Por Javier Silva
Desde ahora y hasta marzo, época seca en la Orinoquia, aparecen estas quemas, que pueden ser inducidas u originarse naturalmente. En ocasiones suelen prenderse, intencionalmente, hectáreas de terrenos para estimular la fertilidad del suelo y, entre otros objetivos, lograr el crecimiento de alimento para el ganado. Pero, a veces las llamas suelen salirse de control y causar tragedias. El Proyecto Vida Silvestre (PVS), la Gobernación de Vichada y la Alcaldía de Puerto Carreño lanzaron una campaña para crear conciencia sobre los peligros de estos incendios y, al mismo tiempo, lograr que, con el tiempo, el fuego se transforme en un buen amigo del llanero.
Fanny Díaz perdió todo un cultivo de marañón por un incendio.
Aún menciona ese instante en el que vio cómo las llamas alcanzaron varios metros de altura y cercaron en minutos aquel sembrado dentro de su finca, situada muy cerca de Puerto Carreño (Vichada), y bautizada como ‘Los Robles’. Fue una emergencia cuya magnitud, según ella, nunca había sufrido ni visto jamás durante sus muchos años de vida en los Llanos Orientales.
Para ella no hubo nada qué hacer, más allá de esperar a que el fuego se extinguiera y luego evaluar los daños. Posteriormente, sólo sería cuestión de darle tiempo al tiempo para volver a intentar una nueva cosecha.
—Lo más triste es que la culpa la tuvo un vecino; él perdió el control de una quema con la que quería preparar un terreno (conuco), que son zonas de siembra que dan paso a las huertas. Algunas chispas pasaron a mi finca; ahí se inició todo, y yo y mi esposo terminamos siendo los principales damnificados—, recuerda.
Ella agrega que todo sucedió el año pasado, durante una temporada tan seca y calurosa como la actual, en la que el fuego suele transformarse en un elemento muy usual en el paisaje orinocense.
Desde que termina noviembre y hasta marzo, aproximadamente, muchos dueños de fincas usan las quemas, o 'las candelas' —como también les llaman—, como una herramienta para, además, estimular la fertilidad de los suelos.
Ante la escasez de lluvias, prenderles fuego a los terrenos permite que, en tres o cuatro semanas, pastos tiernos comiencen a crecer y el ganado pueda alimentarse durante un tiempo. Es un método efectivo, pero no siempre sostenible. Y lo más preocupante: la historia de Fanny refleja que, si no se ejecuta con cuidado, el empeño puede terminar en un siniestro económico.
Morichales y bosques de galería, los que más sufren
Óscar Díaz, director de la Oficina Municipal de la Gestión del Riesgo de Desastres, de Puerto Carreño, explica que al año se pueden presentar alrededor de 200 incendios forestales en predios situados en cercanías de la ciudad, de los cuales la mayoría se producen como consecuencia de quemas mal manejadas.
Es un dato que complementa un análisis del grupo de Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod), de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), que en marzo de este año reportó en la Orinoquia 12.842 focos activos –, especialmente en Cumaribo, La Primavera y también en Puerto Carreño (Vichada), así como en Puerto Gaitán, en el Meta. Incluso, algunas de esas emergencias afectaron al Parque Nacional Natural El Tuparro, que perdió 4 mil de sus hectáreas.
Las peores consecuencias de los incendios, originados por quemas, se ven en los bosques de galería, ecosistemas llamados así por estar asociados o relacionados con vegetación que depende del agua para su subsistencia, como los morichales.
En estos sitios, el fuego ocasiona una alta mortalidad, ya que sus plantas no tienen ningún tipo de estrategia que les permita resistir o sobrevivir; y provocan el desplazamiento de la fauna, haciendo que los animales sean mucho más vulnerables a los cazadores, dice la UNAL.
Lanzan línea de atención
—El uso del fuego—así como el fuego mismo que surge en condiciones naturales en medio de la sabana— no puede ser abolido. Se debe promover su uso con un manejo integral y coordinado entre habitantes y autoridades—, comenta Carlos Saavedra, coordinador del Proyecto Vida Silvestre (PVS).
