UN PUEBLO REACCIONA Y SE EMPEÑA EN CONSERVAR LA RANA COCOI
En Santa Cecilia, corregimiento de Risaralda, las comunidades están de acuerdo en que deben frenar el tráfico ilegal y la destrucción del hábitat de la Oophaga histriónica, una rana multicolor que solo vive en este departamento (endémica).
“El único patrimonio que la comunidad puede dejarles a sus hijos, o a aquellos más jóvenes, es que aprendan a valorar y a cuidar los recursos naturales que rodean su caserío”.
La frase la pronuncian con frecuencia en Santa Cecilia, un corregimiento del municipio de Pueblo Rico, en Risaralda. Por eso, sus líderes se entusiasman ante cualquier iniciativa dirigida a la protección de toda la fauna y la flora de este poblado biodiverso, fundado un 22 de noviembre de 1924 en honor a la santa del mismo nombre (patrona de los músicos), y que conecta como un puente a los risaraldenses con el Chocó biogeográfico.
Fue habitado, a finales del siglo XIX, por familias palenqueras, precisamente, porque fueron atraídas por la abundancia de animales y plantas. Pero con el tiempo, también llegaron mestizos e indígenas embera, que hoy conforman los resguardos Gitó Dokabú y Unificado Chamí del Río San Juan. Todos han tenido que acostumbrarse a compartir un espacio en el que se combinan tensiones a veces violentas y otras que han degradado intensamente el medio ambiente local.
En Peligro Crítico de Extinción
Muchas personas no se guardan palabras, ni disimulan el pesar, cuando advierten que una de las víctimas de esos daños al paisaje es la rana cocoi (integrante de las denominadas ranas arlequín), que reúne en su cuerpo combinaciones inusuales de colores, como rayas amarillas o rojas o naranjas en medio de un fondo negro o marrón.
Este anfibio conocido científicamente como Oophaga histriónica, cuyos registros se concentran para los municipios de Puerto Rico y Mistrató (Risaralda), ya casi no se ve en la región. Según la Unión Internacional para la Naturaleza (UICN) está considerado ‘En Peligro Crítico de Extinción’. Lo que más lo ha afectado es la destrucción de su hábitat. Muchos de los bosques donde vivía desaparecieron y hoy son potreros donde se cultiva o han sido fumigados o utilizados para la ganadería.
En Santa Cecilia era usual ver a la cocoi, generalmente alrededor de las quebradas. Entre los indígenas siempre se hablaba de ella por su poder venenoso. Pero las autoridades tampoco desconocen la influencia trascendental que ha tenido el tráfico ilegal en la disminución radical de sus poblaciones, ya que muchas personas han llegado a la zona a capturar cientos de individuos de la especie para entregarlos a intermediarios a cambio de dinero. Ellos a su vez los comercializan entre traficantes colombianos o del exterior para ofrecerlos luego a coleccionistas o acuaristas en Estados Unidos o Europa.
La rana ha sido tan perseguida que fue incluida entre los 10 anfibios colombianos más vendidos ilegalmente, al lado de otros anuros como las Oophaga Lehmanni y Oophaga sylvatica.
La unión hace la fuerza
El tráfico ha sido habitual desde hace años en este sector de Risaralda. Por ejemplo, dicen algunos que la gente se reía cuando veían a desconocidos llevando en sus maletas bromelias (sus hojas son usadas a veces por las ranas para poner allí sus huevos y reproducirse) o incluso animales vivos, porque no entendían para qué una persona viajaba durante horas desde Pereira o Medellín o Cali hasta su caserío, a cargar plantas o anfibios que, según las mismas comunidades, no valían nada o no tenían importancia. Hay personas que reconocen haber vendido loros o cualquier mamífero que encontraran, aprovechando que no había muchos controles.
Pero, poco a poco, por acción del tiempo y al ver cómo la naturaleza ya no es la misma de hace décadas, los pobladores han ido reaccionando y son cada vez más conscientes de que cualquier intento por cazar o extraer animales silvestres representa un delito. Algunos de ellos crearon la Asociación de Amigos de la Fauna (Asoafa), integrada por personas de la región, que intenta liderar un cambio de mentalidad eficaz y permanente entre sus vecinos, para que comiencen a ver su tierra como una oportunidad y puedan tener mayores oportunidades para salir adelante a través de emprendimientos como el ecoturismo.
Por eso, han recibido con entusiasmo el apoyo de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER), del Proyecto para el Combate del Tráfico Ilegal de Fauna (liderado por WCS Colombia con el apoyo financiero de USFWS e INL, agencias gubernamentales de Estados Unidos, así como de la Unión Europea) y la Corporación Universitaria Santa Rosa de Cabal (Unisarc), para desarrollar en equipo con la gente actividades pedagógicas dirigidas a la conservación de la Oophaga histriónica.
Hasta el momento se han realizado talleres y jornadas de capacitación para informar sobre sus características y relevancia, que sirven para resaltar, de paso, la trascendencia que tienen otros grupos taxonómicos, como los reptiles o las aves.
Dany Osorio López, subdirector de Gestión Ambiental Territorial de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER), explicó, a través de un reciente comunicado, que “Santa Cecilia es una zona ecosistémica relevante para esta especie y por eso la comunidad juega un papel fundamental en su conservación”. Las jornadas de educación ambiental que ha liderado la entidad se están enfocando especialmente a los menores de edad.
“Los niños no utilizan adecuadamente su tiempo libre, pero poco a poco están aprendiendo sobre los animales, en especial sobre la ranita que tenemos acá en el corregimiento, pero que no valoramos”, opinó Miller Ladys Murillo, maestro de primaria.
El Proyecto para el Combate del Tráfico Ilegal de Fauna, de WCS, ha insistido en que para administrar un recurso natural se requiere a una comunidad con la intención firme de reconocer que precisamente ese recurso juega un papel extraordinario y por eso con la misma comunidad se construirá el plan de acción que permitirá la conservación de la especie.
Uno de los objetivos, entonces, es construir un solo lenguaje para que la preservación de esta rana multicolor, y de otras especies trascendentales y que también sufren amenazas, sea una realidad.
--
LA COMUNIDAD DE SANTA CECILIA, EN RISARALDA SE VINCULA A LA CONSERVACIÓN DE LA OOPHAGA HISTRIONICA Y OTROS ANFIBIOS
La Corporación Autónoma Regional de Risaralda CARDER y la Sociedad para la Conservación de la vida silvestre (WCS por sus siglas en inglés) han venido adelantando acciones para la protección de la rana arlequín (Oophaga histrionica) en la zona del corregimiento de Santa Cecilia en el municipio de Pueblo Rico (Risaralda).
Entre el 26 y el 29 de Julio CARDER, WCS y varias organizaciones locales se reunieron para avanzar en la construcción de un plan de acción para la conservación de la rana arlequín (Oophaga histrionica) una especie única y críticamente amenazada según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La población de esta rana está siendo reducida debido a diferentes presiones entre las cuales las principales son la pérdida de hábitat y el tráfico ilegal de fauna.
Se contó con la participación de organizaciones e instituciones de base comunitaria que representan los intereses locales como el consejo Comunitario de Santa Cecilia, la Asociación de Gestores de proyectos ambientales, la Asociación de Amigos de la Fauna y la Flora, del Colectivo de Jóvenes Creadores de Futuro, la Defensa Civil, miembros adscritos a la subestación de Policía del corregimiento y docentes de la Institución Educativa Agroambiental Pio XII.
También se destacan las actividades de educación ambiental para la sensibilización, el conocimiento y la apropiación de la biodiversidad local, que se llevaron a cabo con niños de primaria de la Institución Educativa Agroambiental Pio XII sede El Silencio.
Estas actividades son el inicio de un plan de trabajo articulado y participativo que esperamos genere acciones desde las organizaciones locales y contribuya a la protección de la Oophaga histriónica y de otras ranas venenosas de la región que actualmente se encuentran amenazadas.
--
TALLER DE FORTALECIMIENTO DE CAPACIDADES EN INTELIGENCIA PARA COMBATIR EL COMERCIO ILEGAL DE VIDA SILVESTRE
La adecuada recopilación de información de diversas fuentes y una planificación cuidadosa de los operativos, son mecanismos claves para las acciones de inteligencia en el tráfico de vida silvestre.
El encuentro virtual realizado el 12 y 13 de junio, dirigido a profesionales de la policía, fiscalía, aduanas, órganos de investigación y autoridades encargadas de la aplicación de la ley contra el tráfico de fauna silvestre de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala y Perú, generó espacios de intercambio de experiencias y lecciones aprendidas regionales, en Centro América, Andes-Amazonas, Asia y Estados Unidos en el desarrollo de habilidades, recopilación de información y acciones guiadas por inteligencia para combatir el comercio ilegal de vida silvestre.
El taller es una de las actividades promovidas por Wildlife Conservation Society - WCS en el marco del Proyecto “Abordando el tráfico ilegal de jaguares en América Latina”, financiado por U.S. Fish and Wildlife Service y el Proyecto “Fortalecimiento de la Capacidad y el Compromiso para Combatir el Tráfico de la Vida Silvestre en América Latina”, financiado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos a través de la Oficina Internacional de Asuntos Antinarcóticos y Cumplimiento de la Ley (“INL”).
Padu Franco, Director Regional para Andes, Amazonía y Orinoquía de WCS presentó un breve resumen de los alcances de ambos proyectos y los objetivos del taller dirigido a promover una reflexión sobre el uso de la inteligencia para la detección, prevención y persecución de delitos relacionados con el tráfico de vida silvestre.
Bajo la moderación de Kurt Duchez, Oficial contra el Tráfico de Vida Silvestre de Mesoamérica WCS, los panelistas invitados fueron Adrián Reuter, asesor senior contra el Tráfico Ilegal de Vida Silvestre de Latinoamérica; Charlotte Davies, analista regional de Tráfico de Vida Silvestre en Reino Unido; Dwi Adihasto de Asia y Christian Plowman de África, por parte de WCS. Ed Newcomer, agente senior especializado; Erin Dean, agente residente y Bryan Landry, agente residente a cargo de la Unidad de Operaciones Internacionales de U. S. Fish and Wildlife Services (USFWS). Oscar Moratto de Beyond Risk; Alejandro Ruda de la Policía Nacional de Colombia y Francisco Navarrete de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México (Profepa), quienes transfirieron habilidades para desarrollar investigaciones guiadas por inteligencia en fuentes abiertas de información, a la vez que presentaron diversos estudios de caso exitosos en la región, para de esta manera aunar esfuerzos para combatir el tráfico de fauna silvestre.
Inteligencia para combatir el tráfico de vida silvestre
Entre los temas discutidos/abordados discutidos, uno de los más importantes fue el trabajo coordinado que debe existir de manera interinstitucional, para garantizar que las herramientas de análisis de los delitos contra la vida silvestre, sean aprovechadas y faciliten el intercambio de información entre los responsables de formular políticas, los funcionarios encargados de la aplicación efectiva de la ley e investigadores que trabajan bajo los mismos objetivos, con apoyo de la sociedad civil. “Es esencial la colaboración transregional entre la sociedad civil y las autoridades y puede ser beneficioso para desmantelar las grandes redes de tráfico entre Latinoamérica y Asia. Es factible hacerlo de forma eficiente teniendo las herramientas básicas” sostuvo Adrián Reuter.
La inteligencia incluye labores de investigación, recopilación y análisis de datos, que son importantes para contar con información referente a los delincuentes: sus patrones de redes criminales, las rutas de contrabando, los mercados y el perfil de los consumidores. Por ejemplo, en Asia, la inteligencia, a través de redes abiertas, ha permitido al gobierno de Vietnam identificar fallas en la cadena de distribución de los traficantes. En Colombia, una operación, a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, facilitó un análisis de la estructura criminal dedicada a la extracción, tenencia, transporte y comercialización de fauna silvestre nativa y exótica en ese país, sostuvo el teniente Alejandro Ruda de la Policía Nacional.
