Móvil y etérea, la niebla interrumpe la vista a intervalos indefinidos. La carretera, sin pavimento, serpentea entre montañas que se suceden unas a otras. Infinitud y soledad marcan el camino desde Sevilla (Valle del Cauca) hacia Roncesvalles, en el sur del Tolima. Sobre la cima de la Cordillera Central, el horizonte estalla en tonalidades de verdes: el claro y brillante de los pastos, y el denso y oscuro de los montes. Entre la vegetación de las colinas, los frailejones aparecen en tamaños de toda índole.
Estamos muy cerca de La Unión, lugar que nos revela aquel triple límite que separa al Quindío, al Valle del Cauca y al Tolima. Desde allí, Roncesvalles está a solo una hora de camino. A lo largo de la vía, el agua emerge a borbotones por entre los barrancos. Cascadas a granel, todas cristalinas y heladas, hacen las veces de líquidas cortinas que discurren sobre los desniveles de la tierra.
Encumbrado entre las montañas, a Roncesvalles se le conoce también como el paraíso natural de Colombia. Su riqueza ambiental es enorme. Para la muestra cabe destacar los páramos de Chili-Barragán, Yerbabuena y Los Valles, así como los bosque altoandinos que subsisten en la región y que albergan una gran diversidad de flora y fauna.
El Estudio de Identificación, Selección, Nominación y Declaratoria de Áreas con Significancia Ambiental en el Municipio de Roncesvalles, elaborado en 2007, indica que el 80% de su territorio se encuentra por encima de los 2000 metros sobre el nivel del mar, ubicación estratégica en términos de la riqueza ambiental que posee en cuanto ecosistemas de montaña se refiere.
Adalberto Bonilla, como el 65,6 % de sus 5479 habitantes, vive en la zona rural. Es propietario de El Arbolito, predio que subsiste a 20 minutos del casco urbano: “Nací en la finca más grande de Roncesvalles, donde mi mamá trabajaba, pero hace 19 años que tengo esta tierrita. Me dedico principalmente al cultivo de la mora y a la ganadería”, afirma Adalberto. Y añade: “de las 60 ha que hacen a mi finca, 40 las tengo destinadas a pastorear 100 cabezas de ganado”.
Un tesoro para salvaguardar
Los páramos y los boques andinos son fuente de vital importancia para el suministro del agua potable que consumen muchos colombianos. Pero en paralelo, la expansión agropecuaria se ha venido constituyendo en una muy seria amenaza para estos y otros ecosistemas altoandinos, pues lo anterior implica, en la mayoría de casos, la desaparición de zonas ambientalmente estratégicas que terminan convertidas en espacios exclusivos para el aprovechamiento agrícola o ganadero.
Por lo mismo, resulta inquietante, si no paradójico, que la ganadería tenga una presencia tan marcada en la rica región de Roncesvalles. De hecho, tal realidad la evidencian los abundantes anuncios de venta de queso. Un artículo de prensa, ‘Tolima le apostará a la producción de quesillo con denominación de origen’, publicado en la web de la gobernación departamental en febrero del 2020, lo confirma. Indica que Roncesvalles es el mayor productor de leche en suelo tolimense, con una media de 40.000 litros diarios.
Jornada tras jornada, la finca El Arbolito contribuye con una modesta cuota de producción que suma a esa sorprendente cifra lechera. Entre tanto, Adalberto reconoce que los campesinos hoy tienen una mayor conciencia ambiental: “De 30 años hacia acá, hemos aprendido que debemos cuidar y proteger los recursos naturales. Antes, nosotros no sabíamos por qué cuidar una palma, pero es algo que hemos ido aprendiendo para el bien de la región y de nosotros mismos. Hoy somos más conscientes”.
Durante las últimas décadas, distintas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales han llegado a Roncesvalles con el interés de estudiar su riqueza natural. En consencuecia, es muy probable que la población roncesvalluna se haya venido familiarizando, poco a poco, con el mensaje conservacionista. Y bajo ese contexto, es que el proyecto ‘Río Saldaña – Una Cuenca de Vida” le apuesta a impulsar la implementación de sistemas pecuarios más amigables con el medio ambiente.
Intervenir y proteger
Hace un año, un grupo de ganaderos de la región participó en esta idea. Juan Camilo Vela, médico veterinario que lideró el ejercicio, sostiene que la forma como se hace la ganadería tradicional es un tema que merece revisarse. “Hay tres aspectos -añade- que afectan al entorno: el uso de agroquímicos y venenos (exterminan la microfauna, que es necesaria para el ciclo biológico); el sobrepastoreo (este compacta el suelo y puede llegar a generar erosión); y, por último, la creencia que una finca bonita es la que solo tiene pasturas y no debe tener ni un arbolito.”
Por todo lo anterior es que la estrategia planteada por este profesional consta de una serie de talleres que ofrecen herramientas a los ganaderos para transformar sus prácticas tradicionales en otras más armónicas con los ecosistemas de la región. Se busca, de esta manera, impactar en el mejoramiento de la producción, la reducción de sus costos y la protección del patrimonio natural.
Para alcanzar estos objetivos, se trabajan cuatro líneas. En primer lugar, sustituir los agroquímicos por insumos orgánicos. En segunda instancia, realizar control biológico a plagas y a parásitos. La tercera, lograr que el ganado no solo se alimente de pasto (esto, además, permite proteger los suelos por medio de la siembra de especies forrajeras que dan sombra y evitan la erosión y la compactación). Y, por último, controlar la movilidad del ganado y restringir su acceso a las fuentes hídricas.
Un cambio es posible
Por años, propietarios como Adalberto han realizado en estas tierras una ganadería tradicional. Pero como él, muchos están dispuestos a hacer un cambio. “Nosotros no sabíamos que había que cuidar el medio ambiente, sino que todos nos dedicábamos a tumbar monte y no mirábamos el mal que estábamos haciendo”, afirma.
Por lo mismo, hoy en Roncesvalles ya hay varios propietarios que han decidido aislar los bosques, los nacimientos de los ríos y las quebradas. “En mi finca tengo unas 15 ha de monte. Las tengo encerradas, así como los nacimientos. Es que de ellos sale parte del agua que baja para el pueblo. Estamos en el proceso de aprendizaje y estamos animados”, concluye Adalberto.
Así las cosas, cada vez es más apremiante la necesidad de realizar actividades agropecuarias amigables ambientalmente, sin que esto implique, por supuesto, ir en contra del necesario ingreso económico que buscan las personas. “De hacerlo -afirma el veterinario Juan Camilo-, iremos dejando a un lado, paso a paso, la cultura de la ganadería extensiva y su afectación sobre los ecosistemas que aún quedan”, lo cual, sin duda, será un paso muy importante para que muchos sigan considerando a Roncesvalles el paraíso natural de Colombia.