El 60% de las coberturas boscosas en el planeta, sobrevivientes a la deforestación, han sido impactadas o transformadas alta o medianamente por el hombre. La investigación, liderada por WCS y que acaba de ser publicada en Nature, reclama un freno a esas modificaciones en el entorno forestal, si queremos evitar nuevas pandemias o mitigar el cambio climático.
Cuando se habla de bosques, muchas veces la preocupación siempre se concentra en la influencia que tiene sobre ellos la deforestación. Y es normal que se mida con cierta frecuencia lo que se destruye, pero casi nunca lo que está en pie.
Una investigación que acaba de ser publicada en la prestigiosa revista Nature Communications cambia esta mirada, porque se enfocó en analizar lo que sus autores han definido como el Índice de Integridad Ecológica o del Paisaje Forestal (FLII, por sus siglas en inglés), que se refiere y muestra el estado de los bosques que aún sobreviven en el mundo.
El estudio fue ejecutado por casi medio centenar de expertos internacionales pertenecientes a organizaciones como The Nature Conservancy, la Universidad de Arizona, Raisforest Foundation, el Fondo Mundial para a Naturaleza (WWF) y la Universidad de Queensland. Todas fueron lideradas por WCS y su director de Planificación para la Conservación, Hedley Grantham. Participaron Cristián Samper, director ejecutivo de la organización, y Padú Franco, director para los Andes, Orinoquia y Amazonía de WCS.
Todos ellos, basados en este Índice, pudieron establecer que del 100 por ciento de las coberturas forestales del planeta, el 40% tienen un buen estado de integridad ecológica. Las restantes (60%) están impactadas seriamente (presentan mediana o baja integridad). De ese 40 por ciento, solo el 27% está resguardado legalmente o cubierto por designaciones encaminadas a su protección, que podrían garantizar un futuro sin daños.
El Amazonas y el Chocó biogeográfico
Los bosques con alto Índice de Integridad Ecológica o con impactos reducidos, según esta investigación, están sobre todo en Canadá, Rusia, África Central (Congo y Gabón, Sudán, Angola y Mozambique) y Nueva Guinea, Sumatra, Borneo y Myanmar. En Suramérica hay resultados positivos en el bioma amazónico, que cubre a Guyana, Guayana Francesa, Suriname, Colombia, Brasil, Bolivia, Perú, Venezuela y Ecuador. También hay florestas conservadas en el sur de Chile, así como en algunos sectores de Centroamérica.
“El bioma amazónico contiene, sin lugar a dudas, parte los bosques más íntegros del planeta. Su preservación es imperativa si queremos que el mundo salga bien librado de las grandes crisis que hoy enfrenta: la climática, la de biodiversidad y la de salud. Los gobiernos y la sociedad civil de la región deben hacer todo lo que esté a su alcance por mantenerlos íntegros”, explica Padú Franco.
Padú agrega que la misma responsabilidad que se debe tener con la selva del Amazonas, también debería abarcar, para el caso de Colombia, al Chocó Biogeográfico y otros remanentes importantes de bosque en buen estado situados en los Andes y el Caribe (más detalles en este enlace)
Esto significa que aún están exentos de alteraciones causadas por la construcción de infraestructuras, la tala selectiva, algunos manejos forestales inadecuados, el avance de la agricultura o presencia de especies invasoras o no autóctonas, y mantienen la conectividad a escalas ecológicamente relevantes. Igualmente, conservan altos niveles de biodiversidad, brindan servicios ecosistémicos de alta calidad y son más resistentes al cambio climático.
Los investigadores advierten que en la medida en que existan más de estos escenarios naturales, la humanidad tendrá mejores herramientas para secuestrar y almacenar carbono, frenar los impactos del cambio climático, sostener una diversidad biológica, darle agua potable a una mayor cantidad de personas, garantizar los derechos de las comunidades indígenas, negras y campesinas, y prevenir futuras pandemias.
Metas realistas y plazos determinados
Por eso, uno de los objetivos del estudio es llamar la atención de los tomadores de decisiones para que se identifiquen aquellos lugares que deben ser protegidos, teniendo en cuenta que pueden enfrentar mayores riesgos de ser impactados.
“Evitar la pérdida de integridad o de degradación es una mejor estrategia que tratar de restaurarlos después de que sufren daños, porque la restauración es más costosa, tiene un riesgo de fracaso y es poco probable que conduzca a la plena recuperación de los beneficios”, dice textualmente el documento.
En general, además de la tala, aparecen los incendios y el tráfico de especies como causas que han reducido el Índice de Integridad de las coberturas boscosas, aunque los expertos reconocen que es probable que el nivel de los impactos en los bosques restantes de la Tierra sean aún más graves de lo que sugieren los hallazgos. Así mismo, explican, la sobreexplotación de animales y plantas de alto valor socioeconómico puede ser muy variada en las distintas naciones y regiones, debido a complejos factores sociales, culturales, económicos y de gobernanza, por ejemplo, que son difíciles de modelar espacialmente.
Estas conclusiones surgen en momentos en que la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica ha reclamado acciones concretas que pongan fin a la devastación ecológica, reviertan la degradación ambiental, la extinción masiva de especies y la destrucción de los ecosistemas que sostienen la vida. Es urgente, entonces, que se defina cómo se van a planificar e implementar medidas para evitar la pérdida de biodiversidad y poner al mundo en el camino hacia el desarrollo sostenible.
“Por lo tanto, los gobiernos tienen que adoptar políticas y estrategias para retener y restaurar la integridad ecológica de algunos de sus principales ecosistemas, asegurando al mismo tiempo que las soluciones sean también económicamente viables, socialmente equitativas y políticamente aceptables en contextos locales complejos y muy diversos”, concluye la publicación.
“Necesitamos urgentemente objetivos medibles, alcanzables, realistas y con plazos determinados, para mantener y restablecer la integridad forestal, con metas que se incorporen directamente a los objetivos de más alto nivel en materia de diversidad biológica, clima, degradación de la tierra y desarrollo sostenible”, agrega el informe.