Por su parte, Christian Plowman de WCS África, mediante estudios de caso compartió resultados exitosos de investigaciones de fuente abierta que permitieron tener un mejor panorama de sospechas ya existentes acerca de que el comercio ilegal de vida silvestre suele camuflarse con el comercio legal de madera, el negocio de piedras preciosas y el tráfico de armas. Contribuyendo con el mismo tema, Oscar Moratto afirmó que “Es esencial tener en cuenta la vasta información de fuentes abiertas, sobre todo de inteligencia de redes sociales, al ser un canal importante para dar con redes criminales”.
Así también, el intercambio de información y la comunicación fluida entre instituciones, es crucial para alcanzar el éxito en la ejecución de medidas que apuntan a reducir los delitos contra la vida silvestre. Así lo demostró la experiencia compartida por los agentes especiales Ed Newcomer y Erin Dean, de USFWS, sobre una operación que ayudó a dar con una red de tráfico ilegal de vida silvestre a través de las redes sociales, siendo exitosa principalmente debido a la buena coordinación y comunicación logística entre equipos de agencias de Estados Unidos e internacionales, los fiscales, policía y la sociedad civil como las ONG.
Algunos datos sobre los resultados compartidos
A través de estudios de caso, los expositores ofrecieron algunos datos importantes que muestran la repercusión de estas acciones. Por ejemplo, la investigación “Wild Web” en Los Ángeles permitió la apertura de más de 150 casos de delitos efectuados internacionalmente a través de redes sociales, logrando una convicción del 100 % de los detenidos.
Una investigación realizada por WCS sobre tráfico ilícito de jaguar, realizada entre 2010 y 2020 en redes sociales, logró la obtención de 248 publicaciones que permitieron poner en evidencia y dar con información importante sobre la venta de colmillos de jaguar a nivel internacional.
La operación Crocodylia en Colombia dio lugar a la incautación de más de 25 especímenes entre aves, reptiles y mamíferos, que fueron puestos a disposición de la autoridad ambiental del lugar donde pertenecía cada especie. En Indonesia, la última operación realizada por las autoridades entre 2015 y 2020 permitió llevar a cabo 197 operaciones, capturando a más de 250 traficantes.
Recomendaciones de los expertos para la ciudadanía
Ante la posibilidad de encontrarse con publicaciones de tráfico ilegal en redes sociales, los expertos aconsejan a la población en general: “hacer una captura de pantalla de la publicación y tratar de anotar el número de teléfono con toda la información posible de los comerciantes”. En caso de que sea en Facebook, es importante copiar el URL o nombre de la cuenta, registrar la fecha y ciudad de la publicación y toda la data que sea posible. Posteriormente, se deberá remitir esta información a las autoridades competentes.
Para cerrar el evento, se destacó el hecho de que seguramente el taller contribuirá a promover un esfuerzo global y comprometido para detener el tráfico de vida silvestre. “Seguimos juntos en la lucha contra el tráfico de vida silvestre” puntualizó Frank Soliz, agente residente de USFWS para América del Sur, basado en Perú.
*WCS es una organización internacional no gubernamental, que trabaja para conservar la vida silvestre y los paisajes naturales en más de 65 países en África, Asia y las Américas. En los últimos años ha ejecutado varios proyectos contra el tráfico de vida silvestre en coordinación y con el apoyo de diferentes gobiernos y organizaciones internacionales.
--
EL TRÁFICO DE FAUNA TAMBIÉN INTRODUCE EN COLOMBIA ESPECIES DESDE EL EXTERIOR
Hurones, gekcos, ajolotes e incluso erizos provenientes de todo el mundo llegan al país y se comercializan a través de redes sociales o Internet, en un comercio soterrado e ilegal. Además de constituirse en una forma de maltrato animal, puede transformar a estas especies exóticas en invasoras, que ponen en riesgo nuestra salud y la biodiversidad del territorio.
Siempre se habla del tráfico de animales desde el país hacia el exterior. Por lo menos es la denuncia más frecuente: como el comercio de ranas venenosas multicolores, pequeños monos, aves extraordinarias como el gallito de roca o de reptiles como las tortugas mata-mata, todos sacados a la fuerza de sus hábitats para ofrecerlos sin permiso a coleccionistas de Europa, Asia o Norteamérica.
Pero poco se comenta sobre otro drama, y es el que enfrentan muchos animales silvestres y exóticos extraídos de otros países para ser introducidos en Colombia, con el propósito de venderlos, reproducirlos y transformarlos en mascotas.
Es un tráfico soterrado, cuyo origen no ha sido identificado plenamente, que generalmente se mueve por páginas de Internet, o a través de imágenes que se distribuyen por redes sociales y en las que se hacen recomendaciones muy básicas y poco profesionales para el cuidado de varias especies como erizos o ranas africanas, hurones (Mustela putorius furo), ajolotes (Ambystoma mexicanum), camaleones, pitones (serpientes de la familia Pythonidae) o geckos (Hemidactylus frenatus). Estos últimos son lagartos pequeños que están llegando desde África a Centroamérica.
Los hurones son similares a las comadrejas y a las nutrias, aunque de un tamaño mucho menor. Y los ajolotes son anfibios, típicos mexicanos, también conocidos como axolótl, los cuales sobresalen por una particularidad y es que son capaces de regenerar por sí mismos, y en pocas semanas, las extremidades que les han sido amputadas, con todos sus huesos y nervios, así como otros órganos y tejidos. Han sido muy estudiados en laboratorios de Europa y Norteamérica, precisamente por esta última condición tan especial que podría dar pistas para sanar lesiones cerebrales, cardíacas o de la médula espinal en humanos. Se reproducen muy fácilmente, pero a pesar de esto fueron declarados en peligro de extinción en vida silvestre.
Comercio ilegal penalizado con cárcel
En Facebook hay grupos con más de dos mil miembros cada uno, que promocionan la venta de hurones con la etiqueta #Huronízate. Algo similar pasa con los ajolotes, cuyos grupos ofrecen ejemplares de 5 centímetros “a precio especial” y con la frase: “hazte amigo de un dragón”.
El Proyecto de Combate al Tráfico Ilegal de Especies Silvestres, de WCS Colombia, financiado por la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos, trabaja con las autoridades nacionales, así como con las corporaciones autónomas regionales de todo el país, pero principalmente aquellas que trabajan en el Eje Cafetero, el Valle del Cauca, Cundinamarca, Tolima y Antioquia, quienes han llamado la atención sobre este comercio que se ha intensificado en los últimos meses y que ha involucrado a personas muy jóvenes, atraídas tal vez por los colores de los animales y sus formas extrañas o poco usuales en nuestro medio. Así mismo, estarían aprovechando que muchas de estas especies se reproducen con facilidad y por eso suelen instalar criaderos improvisados e insalubres, incluso en sus casas, para copar una demanda que mueve millones de pesos anuales.
Como el caso que identificó la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER), cuyos funcionarios hallaron a una persona no mayor de 25 años que mantenía una cantidad inusual de geckos y camaleones en un espacio no mayor a los 10 metros cuadrados de una vivienda del barrio Santa Rita, en Dosquebradas (Risaralda). El caso era tan extremo que la persona guardaba en los cajones de su propio armario cientos de insectos, como cucarachas y grillos, que usaba para alimentar a los animales que permanecían en el suelo y en plantas caseras, y con los que convivía como si fueran ejemplares domésticos.
Una situación similar fue detectada por la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Área de Manejo Especial La Macarena (Cormacarena) y la Policía Ambiental en el barrio La Reliquia de Villavicencio (Meta), cuyos funcionarios hallaron el año pasado a un joven que tenía a un ajolote dentro de un acuario para peces en pésimas condiciones de salubridad. Por su parte, personal de Corpoboyacá también capturó recientemente a una médica veterinaria que ofrecía un erizo africano en el centro de Duitama (Boyacá).
“La venta de estos animales no está reglamentada y mucha gente no tiene conocimiento sobre sus cuidados”, explica Natalia Carrillo, bióloga responsable de asuntos relacionados con fauna, de la CARDER.
“Tampoco tenemos registros de zoocriaderos legalmente constituidos o reportes de permisos expedidos por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) que avale alguna entrada legal al país o su reproducción”, agrega Carrillo, quien informó que muchas veces los animales llegan a sus destinos dentro de cajas que envían por correo tradicional o escondidos en encomiendas que se transportan en buses intermunicipales.
Según esto, es un delincuente tanto quien vende como quien compra y mantiene a los animales en cautiverio, según la Ley 1453 de 2011.
Se pueden volver invasoras
Adicionalmente a la tenencia de animales exóticos, que también constituye un delito de maltrato animal, se suma a todo lo anterior el riesgo que representan estas especies foráneas para nuestra biodiversidad.
Porque cuando las personas se cansan de tenerlas en sus casas, o los traficantes se ven descubiertos o no saben qué hacer con ejemplares que se les salen de control (entre otras muchas razones), son liberadas en el medio natural, se adaptan y pueden invadir, como ha sucedido con el caracol africano, el pez basa, que se ve en el río Magdalena y que provino de Asia; la rana toro, los hipopótamos que recorren el Magdalena Medio e incluso las palomas que vemos en plazas y campanarios. Y no hay que olvidar al pez león, este último típico del océano Índico, pero que ha invadido los arrecifes de coral del mar Caribe, luego de que varias parejas llegaron al mar cuando el huracán Andrew (1992) rompió algunos acuarios donde los exhibían en sectores de La Florida (Estados Unidos).
Algunas de las especies invasoras, además, transmiten enfermedades que dañan la fauna nativa. Por ejemplo, la rana toro (Lithobates catesbeianus), originaria de Estados Unidos e introducida al país en la década del 80, es vector de la Chytridiomycosis, enfermedad responsable de la disminución de poblaciones de anfibios en el planeta, o las aparentemente inofensivas palomas que transmiten un hongo potencialmente peligroso para las personas.
Ya hay muchos geckos caseros sueltos en la Orinoquía, la región Caribe y Pacífica en Colombia. Pero como este, hay otras 506 especies catalogadas como invasoras según el Sistema de Información sobre Biodiversidad (SIB), sin que se conozcan claramente las consecuencias que para el territorio han tenido en costos sociales, sanitarios, económicos y ambientales. Esto sin olvidar que todos los animales foráneos o invasores representan uno de los tres motores de pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos más intensos en el país y el mundo, después de la deforestación y la sobreexplotación de los recursos naturales, según lo explica la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible expidió el ‘Plan Nacional de Acción para la Prevención, Manejo y Control de las Especies Introducidas Transplantadas e Invasoras’, pero nada se logra con la existencia de una normatividad si la ciudadanía sigue tolerando y apoyando el comercio ilegal de especies, o comprando ejemplares a integrantes de redes ilícitas.
Y como lo dice una fuente de Corantioquia que quiso mantener su nombre en reserva, “mientras no haya controles fronterizos, estas especies exóticas seguirán llegando principalmente por vía terrestre a Colombia. Se trabaja con embajadas y con relacionamiento diplomático para frenarlo, así como con una capacitación intensa de la Policía. Pero los verdaderos resultados aún están por concretarse”.
--
FORTALECER ALIANZAS GLOBALES PARA COMBATIR LOS CRÍMENES CONTRA LA VIDA SILVESTRE EN LATINOAMÉRICA Y ASIA
Durante los European Development Days #EDD21 panelistas de estas regiones compartieron sus desafíos, éxitos y nuevas oportunidades para combatir más eficazmente los delitos contra la vida silvestre mediante una mayor cooperación entre diversos sectores.
El tráfico de vida silvestre amenaza a las poblaciones de muchas especies silvestres en todo el mundo, poniendo en riesgo a un gran número de estas debido a la caza furtiva para satisfacer la demanda internacional de especímenes vivos, así como sus partes y productos. Por ello, se necesita de una red para derrotar a otra red. La lucha frente a los delitos contra la vida silvestre requiere de una coordinación y cooperación sin precedentes entre los actores de la sociedad civil, los organismos encargados de la aplicación de la ley y el sector privado.
