Dueños de predios están protegiendo los alrededores de la quebrada San Fernandera-Caracolí, uno de los pocos lugares en la Costa Atlántica donde aún se ve al reptil. Con cercas impiden que el ganado contamine sus aguas, siembran árboles y evitan la extracción de arena y la cacería. Esta es una de las cuatro tortugas endémicas de Colombia, pero está en peligro crítico de extinción.
No es un misterio que en pleno siglo XXI, la tortuga carranchina está viviendo uno de sus peores momentos. La especie, que solo habita en departamentos de la Costa Atlántica de Colombia (endémica), está en peligro crítico de extinción por la destrucción del bosque seco, su hábitat, que ha sido talado en medio del avance de la ganadería, la agricultura y la construcción de obras de infraestructura.
Según estudios sobre genética del paisaje, en los que han participado expertos de WCS, entre ellos Natalia Gallego, bióloga e investigadora postdoctoral de la Universidad de California (UCLA), y Germán Forero, subdirector científico de la organización, la fragmentación y los daños sufridos por el ecosistema causaron la división y el aislamiento de las poblaciones del reptil en al menos seis grupos, que aún sobreviven en Cesar, Bolívar, Córdoba y Sucre. Por esto, el intercambio genético para la carranchina es ahora poco o nulo, ha tenido que reproducirse entre parientes (endogamia), lo que le abre muchas posibilidades para adquirir genes defectuosos que podrían derivar en enfermedades, cambios físicos o incluso en la muerte de los escasos individuos que aún sobreviven.
La actuación de la ciencia para mitigar todos estos daños que enfrenta la Mesoclemmys dahli, su nombre científico, sigue activa, con investigaciones en campo. Pero ya ha quedado claro que resolver del todo esta emergencia no será posible sin el aporte de las comunidades.
Es por eso que WCS Colombia está consolidando acuerdos con dueños de predios situados en las veredas Caracolí y Guaraguao, en zona rural de Chimichagua (Cesar), para que ellos cuiden cuerpos de agua y permitan la reforestación paulatina de algunos sitios, porque este es uno de los pocos escenarios donde la tortuga, aparentemente, aún logra desarrollarse sanamente.
Esconde la cabeza hacia un lado
Germán Forero comenta que solo hasta hace una década, aproximadamente, se supo que la carranchina habitaba en esta población de Cesar. Antes de ese momento, solo se había reportado en Sucre, Córdoba y Bolívar.
Su hallazgo en Chimichagua, municipio situado a orillas de la ciénaga de Zapatosa, ocurrió por una serie de comentarios de campesinos y otros pobladores que dieron pistas sobre su presencia, al describirla como “una tortuga muy particular que escondía la cabeza hacia un lado” (suborden Pleurodira) y que aparecía muy frecuentemente en la quebrada San Fernandera-Caracolí. Confiados en esta versión, Forero y el biólogo Guido Fabián Medina Rangel, de la Universidad Nacional, se desplazaron hasta la localidad, lograron certificar su presencia en ese cuerpo de agua y así ampliaron su distribución hacia este sector del oriente de la Costa Atlántica. Desde ese instante comenzó el interés por preservarla y cuidar ese escenario natural.
Reforestación con frutales
Ernesto Ome, profesional en Iniciativas Productivas de WCS Colombia, explica que siete dueños de predios se han vinculado con el empeño de mejorar su entorno y el de la carranchina. La mayoría han destinado una parte de sus terrenos para la conservación, todos ubicados en ambas veredas y sobre la quebrada San Fernandera-Caracolí, donde sobresalen zonas boscosas. A cambio, han sido asesorados con la dotación de bebederos para el ganado, aljibes y la adecuación de pozos o de sistemas de repartición de agua. También, con la construcción de cercas de aislamiento o eléctricas, que impiden que el ganado se desplace sin control y contamine acuíferos. Igualmente, se han empeñado en evitar la extracción de arena del fondo del agua y reducir la cacería.
Se les ha involucrado con producción de abono orgánico, la construcción de huertas y el cultivo de árboles para la producción de frutas como naranja, guayaba agria, guanábana, mango tomy y zapote, así como con la formación en temas relacionados con la tortuga, como su importancia para el entorno, sus amenazas y enseñanzas sobre su cuidado.
Entre los beneficiarios aparecen las fincas de Otoniel Leyva (El Olivo), Orlando Palomino (Las Marías), Inés Fragoso (Los Barriales), Cleotilde Palomino (La Belleza), Ronulfo Mena (La Florida), Luis Carlos Cabarcas (Las Peñas) y Edith Mendoza (Los Carruseles).
Con el apoyo de todos ellos, se han logrado cuidar 40 hectáreas de terrenos que están en buen estado, que apoyan la recuperación del reptil y donde se reportaron huellas de dantas y pumas.
Esta labor ambiental y social comenzó en el 2017 y se fue consolidando en el 2019 y durante los primeros meses del 2020, antes de las afectaciones a la salud pública producidas por el Cóvid 19. La idea es reanudar todo el proceso y consolidar sus acciones en lo que resta del año.
Los trabajos en Chimichagua por la especie no son una excepción. Se unen a la creación de la Reserva La Carranchina, un espacio de 120 hectáreas situado en San Benito Abad (Sucre), adquirido por WCS Colombia, en colaboración con Turtle Survival Alliance (TSA) y Rainforest Trust, que poco a poco se está transformando en el primer sitio destinado a su protección y donde se trabaja en la expansión de humedales y bosques secos para conseguir un buen lugar para su defensa. Es claro que esta porción destinada a la protección (ubicada en territorio sucreño) y las veredas de Chimichagua, en Cesar, no son poblados unidos geográficamente. Pero es probable que el trabajo que se realiza en cada uno de ellos comience a irradiar su efecto hacia otras regiones costeñas, en donde la comunidad pueda involucrarse con un uso sostenible de sus recursos y de su fauna silvestre. No es exagerado pensar entonces que, poco a poco, una mejor vida para la carranchina está tomando impulso.