En septiembre se cumplen 25 años de la fundación del Instituto Alexánder von Humboldt, entidad encargada de investigar nuestros recursos naturales, para contribuir con su conservación y uso sostenible, esto en uno de los países más biodiversos del mundo. Hablamos con su director, Hernando García, sobre los retos a los que se enfrenta en estos tiempos de enormes presiones sobre páramos, bosques y otros ecosistemas estratégicos.
Hernando García es un hombre connatural e inherente al Instituto Alexánder von Humboldt. Podría decirse que la entidad, y toda su experiencia aportada a ella, lo han moldeado, formado y educado como profesional.
Allí llegó un año después de haberse graduado como biólogo de la Universidad Javeriana, es decir, en el año 2000. Y desde ese momento, su nexo con la institución encargada de investigar nuestra biodiversidad, promoverla y hacer un llamado frecuente por su uso sostenible, se ha mantenido intacto, incluso a pesar de que durante unos años decidió viajar a España, para hacer estudios de maestría en ecología y de doctorado en biología, en la Universidad de Barcelona. Por eso, no es extraño que después de ser un ambientalista e investigador consagrado, su destino estuviera marcado para ser su director, un cargo que asumió oficialmente hace cuatro meses.
Él dice que por su vinculación constante con la entidad, ha trabajado con todos los directores que han perfeccionado su misión, comenzando con Cristián Samper (1995-2001), actual presidente y director ejecutivo de Wildlife Conservation Society (WCS). Y en años recientes, fue la mano derecha de Brigitte Baptiste, la última de sus jefes y una de las biólogas más reconocidas del país por sus frecuentes llamados de atención para que Colombia dé un manejo responsable a sus recursos naturales.
Hablamos con Hernando —caleño y defensor a ultranza del bosque seco— porque el ‘Humboldt’, como se conoce coloquialmente al instituto, está cumpliendo 25 años de creación, un momento adecuado para que él nos cuente sus objetivos, planes y expectativas. Y es que un cuarto de siglo es bastante, pero también puede ser solo el comienzo.
Luego de tantos años en el Instituto y después de ver el trabajo de muchos de sus directores, ¿cuál es el enfoque que usted está imprimiendo a la entidad?
Apenas oficializaron mi nombramiento e iba saliendo de una entrevista con el presidente Iván Duque y el ministro de Ambiente y Desarrollo, Ricardo Lozano, recibí una llamada de Cristián Samper, uno de los fundadores del Instituto. Me dijo: “llega a la dirección del Humboldt, un hijo del Humboldt”. Fue muy motivante, pero precisamente me reafirmó en el hecho de que la entidad ha sido y sigue siendo una única institución. Nuestra visión se resume en una frase: el conocimiento transformativo. Es decir, excelencia en el conocimiento y que ese conocimiento se conecte con espacios de discusión para la toma de decisiones. No nos vamos a esconder, ni nos hemos escondido, a la hora de dar discusiones complejas en el país, como la delimitación de páramos, la navegabilidad del río Magdalena o el uso del glifosato, por mencionar algunos temas.
Es decir, le sigue apostando al poder y la fuerza de la ciencia…
Sí. La ciencia tiene poder y no debe ser entendida como un tema suntuario. Tal vez el gran aporte de la exdirectora Brigitte Baptiste fue que siempre mostró que la ciencia debe tener un compromiso permanente con la sociedad; una se debe a la otra y deben complementarse.
Tal vez uno de los desafíos de los institutos de investigación es defender el conocimiento frente a decisiones que solo están motivadas por temas políticos o influenciadas por intereses económicos, que muchas veces no tienen en cuenta los conceptos científicos o pasan por encima de ellos. ¿Cómo ha sido lidiar con este obstáculo?
Uno debe estar concentrado en que la estrategia es posicionar al conocimiento como una variable crítica en la toma de decisiones; pero debe saber y entender que ese conocimiento que aportamos no siempre es, o debe ser, la decisión; si uno piensa así, se estrella. La clave está en posicionar el mejor conocimiento, en el mejor lenguaje posible, en los tiempos y con las herramientas adecuadas, dentro del proceso que conlleva tomar esas determinaciones políticas. Esto es más importante que la decisión en sí misma, porque siempre confiamos en que sea cual sea esta, puede tener un control social.
¿Reconoce alguna debilidad en el ‘Humboldt’ o algún desafío serio por enfrentar?