Estas premisas fueron resaltadas durante la sesión de debate “Fortaleciendo alianzas globales para combatir los crímenes contra la vida silvestre”, realizada el 16 de junio durante los European Development Days #EDD21 (Días de Desarrollo Europeo). Esta sesión fue co-organizada por la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, acción regional liderada por WCS y WWF, y Partners Against Wildlife Crime, coordinada por WCS con aliados de la región de Asia, siendo ambas iniciativas financiadas por la Unión Europea. Panelistas de WCS, la Universidad Sun Yat-Sen de China y el Centro de Medios de Comunicación e Iniciativas de Desarrollo (MDI) de Vietnam expusieron sobre los desafíos y estudios de casos de las acciones frente al tráfico de vida silvestre en Latinoamérica, principalmente Amazonía, y en Asia.
El Dr. Michel Masozera, Director de Políticas y Alianzas Institucionales para África de WCS, resaltó la necesidad de una mayor coordinación y cooperación de los distintos sectores para combatir el tráfico de especies silvestres. Destacó la urgencia de hacer frente a la corrupción y a la falta de una buena gobernanza, señalando que en ningún lugar la corrupción es más generalizada, transcontinental y sistemática que en el sector de los recursos naturales en África, lo cual conlleva a la pérdida de ingresos directos, puestos de trabajo, paz y seguridad.
En cuanto a la Amazonía, Yovana Murillo, directora de la acción regional Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, destacó que en los países andinos-amazónicos se busca hacer frente al tráfico de fauna silvestre y madera a través del compromiso de la sociedad civil y la cooperación con y entre las autoridades de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y las zonas de tri-frontera con Brasil. Algunos de los principales desafíos identificados a la fecha incluyen la insuficiente atención de los delitos contra la vida silvestre como un crimen transnacional, la falta de datos disponibles y accesibles, pocos mecanismos para el intercambio de información entre autoridades y países, así como el bajo número de enjuiciamientos de miembros de redes criminales de tráfico de vida silvestre, y la poca inversión en acciones que resulten en un cambio de comportamiento de los consumidores.
Mientras que, en el contexto de Asia, el profesor Tien Ming Lee de la Universidad Sun Yat-sen en China, aliado de la acción Partners Against Wildlife Crime, presentó los avances que realiza esta entidad académica en cuanto a la ciencia del comportamiento a través del diseño, prueba y evaluación de campañas orientadas a la reducción de la demanda ilegal de vida silvestre, siendo la primera vez que se desarrollan intervenciones considerando múltiples taxones y tipos de productos entre subpoblaciones en China. Luego de la implementación de estas campañas, se seleccionarán las más eficaces para posteriormente escalarlas a públicos más amplios. Sobre la base de este trabajo innovador, se planea desarrollar un conjunto de soluciones y enfoques útiles en la identificación de intervenciones factibles y eficaces para reducir la demanda de productos ilegales de la vida silvestre en este país.
Asimismo, Thuy Tran Le, directora del Centro de Medios de Comunicación e Iniciativas de Desarrollo – MDI), destacó varios casos de investigación sobre el tráfico de especies silvestres realizados por medios de comunicación en Vietnam. Sin embargo, señaló que existe una ausencia de investigaciones sistemáticas y transfronterizas, reflexionando sobre la necesidad e importancia de que los medios locales emprendan cada vez más trabajos periodísticos que permitan sacar a la luz el tráfico de especies silvestres, considerando también la realización de investigaciones transfronterizas para ofrecer un panorama más amplio de la problemática.
Finalmente, la sesión de debate “Fortaleciendo alianzas globales para combatir los crímenes contra la vida silvestre” contó con la participación de Liu Huan, Director de Seguridad Comunitaria y Operaciones de Riesgo de la red social Douyin, conocida globalmente como Tik Tok, quien destacó cómo las plataformas digitales vienen haciendo frente al comercio ilegal de especies silvestres en línea.
Mira la sesión de debate en: cutt.ly/wnCo8IV
--
EXTRAYENDO ANIMALES DE SUS HÁBITATS, TRÁFICO ILEGAL DAÑA SALUD DE ECOSISTEMAS ESENCIALES
Por el tráfico de fauna, mamíferos sacados de las selvas del país no puedan ejercer su rol como dispersores de semillas para que la flora se renueve. Este delito impide que algunas aves, anfibios y reptiles cumplan su papel como controladores de plagas causantes de enfermedades; en general, este es un amenaza que fractura gravemente la cadena alimenticia que transfiere nutrientes esenciales a través de las distintas especies.
Todos los animales tienen una función en los ecosistemas. Por eso, cualquier cambio en sus hábitos, o la ausencia definitiva de muchos de ellos, puede comprometer el futuro de la biodiversidad que los rodea. La naturaleza se sostiene en medio de un ajustado equilibrio en el que reina la interdependencia entre todos los seres vivos.
Es por eso que cada vez que cientos de mamíferos, de aves o reptiles son capturados y sacados de las selvas por delincuentes, quienes buscan venderlos ilegalmente para ser transformados en mascotas o comercializarlos entre coleccionistas del exterior, se causa un cambio sustancial en esos paisajes. Es una alteración que para los humanos puede resultar imperceptible, pero que en ese mundo natural lleno de interconexiones, en el que siempre el más grande se come al chico como parte de una afinada cadena trófica, hay unas innegables consecuencias muchas veces irreparables.
Cada especie cumple un rol, y este se altera cuando el número de individuos disminuye por culpa de la intensa sobreexplotación que sufren estas poblaciones.
El Programa para el Combate del Tráfico Ilegal de Fauna, que lidera WCS Colombia con el apoyo financiero de la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos, ha permitido recolectar información para identificar cuáles son, hasta el momento, las 10 especies más traficadas del país dentro de los cuatro grupos taxonómicos más importantes (aves, reptiles, anfibios y mamíferos) y cómo se afecta la función que ejercen en la naturaleza cuando sus poblaciones se reducen. Un ejercicio que busca, en lo posible, darles más herramientas a las autoridades para identificar y controlar ese intercambio ilegítimo de animales típicos y representativos.
Transmisión de zoonosis
Y precisamente, según esas indagaciones, entre los mamíferos más afectados por todo ese comercio ilegal aparecen la zarigüeya común (Didelphis marsupialis), la ardilla de cola roja (Sciurus granatensis), el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) y el kinkajú o martucha (Potos flavus). A los que se suman dos osos perezosos: el bayo (Bradypus variegatus) y el de tres dedos (Choloepus hoffmanni). Completan el grupo los monos ardilla (Saimiri sciureus), el tití cabeciblanco (Saguinus oedipus), el capuchino (Cebus albifrons) y el aullador (Alouatta seniculus).
Los primeros cuatro, como mamíferos pequeños, son esenciales al ser la biomasa o el alimento de numerosos carnívoros o felinos grandes (como el jaguar), cuya existencia es determinante como especies sombrilla y bioindicadores, porque con su sola presencia en un determinado sitio ya están anunciando su buen estado de conservación. A su vez, cuando por ejemplo un tigrillo o varios de ellos los devoran, controlan sus poblaciones e impiden que al ser mayoría arrasen sin control con plantas esenciales que sirven para acumular agua y, de paso, mantener el cauce de los ríos.
Uno de los tantos mamíferos trascendentales es el tití cabeciblanco, un ser especial porque sólo vive en Colombia (endémico). Y tal vez precisamente por su valor y carisma, el tráfico se ha intensificado sobre sus poblaciones y ha causado la extracción de muchos de sus ejemplares para transformarlos a la fuerza en animales domésticos. Y no solo sufren ellos, sus hábitats también son afectados porque, al reducirse la cantidad de primates, disminuye la estructura vegetal de los bosques secos y húmedos tropicales en los que ellos dispersan al menos 27 especies vegetales.
“Además, su captura y comercio motiva la transmisión de zoonosis. Porque la cercanía que se produce entre los primates y el ser humano incrementa la probabilidad de adquirir enfermedades conocidas o nuevos agentes, de la misma forma como el hombre puede transmitir agentes infecciosos a los individuos y causar la desaparición de una población entera o, incluso, de toda la especie a nivel local”, explica Luz Dary Acevedo, coordinadora para Colombia del Programa para el Combate del Tráfico Ilegal de Fauna.
Sin reptiles no hay humedales sanos
Los reptiles y sus hábitats también son víctimas de la compra y venta de animales silvestres. Entre los diez más traficados aparecen mayoritariamente las tortugas, como las morrocoy (Chelonoidis carbonarius), mata-mata (Chelus fimbriata), terecay (Podocnemis unifilis), hicoteas (Trachemys callirostris), la pintada (Trachemys scripta) y la palmera (Rhinoclemmys melanosterna).
En general, todas ellas pueden ser herbívoras, omnívoras o incluso carnívoras, y por eso desempeñan importantes funciones en las cadenas alimentarias. Pero su papel más relevante es, precisamente, ser la comida de otros animales.
No deja de ser importante que al tener una dieta basada en plantas, las tortugas también dispersen semillas. Esa es, por lo menos, una función clave de otra de las especies de este grupo que completa la lista de las más afectadas por el tráfico: la Chelonoides carcarbonaruis o morrocoy, capturada principalmente para ser utilizada como amuleto, esto porque las personas creen que al tenerlas cerca pueden atraer la buena suerte y la prosperidad, y deciden entonces mantener algunos ejemplares confinados en los patios de sus viviendas. Con la cacería de individuos de Chelonoidis carbonarius, la especie se ve muy comprometida porque solo tiene una postura al año de 1 a 6 huevos y estos tardan hasta cinco meses en eclosionar.
Una especie de babilla (Caiman crocodilus) y una subespecie (Caimán cocodrilus fuscus), atrapadas para vender sus pieles irregularmente, cumplen otras acciones clave porque participan en el ciclo de nutrientes dentro de los humedales donde viven, al liberar materia orgánica a través de sus heces con la que permiten el desarrollo de nuevas plantas y de algas que son claves en la dieta de otras especies. Y en los manglares, con sus recorridos y movimientos rastreros, abren canales que mantienen intacto el flujo de agua.
La iguana (Iguana iguana) y la boa constrictora (Boa constrictor), la primera muy golpeada por el consumo de sus huevos, y la segunda vendida principalmente a coleccionistas, una vez por fuera de sus hogares naturales dejan de controlar la proliferación de plagas y principalmente de roedores.
Una función que también cumplen, de alguna manera, gran parte de los anfibios, como las ranas venenosas Oophaga histriónica, Oophaga lehmanni y Oophaga sylvatica, así como las llamadas cecilias, una de ellas conocida como Caecilia nigricans, al igual que el sapo gigante o de caña, el ajolote (Ambystoma mexicanum), la rana de uñas (Xenopus laevis), las ranas arborícolas (Smilisca sp.) una salamandra identificada como Hynobius sp y la rana Boana pugnax, que lideran la lista de los más traficados para este grupo taxonómico, algunos de ellos sin tener distribución en Colombia.
Algunas de las ranas venenosas, también llamadas ‘dardo’, hacen parte de los animales más perseguidos por los traficantes, debido a la deslumbrante combinación de colores que adornan sus cuerpos y que las hacen especialmente atractivas para ser incorporadas en acuarios y exhibiciones en Estados Unidos y países de Europa. Esa venta intensa, sumada a la destrucción de sus hábitats naturales por la influencia ganadera y agrícola, las mantiene actualmente al borde de la extinción.
Entre las aves, el periquito bronceado (Brotogeris jugularis), los loros real amazónico (Amazona ochrocephala), la lora amazónica (Amazona amazónica) y el cabeciazul (Pionus menstruus), así como el gorrión azafrán (Sicalis flaveola), el currucutú (Megascops choliba), el perico carasucia (Eupsittula pertinax), el sinsonte tropical (Mimus gilvus), el gavilán pollero (Rupornis magnirostris) y la guacamaya azul-amarilla (Ara ararauna) son las que más sufren persecuciones y ventas en plazas de mercado.
