La Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas), a través de su Centro de Rehabilitación de Fauna ubicado en el municipio de Victoria, sigue rescatando a esta especie, perseguida durante años por el tráfico ilegal.
Una especie carismática y trascendental para Colombia y su biodiversidad, el tití gris, ha encontrado un oasis, un remanso que poco a poco la está salvando del tráfico ilegal que la ha perseguido sin tregua durante años: se trata del Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre del Oriente de Caldas, fundado en 2006 y administrado por la Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas). Esto ocurre porque muchos de los ejemplares que han caído en las redes ilegales de fauna, y que por la acción policial han sido confiscados, son remitidos allí debido a que perdieron su hogar. Y todos han encontrado una segunda oportunidad.
Es casi una regla que cuando un animal ha sido extraído violentamente o accidentalmente de su hábitat, o es confinado en jaulas durante mucho tiempo mientras es transportado en el intento por venderlo o sacarlo del país y, además, tiene contacto con humanos que lo maltratan, su comportamiento cambia radicalmente, ya que pierde su familia (prole) que suele estar integrada por unos 5 a 12 miembros (y de la que depende para socializar), así como sus habilidades para buscar alimento o reproducirse entre otros.
Por eso, así alguien logre su rescate, no puede ser llevado al bosque nuevamente sin que reciba un tratamiento de rehabilitación con el que recupere su condición silvestre, el instinto básico para sobrevivir por sí mismo y su capacidad de relacionarse con otros de su especie.
Esto último es lo que ha logrado una y otra vez el Centro de Rehabilitación de Corpocaldas, al mando del biólogo Óscar Ospina, su director, un lugar ubicado en el municipio de Victoria, dentro del Distrito de Manejo Integrado Bellavista. Ospina puede afirmar que precisamente por este trabajo paciente y dedicado, ya pocos son cazados y la extinción que los seguía perdió gran parte de su impulso.
“La gente de la región conoce la labor del Centro de Rehabilitación, que ha irradiado mucha información sobre la importancia del tití, por eso las comunidades valoran su presencia como un mamífero vital para la conservación de los bosques de la región y lo que esto representa para su calidad de vida; el tráfico como siempre lo hemos conocido es poco tolerado”, explica el experto.
Un primate vulnerable
Durante muchos años, el Saguinus leocopus, su nombre científico, ha estado en la lista de los más traficados del país por la demanda de muchas personas que han querido transformarlo en mascota, algunas de ellas atraídas por su carisma y tamaño (mide unos 50 a 60 centímetros incluyendo su cola). Sus poblaciones también disminuyeron dramáticamente por la destrucción de sus bosques, tala que nunca ha respetado el hecho de que este es un mono endémico para Colombia, es decir, solo vive en nuestro territorio (es imposible verlo en otro país del mundo) y especialmente en una zona que incluye áreas de Bolívar, Antioquia, Caldas y Tolima, no más allá de los 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar. De ahí que trasladarlo a otros sitios, algunos más fríos o calurosos, resulta condenarlo a resistir enfermedades.
Según la Unión Internacional para la Naturaleza, su condición es Vulnerable.
El Centro de Rehabilitación de Fauna fue creado en el 2006 precisamente porque, en ese momento, el tití era el primate más amenazado por las redes de venta ilícita de fauna. Cuenta Ospina que al año podían recibir entre 70 y 80 animales. En la actualidad reciben entre 10 o 12. “No quiero decir que el tráfico que captura animales en la selva para venderlos haya desaparecido; pero sí puedo decir que es muy reducido. Hoy, los que llegan son víctimas de accidentes. Por ejemplo: ejemplares que alguien los encuentra cerca de una carretera, atropellados o desorientados porque han perdido a sus padres”.
El 70 por ciento son liberados
Poco a poco, Ospina y su equipo han podido desarrollar un protocolo estándar para aliviar la situación de cada ejemplar recibido, para buscar su rehabilitación. Lo primero que hacen los profesionales es abrir una hoja de vida con los datos del animal. Se le instala un microchip para evitar confundirlo con otro y trazar su progreso sanitario. Desde ese momento, un veterinario hace revisiones físicas, un biólogo identifica su comportamiento y el zootecnista evalúa su condición nutricional, entre otras cosas, luego de lo cual se puede diseñar un plan de recuperación.
Cada mono entra en un confinamiento de 90 días (dentro de una jaula de 1 metro 20 de ancho por dos de largo y 2 de alto), donde puede relacionarse con otros pocos individuos. Generalmente, se analiza si mantiene intactas sus habilidades para trepar o moverse con rapidez y se toman muestras para descartar enfermedades infectocontagiosas. El alimento se le ofrece listo para consumir: frutas y verduras picadas o insectos en recipientes.
Al superar este paso, el ejemplar se lleva a una jaula de rehabilitación que está inmersa en el bosque y que tiene un espacio mayor a la anterior (3 por 3 metros), donde encuentra frutas que él mismo deberá romper o pelar; y los insectos se camuflan dentro del encierro para que retome sus habilidades de búsqueda del alimento.
“La permanencia en esta última fase depende de su evolución y es el paso anterior a llevarlo a una jaula de preliberación de 5 metros de ancho por 5 de alto, ubicada en una zona boscosa muy aislada, donde el contacto con los humanos es casi nulo. La idea es que en este lugar alcancen el 100 por ciento de su condición natural, porque les mostramos serpientes vivas, zorro o tigrillos, para que el estímulo sea visual y olfativo y aprendan a detectar a sus depredadores”.
Cuenta Ospina que ya se están haciendo pruebas genéticas a los animales para conocer los sitios de donde provienen; “por eso cuando los vamos a liberar sabemos con mucha certeza el lugar en el que debemos dejarlos, seguros de que se van a defender adecuadamente”. Algunos son monitoreados con telemetría análoga o satelital.
El 70 por ciento de los titís que recibe el Centro logran ser liberados; un 20 por ciento mueren y un 10 ciento nunca recobran la posibilidad de volver a su hábitat, por lo que deben reubicarse en zoológicos o bioparques.
Esto último sigue siendo un fracaso para la ciencia y representa las pequeñas batallas ganadas por los delincuentes, porque un tití, a través de sus excrementos y al moverse de un lado a otro, dispersa semillas de frutas o de plantas que representan la regeneración de nuevos árboles y el mantenimiento sano de las selvas. Por eso, su verdadero valor está en que siempre permanezca en libertad.
«La presente publicación ha sido elaborada con el apoyo financiero de la Unión Europea a través de la Acción Alianza Fauna y Bosques. Su contenido es responsabilidad exclusiva de WCS Colombia y no necesariamente refleja los puntos de vista de la Unión Europea».
Sobre la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques: La Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques es una acción regional impulsa por la Unión Europea e implementada por WCS y WWF que busca combatir el tráfico de fauna silvestre y madera, a través del compromiso de la sociedad civil en el fortalecimiento de la aplicación de la ley y la cooperación con y entre las autoridades de Colombia, Ecuador, Perú Bolivia y zonas y trifrontera con Brasil.
Para contacto de medios de comunicación: Programa Contra el Tráfico de la Vida Silvestre Wildlife Conservation Society (WCS): colombiatrafico@wcs.org