Silvia Restrepo, vicerrectora de Investigación y Creación de la Universidad de los Andes, nos contó su visión con respecto al documento que la Misión Internacional de Sabios emitió para definir una ruta en temas clave como la biotecnología y el medioambiente, un capítulo que ella coordinó y que traza una ruta para los próximos 25 años, con tal de no darle más la espalda a nuestra biodiversidad.
Conocer nuestro patrimonio natural y conservarlo, mientras reconstruimos lo que estamos perdiendo. Así podría resumirse, en muy pocas palabras, una de las tantas propuestas que la Misión Internacional de Sabios emitió para el país en lo que tiene que ver con Bioeconomía, Biotecnología y Medioambiente; una bitácora que explica lo que Colombia debería hacer y aplicar para lograr niveles apropiados de sostenibilidad.
La coordinación de este capítulo, enfocado también a cómo aprovechar adecuadamente los recursos biológicos, estuvo en manos de Silvia Restrepo, doctora en fitopatología de la Universidad Pierre y Marie Curie, Paris VI (Francia) y actual vicerrectora de Investigación y Creación, de la Universidad de los Andes.
Hablamos con ella para que, precisamente, nos contara su opinión y su visión frente a las conclusiones obtenidas durante los 300 días de trabajo que duró la redacción de esta especie de hoja de ruta para los próximos 25 años, en los que compartió, además, con más de 40 académicos nacionales e internacionales (entre ellos el director ejecutivo global de Wildlife Conservation Society, Cristián Samper), un grupo de expertos que además de analizar aquellos temas puramente biológicos, tuvo en cuenta otros igualmente trascendentales como el desarrollo humano, los océanos, el agua, las ciencias básicas y del espacio, la energía sostenible, así como las industrias creativas y culturales.
Silvia, bióloga y experta en biología molecular y celular, cuenta que una de las tantas moralejas que dejó esta labor de aclarar la mejor vía por la que la nación debería transitar, es la necesidad urgente de que comencemos a aplicar un modelo de crecimiento que abandone el uso de energías fósiles y de fuentes no renovables, para pasar a la aplicación de procesos basados en la reutilización y la transformación sostenible de nuestra naturaleza, en los que todo se aproveche y se use.
Pero durante nuestra charla, Silvia, conocedora como pocos en Colombia de aquellas enfermedades que afectan a cultivos clave como la yuca, también explicó otros detalles de lo que el país debe hacer para seguir creciendo, pero sin darle la espalda a sus enormes recursos naturales.
La Misión de Sabios ha planteado la necesidad de que Colombia conozca y utilice adecuadamente su biodiversidad. ¿Cuál podría ser el camino para lograrlo; cuál fue el principal planteamiento?
Yo siempre le echo la culpa a la pobre financiación de la ciencia, que es muy deficiente; y si eso no cambia no podremos lograr ese objetivo. Lo primero que debemos hacer es ir a explorar y a conocer nuestra biodiversidad, pero con tan pocos presupuestos esto no se conseguirá. Hay intentos, como las expediciones ColombiaBio, (un proyecto nacional liderado por el Minambiente, que busca fomentar el conocimiento y el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad a través de la ciencia y la innovación), pero muchas veces la falta de dinero deja estos esfuerzos a medias. Es urgente que se refuercen los presupuestos de nuestros institutos de investigación (Ideam, Sinchi, Invemar, Instituto Humboldt, IIAP), para que puedan asegurar precisamente eso: la investigación. Conocer es el primer paso para usar nuestros recursos sosteniblemente.
Precisamente, hay un vacío, por ejemplo, con la preservación de nuestras áreas nacionales protegidas. Parques Nacionales Naturales, entidad encargada de administrarlas, no puede funcionar como debería porque no tiene los suficientes presupuestos ni para cuidarlas ni para investigar en ellas. ¿Qué se planteó al respecto?
Nos quedamos cortos en eso, no lo plantemos directamente, pero pienso que una solución podría ser vincular a los Parques Nacionales, o a algunos de ellos, con las universidades, para romper precisamente esa brecha que existe por la falta de investigación en esas áreas y de caracterización para la flora y la fauna que allí se resguardan.
¿Se priorizaron ecosistemas estratégicos que el país debería cuidar o prestar más atención?
No lo hicimos, pero planteamos la necesidad de que la deforestación llegue a cero; el Gobierno no debe limitarse a bajar una tasa o a celebrar que las cifras de destrucción de nuestros bosques disminuyan, porque sabemos que este es un problema que se acumula año a año. Y también lanzamos una alerta sobre el cuidado que debemos tener sobre nuestros recursos hídricos.
Una de las conclusiones de la Misión fue la necesidad de implementar un modelo de desarrollo que le dé prioridad a la bioeconomía ¿En qué consiste este planteamiento?
