Con imágenes recolectadas se hará un análisis de la ocupación de estos animales, para ajustar las medidas de manejo ambiental en el área protegida, implementar acciones para mitigar y controlar las presiones que los afectan y conocer el estado de la fauna cinegética, es decir, aquella que los grupos étnicos que habitan en el territorio cazan para su bienestar.
En mayo pasado, el equipo del Parque Nacional Natural El Tuparro que revisaba las fotos captadas por un grupo de cámaras trampa instaladas dentro de esta zona protegida, se encontraron con una imagen inusual.
Se veía a una danta caminando por el bosque, una especie muy común en la región, pero con una flecha incrustada en su lomo, un flechazo con el que buscaban cazarla para comer su carne.
La imagen no permite concluir si a lo mejor este tapir continuó con vida o si tras esa herida murió en medio de una caminata de la que quedó, por suerte, este registro fotográfico inédito. Sin embargo, es una foto que ya está entregando información preliminar o parcial como parte de la implementación del Programa de Monitoreo que se desarrolla en el área protegida y que busca obtener la mayor cantidad de datos posible sobre las especies que la recorren, especialmente de reptiles, peces y mamíferos, y, dentro de estos últimos, de los ungulados —como venados u otros animales con pezuñas— que son, a su vez, uno de los tantos soportes de la seguridad alimentaria de las comunidades indígenas que la habitan.
Saber cómo está la población de esas especies permitirá enfocar medidas de manejo para garantizar su sobrevivencia en el tiempo y, a su vez, que los integrantes de las etnias Sikuani-Guahibo, Sáliva-Piaroa, Makú-Puinave y Mapayerri, que habitan dentro de esta área nacional protegida y sus zonas aledañas, puedan aprovecharlas para su subsistencia a largo plazo y de manera sostenible.
Se identifican presiones
El Parque Nacional Natural El Tuparro forma parte de una extensa sabana situada en Vichada —parte de ella inundable y que incluye bosques de galería— interrumpida por ríos, raudales, playas y afloramientos rocosos que forman uno de los paisajes más hermosos del planeta. Se extiende al oriente del municipio de Cumaribo y en una zona de transición entre enormes porciones de bosques tropicales y los tepuyes del Escudo Guayanés. Fue declarado reserva de la biosfera por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por sus enormes recursos de fauna y flora.
“En medio de toda esta inmensa biodiversidad, los ungulados hacen parte de los valores objetos de conservación, por eso, al conocer su estado podremos evaluar la situación que enfrentan o hacer un diagnóstico de sus poblaciones”, comenta Jorge Parra, coordinador de Áreas Protegidas de WCS Colombia, organización que trabaja en la parte técnica del programa de monitoreo, en equipo con Parques Nacionales Naturales y el Fondo Mundial para la Naturaleza-Colombia (WWF).
Se instalaron 44 cámaras trampa
Un ejercicio idéntico ya se había hecho en 2015 y mostró un estado muy favorable en el número de dantas, cerdos de monte y venados.
“Estos son estudios que se deben realizar continuamente, idealmente cada dos años, para conocer si las acciones de manejo ambiental que se han aplicado están dando resultados positivos o deben modificarse, debido a que las presiones cambian”, explica Jorge Parra.
Y esto último es lo que se quiere entender: cuáles son las amenazas que enfrenta las especies. También, quiere saberse si el crecimiento en el número de habitantes en la zona de conservación, originada por el éxodo de ciudadanos venezolanos que huyen de la crisis económica en ese país y que ha motivado a muchos indígenas de esa nacionalidad a escoger al PNN El Tuparro como refugio, se ha transformado en otro inconveniente.
“Una mayor demanda de recursos podría tener consecuencias sobre las especies y reducir su número; esos efectos son los que queremos identificar. Y con esta información es posible generar acuerdos de cacería o tomar otras medidas concertadas con las comunidades, para el uso adecuado de los recursos”, concluye Parra.
En total, se instalaron 44 cámaras trampa en los alrededores de los ríos Tuparro y Tomo, los cuales, junto con el caño Tuparrito, conforman una gran estrella fluvial que desemboca en el gran río Orinoco cerca del raudal de Maipures, el mismo que dejó asombrado al naturalista alemán Alexánder von Humboldt, en el siglo XIX.
Funcionarios de Parques Nacionales Naturales explicaron que los equipos se ubicaron, dependiendo de la identificación previa de rastros y huellas, en 44 cuadrantes de un kilómetro cuadrado cada uno, con tres transectos de 650 metros y con la intención de que las cámaras, situadas casi en su mayoría en el centro de esos espacios demarcados, registraran los movimientos de los animales por 80 días seguidos, incluyendo a roedores grandes.
Fueron recogidas entre el 4 y 17 de mayo, para evitar que fueran afectadas por el invierno que inunda una gran parte de los territorios desde mitad de año. Y hoy, Leonor Valenzuela, coordinadora de Monitoreo y Análisis Espaciales de WCS Colombia; Ana Paola Yusti, Ivonne Rodríguez y Manuel Rodríguez revisan las 20 gigas de información que obtuvieron.
Los resultados finales y oficiales podrían conocerse antes de que termine el 2020, así como una posible nueva hoja de ruta para el cuidado de una porción de la fauna, en uno de los lugares más espectaculares y maravillosos de la Tierra.