Investigación de WCS Colombia y de las universidades de Los Andes, California-Los Ángeles (EE. UU.) y Nacional estableció que la deforestación del ecosistema y su fragmentación han sido las principales causas del aislamiento de muchos grupos de la especie, que ahora se debe reproducir entre parientes (endogamia). Este reptil es endémico de Colombia y está en peligro crítico de extinción.
Desde hace algunos años, los análisis sobre la situación del bosque seco en Colombia no han sido muy alentadores. Los diagnósticos más optimistas, como los que ha elaborado el Instituto Alexánder von Humboldt, explican que en el país sólo se sostiene el 9 por ciento de su extensión original; la superficie restante ha sido destruida, especialmente en los últimos 20 años.
La desaparición de este ecosistema, que ha dado paso a cultivos, ganadería y construcción de obras de infraestructura, no solo ha ocasionado daños a valiosas especies de flora, sino también a la fauna que allí habita. Y uno de esos animales damnificados es la tortuga carranchina (Mesoclemmys dahli), especie que solo vive en el Caribe colombiano (endémica) y que históricamente ha estado adaptada al bosque seco de esa región.
La afectación sobre ese reptil, en peligro crítico de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se debe a que la fragmentación que ha sufrido el bosque, ha causado, como principal consecuencia, que sus poblaciones también se hayan dividido en al menos seis grupos, entre los que el intercambio genético es poco o nulo.
Lo demuestra una investigación que acaba de ser liderada por Natalia Gallego, investigadora post-doctoral de la Universidad de California (Los Ángeles) e investigadora asociada de WCS-Colombia, y en la que participó Germán Forero-Medina, director científico de WCS Colombia; Mario Vargas Ramírez, de la Universidad Nacional; Susana Caballero, de la Universidad de Los Andes, y Bradley Shaffer, de la Universidad de California – Los Ángeles.
Este estudio sobre genética del paisaje, pionero en el país, se ejecutó en aquellos lugares de la Costa Caribe donde se ha reportado presencia de la especie, es decir, en Cesar, Bolívar, Magdalena, Atlántico, Córdoba y Sucre. En estos dos últimos departamentos están las poblaciones más abundantes de Mesoclemys dahli, pero al mismo tiempo, son los que poseen ahora la menor porción de bosque seco en toda esa región.
La investigación es, por otro lado, la segunda parte de un trabajo que se denominó Evidencia genética de poblaciones fragmentadas y endogamia en la tortuga ‘carranchina’, endémica de Colombia, publicada en la revista Conservation Genetics en octubre de 2017. En esa ocasión, se descubrió que las poblaciones del reptil estaban fragmentadas en grupos de muy pocos individuos, con dificultades para desplazarse y conectarse.
Ahora son tortugas de potrero
Lo que logró esta nueva indagación, llamada ‘Señales de genómica del paisaje indican flujo genético reducido y adaptaciones asociadas al bosque en una tortuga neotropical en peligro de extinción’, y que acaba de ser publicada en la edición 28 de la revista especializada Molecular Ecology, fue establecer que la causa de esa fragmentación estaba relacionada con la pérdida de su hábitat, es decir, las intervenciones sobre el bosque seco.
Adicionalmente, confirmó que hay grupos de la tortuga que, ante las dificultades ambientales que enfrentan con su entorno degradado, se han tenido que adaptar a condiciones ambientales diferentes, es decir, han comenzado a usar zonas de potreros que transformaron en su hogar y donde intentan desplazarse.
“Esperábamos que el desplazamiento a través de los potreros fuera costoso, dado que se trata de una especie que depende del bosque, pero encontramos que en una escala de 1 (fácil) a 1000 (difícil), el costo fue de solo 13”, explicó Natalia Gallego.
Ella dice que es muy posible que este bajo costo para su desplazamiento esté asociado a la existencia de unos depósitos superficiales de agua que los ganaderos usan tradicionalmente para acumular el líquido (jagüeyes) y que las tortugas emplean para ir de un lugar a otro, aprovechando su condición de reptiles semiacuáticos. “Esos lugares se han trasformado en una especie de corredor de hábitats acuáticos de baja calidad, pero utilizables, permitiendo el movimiento, aunque sobre un ambiente que por lo demás es bastante hostil. A pesar del bajo costo relativo, las tortugas no muestran conectividad suficiente para mantener un flujo de genes suficiente”.
Un segundo hallazgo, cuenta Natalia, fue la observación de que las poblaciones de la tortuga carranchina que ocupan áreas con más bosque son genéticamente diferentes de las que están en áreas sin bosque. Este resultado sugiere que ellas podrían estar adaptándose a este nuevo entorno transformado por el hombre.
Una diversidad genética baja
“Sin embargo, la adaptación a los potreros por sí sola, no está rescatando a esta especie de los efectos negativos de la fragmentación, tales como la baja diversidad genética y la endogamia. Por eso, la especie se encuentra actualmente en un mayor riesgo de extinción de lo que se anticipaba. De hecho, encontramos que las poblaciones en bosques tienden a tener más diversidad genética que las que se encuentran en potreros”, agrega la investigadora.
Y esto último ocurre por dos razones principales. La primera es que ante la dificultad para moverse en esos terrenos intervenidos, los individuos terminan reproduciéndose entre parientes cercanos (endogamia), lo que incrementa la probabilidad de adquirir genes defectuosos que derivan en enfermedades, cambios físicos o incluso en la muerte. Y lo segundo es que ese aislamiento restringe la diversidad genética, fundamental para lograr una buena adaptación al ambiente y que se enriquece, entre otras razones, cuando las tortugas establecidas en un lugar se mezclan con otras que llegan de sitios aledaños o ‘no emparentadas’.
Germán Forero-Medina, director científico de WCS Colombia, explica que se desconoce aún si los cambios experimentados por los individuos que viven en potreros serán suficientes para sobrevivir en estas nuevas condiciones tan distintas a su hábitat original.
Hay vías de recuperación
El futuro para la carranchina se ve complicado, pero hay alternativas para que la especie supere las dificultades.
Mientras se concreta la creación de extensos corredores biológicos en el Caribe para facilitar la conectividad entre las poblaciones (una de las alternativas que podrían darles un respiro trascendental a las carranchinas), se trabaja en el diseño de un ‘rescate genético’ con el que se moverían individuos de un lugar a otro para introducir genes nuevos, aumentar la diversidad y alojar ejemplares no emparentados, buscando así disminuir la endogamia. Esto se desarrollaría, de forma parcial, en una reserva manejada por WCS ubicada en Córdoba o Sucre, cuya extensión y ubicación está por definirse.
La idea es darles oportunidades de intercambio tanto a las tortugas que aún habitan en parches de bosque seco, como a aquellas que han quedado aisladas y ahora viven en potreros. A esto se sumaría un monitoreo para saber si la reproducción que se busca resulta exitosa. Esta investigación sobre la genética de la especie es clave para la toma de decisiones de manejo, ya que define en cuáles lugares deberán hacerse las translocaciones de individuos.
Por el momento, y mientras este proyecto se concreta, Germán Forero explicó que WCS Colombia trabaja con ganaderos para proteger el poco bosque que ha resistido las intervenciones humanas y en recuperar la vegetación ribereña por medio de acuerdos que permitan destinar porciones de terrenos a la preservación de las carranchinas que aún sobreviven.
*Para más información, visite el siguiente blog, que resume los resultados de la investigación.