Ellas cumplen una importante función en el ecosistema. Algunas se alimentan de semillas y luego las dispersan; eso hace que se reproduzcan plantas, precisamente porque ese paso por su tracto digestivo las prepara para germinar.
Las aves también son polinizadoras, al igual que los murciélagos o las abejas. Las hay insectívoras y otras que mezclan las dos opciones, es decir, comen semillas, pero también insectos, sobre todo en épocas reproductivas, cuando necesitan proteínas animales para el proceso de alimentación de los pichones.
Existen algunas aves carnívoras que capturan animales vivos, como pequeños ratones. Y están las carroñeras, que se dedican a comer animales muertos y por eso sanan o limpian el ambiente de cadáveres que son foco de bacterias o de virus que pueden generar enfermedades en otros animales y en humanos.
Para muchos, esa función trascendental para la vida de todos, que además es definitiva para el resguardo de los bosques que nos dan aire puro y mantienen intacto el ciclo del agua con las que nos abastecemos, vale poco o nada. Muchos prefieren llevarse entonces una o varias loras para sus fincas, atarlas o encerrarlas para admirar sus plumajes o divertirse tratando de que imiten la voz humana, esto como parte de una lúgubre diversión que produce en la mayoría de los casos el deterioro paulatino del animal.
Es en ese momento cuando el tráfico se afianza y muestra su cara como uno de los peores atentados ambientales de nuestro tiempo.
--
URRAS NO PARA DE REHABILITAR ANIMALES TRAFICADOS
Primates, aves, reptiles y otros individuos de la fauna silvestre y exótica, víctimas del tráfico ilegal y de otros eventos como accidentes, rescates o migración, tienen en la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), en la sede de Bogotá de la Universidad Nacional, una de sus últimas oportunidades para sobrevivir. Allí reciben más de 100 ejemplares cada mes, muchos de ellos con pocas posibilidades de regresar a sus hábitats.
Basta pasar unas pocas horas en la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), para escuchar decenas de historias. Y no son de esos relatos que dejan moralejas. Por el contrario, se oyen narraciones insólitas, que confirman el daño que produce el tráfico ilegal en la vida silvestre.
Algunas de ellas las cuenta Miguel Nova. “Hace unos meses recibimos un primate, un cariblanco (Cebus sp), que era mantenido como mascota, infestado de pulgas. Y no tenía colmillos, se los habían arrancado con alicates, una práctica usual en las zonas rurales cuando alguien quiere transformar a esta clase de animales en mascotas”.
Este mono continúa en proceso de rehabilitación en URRAS y, como explica Nova, no volverá a su hábitat, ya que haber sido una mascota le impide retornar a integrarse con otros de su especie.
Él también resalta el caso de un águila tirana (Spizaetus tyrannus), que se calcula pudo estar cerca de seis años en cautiverio. Llegó en marzo del año pasado herida por un disparo. “Este es un caso difícil y con un final que no quisiéramos para ninguna especie, por ahora continua en rehabilitación, pero por sus lesiones no será posible devolverla a su hábitat”, explica. Él recuerda que esta ave fue una las cinco que llegaron, tan solo en una semana, todas heridas por arma de fuego.
Nova, veterinario de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), y quien trabaja en URRAS, dice que él y sus compañeros hacen todo lo posible por intentar que cada individuo maltratado que reciben pueda regresar a su hábitat. Es una batalla contra la adversidad en la que se hace absolutamente lo posible para salvar cada vida. “Lo intentamos todo; la Universidad tiene lo necesario, aunque también aceptamos la realidad cuando sabemos que algún animal no va a salir adelante”.
19.000 animales en 25 años
URRAS, que forma parte de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional, nació con un objetivo noble en los primeros años de la década de los 90, que consistía en ayudar a las aves silvestres que quedaban desprotegidas, incluyendo nidos y polluelos, debido a la construcción de obras civiles y de infraestructura en la ciudad que implicaban la tala de algunos árboles. Este fue su primer servicio, el cual continúa siendo uno de sus soportes económicos, sostenido por las firmas constructoras y consorcios que remiten estos animales a la Unidad.
Pero con el tiempo, y ante el crecimiento del tráfico ilegal, comenzaron a recibir otras especies. La labor se expandió y se amplió incluso a la formación de los estudiantes de veterinaria en esta tarea de la rehabilitación, una vocación que implica dedicación y perseverancia.
URRAS no trabaja aisladamente. Funciona con la autorización de la Secretaria Distrital de Ambiente, para apoyar a esta entidad en la recepción y rehabilitación de la fauna silvestre. Así mismo, actualmente trabaja a través de un convenio interadministrativo con la CAR (Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca) para el cuidado, valoración y rehabilitación de animales que requieran atención veterinaria de alta complejidad. Esta última es otra de sus fuentes de financiación.
Médicos disfrazados
En URRAS un día de trabajo puede empezar desde las seis de la mañana o incluso más temprano. Y se extiende hasta por doce horas continuas, en las que las especies silvestres se cuidan, se alimentan y con suerte, luego de extensos procesos que pueden durar meses o años, se liberan. También se realizan cirugías de emergencia para cualquier animal que lo requiera y estimulación a los neonatos, todo con el fin de prepararlos para su retorno a la libertad.
Y no han faltado las jornadas en las que sus zootecnistas, biólogos y médicos veterinarios han tenido que disfrazarse para que los animales no generen un apego con los humanos. “Aquí nos convertimos en sus padres cuando es necesario; y para nosotros es una carga emocional muy fuerte cuando, después de tanto esfuerzo, las heridas del cautiverio o de la captura les impiden volver a su hábitat natural, incluso sobrevivir”, cuenta Luisa Correa, otra de las médicas veterinaria de la unidad de rescate.
Desde que fue creada, URRAS ha recibido unos 19.000 animales. A diario, acoge entre 4 y 5 ejemplares, principalmente mamíferos, reptiles y aves; son más de 100 en un mes. Sin embargo, durante las temporadas de migración pueden llegar hasta 50 individuos en solo 24 horas.
Actualmente, la Unidad está albergando aproximadamente a 130 animales silvestres, todos en procesos de recuperación, lo que implica costos muy altos, principalmente dependiendo del estado de cada uno. En el caso de animales que requieren cirugías y exámenes especializados, a lo que se suma una alimentación adecuada, la recuperación de un solo espécimen puede costar entre 3 y 10 millones de pesos. Estos costos se cubren con lo que pagan las constructoras y la CAR, sumado a lo que la UNAL le destina desde su presupuesto.
“La labor de los diferentes centros de rehabilitación de la vida silvestre es vital, no solo por su aporte al cuidado y recuperación de la biodiversidad, sino por ser un termómetro que mide de cierto modo la intensidad de la problemática del comercio ilegal de especies”, explica Luz Dary Acevedo, líder del Programa de Combate al Tráfico Ilegal de Especies Silvestres de WCS, un programa financiado por la Unión Europea y el Gobierno de Estados Unidos que trabaja por disminuir el impacto de este flagelo.
URRAS no para, porque la compra y venta irregular de fauna y flora tampoco se detiene, como lo comenta Carlos Moreno, su coordinador, y quien insiste en que este es un delito contra la vida silvestre que se sigue nutriendo de la falta de conciencia de las personas que quieren o que buscan tener animales exóticos como mascotas y de aquellos que los trafican. Por eso, informó que para seguir aportando en la rehabilitación y protección de las especies, especialmente aquellas víctimas de tráfico ilegal, la Universidad Nacional de Colombia y la Facultad de Medicina Veterinaria están iniciando un proyecto técnico y de ingeniería que incluye el diseño de una nueva clínica de animales silvestres, que tendrá un componente más afinado en recuperación y liberación.
“Y estamos avanzando en ese esfuerzo porque lamentablemente no vemos que haya una tendencia a la disminución del tráfico, esto a pesar de los programas de educación que adelantan las autoridades ambientales. Sabemos que nos enfrentamos a un reto cada día más difícil”.
--
“JAGUARYÚ”, UNA CAMPAÑA DE WCS PARA SENSIBILIZAR SOBRE LA IMPORTANCIA DEL FELINO MÁS GRANDE DE AMÉRICA
Desde hace apenas dos años se celebra el día del Jaguar con el propósito de sensibilizar a las personas sobre la importancia de esta especie en la región y la responsabilidad que tenemos todos los sectores y países en los que habita este felino para unir esfuerzos frente al tráfico de fauna silvestre y para preservar su hábitat, ya que, en los últimos 100 años, su rango de distribución histórico se ha reducido en un 50%.
Este año, Wildlife Conservation Society (WCS), de la mano de la Agencia 121 Perú, lanzó la campaña: “Jagurayú?”, que, con un juego de palabras y fonética en inglés, pregunta: ¿cómo estás?, dando espacio a una serie de datos sobre la especie, sus principales amenazas e información sobre los esfuerzos que se están haciendo para protegerla.
El jaguar es el tercer felino más grande del mundo, después de los tigres y leones, y el más grande de América, alcanzando un peso entre 43 y 115 kg; se estima que el 90% de su población se encuentra en la Amazonía y el otro 10% se encuentra en el resto de su rango de distribución , desde el borde de Estados Unidos y México, hasta el norte de Argentina.
El jaguar se encuentra en la categoría de “casi amenazada” según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), sin embargo, en países como El Salvador y Uruguay el declive en su población la llevó a ser declarada una especie extinta. De continuar esta tendencia, su desaparición tendría un fuerte impacto en los ecosistemas donde usualmente habita, pues al ser un predador tope, controla las poblaciones de otras especies silvestres, contribuyendo a mantener las dinámicas propias de ambientes saludables. Al asegurar su protección, estamos también garantizando la conservación de los ecosistemas y la disponibilidad de los servicios ambientales de los que dependemos los seres humanos.
La campaña “Jagurayú?” de WCS busca informar y sensibilizar sobre la importancia biológica y cultural de esta especie, así como las consecuencias de la creciente amenaza del tráfico de partes de jaguar, cuyos colmillos, garras, piel, entre otros, son ofrecidos como objetos decorativos o para supuesto uso medicinal en mercados ilegales, locales e internacionales (principalmente asiáticos). En Bolivia, por ejemplo, se han decomisado desde 2014 unos 786 colmillos de jaguar, lo que representa la muerte de al menos 197 ejemplares de esta especie. Sin embargo, esta no es la única especie que está bajo el acecho de grupos organizados de tráfico de vida silvestre. En América Latina, el comercio ilegal de vida silvestre se considera la principal amenaza para la supervivencia de grandes felinos, loros, primates y otras especies en peligro de extinción.
Cabe resaltar que desde 1975 el jaguar está incluido en el Apéndice I de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), el cual prohíbe el comercio internacional de este animal en todas sus formas. Asimismo, en la mayor parte de los países en los que habita la especie, los gobiernos vienen impulsando e implementando medidas para su conservación. En 2019, durante la I Conferencia de Alto Nivel contra el Comercio Ilegal de Vida Silvestre de las Américas, 20 países firmaron la Declaración de Lima, un compromiso de colaboración entre países para hacer frente a este delito, el cual reconoce al jaguar como un símbolo de la lucha contra el comercio ilegal de la vida silvestre.
En los países andino-amazónicos, WCS viene impulsando iniciativas contra el tráfico de fauna silvestre junto con aliados del sector público y de la sociedad civil. Una de estas iniciativas es la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, financiada por la Unión Europea, a través de la cual WCS implementa acciones estratégicas en relación al tráfico de fauna silvestre en Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador y la zona de frontera con Brasil, para mejorar el entendimiento sobre la problemática y sus dinámicas mediante la generación de información, el fortalecimiento de capacidades, y la promoción del involucramiento de la sociedad civil en las acciones realizadas por las agencias gubernamentales para apoyar el control y aplicación de la ley a favor del patrimonio natural en la región.
