Investigación en la que participó WCS Colombia destaca a estos lugares como sitios importantes para el sostenimiento del felino, cuyas poblaciones están muy afectadas porque la deforestación y los avances de la agricultura y la ganadería han dañado su hábitat.
El año pasado, en un intento por apoyar la conservación del felino más grande de América, WCS firmó el denominado Plan Jaguar 2030, que busca fortalecer el corredor donde habita, que va desde México hasta Argentina, incluyendo a Colombia, asegurando 30 paisajes prioritarios para su estabilidad dentro de la próxima década.
Este es un esfuerzo que cuenta con el respaldo de los ministerios de Ambiente de cada uno de los países del continente, del Fondo Mundial para la Naturaleza y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre otras entidades, las cuales han intentado aclarar el futuro de este gato emblemático que está bajo amenaza, porque gran parte de sus bosques han sido afectados por la deforestación y el avance agrícola. Además, en la medida en que el hombre se ha acercado a su hábitat silvestre, ha entrado en conflicto con él, lo que ha llevado a que muchos campesinos organicen brigadas para cazarlo o sacrificarlo, frente a la posibilidad de que ataque a sus animales domésticos o productivos.
Y en medio de este intento por amparar a la Panthera onca, como se le conoce científicamente, ha surgido un diagnóstico que podría transformarse en una alternativa para aplicarse en el desarrollo de esa estrategia transfronteriza por el futuro de la especie.
Se trata de una investigación publicada en la revista Plos One, en la que también participó WCS Colombia, y que plantea que, para salvar a los jaguares, los humedales podrían ser ecosistemas trascendentales que deberían ser resguardados para lograr ese objetivo de preservación.
“Proponemos, entonces, que los humedales y amortiguadores ribereños reciban mayores consideraciones como hábitats clave del jaguar”, dice la investigación, que se concentró en 10 municipios de Bolívar, Magdalena Medio y Antioquia, ubicados dentro de los 40 y los 200 metros sobre el nivel del mar, y en los que hay pantanos inundados estacionalmente, lagos y ríos.
La indagación fue titulada como Wetlands are keystone habitats for jaguars in an intercontinental biodiversity hotspot. En su elaboración participaron Germán Forero, director científico de WCS Colombia, y Leonor Valenzuela, coordinadora de análisis y síntesis de la institución. Lideraron este trabajo Joe J Figel, del departamento de biología de la Universidad Central de La Florida; Sebastián Botero, del grupo de maztozoología de la Universidad de Antioquia; Juan David Sánchez Londoño, de la Facultad de Ciencias y Biotecnología de la Universidad CES y de la Fundación Biodiversa, y Reed Noss, del Instituto para la Ciencia de la Conservación de La Florida.
Buena oferta de alimento
Parte de las conclusiones obtenidas explican que el estado actual de las coberturas naturales para el jaguar están fragmentadas, entre otras cosas, como consecuencia de la ganadería extensiva, el incremento de plantaciones de palma de aceite, los incendios forestales, la construcción de carreteras, la minería, los cultivos de uso ilícito o la extracción ilegal de madera.
Y es por eso que una mayor protección de los humedales y sus zonas de amortiguamiento ribereño, un tema que ya es requerido por la ley colombiana (Resolución No. 200.41.11–1130, del 2011), podría facilitar la persistencia del jaguar en paisajes fragmentados y áreas en desarrollo de palma aceitera y pasturas.
Sin embargo, este diagnóstico aparece cuando se sabe que los humedales, con algún nivel de protección, se extienden mayoritariamente por la cuenca del Amazonas. Pero más allá de esa región, no hay muchas políticas favorables para la conservación de estos lugares inundables, mucho menos en las tres áreas muestreadas (Bolívar, Magdalena Medio y Antioquia).
Leonor Valenzuela, de WCS Colombia, explica que a lo largo de la investigación, para la cual utilizaron un compendio de imágenes captadas por 70 cámaras trampa situadas a 30 centímetros del suelo y que fueron ubicadas a cinco kilómetros de distancia una de la otra, se pudo comprobar que siempre que se hicieron registros o fotografías en humedales o en sus alrededores, fueron captados a su vez jaguares merodeando. Se lograron 15 mil horas de cámaras trampa, lo que constituye uno de los más grandes estudios que se han logrado para este animal en términos de cobertura espacial y esfuerzo de muestreo con este tipo de tecnología.
En total, se fotografiaron 12 adultos únicos y se detectaron ejemplares en 25 de las 70 estaciones trampa. “Nunca registramos felinos en sitios sin humedales”, dice textualmente el documento.
“Parte de la explicación es que esas zonas siguen siendo muy importantes para el jaguar y para que sus poblaciones se mantengan”, dice Valenzuela, quien agrega que parte de la razón para que esto suceda es porque en esos ecosistemas acuáticos hay bastantes recursos, y muy variados, que están disponibles para su alimentación, entre ellos varias clases de reptiles (que en espacios inundables de los ríos San Jorge y Cauca llegan a constituir el 36 por ciento de su dieta) como caimanes o tortugas de río. Sin embargo, este es un tema que requiere de mayor análisis, ya que no era el enfoque de esta investigación.
En territorios donde hay pasturas o que han sido transformados para la ganadería, el jaguar no tiene la misma bonanza de comida para sostenerse. “Él puede atravesarlas, pero que pueda estar allí permanentemente o que haya ocupación constante no es una posibilidad”, explicó Valenzuela.
En la finca San Bartolo, en Yondó (Antioquia), y donde hay humedales, fueron registrados ocho jaguares, un número considerado importante.
“Con las cámaras pudimos ver y comprobar que hay una buena ocupación de jaguares en la medida en que pantanos o lagos están bien mantenidos y, especialmente, cuando cubren un 20 por ciento del radio de un área aproximada de tres kilómetros cuadrados”, agregó Valenzuela. Relaciones similares también han sido ratificadas en Brasil, particularmente en El Pantanal, considerado el humedal más grande del mundo
Otra conclusión importante es que aunque el mamífero puede caminar por espacios cultivados con palma, la ocupación de animales disminuye en estos lugares, muy homogéneos, y donde la cantidad de recursos es baja. Esto es muy evidente en municipios y veredas del Magdalena Medio, una región que ha sido altamente transformada.
“Hay urgencia para recopilar datos sobre jaguares en paisajes de palma aceitera para guiar la identificación e implementación de la planificación apropiada para el uso de la tierra y las medidas de zonificación”, explican los investigadores.
Los jaguares están evitando las plantaciones a gran escala, argumentan, porque el uso del hábitat disminuyó en algunos lugares cuando se alcanzaron las coberturas totales de esta planta. De igual manera, es necesario evaluar el efecto que dichos cultivos pueden tener de manera indirecta, ya que la gran demanda de agua que exigen puede afectar los humedales y por lo tanto alterar el uso que los jaguares hacen de ellos.
En síntesis, toda esta reflexión resulta notoria y llamativa si el país se decide a darle una oportunidad de protección a la especie, cuya desaparición generaría un desequilibrio natural en vista de que ella sostiene la población de roedores que, al no tener un depredador natural, podrían aumentar hasta afectar el crecimiento de plantas, la renovación de los bosques y las fuentes hídricas.
Su conservación, además, trasciende un enfoque ambiental para ubicarse como una necesidad ante el patrimonio cultural invaluable que también encierra este carnívoro, el tercero del mundo en tamaño después del tigre y el león.