Por Javier Silva
Tres líderes que trabajan a su vez por la conservación de las aves, los monos y por la educación ambiental, desde tres colectivos u organizaciones sociales del Putumayo, hablan de sus motivaciones para seguir luchando por un cambio de actitud frente al valor de la biodiversidad y por lograr una existencia responsable con el entorno en esta parte del planeta.
En la vereda El Líbano, del municipio de Orito, en Putumayo, no era posible sospechar, hace unos años, que los recursos naturales que sus habitantes tanto veían en sus alrededores, o en los bosques aledaños a sus casas, iban a cambiarles la manera de ver y asumir la vida.
Para ellos, tiempo atrás, observar un ave multicolor, un mono o un árbol de muchos metros de alto era normal, rutinario.
Pero las cosas se han transformado. Y de esa indiferencia se pasó, con el tiempo, al entusiasmo por apreciar, tener, preservar y cuidar esos recursos biológicos trascendentales.
Se nota, por ejemplo, en que tal vez unos cien de sus habitantes, aproximadamente, incluyendo familias, están integrando agrupaciones o colectivos sociales a través de los cuales trabajan en equipo por un objetivo común: el cuidado ambiental. Son organizaciones cuya creación ha sido apoyada y asesorada por el Proyecto Vida Silvestre (PVS), que impulsa WCS Colombia, Ecopetrol y Fondo Acción.
Unos luchan por las aves. Otros por preservar algunos monos carismáticos. Algunos más por reducir el impacto sobre los ecosistemas.
Y la razón para que esto haya sido posible se concentra, tal vez, en que poco a poco, sus residentes han ido conociendo y valorando lo que tienen.
Esta región del piedemonte Andino-Amazónico se caracteriza por su enorme biodiversidad. Solo en aves, y según caracterizaciones ejecutadas en el terreno por la organización Alas Putumayo, allí se pueden ver hasta 534 especies, casi una cuarta parte de las reportadas para Colombia (1966). Y por eso existe el Colectivo Gallito de Roca, que promueve el aviturismo y el cuidado de todas ellas, incluyendo al tinamú negro (Tinamus osgoodi).
Igualmente, en la zona, históricamente, ha habitado el mono llamado churuco (Lagothrix lagotricha). Un reciente análisis de sus poblaciones, ejecutado WCS y la Fundación Sambica, determinó que la cacería que por años atacó a la especie —usaban su carne para comerla—, diezmó considerablemente el número de sus individuos. Por eso surge el Colectivo de Mujeres para la Protección del Mono Chorongo (Colmuchorongo), este último otro de los nombres comunes que le dan a la especie.
Y se ha creado, igualmente, el colectivo Huellas de Conservación, con el pecarí y el tigrillo como especies emblemáticas; un grupo que trabaja con niñas, niños y jóvenes para que el cambio hacia un ser humano más respetuoso con la naturaleza comience a sentar sus primeras bases.
A continuación, tres voceros de cada uno de estos colectivos cuentan lo que hacen y planean. Un pequeño monólogo en el que explican por qué se justifica seguir adelante.
En foto: lranda Acosta y María Helena Calderón, dos de las mujeres que protegen al mono churuco
‘‘Nadie nos vendrá a salvar lo que tenemos y valoramos’’
Irlanda Acosta, del Colectivo de Mujeres para la Protección del Mono Chorongo
“El churuco es una especie que no se ve como antes, como hace décadas. El año pasado, acompañamos a un grupo de biólogos a hacer un monitoreo con cámaras trampa, las pusieron en los árboles, pero casi no salieron. A veces recorremos el bosque para tratar de identificarlo, pero no es posible. Para verlos toca ir cada vez más lejos, al bosque primario, caminatas de más de tres o cuatro horas.
De todas maneras, las seis mujeres del Colectivo hacemos jornadas de monitoreos con la expectativa de encontrarlo, no perdemos la fe. Un día, vimos una manada de micos soldado, eran como 30, entre juveniles y adultos. Y también había micos bebeleche y micos voladores. Sabemos entonces que nuestro trabajo no debe enfocarse solo en el churuco, sino también en otras especies de primates que merecen atención.