___
Wildlife Conservation Society (WCS) es una organización internacional no gubernamental con sede en el zoológico del Bronx, en la ciudad de Nueva York, que trabaja para conservar la vida silvestre y paisajes naturales, contribuyendo a cumplir con los retos mundiales de conservación en más de 65 países.
Fuente: Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
--
BINOMIOS CANINOS, HÉROES QUE FRENAN EL TRÁFICO ILEGAL
El aporte que hacen estas duplas, conformadas por un patrullero y su perro, es definitivo para evitar el comercio ilegal de especies, un trabajo que combina inteligencia, astucia y mucho olfato. En un solo golpe a las mafias, una de estos binomios logró detectar 1883 tortugas que iban a ser traficadas desde el aeropuerto de Leticia (Amazonas).
Corría el mes de marzo de 2020 en el aeropuerto Alfredo Vásquez Cobo, en Leticia (Amazonas). Era un día más de labores para el binomio canino de detección de fauna silvestre, dedicado a inspeccionar cientos de maletas, cajas y carga para evitar que animales nativos sean sacados ilegalmente de la selva, con el fin de ser vendidos en Bogotá o llevados al exterior.
Aparecieron entonces unas cajas para el transporte de pequeños pollos. ‘Fruco’, un labrador dorado; y su guía, Diego Angulo, patrullero de la Policía, sabían, por aquel instinto hecho a pulso durante tantas jornadas, que allí había algo raro.
‘Fruco’ se quedó inmóvil y comprobó las sospechas, cuenta Angulo, quien recuerda como su compañero, inmóvil, no paraba de olfatear, lo que representa la señal obvia y que siempre le indica que es el momento de entrar en acción y tomar la iniciativa.
Cuando abrieron las cajas hallaron una gran cantidad de bolsas, cuyo contenido se agitaba extrañamente. El uniformado solicitó apoyo para sacar eso que no paraba de moverse y que en un primer momento parecían serpientes, pero que terminaron siendo 1883 tortugas mata mata (Chelus fimbriata), listas para ser comercializadas ilegalmente.
Gracias al impresionante hallazgo de este binomio canino, fue posible salvar a la mayoría de los reptiles, que milagrosamente seguían vivos.
Infortunadamente, este accionar que saca monos, aves, reptiles o anfibios de sus hábitats para tratar de venderlos en los mercados negros del país y de Europa, no es excepcional y se ha vuelto cada vez más común, al punto de que es un crimen transnacional que mueve al año entre 10 mil y 20 mil millones de dólares, según cálculos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y que afecta a uno de cada cinco vertebrados sobre la Tierra, de acuerdo con la revista National Geographic.
La labor de estos binomios, que son como un palo en la rueda para este grave delito que tiene como epicentro a países megadiversos como Colombia y que se ubica como la segunda causa de pérdida de flora y fauna en el planeta, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), va mucho más allá de un ejercicio sistemático y repetitivo de revisión de paquetes y equipajes. Aquí se suma, además, la puesta a punto de lo que se llamaría como un sexto sentido que se activa en conjunto y que se afianza con la relación de amistad entre el patrullero y el perro.
Una señal como un ladrido, echarse u otro movimiento son suficientes para que el policía sepa que su compañero de cuatro patas ha identificado animales silvestres o partes de ellos. No es una habilidad que surge espontáneamente o de la noche a la mañana. Se necesitan al menos cuatro meses de adiestramiento y práctica entre el guía y su canino para crear una dupla eficaz.
Las autoridades ambientales capacitan a la Policía en identificación de especies, transporte y comercialización ilegal de especies silvestres. Por el lado de los perros, el entrenamiento empieza como un juego donde se crea un sistema de premios por cada elemento encontrado. No todas las razas sirven para esta labor. Las más hábiles son el labrador retriever y el pastor alemán.
Hay escasez de binomios
Pero, además, los cuadrúpedos pasan una buena parte del tiempo afinando su olfato en lo que se llama un banco de olores. Una serie de muestras de piel, pelaje, caparazones y otros elementos de diversas especies, con las que el perro comienza a diferenciar aquellos olores a los que se puede enfrentar en su trabajo diario.
“Este banco enmarcado en la detección de fauna silvestre fue el primero en toda Latinoamérica y es imprescindible en el reentrenamiento constante de los caninos. Es, además, un complemento clave en esta estrategia de localización del tráfico”, explica Juan Manuel Escobar, biólogo y líder del equipo de Protección, Prevención e Investigaciones en Fauna Silvestre, de la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá.
Y una vez listos, lo demás viene por añadidura y se basa en la constancia, la paciencia y la persistencia. ‘Fruco’ es muy astuto y sabe cómo hacerse entender”, dice Angulo, quien relata cómo a su compañero le basta con poner una pata insistentemente sobre una maleta o un paquete, para alertar sobre la presencia de algún animal vivo o muerto.
Sin embargo, el patrullero advierte sobre la necesidad de que existan más binomios. Porque el que integran él y ‘Fruco’, por ejemplo, es el único que realiza patrullajes en el aeropuerto Alfredo Vásquez Cobo y en el puerto fluvial de Leticia. “Con más binomios podríamos detectar más, en esto cada minuto cuenta”.
En esto coincide Andrés Balcázar, biólogo y especialista en tráfico del Programa Combate al Tráfico de Vida Silvestre, de WCS, un proyecto financiado por la Unión Europea y por el gobierno de Estados Unidos, que viene fortaleciendo a las autoridades del país en detección y control. “Tener un perro que detecte animales transportados de manera ilegal complementa las habilidades del patrullero”, explica Balcázar.
Por ejemplo, para un lugar como Bogotá, un número mínimo sería poder tener cuatro patrulleros y ocho caninos especializados para esta labor, explican los patrulleros. Y es que Colombia es pionera en esta iniciativa, por eso reforzarla significaría, muy seguramente, obtener logros mucho más palpables en el combate de esta problemática.
En la capital se encuentra otro binomio, se trata del que integran el patrullero Miguel Salamanca, quien cubre el aeropuerto El Dorado y la terminal de transporte intermunicipal de El Salitre. Últimamente, Salamanca ha trabajado con ‘Mack’, al que considera un compañero que hace rato dejó de ser solo un animal de servicio. “Es como un amigo, con una agudeza increíble”, explica Salamanca.
Y a pesar de estar bien acompañado, él no olvida a ‘Poly’, un labrador retriever que lo apoyó en esta labor por cuatro años y que falleció hace poco. “Era impresionante, básicamente nunca fallaba, recuerdo que era un perro muy listo y cariñoso”. Junto a él como compañero, relata Salamanca, encontraron en la terminal de transporte de El Salitre desde loros en bolsos y cajas plásticas, pasando por hicoteas desmembradas.
El año pasado, ‘Mack’ y su guía canino realizaron en el aeropuerto El Dorado uno de sus más importantes hallazgos: más de 1300 tortugas mata mata (Chelus fimbriata). Pero el reto sigue y cada vez es más exigente, por el comercio de partes y subproductos, incluso de insectos.
Con esto coincide Juan Manuel Escobar, quien recuerda la operación ‘Ancestros’, desarrollada en 2019 desde la Secretaría Distrital de Ambiente, en el centro comercial Caravana, del centro de Bogotá.
Allí se detectó la venta masiva de plumas, cuernos, pieles, cascabeles de serpiente, colas de armadillo, entre otros elementos. Durante el desarrollo de la operación ‘Ancestros’, fueron decomisados 1431 subproductos, un resultado en el que los perros fueron clave, porque ni siquiera esas pequeñas partes, supuestamente invisibles, suelen pasar desapercibidas para narices tan bien amaestradas.
--
BOGOTÁ, UN TRAMPOLÍN PARA EL TRÁFICO ILEGAL DE ESPECIES
Aunque el comercio ilegal de fauna silvestre en Colombia parte de las zonas rurales, las grandes ciudades no son ajenas a esta problemática. Bogotá, por ejemplo, es un punto clave para que los animales salgan directo al mercado negro en el exterior, o incluso, sean comprados y destinados a diversos usos en la misma capital. El Programa de Salud de Vida Silvestre y Tráfico Ilegal de Especies, de WCS Colombia, advierte sobre la importancia de entender las dinámicas del comercio de fauna que cuenta con redes criminales cada vez más organizadas.
Basta ir a la plaza de mercado del 20 de Julio, en Bogotá. En plena pandemia por el Cóvid 19, y luego de recorrerla durante algunos minutos, fue posible conseguir algunos canarios costeños. Una pareja de ellos puede costar hasta 100 mil pesos. En otra plaza, la del barrio Galán, se ofrecían loras entre 80 mil y 100 mil pesos la pareja. La persona que las vendía decía que estas aves suelen cazarlas en una zona cerca de Cáqueza (Cundinamarca), una localidad situada a una hora y media de la ciudad.
Las autoridades se esfuerzan por hacer controles para evitar la comercialización ilegal de animales silvestres, pero su tráfico, como lo demuestra ese comercio soterrado que avanza en medio de la distribución de alimentos básicos, pareciera un virus que se cuela por cualquier rendija y sigue exhibiéndose en diferentes puntos de la capital.
Aves, tortugas, ranas, entre otros, siguen acaparándose en la urbe, como si esta fuera, de alguna manera, un centro de acopio de individuos destinados a ser subastados.
“Sin lugar a dudas, las ciudades principales como el caso de Bogotá son trampolines para que animales silvestres extraídos de nuestra biodiversidad lleguen ilegalmente al extranjero. Pero, además, para que ingresen al país animales exóticos, es decir, especies de otras latitudes, como ocurre con el ajolote mexicano (Ambystoma mexicanum), una situación que puede traer serias afectaciones para los ecosistemas”, explica el biólogo Andrés Balcázar, profesional y experto del Programa de Salud de Vida Silvestre y Tráfico Ilegal de Especies, de WCS Colombia, una iniciativa que está advirtiendo sobre la importancia de entender las dinámicas del comercio de fauna, liderado por redes criminales cada vez más organizadas.
Dice el experto que en todo este drama ambiental, la capital asume dos roles: uno de ellos es su facilidad para ser centro de comercialización para compradores locales, que adquieren los animales principalmente para tenerlos como mascotas.
“Esto no es nuevo, pero es una actividad que ha venido aumentando”, agrega. Y explica que es un comercio que ha mutado y ha pasado de la ostentación a ser una actividad de muy bajo perfil. Porque hasta hace algunos años podían conseguirse fácilmente, y en esas mismas plazas de mercado, monos u aves exóticas, o se podían encargar por catálogo grandes mamíferos como tigrillos y jaguares. Ahora toda esta actividad es más disimulada.
Carolina Urrutia, secretaria Distrital de Ambiente, advierte que su administración está liderando una revolución que busca frenar ese comercio e impedir, dice ella, la venta de animales silvestres en mercados y al aire libre.
“En muchos puntos de la ciudad, como la plaza de mercado de El Restrepo, ya no se está permitiendo. En las plazas teníamos un área gris frente a la problemática, sobre todo en términos policiales, pero ya alcanzamos un acuerdo entre la autoridad, el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal y las secretarías de Desarrollo Económico y de Gobierno”, añade Urrutia.
Sin embargo, el fenómeno sigue transitando con la comercialización ilícita de animales, parte de los cuales se transforman en mascota. Este último factor es otro de los grandes retos que enfrenta la ciudad, porque demuestra la falta de conciencia de la ciudadanía.
Así lo explica Urrutia, quien indica que desde la Secretaría Distrital de Ambiente solo este año han rescatado 2.600 animales silvestres. “Por eso, hay que seguir trabajando desde la comunicación y la educación, para que la gente entienda que las especies deben estar en su hábitat”.
El otro rol de Bogotá frente al tráfico
Mientras tanto, aparece el otro rol que asume la metrópoli: el de ser zona de recepción de los animales y punto de enlace para ser llevados al extranjero. Las calles se convierten entonces en sitio de tránsito de las especies hacia el exterior.
