Avistar un pato de torrentes es una buena señal, un buen presagio. Pero no en el sentido de la creencia popular, y en la que algunos podrían suponer que verlo trae buena suerte. No. Hallar a uno de estos animales es un premio de valor infinito, porque significa que está sobre aguas limpias y con baja perturbación humana. Y es por esa misma razón, justamente, que un grupo de científicos busca sigilosamente a esta ave en tres subcuencas andinas de la Cordillera Central de Colombia: la del Cucuana, la del Amoyá y la del Siquila, todas afluentes del río Saldaña, el principal tributario tolimense que alimenta al gran río Magdalena.
Lo que ocurre -para ampliar los detalles de esta historia- es que la existencia de este animal, que pertenece a la familia Anatidae, está asociada a macroinvertebrados acuáticos que son su principal dieta y que solo subsisten en cauces cuya salud ambiental es óptima para ellos. De ahí que los investigadores estén tras el ave, pues su ausencia, o presencia, les podría ayudar a evidenciar cuál es el estado de esas corrientes y, de ser necesario, tomar medidas que mejoren su condición. Por eso, el hallazgo del pato de torrentes es un dato muy revelador para los investigadores.
¿Realidad o mito?
En el año 2016, Clemencia Guarnizo, docente en el corregimiento Bilbao, municipio de Planadas, vio por primera vez al pato de torrentes. “estaba en el río, por los lados de la escuela del Castillo, pero se escabulló rápidamente. Son pequeños y hermosos. Desde entonces, jamás volví a ver uno”. Por su parte, Alejandro Ceballos, guía de aviturismo en la región del Amoyá, considera a esta especie una de las aves más carismáticas que habita en la zona y que, por lo mismo, atraen la atención de los turistas.
“Cuando uno lo topa -afirma Alejandro- se llena de alegría. La belleza de su pico y de sus alas es indiscutible; en general, sus características hacen que a uno lo reconforte el solo hecho de saber que está en un sistema acuático de difícil acceso para otras aves”. Y agrega: “el pato de torrentes y el gallito de roca, son algunas de las aves que más despiertan el interés de quienes visitan esta región”.
Merganetta armata es el nombre científico de nuestro protagonista, y, según advierte el propio Alejandro, “no está en peligro de extinción, pero su población en Colombia requiere atención en temas de conservación. Esto indica que hay que proteger su ecosistema para que tenga las condiciones adecuadas”. Por todo lo anterior, e independientemente de la dificultad que implica poder observarlo, es que su presencia en los corrientosos ríos andinos lo convierten en un gran indicador del estado del recurso hídrico.
Ahora bien, la lejanía de los lugares donde puede hallarse, las largas jornadas de seguimiento, al igual que la dificultad para acceder a ríos embravecidos en medio de apartados parajes, son problemas que se acrecientan con la personalidad nerviosa y escurridiza del ave. Nuevamente, Lina Caro, bióloga de WCS y gerente del proyecto 'Río Saldaña - Una Cuenca de Vida', coincide con Alejandro y con Clemencia: “sin duda -sostiene- es una belleza, pero es muy difícil hallarlo”.
Desde el pasado mes de agosto, Lina participó en varias jornadas de monitoreo a esta ave. “Es una labor -asegura- que nos ayudará a obtener datos claves sobre su presencia y sobre el impacto que podrían tener en el ecosistema algunas de las implementaciones técnicas que hemos venido realizando en el marco del proyecto”. Implementaciones que incluyen, entre otras, el cerramiento de nacederos y rondas hídricas, la siembra de árboles nativos, la puesta en marcha de sistemas ganaderos silvopastoriles y otras múltiples acciones encaminadas a incrementar la conciencia ambiental entre las comunidades locales que subsisten en esta hermosa a región.
El monitoreo
El municipio de Bilbao está ubicado en inmediaciones de la cuenca del Siquila. Desde allí, en un vehículo 4x4, se asciende durante más de una hora por angostas y deterioradas carreteras, todas carentes de asfalto. Luego se avanza en moto, poco menos de 30 minutos, hasta uno de los caminos de una de las tantas veredas de la región. Y tras cinco horas a pie, se llega, finalmente, a la finca La Esperanza. En sus inmediaciones, aledañas al Siquila y a algunas de sus quebradas afluentes, es posible encontrar al pato de torrentes.
