El aporte que hacen estas duplas, conformadas por un patrullero y su perro, es definitivo para evitar el comercio ilegal de especies, un trabajo que combina inteligencia, astucia y mucho olfato. En un solo golpe a las mafias, una de estos binomios logró detectar 1883 tortugas que iban a ser traficadas desde el aeropuerto de Leticia (Amazonas).
Corría el mes de marzo de 2020 en el aeropuerto Alfredo Vásquez Cobo, en Leticia (Amazonas). Era un día más de labores para el binomio canino de detección de fauna silvestre, dedicado a inspeccionar cientos de maletas, cajas y carga para evitar que animales nativos sean sacados ilegalmente de la selva, con el fin de ser vendidos en Bogotá o llevados al exterior.
Aparecieron entonces unas cajas para el transporte de pequeños pollos. ‘Fruco’, un labrador dorado; y su guía, Diego Angulo, patrullero de la Policía, sabían, por aquel instinto hecho a pulso durante tantas jornadas, que allí había algo raro.
‘Fruco’ se quedó inmóvil y comprobó las sospechas, cuenta Angulo, quien recuerda como su compañero, inmóvil, no paraba de olfatear, lo que representa la señal obvia y que siempre le indica que es el momento de entrar en acción y tomar la iniciativa.
Cuando abrieron las cajas hallaron una gran cantidad de bolsas, cuyo contenido se agitaba extrañamente. El uniformado solicitó apoyo para sacar eso que no paraba de moverse y que en un primer momento parecían serpientes, pero que terminaron siendo 1883 tortugas mata mata (Chelus fimbriata), listas para ser comercializadas ilegalmente.
Gracias al impresionante hallazgo de este binomio canino, fue posible salvar a la mayoría de los reptiles, que milagrosamente seguían vivos.
Infortunadamente, este accionar que saca monos, aves, reptiles o anfibios de sus hábitats para tratar de venderlos en los mercados negros del país y de Europa, no es excepcional y se ha vuelto cada vez más común, al punto de que es un crimen transnacional que mueve al año entre 10 mil y 20 mil millones de dólares, según cálculos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y que afecta a uno de cada cinco vertebrados sobre la Tierra, de acuerdo con la revista National Geographic.
La labor de estos binomios, que son como un palo en la rueda para este grave delito que tiene como epicentro a países megadiversos como Colombia y que se ubica como la segunda causa de pérdida de flora y fauna en el planeta, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), va mucho más allá de un ejercicio sistemático y repetitivo de revisión de paquetes y equipajes. Aquí se suma, además, la puesta a punto de lo que se llamaría como un sexto sentido que se activa en conjunto y que se afianza con la relación de amistad entre el patrullero y el perro.
Una señal como un ladrido, echarse u otro movimiento son suficientes para que el policía sepa que su compañero de cuatro patas ha identificado animales silvestres o partes de ellos. No es una habilidad que surge espontáneamente o de la noche a la mañana. Se necesitan al menos cuatro meses de adiestramiento y práctica entre el guía y su canino para crear una dupla eficaz.
Las autoridades ambientales capacitan a la Policía en identificación de especies, transporte y comercialización ilegal de especies silvestres. Por el lado de los perros, el entrenamiento empieza como un juego donde se crea un sistema de premios por cada elemento encontrado. No todas las razas sirven para esta labor. Las más hábiles son el labrador retriever y el pastor alemán.
Hay escasez de binomios
Pero, además, los cuadrúpedos pasan una buena parte del tiempo afinando su olfato en lo que se llama un banco de olores. Una serie de muestras de piel, pelaje, caparazones y otros elementos de diversas especies, con las que el perro comienza a diferenciar aquellos olores a los que se puede enfrentar en su trabajo diario.
“Este banco enmarcado en la detección de fauna silvestre fue el primero en toda Latinoamérica y es imprescindible en el reentrenamiento constante de los caninos. Es, además, un complemento clave en esta estrategia de localización del tráfico”, explica Juan Manuel Escobar, biólogo y líder del equipo de Protección, Prevención e Investigaciones en Fauna Silvestre, de la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá.
Y una vez listos, lo demás viene por añadidura y se basa en la constancia, la paciencia y la persistencia. ‘Fruco’ es muy astuto y sabe cómo hacerse entender”, dice Angulo, quien relata cómo a su compañero le basta con poner una pata insistentemente sobre una maleta o un paquete, para alertar sobre la presencia de algún animal vivo o muerto.
Sin embargo, el patrullero advierte sobre la necesidad de que existan más binomios. Porque el que integran él y ‘Fruco’, por ejemplo, es el único que realiza patrullajes en el aeropuerto Alfredo Vásquez Cobo y en el puerto fluvial de Leticia. “Con más binomios podríamos detectar más, en esto cada minuto cuenta”.
En esto coincide Andrés Balcázar, biólogo y especialista en tráfico del Programa Combate al Tráfico de Vida Silvestre, de WCS, un proyecto financiado por la Unión Europea y por el gobierno de Estados Unidos, que viene fortaleciendo a las autoridades del país en detección y control. “Tener un perro que detecte animales transportados de manera ilegal complementa las habilidades del patrullero”, explica Balcázar.
Por ejemplo, para un lugar como Bogotá, un número mínimo sería poder tener cuatro patrulleros y ocho caninos especializados para esta labor, explican los patrulleros. Y es que Colombia es pionera en esta iniciativa, por eso reforzarla significaría, muy seguramente, obtener logros mucho más palpables en el combate de esta problemática.
En la capital se encuentra otro binomio, se trata del que integran el patrullero Miguel Salamanca, quien cubre el aeropuerto El Dorado y la terminal de transporte intermunicipal de El Salitre. Últimamente, Salamanca ha trabajado con ‘Mack’, al que considera un compañero que hace rato dejó de ser solo un animal de servicio. “Es como un amigo, con una agudeza increíble”, explica Salamanca.
Y a pesar de estar bien acompañado, él no olvida a ‘Poly’, un labrador retriever que lo apoyó en esta labor por cuatro años y que falleció hace poco. “Era impresionante, básicamente nunca fallaba, recuerdo que era un perro muy listo y cariñoso”. Junto a él como compañero, relata Salamanca, encontraron en la terminal de transporte de El Salitre desde loros en bolsos y cajas plásticas, pasando por hicoteas desmembradas.
El año pasado, ‘Mack’ y su guía canino realizaron en el aeropuerto El Dorado uno de sus más importantes hallazgos: más de 1300 tortugas mata mata (Chelus fimbriata). Pero el reto sigue y cada vez es más exigente, por el comercio de partes y subproductos, incluso de insectos.
Con esto coincide Juan Manuel Escobar, quien recuerda la operación ‘Ancestros’, desarrollada en 2019 desde la Secretaría Distrital de Ambiente, en el centro comercial Caravana, del centro de Bogotá.
Allí se detectó la venta masiva de plumas, cuernos, pieles, cascabeles de serpiente, colas de armadillo, entre otros elementos. Durante el desarrollo de la operación ‘Ancestros’, fueron decomisados 1431 subproductos, un resultado en el que los perros fueron clave, porque ni siquiera esas pequeñas partes, supuestamente invisibles, suelen pasar desapercibidas para narices tan bien amaestradas.