Un ejemplo de ello ocurrió en 2019, en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, cuando las autoridades incautaron 424 ranas venenosas transportadas en frascos para rollos de fotografía, de las especies Oophaga lehmanni y Oophaga histriónica, esta última llamada arlequín por los colores que combina en su cuerpo, y que iban con destino a Brasil y posteriormente a Europa. En 2018 fueron descubiertas otras 216 ranas venenosas que iban a ser trasladadas de la misma forma, entre las que también se encontraban individuos de las especies Oophaga histriónica, Oophaga lehmanni y de la rana kiki (Oophaga selvática), que los traficantes buscaban introducir en Europa o Asia para ser vendidos de forma ilícita, o incluso ‘legalmente’, en ferias comerciales de mascotas.
Hay un lugar que puede ser un termómetro de la intensidad de este problema ambiental y donde se mide de alguna manera su impacto en la ciudad. Y es la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional de Colombia. Allí, anualmente, llegan en promedio 250 animales silvestres, de los cuales alrededor de un 20 por ciento provienen de operativos de decomiso por tráfico (aves, mamíferos y reptiles) realizados por las autoridades. Los restantes corresponden a rescates.
De esos 250 especímenes, solo el 30 por ciento logra retornar a su hábitat y otro 30 por ciento muere a causa de las secuelas que les dejan el cautiverio.
Carlos Alfonso Moreno, médico veterinario, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y coordinador de URRAS, considera que el comercio irregular es un problema muy complejo que no pierde fuerza. “Es fácil deducir que este crece cuando, por ejemplo, se ven loras y otros animales propios de climas cálidos abandonados en los parques y humedales de la ciudad”, explica.
Por ello, Balcázar aclara algo más y es que no basta el accionar policial. Sigue siendo fundamental la generación de una conciencia colectiva que ayude a frenar la problemática. “El día en que la gente entienda el daño que se le hace al medio ambiente al comprar un animal a un traficante, para tenerlo como mascota en su vivienda, tal vez en ese momento podremos detener parte de ese delito”, concluye.
--
LAS ENFERMEDADES ZOONÓTICAS SON OTRA GRAVE SECUELA DEL TRÁFICO ILEGAL DE FAUNA SILVESTRE
No solo el virus del COVID19 es una dolencia originada por el salto de un patógeno desde un animal a un humano. Aparecen la psitacosis, la rabia, la leishmaniasis, la leptospirosis, la brucelosis, entre otras, que producen desde dolores de cabeza hasta la muerte. El Programa de Salud de Vida Silvestre y Tráfico de Especies, que lidera WCS Colombia, apoya la implementación de acciones dirigidas a mitigar el comercio ilegal de animales y, por ende, esta clase de infecciones que representan el 75 por ciento de las enfermedades emergentes en el ser humano.
En 2012, el biólogo Gustavo Trujillo trabajaba en el Centro de Atención y Valoración de Fauna, situado en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, en Medellín (Antioquia). Y, por su cargo, recibía con frecuencia animales silvestres que habían sido víctimas del tráfico ilegal.
Un día le correspondió tratar a un grupo de loros, extraídos de su hábitat, y que habían sido confiscados cuando intentaban ser vendidos como mascotas. Pero de un momento a otro, días después de ese contacto, se sintió enfermo. “Comencé a sufrir de dolor de cabeza, tos seca, malestar general; eran síntomas que empeoraron con el paso de los días. Por ejemplo, el dolor de cabeza se volvió insoportable”, dice.
Gustavo decidió ir al hospital, donde le dijeron que se trataba de una tuberculosis. Por eso, fue hospitalizado en aislamiento total. Pero él sospechaba que el diagnóstico no era correcto.
Y tenía razón. Sufrió realmente de psitacosis, transmitida por aquellos loros que había manipulado. Las aves le produjeron esta dolencia, a pesar de que él había cumplido con todas las medidas de bioseguridad obligatorias exigidas en estos centros de atención de fauna.
Y, sin que él lo hubiera planeado, se transformaba, además, en otro colombiano víctima de zoonosis, una palabra que reúne a todas aquellas enfermedades que son contagiadas a los humanos por animales, un problema de salud pública agravado por el tráfico ilegal de especies desde todas las regiones y que se consolida durante el intento de muchos delincuentes por llevar ejemplares desde la selva hasta puntos estratégicos de venta ilegal situados en el país y en el exterior.
La psitacosis la transmiten loros como los que enfermaron a Gustavo, pero también guacamayas y pericos. Generalmente, ataca el sistema respiratorio y, aunque no suele ser mortal, puede complicarse o escalar a una neumonía, dolencia que sí puede poner en riesgo la vida de las personas.
Gustavo, quien ahora se desempeña como profesional de la oficina de Gestión Ambiental, de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), habla con autoridad dada su experiencia y cuenta que esta es una situación que se está saliendo de control. “Solo entrar en contacto con estas especies ya es un riesgo; y extraerlas o manipularlas mucho más”, explica.
Y es que él no tiene que hacer muchos esfuerzos por buscar un caso similar al que padeció. Basta analizar la pandemia que enfrenta el planeta, por la influencia del COVID-19, un virus que se gestó, según la mayoría de las investigaciones realizadas hasta hoy, de un patógeno que saltó a una persona desde un murciélago o un pangolín sacados de su medio natural, y que fueron llevados a un mercado de Wuhan, en China.
“Podemos estar frente a una situación de cierta magnitud, pero que puede llegar a una escala mayor y significar, fácilmente, la extinción de la raza humana”, agrega Trujillo.
Leonardo Martínez, profesional de Fauna Silvestre, de la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR), concuerda con que la crisis de salud pública global que enfrentamos es un reflejo de ese desequilibro en torno al vínculo entre humanos y animales.
“Se habían hecho advertencias, en particular con la gripa aviar, pero en las plazas de mercado siguió la venta de fauna y alimentos en un mismo espacio”, advierte Martínez, quien insiste en que la tenencia de monos, tigrillos, tortugas o ranas, por mencionar solo algunos, debe estar prohibida en toda circunstancia.
Cada año aparecen enfermedades nuevas
La enfermedad que contrajo Gustavo no es una de las más graves. Existen otras con el mismo origen que pueden ser potencialmente letales para los humanos como la rabia, la leishmaniasis, la leptospirosis y la brucelosis, a las que se suman la influenza aviar, la enfermedad de chagas o la fiebre amarilla por mencionar solo algunas, sin dejar de lado otras más conocidas como el ébola y el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés), este último el primer coronavirus en cobrar vidas alrededor del mundo durante el 2003.
De acuerdo con información de la Organización Mundial de Sanidad Animal, el 75 por ciento de las enfermedades emergentes del ser humano son de origen animal. A lo que se suma que cada año aparecen cinco nuevas dolencias en el ser humano, de las cuales tres son zoonosis.
Como lo ocurrido en el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre, de Corpoamazonia, en 2012, con la llegada de un grupo de monos del género Callicebus, también víctimas de tráfico.
Los primates habían estado confinados, presentaban síntomas leves de deshidratación y una condición de salud aparentemente normal. Fueron atendidos por Ximena Galindez, bióloga de la corporación, y por otros dos funcionarios, quienes días después de su primer contacto con los micos comenzaron a presentar síntomas de infección gastrointestinal, que se manifestó con diarrea, fiebre y dolor de cabeza. “El contagio fue inmediato y se esparció con rapidez. Incluso una niña de 11 años, hija de uno de los profesionales, estuvo afectada”, relata Galindez.
Semanas después, los monos murieron por un proceso infeccioso gastrointestinal severo, dolencia que se relacionó con los síntomas que presentaron Galindez y sus compañeros y que evidenció, de nuevo, el alto riesgo de entrar en contacto con especies traficadas. “Ellas pueden venir con patógenos que pueden producir enfermedades mortales, que se liberan de un ambiente controlado, que es su hábitat, y pasan fácilmente a los humanos. Además, el proceso mismo del tráfico hace vulnerables a las especies a desarrollar y contraer enfermedades”, comenta. Esto pasa porque bajo la situación de estrés de los animales, los agentes infecciosos aumentan su carga en el organismo y son eliminados a través de las secreciones, que en condiciones de hacinamiento son una alta fuente de infección.
La profesional insiste en que lo que ocurre dentro de las cadenas de tráfico incrementa el riesgo de zoonosis para todos los involucrados: las personas que extraen los animales, e incluso quienes los comercializan, muchas veces los deben mantener cautivos en sus casas. Y aunque el nivel de riesgo en cada caso puede ser diferente, siempre hay probabilidades de estar frente a un contagio de consecuencias fatales.
Salud animal y humana están conectadas
Y es que si casos como los de Ximena y Gustavo se dieron incluso en medio de estrictas medidas de bioseguridad para la manipulación de estas especies, queda la incertidumbre sobre lo que puede suceder cuando se entra en contacto directo y sin patrones de higiene.
Expertos como Brenda Plazas, veterinaria y epidemióloga, y quien ha trabajado con el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), llama la atención, precisamente, sobre otra población en riesgo: las comunidades rurales más aisladas, las cuales buscan mamíferos grandes o pequeños para alimentarse, ya sea por hábitos culturales o por necesidad. “Se rompen de esta forma ciclos naturales; se abren espacios de interacción entre humanos y estas especies y, es allí, cuando se presentan cada vez más casos que son detonantes en la aparición de enfermedades” indica.
Por eso, resulta determinante tener sistemas naturales saludables para que, a su vez, la vida humana sea viable. Una premisa que debe aplicarse a la hora de sensibilizar a las personas frente a los riesgos que representa el desequilibrio en los sistemas naturales y cuando las especies son extraídas de su hábitat por actividades de tráfico ilegal. Así lo sugiere Juliana Peña, coordinadora de Bienestar y Salud Animal del Zoológico de Cali, quien insiste en que desde este parque “se busca que las personas sean conscientes de todo el maltrato al que se someten a estas especies y el riesgo de transmisión que existe al hacer contacto indebido con ellas”.
En ese mismo sentido, el Programa de Salud de Vida Silvestre y Tráfico de Especies, que lidera WCS Colombia, una iniciativa financiada por la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos, viene apoyando la generación de acciones para reducir el tráfico ilegal de especies, especialmente en la implementación de la Estrategia Nacional para la Prevención y Control del Tráfico de Especies Silvestres y las estrategias binacionales con Ecuador y Perú.
Por su parte, con el Ministerio de Ambiente hemos evaluado el estado sanitario de las poblaciones del tití gris (Saguinus leucopus), uno de los primates endémicos más traficados y amenazados del país, y se ha podido establecer un plan de vigilancia de enfermedades emergentes zoonóticas como la influenza aviar.
“Todo está conectado. La salud humana y animal dependen de sistemas naturales también saludables”, afirma Luz Dary Acevedo, líder del Programa de Salud de Vida Silvestre y Tráfico de Especies desde WCS Colombia, quien considera que este es un equilibrio que viene fracturándose por las acciones humanas, por lo que es imprescindible repensar el vínculo con la vida silvestre. “Es necesario frenar el tráfico ilegal en todo el planeta y en favor de la salud global”, concluye.
--
EL TRÁFICO DE FAUNA SILVESTRE CONTINÚA EN LOS PAÍSES ANDINO-AMAZÓNICOS A PESAR DEL ESTADO DE EMERGENCIA SANITARIA POR COVID-19
Más de 950 individuos vivos, entre aves, mamíferos, reptiles y anfibios, fueron decomisados por las autoridades en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, de acuerdo a reportes de noticias del primer semestre del año.
Desde inicios de año, el virus de SARS-CoV2 que causa la enfermedad del COVID-19 se extendió rápidamente en el mundo convirtiéndose en una pandemia. En América del Sur, el primer caso de COVID-19 fue reportado en febrero en Brasil, pero la elevada tasa de contagio del virus causó que se extendiera rápidamente a los demás países sudamericanos. Por ello, desde mediados de marzo, estos países adoptaron medidas de cuarentena y aislamiento social para contener al virus y hacer frente a esta emergencia de salud pública. Como consecuencia del confinamiento, las actividades de vigilancia y control de delitos contra la vida silvestre se han visto reducidas, situación que ha sido aprovechada por traficantes y cazadores furtivos de fauna silvestre.