Para monitorearlo se rastrea su avistamiento directo, pero debido a que no es fácil verlo, se observan también sus heces, que sirven como evidencia de su presencia. Es un ave nerviosa ante la aparición de extraños. “Una de las categorías que incluimos en el registro de observación de su comportamiento -afirma Lina-, es la de vigilante. Es la categoría que siempre usamos, porque permanece así: vigilando”. Se ríe y continúa. “Son escasas las veces en que ellos no nos ven primero. El macho empieza a estirar el cuello y si uno se acerca, enseguida se bota al agua. La distancia a la que más nos hemos podido acercar son cinco metros, pero es porque aún no nos ha detectado”.
Durante el monitoreo que se hizo a lo largo de tres meses, el pato de torrentes solo pudo avistarse, directamente, en cinco oportunidades. Leonor Valenzuela, Coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS, cuenta que se visitaron 33 lugares asociados a las tres subcuencas. “En 19 de estos 33 lugares -explica- se evidenció su presencia, bien sea por medio de las heces o por haber sido hallado en medio del río. En total se lograron 50 registros, y solo cinco de esos son avistamientos directos”.
En cada avistamiento, o en cada evidencia de heces, se actúa rápido en la toma de información teniendo en cuenta las dos categorías establecidas: comportamiento y entorno. En el primer caso, se documenta la actividad que esté realizando, es decir, si nada, se alimenta o se halla en estado de alerta; y en el segundo caso, se miden características del río como el número de rápidos, el número de rocas y cómo es la cobertura vegetal (si hay espacios claros, si es densa, o si se trata de una zona de potreros). Todo esto permite establecer parámetros repetidos o diferenciales en relación a la presencia del ave.
Smart y los resultados preliminares
Son días de lluvia, de distancias enormes, de ríos encunetados entre peñascos, de corrientes peligrosas y de persecuciones que parecieran inútiles. Las adversidades durante el ejercicio del monitoreo son gajes del oficio. “Para evitar que nos vea, no podemos ir al río con mulas ni perros. Y, además, debemos llevar ropa oscura que no de reflejos, aunque, de todas maneras, siempre nos ve”, afirma Lina con admiración por las habilidades de la especie. “Sin embargo, la tecnología nos permite atenuar, en algo, estas jornadas”.
Se trata, específicamente, de SMART, aplicación que, instalada en un celular con GPS satelital, ayuda a sistematizar y espacializar los datos para hacer los análisis cuantitativos de la información que se obtiene en campo. Y aunque los resultados hasta ahora alcanzados son preliminares, arrojan indicios que permiten correlacionar la presencia del pato con condiciones ambientales precisas. Por ejemplo: donde los cauces tienen una sana cobertura vegetal y hay rápidos, las probabilidades de hallarlo son del 64%, mientras que si la cobertura vegetal es escasa, esa misma posibilidad se reduce al 34%.
Otro dato importante asociado a este análisis preliminar indica que a pesar de que se han muestreado localidades entre los 1500 y 3000 metros sobre el nivel del mar -que son correspondientes a su rango de distribución-, la ocupación, para el caso específico de las ventanas evaluadas en las subcuencas tolimenses del Siquila, Amoyá y Cucuana, tiende a ser mayor en las zonas bajas, es decir, entre los 1500 y 2000 metros sobre el nivel del mar, aunque también está presente en zonas altas.
“Son resultados elocuentes que afianzan las propuestas de nuestro proyecto -afirma Lina Caro-, pues corroboran la importancia de la cobertura vegetal para la calidad del agua y la protección del ecosistema”. Por su parte, Leonor Valenzuela, quien ha tenido la responsabilidad de analizar los hallazgos, dice que “mantener a esta ave como referente de la calidad del ecosistema hídrico, permite conectar al proyecto con la gente. Al ser una especie bonita y llamativa -sostiene- nos ayuda a que las personas locales reconozcan, en términos ambientales, cómo está el agua en sus territorios. Y si el pato deja de estar, es posible que ellos mismos se den cuenta que algo no está del todo bien”, concluye.
En la última jornada de monitoreo llevada a cabo en el río Siquila, Lina Caro encontró a una familia de patos: estaban papá y mamá con sus dos crías. Todos posaban sobre las piedras que sobresalen entre la corriente. “Es una imagen romántica y alentadora”, afirma Lina. “Haberlos visto da indicios sobre la salud del Merganetta armata y nos alienta, a los científicos, a las entidades ambientales, a las empresas del sector privado que forman parte de este proyecto y a las comunidades humanas de esta región, a continuar con el trabajo que actualmente realizamos para que el río Saldaña siga siendo ‘Una Cuenca de Vida’”.