La Asociación Alas Putumayo entregó más de 100 certificados a ciudadanos de esta vereda de Orito (Putumayo), quienes asistieron a diplomados, talleres y otras sesiones para conocer sus recursos y aprender a conservarlos.
En la vereda El Líbano del municipio de Orito, Putumayo, se dice con frecuencia que muy pocos de sus habitantes pensaron, por lo menos hace unos años, que las aves que tanto veían revolotear en los bosques aledaños a la población iban a cambiarles la vida, o por lo menos, la forma en la que hoy asumen la vida.
Esteban Cuacialpud explica que por lo menos él jamás calculó, ni siquiera cuando era más joven, el valor que tenían los tucanes o las águilas o los colibríes que durante tantos años ha visto en sus caminatas por las montañas cercanas a su casa y que reconoce casi de memoria.
Fueron biólogos y otros profesionales que llegaron de algunas ciudades cercanas, como Mocoa, la capital del departamento, o incluso desde Bogotá, quienes le enseñaron a él y a todos a valorar los recursos de su comunidad.
Hoy, el entusiasmo por la conservación ya no es desconocido y se hace evidente entre muchos. Con el liderazgo de la Asociación Alas Putumayo, y dentro de las actividades del Proyecto Vida Silvestre (PVS), la gente de El Líbano ya puede celebrar, por ejemplo, la creación del Colectivo Gallito de Roca, que agrupa a los apasionados por el avistamiento de aves. Muchos otros se ven trabajando y explorando con colmenas para la producción de miel y sus derivados, evitando así que se talen árboles para recoger este recurso dentro del bosque. Esto sin contar a quienes promueven el turismo sostenible y los recorridos por atractivos naturales de esta parte del piedemonte del Putumayo, que conecta a la región Andina con la Amazonía, y en los que sobresalen los trayectos por la Isla Escondida, Agua Bonita o El Quebradón y las zonas aledañas al Santuario de Flora y Fauna Orito Ingi Ande.
Lo anterior es el resultado de capacitaciones, talleres, diplomados y otros ejercicios de educación ambiental dirigidos a los ciudadanos, que permitieron que, recientemente, algunos de ellos recibieran una mención que da fe de sus primeros conocimientos en observación y conservación de aves y aviturismo, (tema en el que se certificaron 43 personas); meliponicultura (manejo de abejas nativas sin aguijón), con 48 personas certificadas, y buenas prácticas en turismo sostenible de naturaleza, con 16 graduados.
También recibió un reconocimiento la Junta de Acción Comunal de la vereda, por su disposición y compromiso frente al proyecto.
Vanessa Perdomo, bióloga y representante legal de la Asociación Alas Putumayo, explicó que este ejercicio que lideró su organización forma parte del compromiso que se firmó con el PVS para la conservación de una de las especies bandera del proyecto: el tinamú negro o gallineta (Tinamus osgoodi).
Alas Putumayo busca que al cuidar a esta especie paisaje con estrategias de educación ambiental, al promover alternativas productivas sostenibles y generar herramientas de conservación a través del turismo comunitario y sostenible de naturaleza, muchas otras especies del territorio se puedan conservar.
Y es que precisamente por ejercicios de caracterización ejecutados por la entidad, se sabe que de este grupo taxonómico, en la vereda El Líbano y sus alrededores, podrían vivir al menos 528 especies de aves, una cantidad récord porque representa casi una cuarta parte del total de especies de aves registrado para Colombia (1941), de acuerdo con la segunda edición de la Guía Ilustrada de la Avifauna Colombiana, de Fernando Ayerbe.
El trabajo en El Líbano permitió además identificar 10 rutas potenciales para hacer avistamientos y apreciar el paisaje, entre las que sobresalen los trayectos por Isla Escondida, Agua Bonita o El Quebradón.
Yudi Cuacialpud, hermana de Esteban y una de las personas certificadas en meliponicultura, resalta el peso que tienen los recursos naturales en el futuro de la región.
“Pienso que lo más importante de este ejercicio ha sido que la gente descubrió el lugar donde vive. Pero además, sembró un entusiasmo por conocer más y seguir aprendiendo. Da gusto ver a muchos instalando colmenas, hay persona que tienen 6 o 10; otros apenas están comenzando, pero lo que nos enseñaron se nota y se pone en práctica”, opina Yudi, quien considera que para el caso de la cría de abejas, hay un potencial para que esta actividad pueda respaldar emprendimientos ecoturísticos en su población. “La gente podría venir y ver cómo es una colmena, cómo se construye, el trabajo de los polinizadores, hoy pienso que este sería el primer paso, mientras perfeccionamos los detalles para una producción de miel que podamos vender”.
Pero al margen del futuro, el presente indica que con todo lo anterior se logra otro de los objetivos del Proyecto Vida Silvestre: conseguir que las acciones por la conservación de las especies de flora y fauna, se complementen eficazmente con la enseñanza a niños, jóvenes y adultos, quienes hoy están identificando sus capacidades y la riqueza biológica del entorno en el que viven. “Es nuestro interés que la gente conozca lo que tienen en su territorio, se apropien y así quieran y puedan conservarlo”, agrega Vanessa Perdomo.