Así resume Érika Nadachovsky, bióloga de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder) y profesional de la Subdirección de Gestión Ambiental Territorial, el proceso de recuperación de 258 hectáreas de páramo situadas dentro del Parque Nacional Natural Los Nevados, que habían sido degradadas por la ganadería, una iniciativa que forma parte del ‘Proyecto Páramos Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte’, financiado por la Unión Europea. Se sembraron casi nueve mil plantas nativas, para que, en unos años, un sector de este ecosistema pueda verse muy similar a como era originalmente.
Los páramos en Colombia son ecosistemas estratégicos. Y esto quiere decir que su permanencia en el territorio sustenta la supervivencia de cientos de animales (al menos 170 especies entre reptiles, anfibios y mamíferos, según el Instituto Alexánder von Humboldt) y del 17 por ciento de la diversidad de flora nacional, entre la que sobresalen exclusivos frailejones con algo más de 80 especies diferentes. Y sumemos a eso el bienestar que ofrecen a millones de personas, esto último porque le dan agua potable al 70 por ciento de la población.
Con 36 complejos paramunos, el país es un territorio privilegiado al acoger un poco más del 50 por ciento de los que existen, situados entre el bosque andino y los glaciares y que aprovechan las lluvias y la niebla para surtir grandes caudales. De varios páramos han nacido y siguen gestándose ríos como el Magdalena, el Cauca, el Meta o el Patía.
Un valor trascendental que no se ha visto representado en los esfuerzos necesarios por cuidarlos. Porque todos los que se ubican en el territorio presentan alguna amenaza: cuando no es la ganadería, aparece la agricultura para destruirlos con cultivos de maíz, papa o cebada, que incluyen, además, riesgos de quemas o incendios. Y si no son ellas dos, es la minería ilegal de oro o carbón la que termina causando daños irreparables. Y si ninguna de las tres se manifiesta, entonces emerge el cambio climático, que presiona a sus especies a adaptarse rápidamente a temperaturas diferentes, sin que esto sea siempre posible.
Conclusión: un país con páramos, pero con páramos intimidados, debe tener un conocimiento amplio para saber cómo restaurarlos y darles, de alguna forma, una nueva oportunidad para seguir aprovechando sus bondades.
Y esto es lo que ha logrado, al menos parcialmente, el Proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte, según lo explica la bióloga Érika Nadachovsky, profesional de la Subdirección de Gestión Ambiental Territorial de la Corporación Autónoma de Risaralda (Carder). Esta es una iniciativa en la que participan, además, el Instituto Humboldt, WCS Colombia y Parques Nacionales Naturales de Colombia —financiada por la Unión Europea—. Busca aportar a la estabilidad y a la recuperación de páramos amenazados en Ecuador, Perú y en Colombia, entre ellos Santurbán, Las Hermosas y Rabanal, a los que se suma una porción del páramo del Parque Nacional Natural Los Nevados, y donde precisamente, dice Érika, los resultados han sido halagadores.
Ella ha estado al tanto de este proceso de restauración en esta área nacional protegida en la que se mezclan porciones del Quindío, Tolima, Caldas y Risaralda. Y por eso puede contar que el resultado ha sido, entre otras cosas, “muy ordenado, original y con resultados aplicables para muchas otras regiones del país”.
¿Puedes resumir en palabras sencillas lo que se ha hecho en Los Nevados?
Lo que se logró fue recuperar o restaurar la vegetación de una zona de páramo situada muy cerca de la Laguna del Mosquito (en la vereda El Bosque), históricamente muy turística y afectada por la ganadería. El trabajo se enfocó en 258 hectáreas que de alguna forma tuvieran conexión con la laguna del Otún y beneficiaran cuerpos de agua. Muchas partes se han degradado por ganadería de engorde que utiliza y abarca enormes espacios; en ellos las vacas se comen la vegetación nativa del páramo y del bosque alto andino, proliferan especies invasoras y compactan el suelo al pisarlo.
¿Esa degradación es reciente o tiene antecedentes desde la creación del Parque Nacional Los Nevados?
