Un grupo de indígenas de la etnia Tikuna creó la Fundación Maikuchiga, para rehabilitar primates traficados. Una labor que tiene su epicentro en Mocagua, una comunidad situada a hora y media de Leticia (Amazonas).
La Fundación Maikuchiga acumula muchos relatos de micos. Es su esencia, a eso debe su existencia, su función en el Amazonas colombiano y también su significado. Porque en lengua tikuna, ‘Maikuchiga’ se traduce como ‘historia de micos’. Y precisamente la organización fue inspirada en ellos y creada para defenderlos.
Desde 2004, está encargada de recuperar a primates que han sido víctimas del tráfico ilegal de fauna, un delito que acecha intensamente a este departamento y, en general, a toda la selva tropical extendida por ocho países, la más grande del mundo, y donde aún es intensa la tala de árboles centenarios para vender su madera y el comercio irregular de aves multicolores, caimanes y serpientes venenosas, así como de tortugas, pequeñas ranas e incluso de colmillos de jaguares.
Situada en Mocagua, una comunidad indígena fundada en 1917 dentro de la cuenca de la quebrada Matamatá, a una hora y media en bote por el río Amazonas desde Leticia, capital departamental, Maikuchiga integra varios temas alrededor de su trabajo: la conservación de la fauna, la investigación y la educación ambiental, el monitoreo comunitario y, lo principal, la rehabilitación de aquellos monos rescatados o confiscados por la Policía o la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) y que huyen de una venta irregular lejos de su hábitat. Misión realizada desde el corazón de la selva y una lucha frontal contra una amenaza delincuencial que no parece agotarse.
La vida por un lanudo
No siempre la vida de los micos fue tranquila en Mocagua. Allí también fueron cazados intensamente, algunos de ellos para transformarlos en mascotas. Hasta que en 2003 sus pobladores optaron por conservarlos. Fueron los antiguos cazadores quienes cambiaron la perspectiva y decidieron que lo mejor era preservarlos.
Y eligieron una especie emblemática para ellos como prioridad y centro de esa propuesta: el mono churuco (Lagothrix lagotricha), un mamífero musculoso, muy carismático y llamativo por su pelaje, por lo que algunos también lo llaman ‘lanudo’.
En pocas palabras, un ser hábil en los árboles y resuelto para moverse en ellos; con talento para escabullirse con facilidad, pero con una debilidad irremediable: a diferencia de otros animales que pueden compensar sus pérdidas con abundantes crías, el choyo, otro de sus nombres comunes, se caracteriza por tener una reproducción lenta, porque las hembras adultas generalmente dan a luz a un solo bebé cada dos años.
La destrucción de sus bosques producto de la deforestación para introducir ganado y cultivos es otro de sus enemigos, por eso aparece como ‘En Peligro’ de extinción según el Atlas de la Biodiversidad de Colombia. Y en estado ‘Vulnerable’, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El turismo, motor de los ingresos
Inicialmente, la Fundación Maikuchiga solo trabajó por este mamífero de cola prensil, que usa como otro de sus brazos. Pero el impacto del tráfico también llevó a la organización a ayudar a otros monos, como los llamados ardilla y araña (Saimiri sciureus y Ateles belzebuth) o a los aulladores.
Cuenta Jhon Vásquez, director de la Fundación, que la mayoría del tráfico se concentra a mediados o finales del año, cuando hay más alimento y los primates están más activos. Han llegado a tener entre 30 y 40 ejemplares en cautiverio y en rehabilitación, muchas crías entre ellos, porque en cientos de ocasiones son las madres las primeras en ser sacrificadas por los delincuentes o los cazadores.
Esa cifra se ha reducido en los últimos años, sin que esto indique que el tráfico se detuvo, porque este es un flagelo que se incrementa por épocas y que impulsan intermediarios que se mueven por las zonas fronterizas que Colombia tiene con Brasil y Perú. “Recibimos micos que permanecen mucho tiempo enjaulados, en contacto con los humanos, sin disfrutar de la luz del sol, en situaciones muy difíciles”, explica.
Como los recursos de Maikuchiga son limitados, muchas veces la entidad se apoya en los profesionales de Corpoamazonia para resolver problemas técnicos o veterinarios. También recibe asesoría del Proyecto para el Combate del Tráfico Ilegal, que lidera WCS Colombia. Mientras tanto, sus miembros, entre los que figuran Leoncio Sánchez (encargado del mantenimiento de la infraestructura que se extiende por 3 hectáreas) y Saúl Mendoza (con una habilidad inusual para pintar murales), se concentran más que todo en el cuidado de los individuos recuperados.
Han sido decenas los que han sido devueltos a la selva cada año luego de ser rehabilitados (8 de cada 10). Esto se consigue poco a poco, para que aprendan a subsistir por su cuenta y en libertad. “Tenemos que observarlos mucho, como a niños que empiezan a caminar, hasta que logramos que comiencen a ‘miquiar’ de nuevo y como debe ser, esto como condición antes de su liberación”; agrega Jhon.
Una minoría debe permanecer eternamente en la sede de la fundación porque sus integrantes nunca se pueden restablecer por presentar lesiones muy graves, como amputaciones o daños en sus extremidades o articulaciones. Pero al menos siguen adelante en condiciones naturales favorables y se transforman en los anfitriones de la educación ambiental que reciben muchos de los visitantes que llegan a Mocagua.
Maikuchiga ofrece recorridos selva adentro o expediciones para estudiantes, científicos o turistas, en salidas que incluyen hospedaje y alimentación. Un monitoreo que ellos han bautizado como ‘Monitome’ (ome significa churuco en lengua tikuna), que permite ver al mico en vida silvestre. De esto último surge su financiación principal y el motor fundamental de su futuro a favor de la fauna. Una cruzada que cumplirá, el próximo 12 de septiembre, 17 años.
«La presente publicación ha sido elaborada con el apoyo financiero de la Unión Europea a través de la Acción Alianza Fauna y Bosques. Su contenido es responsabilidad exclusiva de WCS Colombia y no necesariamente refleja los puntos de vista de la Unión Europea».
Sobre la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques: La Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques es una acción regional impulsa por la Unión Europea e implementada por WCS y WWF que busca combatir el tráfico de fauna silvestre y madera, a través del compromiso de la sociedad civil en el fortalecimiento de la aplicación de la ley y la cooperación con y entre las autoridades de Colombia, Ecuador, Perú Bolivia y zonas y trifrontera con Brasil.
Para contacto de medios de comunicación: Programa Contra el Tráfico de la Vida Silvestre Wildlife Conservation Society (WCS): colombiatrafico@wcs.org