Con el fin de obtener una aproximación de las tendencias sobre el tráfico de fauna silvestre en los países andinos amazónicos durante este contexto de pandemia, WCS -en el marco de la iniciativa regional “Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques”, apoyada por la Unión Europea- realizó una revisión de portales de noticias, así como de publicaciones en canales oficiales y redes sociales de las agencias de gobierno de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Esta revisión contempló a aquellas noticias sobre eventos de decomiso de fauna silvestre viva o sus partes (anfibios, aves, mamíferos, reptiles y peces), como resultados de las acciones de control y vigilancia, y aquellas noticias divulgativas sobre el tráfico de fauna silvestre.
En el período comprendido entre enero y junio de 2020, se reportaron 161 noticias sobre tráfico de fauna silvestre, de las cuales 101 correspondieron a noticias de decomisos de animales, y 60 a notas de divulgación sobre esta problemática. Este monitoreo de noticias y publicaciones permitió la identificación de 89 especies de fauna silvestre reportadas en eventos de decomisos en los países andinos amazónicos, siendo las más frecuentes: la iguana verde (Iguana iguana), las tortugas hicotea (Trachemys callirostris) y morrocoy (Chelonoidis carbonarius), el loro real amazónico o cabeza amarilla (Amazona ochrocephala). Asimismo, a través de esta información, se contabilizó el decomiso de 954 especímenes vivos de fauna silvestre, entre los que destacan iguanas, monos, guacamayos, tortugas terrestres, y otros, los cuales posiblemente serían destinados a mercados de mascotas
Cifras alarmantes sobre tráfico de fauna silvestre
Durante el primer semestre del 2020, los reportes de noticias evidenciaron datos alarmantes sobre tráfico de fauna silvestre. Por ejemplo, en enero, las autoridades de Colombia decomisaron más de 15.000 huevos de iguana (Iguana iguana) durante un control policial de carreteras en el departamento de César.
Mientras que, en mayo, cerca de 200 vicuñas (Vicugna vicugna), fueron despojadas de sus pieles a manos de cazadores furtivos en Ayacucho, Perú, quienes aprovecharon la ausencia de vigilancia debido al estado de emergencia por la pandemia. Por otro lado, las autoridades aduaneras de Hong Kong, China, decomisaron un cargamento de 26 toneladas de aletas de tiburón zorro (Alopias vulpinus) y tiburón sedoso (Carcharhinus falciformis) procedentes de Ecuador. Este hallazgo fue catalogo como "la mayor incautación de aletas" en la historia de esta institución.
En este contexto, WCS a través de la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, y en colaboración con las diferentes entidades gubernamentales de Colombia, Ecuador Perú y Bolivia, trabaja en la actualización de los diagnósticos nacionales de tráfico de fauna silvestre, con el fin de contribuir a la generación de información sobre las tendencias emergentes que ayude a fortalecer la toma de decisiones y respuestas tanto de las autoridades y la sociedad civil para combatir esta problemática que amenaza la biodiversidad de estos países.
Descargue la infografía del reporte de noticias sobre tráfico de fauna silvestre durante el primer semestre del 2020: https://bit.ly/2DCSKry
Sobre la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques
La Alianza es una acción regional impulsada por la Unión Europea e implementada por WCS y WWF que busca combatir el tráfico de fauna silvestre y madera, a través del compromiso de la sociedad civil para el fortalecimiento de la aplicación de la ley y la cooperación con y entre las autoridades de la región Andes – Amazonía conformada por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y zonas de tri-frontera con Brasil.
Para contacto de prensa: Karina Mansilla, comunicadora, Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, e-mail: kmansilla@wcs.org
--
REGRESAR A SUS HÁBITATS NO SIEMPRE ES UNA OPCIÓN PARA LA FAUNA TRAFICADA
Muchos ejemplares sufren heridas al ser extraídos de selvas, bosques, o humedales, lo que les impide volver a sus territorios. Y otros, al tener contacto con los humanos, pierden su condición de animales silvestres, por eso mueren o quedan condenados a vivir por siempre en cautiverio. Una entidad ambiental como Corpoamazonia solo logra liberar en la naturaleza un 40 por ciento del total de la fauna que recibe al año y que ha sido víctima de este flagelo nacional.
Era un churuco que lo capturaron en la selva y lo condenaron a ser mascota. Tres años en cautiverio, 36 meses de tratos inusuales dentro de una vivienda: toda una tragedia. A veces maltratado y en otras ocasiones mimado, pero siempre dentro de un contexto humano y en un ambiente exótico para su condición de primate.
Su suerte cambió un día cualquiera, o eso alcanzaron a pensar algunos: fue rescatado por las autoridades ambientales y llevado a la reserva La Ñupana, ubicada en el Guaviare, en un intento por recuperarlo.
Dora María Sánchez es la dueña de este ‘remanso de paz’ (ese el significado de la palabra Ñupana en lengua kubeo), un lugar rodeado de bosques y situado en la vereda Agua Bonita, de El Retorno (Guaviare). Ella no olvida que durante muchas semanas atendió con dedicación a ese mico. Lo mantenía en contacto con los árboles, cambiaba su alimentación para que no perdiera peso, vigiló su salud como si fuera una veterinaria experta, todo con tal de regresarlo a su hábitat. Llevarlo de nuevo a la selva se transformó en su máximo empeño.
“Pero hay que decir que cuando un animal silvestre hace nexos con los humanos, es poco lo que se puede hacer si uno quiere que vuelva a la ‘libertad’”, dice. Con el paso de los días, el churuco dejó de comer, casi no se movía, no emitía ningún sonido y finalmente murió.
Un drama que no es aislado. Una calamidad que es, a su vez, uno de los destinos trágicos del tráfico ilegal, problema que siempre muestra dos caras siniestras: primero saca violentamente a los animales de la naturaleza. Y luego, condena a muerte (o a cadena perpetua) a muchos de los que sobreviven, porque son miles los que no pueden retornar a sus ‘hogares naturales’ o, si logran hacerlo, nunca se adaptan sin esfuerzo a esa condición y mueren.
Olvidan cazar
Para unos, como el churuco, el problema se concentra en que suele vivir en grupos o familias, y al separarlo de su prole no puede readaptarse a sobrevivir en un lugar diferente a su territorio y sin compañía.
Para otros, el retorno es imposible, porque cuando son cazados reciben heridas que muchas veces los incapacitan. En ocasiones, tortugas o anfibios enfrentan lesiones que los condenan a vivir en cautiverio para siempre, ante la imposibilidad de defenderse en el medio natural. O hay águilas o loros que cambian por completo sus hábitos depredatorios y olvidan cazar, porque los traficantes o quienes los compran los confinan, les dan alimentos y con esto los acostumbran a depender de ellos.
Esto último lo confirma Dora, una paisa que con sus dos hijos y su esposo han acogido en su reserva aquella fauna que ha sido víctima de tráfico ilegal desde 2013. Ella explica que hasta ahora han trabajado en la rehabilitación de más de 160 animales entre aves, reptiles y mamíferos, de los cuales cerca de 80 han muerto por las condiciones en que se dieron sus capturas. Otros se han quedado con ellos, como cuatro loros, un búho y una guacamaya, los cuales nunca podrán regresar a sus hábitats por las lesiones que soportan.
“Liberarlos o recuperarlos no es fácil, pero lo intentamos porque es nuestro proyecto de vida, porque queremos aportar a la conservación”, declara esta mujer enamorada del Guaviare.
Desde el momento en que ella recibe los animales, que generalmente le envía la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), debe encargarse de su alimentación, cuidados y medicamentos. Esto, sin saber si la recuperación y la liberación serán posibles.
Dora le imprime esfuerzo a ese trabajo para que más de un ejemplar logre su independencia, pero el reto no se cumple necesariamente con estas buenas dosis de amor y buena voluntad.
La comunidad resulta determinante
Sidaly Ortega Gómez, subdirectora de Administración Ambiental de Corpoamazonia dice que hay casos de especímenes adultos para los que las liberaciones son relativamente factibles, porque han permanecido poco tiempo fuera de su entorno, en buenas condiciones de salud y sobre los que se conocen los lugares de su extracción.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, esos procesos exigen conocimientos profundos sobre el comportamiento de las especies, que tampoco garantizan procesos exitosos. Además, requieren que se establezca un diálogo con las comunidades para llegar a acuerdos que permitan la introducción del animal, que no siempre son posibles o que demandan costos elevados.
“Los habitantes en el territorio deben saber cuándo se va a liberar un ejemplar, porque son el primer eslabón en la conservación. Si esto no se da, si no hay conciencia, se corre el riesgo de entrar a un círculo vicioso donde ese animal que retorna puede ser nuevamente cazado; volvería entonces a ser una mascota o incluso capturado para el consumo”, advierte Luz Dary Acevedo, encargada del Programa de Salud de Vida Silvestre y Tráfico de Especies, que lidera WCS Colombia.
A lo anterior se suma que es necesaria una evaluación del lugar al cual se llevará, que implica nuevas inversiones. Porque, por ejemplo, si se va a liberar un jaguar, hay que buscar un sitio que ofrezca presas y espacio suficiente lejos del ser humano, de lo contrario un depredador como este podría optar por alimentarse de vacas u otros animales domésticos y ser cazado por las comunidades en un acto de retaliación; con esto se perdería todo esfuerzo logístico y científico”, agrega Luz Dary.
Apoyo al monitoreo comunitario
Generalmente, todo lo anterior debe ser cubierto por el acompañamiento de profesionales y técnicos. Relata Sidaly que, generalmente, nunca se conoce con claridad cómo la fauna va a responder a las condiciones del ambiente, incluso así los procesos previos a la liberación se realicen de la mejor manera posible. “La incertidumbre en los resultados siempre estará presente”, opina.
Ella narra que, en promedio, Corpoamazonia recibe cada año unos 700 ejemplares vivos, con potencial para volver al medio natural a partir de procesos de rehabilitación que pueden ser relativamente cortos. Pese a ello, el 40 por ciento de ese total lo logra, una cifra que puede variar dependiendo de la calidad de los monitoreos o seguimientos realizados, que no siempre son factibles.
Natalia Carrillo Rivera, bióloga del Programa de Fauna Silvestre de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder), insiste en que personas como Dora y su familia pueden ser observadores claves durante esos procesos de recuperación e incluso de liberación y así lograrían apoyar a las autoridades ambientales con información estratégica en el marco de un monitoreo comunitario.
“Pero si no hay un bagaje técnico y un grupo interdisciplinario detrás, que brinde un apoyo social, los procesos siempre serán más difíciles y no siempre exitosos”.
A pesar de todas estas incertidumbres, en La Ñupana siguen adelante. Porque algunos intentos por liberar ejemplares han terminado muy bien. Una vez, cuenta Dora, un ocelote completó más de tres años en la reserva y, poco a poco, fue recuperando sus instintos de caza. “A veces se alejaba con otros de su especie y, cuando volvía, quería comerse los loros y los guacamayos, así que debíamos vigilarlo. Un día decidió irse para siempre; nos dolió mucho, pero sabíamos que era lo que debía pasar. Nada se compara con haberlo visto coger su sendero”.
--
LA RELACIÓN ENTRE EL COMERCIO ILEGAL DE FAUNA SILVESTRE Y LA SALUD HUMANA
La demanda de animales silvestres, vivos o subproductos, para ser utilizados como mascotas, ornamento, para el consumo o uso medicinal, con frecuencia se suple a través de mercados ilegales.
Desde el origen hasta el destino final existen condiciones de alto riesgo para la aparición y transmisión de patógenos zoonóticos, es decir, enfermedades que pueden pasar de los animales a las personas. En los mercados ilegales se mezclan animales domésticos y silvestres, y se da un contacto frecuente con sus fluidos corporales (orina, heces), aumentando el potencial para albergar y compartir agentes que causan enfermedades, como lo sucedido en el mercado de animales vivos en Wuhan, China, donde se presume se originó la transferencia de un nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) que dio origen a la enfermedad conocida como COVID–19.