Ahora estamos construyendo un vivero. Ya hemos recolectado semillas para la propagación de plantas nativas, de árboles frutales y maderables, que se usarán para restaurar porciones de bosque. Son árboles que nosotras nunca veremos cuando alcancen la madurez, pero que les quedarán a nuestros hijos. Tenemos casi dos mil, entre guarangos rojos, guarangos orejones y granadillos. WCS los va a llevar a fincas, donde los sembrarán para contribuir con la restauración de porciones de vegetación en mal estado y apoyarán cultivos sostenibles de café o cacao. De todas formas, una vez ese trabajo termine, queremos seguir sembrando y vender nuevas plantas a quienes las necesiten. Pienso que de esta forma también estamos ayudando a los monos, que dispersan semillas en el bosque para que este nunca desaparezca.
Yo tengo una motivación muy clara para seguir adelante con el Colectivo y es continuar ayudando a las especies del planeta. Si nosotros no cuidamos eso que tenemos y valoramos, nadie más nos ayudará a salvarlo”.
“Nuestro próximo reto: el Festival de las Aves’’
Esteban Cuacialpud, Colectivo Gallito de Roca
“Somos 17 personas dedicadas a la promoción y el cuidado de las aves de la vereda El Líbano y sus alrededores. Desde que creamos el Colectivo, seguimos haciendo salidas, ahora estamos trabajando un vivero para impulsar reforestaciones y promovemos la liberación de algunos animales que hemos recuperado en cautiverio, estrictamente mamíferos como coatíes, pecaríes, zorros, tairas y un mono aullador rojo. Esto también les sirve a las aves, porque de alguna manera estas son especies que dispersan semillas y contribuyen a la salud del bosque.
Nuestro próximo reto será formalizarnos como una corporación o asociación que nos permita actuar con un respaldo legal y el Colectivo pueda, de alguna manera, ser tenido en cuenta para trabajar, hacer asesorías, por ejemplo, y mejorar nuestra capacidad técnica.
En este momento, estamos organizando un Festival de las Aves, para el 18, 19 y 20 de agosto. La idea es que turistas extranjeros o nacionales nos visiten. Soñamos, además, con la publicación de una Guía de Aves de El Líbano, un proyecto que sería fundamental para destacar toda la riqueza natural que tenemos. En síntesis, no nos hemos quedado quietos y no dejamos de soñar”.
“Con pequeñas acciones podemos lograr grandes cambios”
Fréider René Tonguino, líder del club Huellas de Conservación
“Huellas de Conservación, más que un colectivo, es un club en el que nos divertimos, pero donde también compartimos con niños y otros jóvenes datos sobre la importancia de preservar la vereda.
Lo lideramos Karol Álvarez y yo, con la única intención de compartir conocimientos. Por ejemplo, queremos que los 30 miembros con los que nos reunimos cada 15 días, o a veces cada mes, tengan datos de las especies con las que convivimos en el territorio, aquellas que están en riesgo, como el tigrillo, el puma y el jaguar, y sobre la necesidad de cuidarlas para el futuro.
A veces dialogamos de cosas sencillas, como evitar la cacería de aves, de no usar caucheras, por ejemplo. Pero, también, de temas un poco más complejos como el manejo de los residuos sólidos, la preservación de las plantas y las fuentes hídricas. Hace unos días, por ejemplo, pudimos hacer ladrillos ecológicos, a través de botellas en las que introducimos plástico o materiales desechables.
A mí me gusta compartir lo que aprendo. Sabemos que la vida en el planeta está en juego, pero dando a conocer o enseñando pequeñas acciones, podemos lograr grandes transformaciones para que las cosas comiencen a cambiar. Me motiva pensar que estoy contribuyendo a hacer de El Líbano un sitio mejor, un lugar ejemplar, eso me satisface”.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).