Por esto, precisamente el PVS está impulsado una campaña, en alianza con la Gobernación de Vichada y la Alcaldía de Puerto Carreño, buscando un equilibrio en su manejo.
“Prevenir una tragedia es tarea de todos”, es el mensaje principal de esta labor, que busca, en lo posible, que durante estos meses de pocas lluvias —o de ‘verano’, como suelen llamarlos en la región— se eviten prender conucos o potreros, y mucho menos usar el fuego para destruir basuras.
La campaña también promueve la tenencia de herramientas básicas como palas, rastrillos y bombas de espalda para, eventualmente, luchar contra alguna zona incendiada, así como la comunicación entre vecinos para trabajar en equipo, saber cómo pedir ayuda o enfrentar alguna situación de peligro.
La Oficina de Gestión del Riesgo habilitó la línea 3202374894 para reportar emergencias. Y se invita a todos los finqueros que deban acudir al fuego obligatoriamente, a hacer cortafuegos de 25 o 30 centímetros de profundidad y de entre 7 y 15 metros de ancho, construidos o delineados por un rastrillo movido por un tractor.
Estas franjas, al paso de la maquinaria, quedan sin vegetación y el fuego que llega hasta allí no encuentra ese combustible natural y, por lo tanto, detiene su avance o se apaga. Por eso, suelen ser trazadas alrededor de un cultivo o una vegetación que quiera ser resguardada.
Desde el año 2015, el PVS ha construido, año tras año, más de 600 kilómetros de cortafuegos en su zona de influencia en los Llanos Orientales. Esto, en equipo con los propietarios de terrenos y la Secretaría de Agricultura de Vichada; una labor que incluye, además, el pago del combustible necesario para operar las maquinarias, así como la mano de obra y la alimentación de sus operarios.
—Sin embargo, ante una amenaza frecuente como el uso del fuego, el diseño y la ejecución de este trabajo debería renovarse año a año. Por eso, es urgente que la construcción de cortafuegos se transforme en una prioridad a largo plazo dentro de las entidades públicas—, explica Aura Velandia, representante del Proyecto Vida Silvestre en Vichada.
—Sería importante que esas oficinas asignen presupuestos adecuados y permanentes para el uso de maquinaria en buen estado con su respectivo mantenimiento, porque son ellas, tanto las alcaldías como las gobernaciones, las entidades que tienen la misión de acompañar y ayudar a los propietarios de terrenos en la ejecución de esos cortafuegos—, agrega Aura.
Ella explica que, como parte de la campaña mencionada, se busca que los dueños de predios, idealmente, y en lo posible, no hagan quemas. O, de lo contrario, sepan en qué momento hacerlas (cuando la temperatura sea baja y no haya viento) e identifiquen los lugares idóneos para ejecutarlas (zonas planas o pendientes, y nunca cuesta abajo).
—Ante las dificultades de conectividad, lo que estamos haciendo es enviar información a grupos de WhatsApp para que aquellos que reciban los datos, los muestren y los dialoguen con otros usuarios de esa misma red. También, acudimos a las juntas de acción comunal para que ellas los divulguen entre sus miembros, opinó Aura.
Óscar Díaz dice que a todo lo anterior se han sumado charlas técnicas, publicaciones en redes sociales y un diálogo directo con empresas reforestadoras, las cuales deben tener sus equipos o brigadas forestales que mitiguen emergencias.
—La gestión y prevención del riesgo, y en este caso de los incendios, no debe verse como la responsabilidad de una sola oficina estatal. Es un tema que involucra a toda la sociedad; debe partir de cada persona—, argumenta.
Por ejemplo: un detalle muy sencillo como saber si alguien cercano iniciará un incendio, puede hacer la diferencia al momento de planear una buena estrategia de control.
—Hay una frase que debería volverse una tradición entre los habitantes —afirma Aura— y es: “vecino, si usted va a quemar, avíseme”—
En la medida en que esto ocurra cada vez con mayor frecuencia, el fuego dejará de ser visto como un enemigo, y a lo mejor en un tiempo, podría comenzar a transformarse en un buen amigo de los llaneros.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).