Forman parte del proyecto ‘Río Saldaña, una cuenca de vida’, en el que además de trabajar por la sostenibilidad de la agricultura y la ganadería, cuidan desde varios frentes este recurso vital para su futuro. También protegen especies de fauna y flora.
Nelson Leyton dice estar comprometido con el cuidado del río Siquila. No hay discusión en que el agua es un recurso irremplazable y, por eso, él dice que su defensa es el mejor legado que puede dejarles a sus hijos. Se preocupa por el caudal, atiende a las acciones que busquen preservarlo y por eso también está aportando. Hace unos días, por ejemplo, se interesó en cómo manejar adecuadamente las basuras, con tal de reducir la contaminación sobre la cuenca, residuos que en ocasiones afectan a La Esperanza, su finca, situada en el corregimiento Bilbao, del municipio de Planadas.
El Siquila es, con el Amoyá y el Cucuana, uno de los principales afluentes del río Saldaña, en el sur del Tolima, una de las fuentes hídricas más importantes de este departamento, que jamás podrán ser ignoradas. Son, además, los más importantes proveedores de servicios ecosistémicos que contribuyen en el desarrollo de los municipios y de los sistemas productivos instalados en sus riberas.
De allí radica la importancia de la alianza público-privada que permitió la creación del proyecto ‘Río Saldaña, una cuenca de vida’, que busca proteger y realizar acciones de conservación en esta región del departamento, y en el que trabajan Parques Nacionales Naturales de Colombia, WCS Colombia, la Corporación Autónoma Regional del Tolima (Cortolima), Agregados Argos y Fundación Grupo Argos.
La iniciativa lleva más de 2 años en ejecución, en los cuales se han desarrollado las etapas de diagnóstico y concertación, para identificar las amenazas más evidentes sobre ríos y bosques. También, se priorizaron lugares sensibles y estrategias de manejo.
Hubo una etapa adicional llamada de concertación, que logró concretar acuerdos voluntarios con propietarios de terrenos como Nelson, quienes se comprometieron a destinar un sector de sus fincas a la conservación y a ejecutar acciones con las que promuevan la custodia de los recursos naturales con los que conviven. A cambio, están recibiendo capacitación y acompañamiento técnico para que el manejo de la ganadería y la agricultura sea sostenible, lideren actividades técnicas de restauración ecológica, hagan saneamiento básico, se instalen filtros de agua y aprovechen adecuadamente los residuos orgánicos con lombricultivos.
Uno de los líderes de la comunidad y que ha apoyado constantemente este proceso es Francisco Javier Suárez, quien vive en la vereda La Alemania, del corregimiento de Las Hermosas, en Chaparral, y propietario de un predio cercano al río Amoyá, que surte incluso a la hidroeléctrica del mismo nombre. “Nos comprometimos a conservar esta fuente hídrica que está en un sitio privilegiado, porque aquí tenemos sentido de pertenencia”, dice Francisco.
Otra de las acciones que forman parte de la etapa de implementaciones es la prevención de la pérdida del bosque por la influencia de sistemas productivos como la ganadería.
Para esto se propuso reducir el área donde se concentran los animales, para liberar zonas y terrenos en los que pueda volver a crecer la vegetación. La idea es impedir que las vacas transiten libremente por montañas o páramos y contaminen estos lugares estratégicos, y aplicar sistemas de aislamiento con bebederos para que el ganado se concentre en áreas más pequeñas, pero con pastos nutritivos y con más proteína.
Así mismo, se buscará frenar la contaminación que causan los cultivos de café en cada una de las fincas donde hay un beneficiadero, desde donde en ocasiones se vierten los desechos a los ríos durante el proceso de producción del grano. El propósito es establecer sistemas productivos sostenibles que sean ambientalmente amigables.
A lo anterior, se suma el proceso de restauración ecológica mediante la siembra de especies nativas para recuperar el bosque, evitar la erosión y construir una barrera natural para que los animales de las huertas no ingresen a los caudales.
Para conseguir este objetivo, se construyeron dos viveros cercanos a las cuencas de los ríos Siquila y Amoyá, que serán administrados por la comunidad y que fueron instalados en la Institución Educativa Técnica Agropecuaria Álvaro Molina (sede Gigante Hermosas) y la Institución Educativa Bilbao (sede Siquila). En ellos se sembrarán árboles para ser trasplantados a los sitios en los que se requiera una reforestación (restauración activa).
Todo este grupo de medidas apoyan directa o indirectamente la conservación de especies como el oso de anteojos, el pato de torrentes y la zamia del Tolima (conocida en la zona como palma de yuca), una planta que está en peligro de extinción).
“Conservar es un asunto que nos involucra, si no cuidamos lo que tenemos, ¿quién lo hará?”, agrega Nelson. Y sintonizados con esta idea, muchos miembros de la comunidad están replicando todo este esfuerzo social a través del grupo de comunicaciones Ecoparche AmoSiqui, conformado por docentes, estudiantes y habitantes, quienes han recibido capacitaciones en fotografía, redacción y diseño de publicaciones. Es un instrumento de divulgación de lo que está ocurriendo en la comunidad durante el desarrollo del proyecto y una caja de resonancia que difunde mensajes de conservación y protección del medio ambiente.
De paso, la idea es que esos mismos mensajes lleguen a organizaciones e instituciones para que conozcan todo el trabajo en la cuenca del Saldaña. Hay una idea básica detrás de todo esto: y es que si se protegen los ríos más pequeños, se cuida al más grande. Duván Alejandro Herrera, un joven de la vereda La Alemania, apoya sin dudar esta premisa y justifica toda esta estrategia ambiental con una frase: “Tenemos que seguir conservando el agua, no somos ni seremos nada sin ella”.