silvestre (PVS) para esta parte del país, una iniciativa que se ha empeñado en su preservación y que significa un esfuerzo que, de paso, beneficia a muchos otros grupos de vertebrados.
Para el PVS, el monitoreo de los recursos naturales es trascendental. Sus profesionales lo han hecho con cámaras trampa y de coberturas, que permiten mirar el bosque sin molestar a plantas y animales. Pero, también se apoyan en el conocimiento empírico de las comunidades, como en esta ocasión, para identificar posibles cambios en las poblaciones del reptil y el mamífero y, al mismo tiempo, probar si el trabajo a favor de su protección muestra resultados tangibles.
Tres asociaciones se han involucrado para liderar el ejercicio en este sector del Magdalena Medio, que comenzó a consolidarse a finales del año pasado y que busca extenderse hasta mediados del 2023: Asopezchucurí, que trabaja en San Rafael de Chucurí (vereda de Barrancabermeja); Asodesba, que es la Asociación de Pescadores de Barrancabermeja, y Asopesbocar, la Asociación de Pescadores de Bocas del Carare, vereda del municipio de Puerto Parra.
Estrategias de protección
Con el apoyo de estas organizaciones, los pescadores han asumido el monitoreo de las especies como parte de su día a día y, por su labor, se han convertido en investigadores locales.
Lo hacen voluntariamente y en medio de sus faenas habituales. Se calcula que al menos 100 de ellos estarían participando de la actividad, incluyendo a algunos que se encuentran en sectores del municipio de Sabana de Torres, también de Santander.
Yelsin Salgado, profesional del PVS en Bocas del Carare, explica que para el monitoreo de la tortuga de río se están haciendo marcajes con colores, según la zona y la asociación a la que pertenezcan las personas que hagan el rastreo, y se anotan, además, rasgos físicos de los ejemplares y mediciones básicas.
Los pescadores se han organizado por grupos, cada uno de ellos liderado por un monitor. Ellos deben tratar de identificar el sexo del ejemplar, si presenta heridas o si a lo mejor la tortuga tiene una marca que indique que pudo haber sido avistada en otro momento y por otro grupo de habitantes.
Se debe incluir, adicionalmente, el día y la hora del hallazgo. Y todo se registra en una planilla, cuyo manejo incluyó capacitaciones que se realizaron en diciembre del año pasado. Los datos se están recogiendo diariamente (hay jornadas en las que no se logran avistamientos, hecho que también se documenta), luego de recorridos esencialmente por el río Magdalena, y en los sectores identificados como La Castilla, Frente de la Ganadería, Bocas del Carare, río San Juan, Rompedora, Caño Huila, Caño Rasquiña, Frente San Luis, Puerto de Barrancabermeja, río Colorada y río Opón.
Yelsin explica que parte del trabajo busca determinar si la tortuga es vista constantemente, como un tema esencial. Además, se quieren identificar los sitios donde ella tiene mayor presencia (distribución). También la frecuencia con la que el reptil está siendo atrapado en redes o en otros artes de pesca (captura incidental), lo que permitiría diseñar, a mediano plazo, algunas medidas de protección o de manejo para evitar estos accidentes. De paso, se puede generar consciencia y respeto por la especie entre los pobladores, ya que gran parte de las causas que llevaron a la especie a ser declarada en extinción se han relacionado, históricamente, con la cacería intensa de sus ejemplares, el consumo de sus huevos, la destrucción de sus lugares de anidación y el uso de individuos para el comercio ilegal, con el fin de transformarlos en mascotas.
Todos aprenden sobre el manatí
Para el caso del manatí, el trabajo de los pescadores se ha desarrollado en el caño San Juan y Ciénaga de Chucurí, así como en la Ciénaga de Paredes, entre Sabana de Torres y Puerto Wilches (Santander), y en el complejo cenagoso situado en el corregimiento de Campo Amalia, de Aguachica (Cesar).
“No solo buscamos que los pescadores nos den Información de primera mano sobre la presencia de los manatíes. También queremos que ellos aprendan a tomar los datos, conozcan cómo se procesan y, con el tiempo, puedan saber para qué sirve su recolección”, explicó María Antonia Espitia, coordinadora regional del PVS para el Magdalena Medio.
Los pescadores también han recibido información sobre las funciones biológicas que cumple el manatí, cuál es su importancia, así como capacitaciones sobre el manejo de emergencias que comprometan a ejemplares de la especie. Igualmente, ya saben qué hacer cuando detecten un individuo muerto.
Los manatíes resisten amenazas de muerte como la sedimentación y desecación de los cuerpos hídricos donde habitan, ambos problemas causados por procesos de cambios climáticos e impulsados por la deforestación en las partes altas de las cuencas. Igualmente, los ha puesto contra la pared la expansión de la frontera agropecuaria, de la ganadería (a pequeña y gran escala) y de los monocultivos como la palma africana. La expansión urbana es otro inconveniente.
Pero, tal vez su principal rival es el uso ilegal de trasmallos para pescar en los complejos cenagosos (grandes mallas que se instalan en el fondo de ríos y ciénagas durante horas y que capturan todo tipo de animales), donde, sobre todo crías y juveniles, pueden quedar atrapados y sufrir heridas profundas en el cuerpo, infecciones o morir ahogados.
“La información que recojamos nos servirá para definir dónde hay manatíes en la actualidad. Dónde están sus comederos e identificar su vulnerabilidad según las temporadas secas o de invierno”, agregó María Antonia. Ella cuenta que a la experiencia también se han unido algunos grupos de mujeres porque, aunque ellas no siempre pescan, suelen recorrer algunos sitios aledaños a los cuerpos de agua desde donde pueden revisar la presencia de los mamíferos. Toda esta historia es, en resumen, una cruzada liderada por personas del común, dirigida a lograr el bienestar de dos de sus especies más preciadas.*
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).