Investigaciones lideradas por Catalina Gutiérrez-Chacón, directora operativa de WCS-Colombia, demuestran que la producción de esta fruta se reduciría si, al mismo tiempo, disminuyen las poblaciones de polinizadores de los que depende su fertilización. Resulta definitivo, entonces, mantener las áreas de bosque para la conservación de estos insectos.
Foto: Catalina Gutiérrez
Dice la Organización de las Naciones Unidas, en un llamado de alerta al mundo, que la desaparición de animales polinizadores en todo el planeta está amenazando la producción de alimentos para el ser humano.
El documento, de la Plataforma Intergubernamental Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios del Ecosistema (IPBES), explica que no existe un solo factor que sea el causante de este eclipse en la reproducción de insectos como las abejas, pero certifica que un declive en sus poblaciones por los cambios en los usos del suelo, la utilización de pesticidas y el cambio climático, podría amenazar a la agricultura.
Y lo que dice IPBES no es una alarma ajena a Colombia. Así lo demuestra el estudio ‘La Polinización de granadilla (Passiflora ligularis) se beneficia de grandes insectos silvestres”, publicado el año pasado en el Journal of Economic Entomology (revista de la Universidad de Oxford) por Catalina Gutiérrez-Chacón, directora operativa de WCS Colombia, en equipo con Alexandra María Klein y Felix Fornoff, de la Universidad de Friburgo (Alemania), y por Rodulfo Ospina Torres, de la Universidad Nacional de Colombia. Ellos realizaron un experimento de campo, en Filandia (Quindío), para evaluar la influencia de las abejas sobre la producción de granadilla frente a tres escenarios posibles.
En uno de ellos, las flores de la granadilla no podían ser polinizadas por los insectos (fueron cubiertas con bolsas de tul). En el segundo, las flores estaban expuestas naturalmente y sin restricciones a los visitantes. Y en el tercero, además de estar expuestas, las flores eran polinizadas manualmente, transfiriendo el polen de otra flor con los dedos (artificialmente), método con lo cual se logran los niveles máximos de producción.
Polinización: ¿natural o artificial?
Foto: G. Zabala
En primer lugar, observaron que las abejas fueron los visitantes florales más frecuentes, y entre ellas, se destacaron las melíferas o comunes (Apis mellifera), y dos abejas o abejorros de gran tamaño: Xylocopa lachnea (abeja carpintera) y Epicharis rustica.
Pero además, los resultados obtenidos para esta fruta tropical fueron concluyentes: cuando no hay abejas, el porcentaje de flores que lograron formar frutos fue muy bajo (4 por ciento). Por su parte, de aquellas flores expuestas al accionar de los visitantes naturales, el porcentaje de producción de frutos fue significativamente mayor (55%), superado levemente por las que fueron polinizadas artificialmente (60%).
Explica el estudio que “la pérdida de abejas, principalmente de especies de gran tamaño, representa un grave riesgo para la producción de cultivos como la granadilla, ya que sus flores no tienen la capacidad suficiente para autopolinizarse”. Además, agrega el documento que “el hecho de que la polinización por abejas fuese similar a la polinización artificial, deja claro que el trabajo de las abejas resulta suficiente para alcanzar niveles óptimos de polinización. Por lo tanto, en una zona con abundantes abejas, los productores se ahorrarían el trabajo y el costo de una polinización manual”.
La zona donde se desarrolló el estudio está ubicada dentro de un área protegida denominada Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen, en Quindío.
Más bosques, mejor futuro
Foto: G. Zabala
Y es que más allá de este hecho puntual para una fruta que se consume en todo el país, otra investigación realizada por Catalina Gutiérrez-Chacón, Carsten F. Dormann y Alexandra-Maria Klein, de la Universidad de Friburgo (Alemania), y que fue publicada en la revista Biological Conservation, demuestra cómo la existencia de bosques promueve la permanencia de poblaciones de abejas que son, a su vez, las responsables de la producción de la mayoría de los cultivos en el mundo.
Para esto, los científicos evaluaron la presencia de las abejas en 20 sitios con diferente cantidad de bosque en radios de 250, 500, 1.000 y 1.500 metros, encontrando un aumento tanto en el número de individuos como de especies a medida que había más bosque, particularmente en un radio de 1.000 metros.
Foto: G. Zabala
Observaron qué abejas con algunas características son más dependientes de los bosques, tales como ser de gran tamaño o hacer sus nidos en troncos de árboles. Este es el caso de las abejas sociales, como la abeja de la miel y las llamadas ‘angelitas’, las cuales se duplicaron cuando el bosque aumentó de 14 a 73 por ciento. La investigación también se llevó a cabo durante un año en zona rural de Filandia (Quindío), en el área protegida Barbas-Bremen.
Estos datos confirman que las áreas naturales son claves para las abejas silvestres en paisajes dominados por el hombre, ya que proporcionan alimentación permanente y sitios para hacer sus nidos. De ahí la importancia de conservar o restaurar áreas forestales, a escalas espaciales significativas, para proteger comunidades de abejas abundantes y diversas. Y si esto es constante, el futuro para la alimentación humana y para frutas como la granadilla se alejaría entonces de la incertidumbre.
Foto: Catalina Gutiérrez