Por: Javier Silva
A finales del 2022, las dos especies de esta tortuga —Chelus orinocensis y Chelus fimbriata— fueron incluidas en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Una decisión a su favor que va más allá de un respaldo político mundial y representa un plan concreto por frenar el comercio ilegal de ejemplares desde la Orinoquia y la Amazonia.
Las tortugas matamata han vivido entre nosotros durante siglos, como seres físicamente excéntricos. Para algunos, tienen un semblante que podría invitar a la prehistoria, como fósiles que han adquirido vida y movimiento.
No son tan populares, por eso siempre hay que aclarar que existen dos especies de este reptil, que viven a su vez en dos regiones diferentes de Suramérica: una de ellas, Chelus fimbriata, aparece en la selva amazónica que se distribuye por Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Bolivia, Surinam y Guyana francesa. Y Chelus orinocensis, en la Orinoquia, sobre los ríos Orinoco, Negro y Esequibo, que cruzan igualmente a Brasil, Colombia, Guyana y Venezuela.
Ambas se han asentado muy confiadas en su hábitat, pero no han recibido el trato justo. Porque, precisamente, ese aspecto poco usual y físicamente original que exhiben, con un caparazón áspero y con tubérculos, cabeza aplanada y triangular, y un hocico cilíndrico y alargado, las ha llevado a ser intensamente traficadas para ser transformadas en mascotas.
Un comercio irregular que ahora intenta ser regulado, con la inclusión de ambas en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
Por la sostenibilidad
Cualquiera podría pensar que esta es una decisión que, a lo mejor, no va a cambiar la historia de estos animales extraordinarios.
—¿Qué significa realmente este resultado?
—Que aseguraremos un control efectivo sobre el comercio de las tortugas, para que no se pongan en peligro debido a la sobreexplotación, explica Yovana Murillo, coordinadora del Programa de Combate al Tráfico de Vida Silvestre, de WCS, en la región Andes-Amazonía-Orinoquía, iniciativa que lidera igualmente la Alianza Fauna y Bosques, implementada también por WCS y financiada por la Unión Europea.
A través de otras respuestas, Yovana comenta que estar en CITES consigue que el comercio de ambas tortugas se haga bajo circunstancias especiales, que asegurarán su sostenibilidad. Es decir, cualquier intento por llevarlas de un país a otro, a través de aeropuertos o puertos, será estrictamente vigilado y requerirá una exacta documentación.
Las matamata no están necesariamente en peligro de desaparecer (no se ha determinado su estado real), pero podrían llegar a esa situación, a menos que el comercio de especímenes esté sujeto a una reglamentación que evite una utilización incompatible con su supervivencia.
—La idea es que en un futuro no deban inscribirse en el Apéndice I, donde aparecen todas las especies en vías de extinción— explica Yovana.
La inclusión de las matamata en CITES fue impulsada, principalmente, por los gobiernos de Perú, Colombia, Brasil y Costa Rica, basados en una situación apremiante: los intentos por traficarlas en las fronteras, que no cesan.
La demanda ilegal internacional de ejemplares es creciente, sobre todo de recién nacidos. Por ejemplo, en Colombia, entre los años 2010 y 2021, se incautaron 7559 tortugas matamata por tráfico o posesión ilegal. En 2019, la Policía Ambiental y Ecológica y la Policía Aeroportuaria decomisaron en Bogotá 1.359 individuos que iban a ser transportados, bajo la modalidad de encomienda, a Leticia (Amazonas), tratando de camuflar especímenes vivos en embarques de peces ornamentales legales. Por su parte, en mayo de 2021, fueron encontrados casi dos mil individuos de neonatos en un solo embarque, que esperaban exportación desde el aeropuerto internacional El Dorado, de Bogotá.
Comercio entre departamentos colombianos
Según la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia), el movimiento de ejemplares de Chelus fimbriata es abundante en Leticia, capital de ese departamento. También se han reportado casos en Putumayo, Meta y Casanare.
Se conoció, incluso, otra modalidad de tráfico. Según la Dirección de Investigación Criminal e Interpol, y su Laboratorio de Identificación Genética Forense de Especies Silvestres, ejemplares de Chelus orinocensis, extraídos en la cuenca del Orinoco, fueron llevados hasta la Amazonia; desde allí iban a ser transportados y vendidos irregularmente en Perú.
Esto último tiene un sentido, y es que en ese país la exportación de las matamata (principalmente de Chelus fimbriata) está permitida y regulada desde el departamento de Loreto, donde hay zoocriaderos que pueden reproducirlas y enviarlas al exterior, con la intención teórica de copar la demanda de acuaristas y coleccionistas, quienes, al poder solicitarlas legalmente, ya no deben acudir a intermediarios para buscarlas en el mercado negro y, de paso, incentivar el tráfico.
En esta nación existen dos áreas de manejo in situ (dentro del hábitat) autorizadas y cuatro zoocriaderos permitidos. La producción exportada alcanzó, según el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre peruano (SERFOR), 75740 individuos vivos entre 2010 y 2020. El 83 por ciento de esa cantidad se exportó entre 2016 y 2020. China es el principal importador con el 64,7 por ciento de ese total, cifra que equivale a cerca de 39.000 especímenes. Lo sigue Estados Unidos, con el 23 por ciento, el equivalente a más de 14.000 animales.
Desde el año 2015, y de acuerdo con una Ley Forestal y de Fauna Silvestre, la exportación de los reptiles desde Perú podía hacerse sin ningún permiso, siempre y cuando la especie no estuviera incluida en CITES. De ahí que la inserción de las matamata en las reglas de la Convención permite ahora la regulación de esa venta.
—No sabemos, ni ha sido establecido, si los altos niveles de comercio internacional de las tortugas posiblemente constituyan una causa de reducción en el tamaño de sus poblaciones—, agrega Yovana.
Tampoco hay claridad sobre el impacto que han tenido sobre las dos tortugas los intentos por construir carreteras, la deforestación asociada con el avance ganadero y agrícola, que destruyó parte del hábitat de las matamata y alteró sus playas de anidación.
Lo positivo es que la inclusión de Chelus fimbriata y Chelus orinocensis en el Apéndice II de CITES implica la aplicación de medidas de gestión, supervisión y control, orientadas a garantizar que al menos el comercio no constituya una amenaza para ellas.
Las matamata son carnívoras, se alimentan de peces y de invertebrados acuáticos, así como de aves y pequeños mamíferos. Juegan un rol importante en la redistribución de energía y nutrientes: sus huevos son alimento de otros animales y ellas también representan un escalón importante en la cadena trófica.
No se sabe cuántas sobreviven en vida silvestre, debido a las dificultades para estudiarlas. Pero, según las confiscaciones, es claro que el continente y los países donde se distribuye deberán seguir luchando para protegerlas. Al menos, ya comenzó a regir esta cruzada internacional para lograrlo.