Fue todo un reto poner en el mismo foco a los economistas y a los conservacionistas. Hubo recelos de un lado y de otro, pero llegamos a un consenso para decir que la base de todo nuestro progreso debe estar basado en la conservación de todos los ecosistemas, porque sin ellos no habrá desarrollo y mucho menos un futuro económico. Planteamos que no debemos hacer una bioeconomía necesariamente nacional, sino bioeconomías regionales, en donde cada departamento explote sus biomasas propias con base en investigación. Claro que para esto hay diferencias abismales: una bioeconomía en el centro del país puede arrancar mañana, porque tiene a las universidades listas. Pero una bioeconomía para la Orinoquia es todavía utópica. Insisto en que la falta de presupuesto en investigación afecta a muchas regiones.
¿No cree que también debe haber un compromiso desde las personas del común, o desde los hogares, para consolidar este modelo? Porque mucha gente en el país no sabe ni conoce temas básicos, como reciclar…
Totalmente. Este es el momento de las acciones colectivas. Hemos estado muy ensimismados, cada uno en sus intereses, pero si queremos alcanzar un modelo bioeconómico, debemos comenzar a movilizarnos. Y, motivar un cambio de cultura hacia plantas, animales y el resto del patrimonio natural. Por ejemplo, la gente en las ciudades no valora el agua, no la cuida como debe ser; hay que generar una mayor conciencia en ese y otros muchos aspectos vitales.
Históricamente, los ministerios y otras entidades públicas parecieran actuar aisladamente, y se conocen decisiones desde el Ministerio de Minas, por ejemplo, que afectan lo que debe ejecutar o priorizar el Minambiente. ¿No cree que debe existir transversalidad en las decisiones?
Esto es cierto, pero planteamos algo mucho más grande y es que en Colombia debe existir un Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación. El Ministerio de Ciencia comenzó muy mal, con una Ministra que tuvo muchos problemas para acentuar su legitimidad, pero es desde allí donde debe comenzar a gestarse el desarrollo de ese sistema. La bioeconomía, por ejemplo, no la podríamos hacer sin que exista un desarrollo integral en ciencia y tecnología.
¿Cómo se debería aliviar o reducir la brecha entre política y ciencia? Muchas veces lo que científicamente está probado, no puede ejecutarse porque desde la política no lo creen conveniente, o no lo entienden o lo consideran poco importante…
Tenemos que propender porque haya más ciencia en la política y menos política en la ciencia. Ese debería ser nuestro lema. Se supone que el director de una entidad como la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales tendría que ser llamado con mucha frecuencia desde el Gobierno para pedir su concepto sobre decenas de temas. Creo que los científicos muchas veces se forman sólo para investigar, pero ya sabemos que deberían tener formación política; ir al Congreso, saber cómo se le debe hablar a un congresista; hacen falta clases de política en la ciencia.
¿Cuál debe ser el papel que debe jugar la academia en todo este panorama?
Debe servir de enlace, entre el Gobierno y la empresa privada. Involucrarnos más; los rectores deben tener la fuerza para ir a hablar con ministros para reformar o detener decisiones.
El Gobierno si está teniendo en cuenta el trabajo y los conceptos emitidos por la Misión de Sabios?
Lamentablemente no. Cuando vimos el documento CONPES que salió frente a ciencia y tecnología, este incluía un resumen mediocre de los conceptos emitidos en la Misión de Sabios y no tenía políticas estructurales y de cambio importantes; solamente planteaba la necesidad de un cierre de brecha en la cantidad de doctores; y entonces plantea “que se formen más doctores”. Pero un momento: ¿estructuralmente, qué debemos hacer para lograr ese propósito? Eso nunca lo incluyeron y eso lo habíamos dejado escrito en la Misión de Sabios. Nuestro documento final y general incluye muchos temas que fueron ignorados.
Hubo un asunto recurrente en todo el trabajo de la Misión de Sabios y fue el reto al que se enfrenta el país para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que plantean erradicar el hambre, la pobreza, garantizar una vida saludable, educación, la igualdad de géneros y el acceso a energías renovables, entre otros. Esto permeó o estuvo omnipresente en todos los grupos de trabajo. ¿Qué pudieron concluir frente a este tema?
Que el principal objetivo al que debemos apuntarle es al de darle toda la importancia posible a la educación, sobre todo a la educación equitativa y enfocada al progreso. Fortalecer la formación de maestros, de normalistas, y de aquellos educadores que se encargan de atender la enseñanza de los niños entre los cero y los cinco años, una etapa clave en el crecimiento intelectual del ser humano. Conclusión: este país debe primero educarse, para así poder comenzar a cumplir el resto de los ODS.
¿Cómo se imagina este país en unos años o como se lo sueña?
Un país con regiones desarrolladas con base en la bioeconomía, en donde se genere empleo y bienestar; pero que este modelo esté lejos de las grandes ciudades. Quisiera verlo en la Orinoquia o en el Chocó, con un ecoturismo o un turismo científico sostenible y donde puedan exportar sus principales productos y manufacturas; universidades regionales tan fuertes como las de las grandes ciudades. Y un Gobierno que piense en un Sistema de Ciencia y Tecnología y lance la creación de centros autónomos de investigación que acompañen a los departamentos más apartados.