Un estudio publicado en la revista Regional Studies in Marine Science indica que el futuro de las especies de los elasmobranquios en esta región del país depende en gran parte de que las autoridades sigan evitando, como se hace hoy, la captura dirigida a estos peces cartilaginosos. Darle alguna oportunidad a su extracción podría poner en riesgo la sostenibilidad de estos importantes animales marinos.
Tiburón gris de arrecife ( Carcharhinus perezii)
Colombia, a través la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP), prohíbe radicalmente la pesca dirigida de tiburones y rayas, así como el aleteo (práctica que consiste en cortar sus aletas y devolver el animal al agua), a través de la resolución 1743 de 2017. Según esa norma, la captura de estos peces solo está permitida si caen en artes de pesca de forma incidental (accidental) y hasta un máximo del 35 por ciento del total de los recursos capturados en una faena de pesca; a excepción del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, donde estas capturas incidentales no deben sobrepasar el 5 por ciento del total capturado.
La legislación busca evitar la extracción intencional o dirigida de estos elasmobranquios, como también se les conoce, para mantener sus poblaciones y reducir su vulnerabilidad. Una medida que tiene en cuenta que los tiburones son especies importantes en los ecosistemas marinos y muchos de ellos ayudan a regular las poblaciones de otras especies en el océano.
Es una política hacia su protección que está justificada legalmente y, ahora, respaldada por un grupo de investigadores que se han encargado de darle más sustento, esta vez desde el punto de vista académico, con un estudio publicado recientemente en la revista Regional Studies in Marine Science. La investigación indica que cualquier tipo de pesca industrial dirigida a su captura en el territorio insular del Caribe, que incluye la gran Reserva de Biósfera Seaflower –una de las zonas de conservación marina más grandes del mundo–, podría impactarlos y reducir sus poblaciones hasta ponerlas en peligro.
Tiburón gris de arrecife ( Carcharhinus perezii)
Los tiburones están en los océanos hace aproximadamente 400 millones de años y han resistido cambios climáticos y afectaciones ambientales a lo largo de la historia del planeta. Pero por la acción humana, hoy en día tienen el mayor porcentaje de especies marinas amenazadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), según lo explica el portal de Oceana, organización internacional dedicada exclusivamente a proteger los océanos del mundo.
“Muchas especies de tiburones no resisten altas presiones pesqueras, entre otras razones, porque maduran muy tarde (muchos años después de nacer), tienen pocas crías y se reproducen cada uno, dos o incluso tres años”, explica Paola Mejía, líder marino de WCS Colombia y coautora del estudio titulado ‘Efecto de una medida de manejo precautoria sobre la vulnerabilidad y el riesgo ecológico de elasmobranquios capturados como pesca objetivo’, liderado por la Fundación Squalus y en el que participaron investigadores de la Corporación Regional para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina), la Secretaría de Agricultura y Pesca de la Gobernación del Archipiélago, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la Cancillería y Conservación Internacional (CI).1
Se salva el tiburón ballena
La investigación analizó la vulnerabilidad y el riesgo ecológico de 13 especies de tiburones y dos de rayas, comparando dos periodos: uno en el que había pesca dirigida a tiburones, que se concentró especialmente entre los años 2000 y 2009, y el segundo, en el que dicha captura ya había sido prohibida. Y analizó dos aspectos: la productividad biológica, que atiende, entre otros, los ciclos reproductivos, y la susceptibilidad de estos animales marinos a las presiones pesqueras.
En cuanto a la productividad, se reafirmó que la reproducción de la mayoría de los tiburones de esta zona insular es bienal o trienal (cada dos o cada tres años, respectivamente), y requieren tiempo extenso para alcanzar la madurez sexual. Son vivíparos, es decir, que las crías se desarrollan dentro del cuerpo de la madre y nacen bien desarrollados, como adultos en miniatura. Esto implica que sus poblaciones siempre van a necesitar mucho tiempo para reemplazar los individuos capturados en las actividades pesqueras, al tener un potencial bajo de recuperación.
En lo relacionado con la susceptibilidad, de las 15 especies analizadas con base en este aspecto, solo una de ellas se mantuvo ajena a las presiones de la pesca: se trata del tiburón ballena. Pero por el contrario, otras nueve, entre las que aparece el tiburón gris de arrecife (Carcharhinus perezii), dan muestras de ser más fácilmente capturadas e impactadas.
Otros tiburones susceptibles a la actividad pesquera son el toro o sarda (Carcharhinus leucas), el sedoso o silky (Carcharhinus falciformis), el tiburón limón (Negaprion brevirostris), el mako (Isurus oxyrinchus), el martillo gigante (Sphyrna mokarran), el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), el aletinegro (Carcharhinus limbatus) y el martillo común (Sphyrna lewini).
Raya látigo americana (Hypanus americanus)
Algunos de los que no dieron muestras de alta vulnerabilidad, pero que tampoco podrían resistir indefinidamente procesos de extracción, fueron el cazón (Rhizoprionodon porosus), el tollo (Mustelus canis), el tiburón gato (Ginglymostoma cirratum) y las rayas águila marina (Aetobatus narinari) y raya látigo americana (Hypanus americanus).
Emprendimientos ecoturísticos
Hace dos décadas, la pesca de tiburones en este departamento insular fue intensa y se reportaron capturas de hasta 120 toneladas anualmente, esto en una región donde el consumo de su carne no es prioritaria. Afortunadamente, y a petición de las comunidades, el Consejo de Estado, a través de un fallo de Acción Popular (sentencia 0088 de septiembre de 2012), ordenó a las principales autoridades del departamento que tomaran medidas de protección para frenar esta práctica, que vulnera los derechos colectivos a tener un ambiente sano y a lograr un equilibrio ecológico que garantice la conservación de las especies.
Águila marina (Aetobatus narinari)
Esa disposición se ha acatado hasta la fecha, pero no existe certeza de que en un área marina tan grande no se presenten faenas de pesca ilegales. Por eso, otras de las conclusiones o sugerencias de la investigación, explica Paola Mejía, es la necesidad de que los tomadores de decisiones mantengan las prohibiciones a la pesca dirigida, en consenso con los pescadores locales, así como fortalecer la vigilancia y el control sobre barcos que no respetan la legislación. Y, al mismo tiempo, se diseñen proyectos o emprendimientos, por ejemplo, alrededor del buceo recreativo y el turismo ecológico, que les permitan a los pobladores ingresos alternativos, y a su vez, resaltar y sensibilizar sobre la importancia de proteger estas especies.
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1 Los autores del estudio fueron Paola A. Mejía-Falla, de WCS Colombia; Andrés Felipe Navia, de la Fundación SQUALUS; Erick Castro, de la Corporación Regional para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina); Carlos Ballesteros, de la Cancillería de Colombia; Heins Bent Hooker, de la Dirección de Asuntos Marinos, Costeros y Recursos Acuáticos (DAMCRA), del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible; Juan Pablo Caldas, de Conservación Internacional Colombia (CI); y Anthony Rojas, de la Secretaría de Agricultura y Pesca de la Gobernación de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.