Cuando declararon el Parque había cerca de 60 familias, pero muchas se fueron por las restricciones que impone una zona protegida. La mayoría vendió sus fincas, luego de lo cual se quedaron 14, que tienen títulos sobre dos mil hectáreas, en su mayoría tierras afectadas por un manejo inadecuado del ganado y cuyos ejemplares se han movido más allá de esa área, hasta alcanzar siete mil hectáreas, tocando terrenos que han sido comprados en los últimos años por instituciones del estado.
¿Cómo se organizó a la comunidad para llevar a cabo el trabajo?
Llegamos a acuerdos con los habitantes, quienes reconocieron que parte del territorio que estaban usando no debería destinarse para mantener el ganado. Definimos cercas, linderos y concretamos aislamientos para que las vacas no pasaran hacia las zonas de restauración ecológica. De otra parte, dejamos un espacio para recuperación pasiva, para que sea la misma naturaleza la que lo rehabilite.
¿Cómo fue el proceso de siembra y recuperación?
A manera de resumen, un sector se dejó para que se recuperara naturalmente. Y otro, donde ese proceso natural ya no es posible por los daños recibidos, se intervino. Allí se hicieron siembras de nueve mil plantas de una decena de especies como frailejones, arbustos y herbazales, todas aisladas de la influencia ganadera. Algunas fueron siembras directas, pero otros ejemplares se reprodujeron previamente en dos viveros. Tuvimos un porcentaje de sobrevivencia superior al 90 por ciento en esos procesos de siembra. Y esto a pesar de que enfrentamos una variabilidad climática importante; a veces lluvias intensas y también momentos de sequía.
En este caso, los daños al páramo eran por ganado. ¿Podría replicarse este mismo modelo para páramos degradados por agricultura?
Sí, es una metodología que puede llevarse a cualquier páramo, imitando el proceso de reproducción y monitoreo de las plantas. Hay que decir que en una restauración por daños agrícolas habría que tener en cuenta temas que no necesariamente serán exactos a los de un suelo degradado por ganadería, como por ejemplo, la compactación del suelo, que puede ser diferente, o la humedad o la altura, entre otras cosas.
¿Cuál es la diferencia entre este proceso de restauración y uno que se llevó a cabo hace unos años en la laguna del Otún, afectada por un incendio que arrasó con cuatro mil hectáreas en 2006?
Una diferencia de fondo es que ese trabajo se hizo para resolver los daños causados por las llamas. Pero nunca vinculó a las comunidades, no hizo monitoreo y no dejó información para revisar acciones o resultados replicables para el futuro y en otros departamentos. Todo lo contrario a lo que hicimos en Los Nevados.
¿Qué se hará con las comunidades para evitar que recaigan en una ganadería insostenible y desordenada y se mantengan o avancen en una actividad ordenada y que apoye el ecosistema?
La idea es que, poco a poco, bajen el número de cabezas de ganado, mientras los apoyamos con otros procesos. Algunas familias ya se han comprometido a controlar el ganado para que pastoree en sitios específicos, lejos de la restauración que logramos y de esas 5 mil hectáreas que a veces los animales invaden y que son de propiedad estatal. Creemos que podemos vincularlos con pagos por servicios ambientales que les permitan recibir un ingreso, por ejemplo, al cuidar el entorno a cambio de reducir sus hatos. Estamos trabajando con el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), para que las reses cumplan con requisitos sanitarios y puedan venderse; y con la Universidad Tecnológica de Pereira, para que ayude a las comunidades con negocios verdes y en el diseño de servicios ecoturísticos (como proveedores de esos servicios), con los que puedan valorar su territorio, preservarlo del turismo desordenado y, de paso, resguardar el área restaurada. Ya se ha avanzado en la organización de algunas rutas.
¿Qué viene ahora para el polígono restaurado?
Quedó en manos de Parques Nacionales, se lo entregamos en perfectas condiciones según lo planeado; de sus funcionarios dependerá que siga adelante y se cuide lo que se logró, esto a través de un proceso de monitoreo que permita ver en unos años el páramo muy parecido a como era originalmente. La idea es que a futuro existan allí procesos naturales de polinización, de dispersión de semillas y que la porción recuperada sea capaz de regenerarse años tras año y por sí sola. Por la pandemia y los efectos del Covid 19 el trabajo previsto quedó suspendido, pero de Parques Nacionales dependerá que se retome y este sea un proceso exitoso, y cuyos buenos resultados podamos ver en otras regiones de Colombia.