Nos sigue faltando entrar en la ruralidad. Hemos sido efectivos dando discusiones a nivel del Gobierno central, en departamentos, en decisiones empresariales, pero seguimos teniendo un reto y es difundir nuestro conocimiento entre comunidades indígenas o campesinas que buscan mejorar su gobernanza.
¿Cuál cree que podría ser la principal diferencia entre la dirección de Brigitte Baptiste y la suya?
Brigitte era, y es, una generadora de opinión. Yo soy más observador, me gusta estar muy atento a la discusiones sociales y políticas, para tratar de identificar cuál puede ser el conocimiento necesario que podemos aportar para que esas discusiones estén mejor informadas. Quiero que el conocimiento construido con base en los datos que generamos llegue en el lenguaje adecuado, en el momento adecuado y al espacio adecuado.
¿Le interesa que el público general, o el ciudadano común y corriente y alejado del tema ambiental, conozca lo que es y lo que hace el Instituto Humboldt?
No es tan relevante, ese objetivo no está dentro de nuestras cinco prioridades. Pero le cuento algo interesante que ocurrió hace dos años: salió un primer estudio de percepción de entidades de ciencia y tecnología en Colombia, hecho por un observatorio independiente. Y el Instituto Humboldt se ubicó en el segundo lugar entre las entidades con la mejor percepción entre el público; en el primer lugar quedó la Universidad Nacional. Tal vez esto sucede porque hemos tenido una buena movilización de mensajes basados en ciencia, y en un lenguaje cotidiano, a través de las redes sociales. Las personas que trabajan en el sector nos conocen suficientemente y ya copamos ese espacio, pero no hemos logrado entrar al imaginario de las personas que no están involucradas con los temas ambientales, y eso debe ocurrir precisamente para que las comunidades sepan y reconozcan su papel en la naturaleza.
¿Existen para el Instituto Humboldt ecosistemas en los que esté puesto el interés de su dirección y sean prioritarios?
Podría decir que los ecosistemas donde hay un mayor interés son los páramos, necesariamente; los bosques secos, por su condición crítica; los sistemas acuáticos continentales, porque queremos entender su dinámica; los bosques de niebla y la altillanura.
A pesar de su valor estratégico, Colombia parece no llegar a un consenso frente a sus páramos. Aún existen presiones que ponen en juego su protección o el futuro de algunos, porque persiste el interés de desarrollar proyectos a gran escala en sus inmediaciones. ¿Qué piensa frente a este tema?
Los páramos merecen un gran acuerdo nacional. Desde el Instituto estamos cumpliendo nuestra misión al decir qué parte del territorio corresponde a páramos (delimitación). Su conservación debe ser un proceso incluyente para toda la sociedad. Sabemos lo que se puede hacer en los páramos y lo que no, pero tenemos que diseñar estrategias para que la gente que habite alguno pueda seguir allí; la conservación de ecosistemas estratégicos es posible con gente dentro de ellos. La delimitación no resuelve todo, ni el Instituto Humboldt tiene todo el conocimiento; el resto de instituciones también deben aportar para protegerlos.
¿Cómo analiza las consecuencias de la deforestación en Colombia, tal vez uno de nuestros más graves problemas?
A veces es frustrante, pero estamos tratando de identificar cómo podemos generar conocimiento que haga aportes para reducir ese impacto. Se trata de saber cómo con la biodiversidad y su uso adecuado y responsable podemos crear oportunidades de desarrollo para las comunidades (bioeconomía), a las que debemos impulsar para tengan una gobernanza fuerte. Por ejemplo, en una Amazonia (donde se concentra la mayor deforestación) con comunidades organizadas, es difícil que los daños ambientales se consoliden.
¿Hay alguna actividad planeada para conmemorar los 25 años del Instituto?
Vamos a tener un congreso interno en septiembre. Será una reunión (virtual) con todos los exdirectores, es decir, estará Cristián Samper, Fernando Gast, Eugenia Ponce y Brigitte Baptiste, con el fin de discutir ideas y mirar cómo podemos seguir fortaleciendo a la entidad. Como decía antes: el Instituto sigue siendo único y tiene un objetivo claro, más allá de las visiones distintas o direcciones diferentes. Vemos con orgullo un crecimiento institucional que nos ha reafirmado en el hecho de que la generación de conocimiento tiene un valor, y es que ese conocimiento debe estar dirigido a la transformación de decisiones políticas y sociales.