Primates, aves, reptiles y otros individuos de la fauna silvestre y exótica, víctimas del tráfico ilegal y de otros eventos como accidentes, rescates o migración, tienen en la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), en la sede de Bogotá de la Universidad Nacional, una de sus últimas oportunidades para sobrevivir. Allí reciben más de 100 ejemplares cada mes, muchos de ellos con pocas posibilidades de regresar a sus hábitats.
Basta pasar unas pocas horas en la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), para escuchar decenas de historias. Y no son de esos relatos que dejan moralejas. Por el contrario, se oyen narraciones insólitas, que confirman el daño que produce el tráfico ilegal en la vida silvestre.
Algunas de ellas las cuenta Miguel Nova. “Hace unos meses recibimos un primate, un cariblanco (Cebus sp), que era mantenido como mascota, infestado de pulgas. Y no tenía colmillos, se los habían arrancado con alicates, una práctica usual en las zonas rurales cuando alguien quiere transformar a esta clase de animales en mascotas”.
Este mono continúa en proceso de rehabilitación en URRAS y, como explica Nova, no volverá a su hábitat, ya que haber sido una mascota le impide retornar a integrarse con otros de su especie.
Él también resalta el caso de un águila tirana (Spizaetus tyrannus), que se calcula pudo estar cerca de seis años en cautiverio. Llegó en marzo del año pasado herida por un disparo. “Este es un caso difícil y con un final que no quisiéramos para ninguna especie, por ahora continua en rehabilitación, pero por sus lesiones no será posible devolverla a su hábitat”, explica. Él recuerda que esta ave fue una las cinco que llegaron, tan solo en una semana, todas heridas por arma de fuego.
Nova, veterinario de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), y quien trabaja en URRAS, dice que él y sus compañeros hacen todo lo posible por intentar que cada individuo maltratado que reciben pueda regresar a su hábitat. Es una batalla contra la adversidad en la que se hace absolutamente lo posible para salvar cada vida. “Lo intentamos todo; la Universidad tiene lo necesario, aunque también aceptamos la realidad cuando sabemos que algún animal no va a salir adelante”.
19 mil animales en 25 años
URRAS, que forma parte de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional, nació con un objetivo noble en los primeros años de la década de los 90, que consistía en ayudar a las aves silvestres que quedaban desprotegidas, incluyendo nidos y polluelos, debido a la construcción de obras civiles y de infraestructura en la ciudad que implicaban la tala de algunos árboles. Este fue su primer servicio, el cual continúa siendo uno de sus soportes económicos, sostenido por las firmas constructoras y consorcios que remiten estos animales a la Unidad.
Pero con el tiempo, y ante el crecimiento del tráfico ilegal, comenzaron a recibir otras especies. La labor se expandió y se amplió incluso a la formación de los estudiantes de veterinaria en esta tarea de la rehabilitación, una vocación que implica dedicación y perseverancia.
URRAS no trabaja aisladamente. Funciona con la autorización de la Secretaria Distrital de Ambiente, para apoyar a esta entidad en la recepción y rehabilitación de la fauna silvestre. Así mismo, actualmente trabaja a través de un convenio interadministrativo con la CAR (Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca) para el cuidado, valoración y rehabilitación de animales que requieran atención veterinaria de alta complejidad. Esta última es otra de sus fuentes de financiación.
Médicos disfrazados
En URRAS un día de trabajo puede empezar desde las seis de la mañana o incluso más temprano. Y se extiende hasta por doce horas continuas, en las que las especies silvestres se cuidan, se alimentan y con suerte, luego de extensos procesos que pueden durar meses o años, se liberan. También se realizan cirugías de emergencia para cualquier animal que lo requiera y estimulación a los neonatos, todo con el fin de prepararlos para su retorno a la libertad.
Y no han faltado las jornadas en las que sus zootecnistas, biólogos y médicos veterinarios han tenido que disfrazarse para que los animales no generen un apego con los humanos. “Aquí nos convertimos en sus padres cuando es necesario; y para nosotros es una carga emocional muy fuerte cuando, después de tanto esfuerzo, las heridas del cautiverio o de la captura les impiden volver a su hábitat natural, incluso sobrevivir”, cuenta Luisa Correa, otra de las médicas veterinaria de la unidad de rescate.
Desde que fue creada, URRAS ha recibido unos 19.000 animales. A diario, acoge entre 4 y 5 ejemplares, principalmente mamíferos, reptiles y aves; son más de 100 en un mes. Sin embargo, durante las temporadas de migración pueden llegar hasta 50 individuos en solo 24 horas.
Actualmente, la Unidad está albergando aproximadamente a 130 animales silvestres, todos en procesos de recuperación, lo que implica costos muy altos, principalmente dependiendo del estado de cada uno. En el caso de animales que requieren cirugías y exámenes especializados, a lo que se suma una alimentación adecuada, la recuperación de un solo espécimen puede costar entre 3 y 10 millones de pesos. Estos costos se cubren con lo que pagan las constructoras y la CAR, sumado a lo que la UNAL le destina desde su presupuesto.
“La labor de los diferentes centros de rehabilitación de la vida silvestre es vital, no solo por su aporte al cuidado y recuperación de la biodiversidad, sino por ser un termómetro que mide de cierto modo la intensidad de la problemática del comercio ilegal de especies”, explica Luz Dary Acevedo, líder del Programa de Combate al Tráfico Ilegal de Especies Silvestres de WCS, un programa financiado por la Unión Europea y el Gobierno de Estados Unidos que trabaja por disminuir el impacto de este flagelo.
URRAS no para, porque la compra y venta irregular de fauna y flora tampoco se detiene, como lo comenta Carlos Moreno, su coordinador, y quien insiste en que este es un delito contra la vida silvestre que se sigue nutriendo de la falta de conciencia de las personas que quieren o que buscan tener animales exóticos como mascotas y de aquellos que los trafican. Por eso, informó que para seguir aportando en la rehabilitación y protección de las especies, especialmente aquellas víctimas de tráfico ilegal, la Universidad Nacional de Colombia y la Facultad de Medicina Veterinaria están iniciando un proyecto técnico y de ingeniería que incluye el diseño de una nueva clínica de animales silvestres, que tendrá un componente más afinado en recuperación y liberación.
“Y estamos avanzando en ese esfuerzo porque lamentablemente no vemos que haya una tendencia a la disminución del tráfico, esto a pesar de los programas de educación que adelantan las autoridades ambientales. Sabemos que nos enfrentamos a un reto cada día más difícil”.