Cada vez son más las opciones para establecer acuerdos o transacciones entre individuos, entidades u organizaciones que salvaguardan los recursos, con otras que los necesitan para cumplir con distintas obligaciones. Entrevista sobre este tema con Lucas Buitrago, investigador asociado de WCS Colombia.
Sucedió en Nueva York en 1997. El gobierno de la ciudad quiso comprar una planta de tratamiento de agua que costaba 8 mil millones de dólares, con el fin de cubrir las necesidades de la población. Pero ante el precio y el costo de la idea, se pensó en una solución diferente o intermedia. Se propuso que se invertirían 1500 millones de dólares por 10 años para mejorar la cuenca donde nacía el agua que abastecía la ciudad, esto último, a cambio de un incremento del 9 por ciento en el precio del recibo para el usuario (la mitad de la tasa si se hubiera construido la planta). Así, se aseguró el servicio y se compraron terrenos que garantizan ahora la calidad del recurso y la estabilidad del ecosistema que lo provee.
Este ejemplo puede leerse de dos maneras: es una decisión oficial en la que primó la conservación y el desarrollo sostenible y, además, un ejemplo exitoso del intercambio de bienes o servicios entre individuos o asociaciones, que propician la preservación y restauración de los recursos.
Y es, además, una pequeña muestra de una transacción exitosa dentro de lo que se llaman los mercados ambientales, donde un comprador realiza un pago para mejorar las condiciones de un área o la provisión de los servicios que esta ofrece.
Lucas Buitrago, investigador asociado de WCS Colombia, explica detalles de estas operaciones que son a su vez herramientas de gestión ambiental. Y también opina sobre los retos a los que se enfrentan los mercados ambientales en Colombia, donde apenas comienzan a desarrollarse y por eso hoy podrían considerarse como emergentes.
En Terreno: ¿Cómo se definen los mercados ambientales?
Lucas Buitrago: Podríamos decir que son los escenarios donde se producen intercambios económicos que surgen ante la necesidad de cuidar el medio ambiente o de darle un uso a servicios que genera la biodiversidad, que a diferencia de un automóvil o de una vivienda, son de todos y están destinados a beneficiar a un grupo humano amplio.
E T: ¿Cómo podría explicar el sustento de esos mercados como herramienta para la conservación?
LB: Es claro que muchas veces la conservación de la naturaleza no es posible por sí misma. El Estado no siempre tiene los recursos para invertir en la preservación de un ecosistema, porque esos dineros deben priorizarse o dirigirse a suplir otras necesidades. Y de otro lado, a veces el sector privado quiere desarrollarse y darle un enfoque ambiental a sus actividades, pero no sabe cómo hacerlo, tampoco conoce cómo ejecutarlo con sostenibilidad o cumpliendo las normas. Es en este momento cuando una transacción o la unión de quienes demandan un servicio con quienes lo ofrecen, se vuelve definitiva.
ET: ¿Sobre los mercados ambientales actúa la ley de oferta y demanda, como en un mercado tradicional?
LB: Sí. Por ejemplo: hay empresas que no están preparadas para conservar un ecosistema o para responder a normas o disposiciones legales que las obliga a restaurarlos (compensaciones); esta es la demanda. Allí aparecen, entonces, organizaciones no gubernamentales, entidades estatales, territorios étnicos u empresas que son capaces de hacer ese trabajo; esta sería la oferta. En ese momento surge una transacción o un acuerdo dentro de un mercado ambiental.
ET: ¿Para que haya un mercado ambiental, o para que se consolide una transacción o algún tipo de acuerdo, deben existir ‘obligaciones’?
LB: No siempre. También pueden basarse en acciones voluntarias, porque hay empresas o demandantes que buscan hacer aportes presupuestales a la preservación previamente designada para algún paisaje que puede estar situado dentro de su zona de influencia. También pueden querer invertir en el cuidado de un recurso hídrico o natural de cualquier tipo, como un bosque. Allí aparecen organizaciones dispuestas a lograrlo y se consolidan acuerdos. También existen entidades gubernamentales con la necesidad de pagar a propietarios o tenedores de tierras por la provisión de los servicios de los ecosistemas que se dan en su territorio.
ET: Se explica que los mercados ambientales relacionados con los recursos hídricos son los que más crecen. ¿Cuáles son las estrategias más usadas en ellos?
LB: Los pagos por servicios ambientales, es decir, cuando los dueños de terrenos cuidan sitios donde nace el agua o los bosques ribereños y reciben un estímulo económico. Como segunda opción están los acuerdos entre un interesado en tener agua y otro que la preserva. Y además, los fondos de agua, en los que individuos u organizaciones que se benefician de una cuenca, contribuyen a un fondo, cuyos recursos se emplean en la conservación de la zona productora.
ET: ¿Por qué se dice que los mercados ambientales en Colombia son emergentes o están en gestación?
LB: Porque estamos creando las condiciones para su desarrollo. Los mercados no funcionan si no hay reglas de intercambio claras. Es clave saber qué se gana y qué podría perderse. Las empresas quieren ser eficientes y los territorios necesitan los recursos para conservar. El reto es unir esas dos necesidades.
ET: ¿Qué hace falta para que sea un mercado más regulado, fluido?
LB: El estado tiene que poner reglas claras, y una supervisión, aunque para este caso la oferta y la demanda deben fluir sin problemas. Lo ideal es que se conozca el gran número de compradores potenciales y los proveedores, pero sin que ninguno controle todos los bienes y servicios transados. Y tiene que existir mucha información accesible para facilitar el intercambio entre demanda y oferta.
ET: ¿Existe un ejemplo de un mercado ambiental que funcione cerca de ese ideal?
LB: Tal vez el mercado del carbono es el ejemplo más importante ahora. Se sabe que cada país puede contaminar hasta un límite. Pero si se pasa de allí, debe pagar a alguien que haya reducido esa contaminación extra con el desarrollo de un proyecto individual que cuide un bosque o un proyecto institucional enfocado en el mismo sentido. Esto, con el fin de lograr la neutralidad de su huella. Pero también se pueden comprar bonos así no se excedan los límites, simplemente porque a lo mejor una empresa quiere compensar voluntariamente.
ET: ¿Podría describir otro mercado ambiental exitoso?
LB: Los bancos de hábitat. En estos, una persona compra un predio o invierte en uno propio para cuidar una quebrada, una porción de selva o se esfuerza por mantener un hábitat. Después, con la autoridad ambiental, calcula qué tanto ha mejorado la zona, determina una cantidad de créditos equivalentes a ese beneficio y los puede tranzar en el mercado con una empresa o entidad interesada en apoyar un proceso de conservación.
ET: ¿Hay algún ejemplo de transacciones exitosas en Colombia?
LB: Un ejemplo exitoso de inversiones voluntarias es Banco2, que logra que familias cuiden ecosistemas y a cambio ellas reciben un incentivo mensual por ese trabajo. El dinero llega por medio de empresas o particulares que quieren compensar voluntariamente su contaminación o su huella de carbono.
*A 2018, Banco2 había vinculado a 10 mil personas, entre campesinos, indígenas y afrodescendientes, con 147 mil hectáreas de bosques conservados en ecosistemas estratégicos. Y 250 empresas habían compensado su huella.