Si bien, el animal huésped que transmitió esta enfermedad a un humano aún no ha sido identificado, es importante reconocer el riesgo que los mercados ilegales representan para la transmisión de enfermedades zoonóticas, que pueden terminar en una pandemia. Desde que fue notificado el primer caso de COVID-19 a finales de diciembre de 2019, y hasta el 08 de abril de 2020, se han reportado más de 1,5 millones de casos positivos y más de 87 mil muertes en 184 países[1].
La rápida transmisión de las enfermedades zoonóticas
Las enfermedades zoonóticas son transmitidas de forma natural entre animales (silvestres y domésticos) y personas a través de la exposición directa o indirecta, por consumo de productos derivados de estos (como carne, leche, huevos, entre otros) o por contacto con su entorno.
Las oportunidades de transmisión aumentan a medida que las personas tienen mayor contacto con animales silvestres, en particular debido a las alteraciones humanas en las dinámicas naturales de los ecosistemas, o al ser transportados desde su hábitat natural a otro entorno para ser comercializados. Estas alteraciones reducen las barreras naturales entre humanos y animales, creando las condiciones favorables para la propagación de enfermedades zoonóticas[2].
La situación en la región Andes, Amazonía & Orinoquía
Esta región está conformada por Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Bolivia, los cuales comparten la Amazonía. Estos países albergan una cuarta parte de la biodiversidad global, mucha de la cual está en peligro de extinción o es altamente vulnerable, entre otros, debido a
que es comercializada ilegalmente. Esto incluye, especialmente, a los animales silvestre -vivos o subproductos- para diversos usos.
Las condiciones climáticas en nuestra región favorecen la proliferación de muchas otras enfermedades poco comunes o inexistentes en otras regiones que son transmitidas por vectores y que afectan al ser humano tales como dengue, chicungunya, zika, fiebre amarilla, enfermedad de Chagas. Las dinámicas naturales de los agentes infecciosos, sus especies hospederos, reservorios y vectores se ven afectadas por actividades antrópicas como deforestación, expansión de la frontera agrícola, nuevos asentamientos humanos en anteriores zonas boscosas, comercio ilegal de fauna silvestre, entre otros.
Prevención de futuros brotes de enfermedades emergentes como el COVID-19 en el contexto de región de Andes, Amazonía & Orinoquía
El COVID-19 ha generado un escenario nunca antes visto, con los sistemas de salud pública de todos los países a prueba y con grandes afectaciones en la economía global derivados de las medidas de cuarentena y aislamiento social. El interés por detener la fuente de transmisión del COVID-19 hizo que China, el primer país en reportarlo, anunciase en febrero pasado la prohibición de la compra, venta y consumo de animales silvestres.
Los esfuerzos por fortalecer las acciones a favor de la salud pública y la conservación de la biodiversidad deben adoptar el enfoque integral conocido como “Un Planeta, Una Salud, Un Futuro” promovido por el grupo de trabajo de los Principios de Berlín, del cual WCS es parte. Este enfoque destaca la estrecha relación entre seres humanos, animales y el ecosistema, y proporciona orientaciones de reducción de riesgos por zoonosis a través de respuestas multisectoriales, ya que los esfuerzos de un solo sector no pueden prevenir o eliminar los problemas de salud pública. Bajo este enfoque es fundamental implementar acciones con el fin de evitar el incremento de la demanda de ciertas especies en los mercados ilegales y redes - cada vez más organizadas- de tráfico ilegal de fauna silvestre.
Si bien todavía se desconoce la real dimensión de la problemática del comercio ilegal de especies, es claro que genera un riesgo significativo de transmisión de enfermedades, dado que puede conllevar el hacinamiento y la aglomeración de animales, la mezcla de especies silvestres y domésticas, y el contacto con diversos fluidos y excretas. Estas situaciones se repiten desde la extracción, tránsito hasta la venta final. Adicionalmente, el comercio ilegal contribuye a la extinción de especies y a la pérdida y degradación progresiva de ecosistemas, y, por ende, a la inestabilidad en las comunidades humanas y sus medios de subsistencia.
Ante esto, diversas iniciativas se vienen ejecutando en la región para contrarrestar esta problemática. Una de ellas es la Declaración de Lima, firmada por 20 países en octubre de 2019, como parte de la I Conferencia de Alto Nivel de las Américas sobre el Comercio Ilegal de Vida Silvestre. Este compromiso regional cataloga el comercio de vida silvestre como un delito grave y determina que los gobiernos deben afrontarlo a través de la colaboración entre los países, para así desarrollar mecanismos de cooperación más efectivos que permitan su disminución.
Otra iniciativa es la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, financiada por la Unión Europea, mediante la cual WCS viene implementando, desde enero de 2019, acciones que busca mejorar el entendimiento de la dinámica del tráfico de vida silvestre, fortalecer las capacidades de las autoridades y la sociedad civil, y promover su involucramiento en las acciones realizadas por las agencias gubernamentales para apoyar el control y aplicación de la ley. Estas acciones estratégicas se desarrollan en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, y las zonas de frontera con Brasil.
La implementación y articulación de este tipo de iniciativas contribuirán a que la región fortalezca las acciones para reducir el tráfico de fauna silvestre, a fin de prevenir futuros impactos negativos sobre la salud y el bienestar de las personas, la economía y la seguridad, ya que todo está conectado.[1] https://coronavirus.jhu.edu/map.html [1] https://ensia.com/features/covid-19-coronavirus-biodiversity-planetary-health-zoonoses/
--
MÁS DE 220 ESPECIES FUERON DECOMISADAS EN COLOMBIA, ECUADOR, PERÚ, BOLIVIA Y BRASIL EN EL PRIMER SEMESTRE DE 2021
Por: Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques
El reporte realizado por Wildlife Conservation Society (WCS) revela que entre enero y junio de este año, se registraron 351 noticias sobre decomisos de fauna silvestre de procedencia ilegal, en los portales informativos y redes sociales de las autoridades gubernamentales de los países andino-amazónicos.
Al cumplirse un año y medio de la pandemia causada por el COVID-19, y a pesar de que se ha evidenciado la estrecha relación que existe entre la salud humana, el bienestar animal y el equilibrio de los ecosistemas, el comercio ilegal de fauna silvestre se ha mantenido vigente en los países andino-amazónicos, tal como lo evidencian las cifras de decomisos reportadas en el primer monitoreo semestral de 2021.
La generación de información sobre tendencias emergentes alrededor de esta problemática es necesaria para fortalecer la toma de decisiones y respuestas, desde el rol de las autoridades, así como de la sociedad civil, con el fin de combatir este delito transnacional. Es por ello que, WCS, en el marco de la Acción regional “Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques”, continuó con el monitoreo permanente de esta problemática a nivel regional, a través de la recopilación y análisis de las noticias sobre decomisos de fauna silvestre viva (anfibios, aves, mamíferos, reptiles y peces), o sus partes, como resultado de acciones de control, que fueron publicadas en portales informativos y redes sociales de agencias de gobierno de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil (Estados de Acre y Amazonas). Así, durante el periodo de enero a junio de 2021, se identificaron 351 noticias sobre decomisos de fauna silvestre en estos países, de las cuales 162 corresponden a Ecuador, 68 a Bolivia, 65 a Colombia, 34 a Perú y 22 a Brasil.
Con base en los datos de noticias de decomisos de fauna silvestre, se calcula que fueron 224 las especies silvestres intervenidas, de las cuales un 46% son aves, un 33% mamíferos, un 16% reptiles, un 4% peces (de agua dulce, tiburones y otros peces marinos), y el 1% anfibios. Además, se constató que durante los meses de enero, mayo y junio se publicó el mayor número de reportes de decomisos de fauna silvestre en los medios de comunicación de los países andino-amazónicos evaluados, con un total de 66 noticias en enero y febrero, y 70 noticias en el mes de junio.
Durante el periodo de análisis se evidenció que la tortuga hicotea (Trachemys sp.) fue una de las especies con mayor frecuencia de aparición en las noticias sobre decomisos, seguida de la tortuga motelo o morrocoy (Chelonoidis denticulata) a pesar de estar incluida en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), y encontrarse en estado Vulnerable (VU) según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En este tipo de reportes también figuraron con mayor frecuencia la boa constrictor o jiboia (Boa constrictor), el oso perezoso de tres dedos (Bradypus variegatus) y la iguana (Iguana iguana), entre otras especies.
Según las noticias reportadas, se calcula que aproximadamente 5793 individuos vivos fueron decomisados, principalmente loros y tortugas terrestres, posiblemente destinados a mercados de mascotas o colecciones privadas. Es importante resaltar que a pesar de la cantidad de reportes de confiscaciones, durante el primer semestre de 2021, solo 82 personas fueron arrestadas por su presunta participación en actividades de tráfico de fauna silvestre, de las cuales 61 eran de Colombia, 13 de Brasil, 5 de Perú, 2 de Ecuador y 1 persona de Bolivia.
Más cifras preocupantes sobre el tráfico de fauna silvestre en los países andino-amazónicos
En el análisis realizado a partir de estas noticias, se destacó que en Colombia más de 22 mil huevos de iguana (Iguana iguana) fueron decomisados por la Policía Nacional entre los meses de enero y febrero; mientras que en mayo, la misma autoridad incautó 1200 tortugas bebés vivas del género Trachemys. Por otro lado, en Ecuador, 185 tortugas gigantes de Galápagos (Chelonoidis sp.) fueron halladas en el interior de una maleta y decomisadas en el aeropuerto de Baltra, en Galápagos, a través de un operativo realizado por el Ministerio de Ambiente y Agua y Transición Ecológica (MAATE) en el mes de marzo.
En el caso de Perú, en mayo del presente año, un cargamento de 1745 ranas gigantes del lago Titicaca (Telmatobius culeus) vivas, fue decomisado en la región de Puno, en un operativo realizado por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) y Aduanas. En el mismo mes, en La Paz, Bolivia, 12 quirquinchos (Chaetophractus vellerosus) fueron decomisados por la Policía Forestal y de Preservación del Medio Ambiente. Por otra parte, en Brasil, un total de 8,9 toneladas de paiche seco (Arapaima gigas) fueron decomisadas de una embarcación con destino a Manaos, mediante un operativo de las fuerzas policiales y de control de la Base Arpão en Amazonas.
Frente a este contexto, desde 2019 WCS viene trabajando, a través de la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, en acciones para combatir el tráfico de fauna silvestre, en colaboración con las diferentes entidades gubernamentales de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil.
Con el fin de contribuir a la generación de información sobre tendencias, que permitan una mejor comprensión de esta problemática y sus dinámicas, se han desarrollado estudios de diagnóstico nacionales en los cinco países y zonas de frontera, con el propósito de compartir estos datos con la sociedad civil, y así motivarla a participar en la labor de control, prevención y conservación de la biodiversidad de los países andino-amazónicos, en conjunto con las autoridades encargadas.
Conozca la infografía con la información de este reporte aquí. (https://mcusercontent.com/bee23d89bcac084ad69685b0e/files/49dc37cc-9e98-99cc-77ad-63b23457c295/Reporte_sobre_tr%C3%A1fico_de_fauna_enero_a_junio_del_2021.pdf)
Para contacto de prensa:
Sobre la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques
La Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques es una acción regional impulsada por la Unión Europea e implementada por WCS y WWF que busca combatir el tráfico de fauna silvestre y madera, a través del compromiso de la sociedad civil en el fortalecimiento de la aplicación de la ley y la cooperación con y entre las autoridades de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y zonas de tri-frontera con Brasil.
|
Dora Arévalo. Especialista Senior de Comunicaciones Programa Contra el Tráfico de la Vida Silvestre -región Andes-Amazonía-Orinoquía. Wildlife Conservation Society (WCS).
Correo electrónico: darevalo@wcs.org