Por: Javier Silva
Un artículo publicado en la revista de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, basado en la experiencia del Proyecto Vida Silvestre (PVS), demuestra que al conservar a un cierto grupo de especies de importancia, ese trabajo redunda en el bienestar de otras.
Los programas de conservación dirigidos a especies son una forma común para enfrentar la pérdida de biodiversidad. Y generalmente se piensa que ante el reto que significa preservar a un grupo de animales en determinado ecosistema, es necesario entonces trabajar con cada una de ellos y lograr avances individuales en su cuidado. Esta idea requiere una inversión en recursos, humanos y económicos muy alta, que casi nunca es posible obtener o sostener.
Por eso, una solución parcial sería la elección de especies paisaje (aquellas que usan áreas extensas, ecológicamente diversas y que usualmente tienen un impacto significativo en la función de los hábitats) y trabajar intensamente en su preservación, porque al cuidarlas a ellas, otros seres asociados al mismo escenario natural, y a su estructura, también comenzarán a recibir beneficios y resultados a favor de su protección. Podría compararse con un efecto dominó, en el que al empujar la primera ficha donde se concentran las acciones a favor de los animales más grandes, poco a poco el resto de piezas se irán moviendo para abarcar, con un manto de defensa y custodia, a las más pequeñas.
Esta última conclusión es el eje central del artículo ‘Las especies paisaje como estrategia de conservación de la biodiversidad: evaluación cuantitativa de su efectividad’, que acaba de ser publicado en la revista de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Fue redactado por Germán Forero, director científico de WCS Colombia; Carlos Saavedra, coordinador del Proyecto Vida Silvestre (PVS), que lidera WCS Colombia, y Leonor Valenzuela, coordinadora de análisis y síntesis de esta misma iniciativa.
Para llegar a esta conclusión, ellos tomaron como base los avances alcanzados por el PVS en dos áreas geográficas principales y analizando el paujil de pico azul (Crax alberti) y la marimonda o choibo (Ateles hybridus), en el Magdalena Medio. Y en la Orinoquia, se tuvo en cuenta la danta (Tapirus terrestris).
Se hicieron análisis a través de información de cámaras trampa y recorridos, para determinar el efecto de las acciones sobre las especies. Y se estimaron los efectos de dichas acciones de la misma iniciativa sobre la pérdida de bosque en Cimitarra y Puerto Parra (Santander), así como en Yondó (Antioquia). Igualmente, en la cuenca del río Bita (Vichada), comparando las tasas de deforestación en las áreas intervenidas por el proyecto, con otras que presentaban ausencia de acciones. Todo esto entre 2015 y 2018.
Y se pudo saber que las acciones de conservación derivadas de la planificación adecuada con base en las especies paisaje, tienen un efecto positivo en sus poblaciones (abundancia estimada como ocupación) y en otros elementos de la biodiversidad. Y que la estrategia de conservación en el entorno tiene resultados adecuados en la estructura medida de los ecosistemas, en este caso, a través de la reducción en la deforestación.
La importancia de los acuerdos comunitarios
De alguna manera, la conservación con base en especies paisaje siempre se explicó en la teoría, pero con esta publicación aparece un ejemplo real de su efectividad para algunos grupos taxonómicos (no todos).
Para que esto último hubiera sido posible, Germán Forero explica que han sido clave los acuerdos de conservación establecidos con dueños de tierras o fincas en ambas zonas geográficas, todos vinculados con el PVS, quienes han escogido una porción de sus predios para destinarlos exclusivamente a la protección de los recursos naturales y, con esto, ayudar a la recuperación de bosques, humedales o rondas de ríos. De esta forma, aportan a la creación de corredores biológicos para beneficiar el tránsito de mamíferos.
Desde que comenzó la ejecución del Proyecto Vida Silvestre, y hasta la mitad del 2021, se habían firmado cerca de 130 acuerdos con propietarios (algunos de ellos son pescadores). Con esto, hay cerca de 33599 hectáreas de terrenos comprometidos bajo esta figura, de las cuales 7674 corresponden a zonas boscosas.
“Esos acuerdos redujeron la deforestación y confirman que tienen el potencial de contribuir al mantenimiento de la biodiversidad, sin desconocer que esas zonas mejor conservadas requerirán un acompañamiento y una verificación continua”, comenta Forero, quien expuso las conclusiones de este trabajo como parte de su ingreso como miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Y precisamente en este sentido, el estudio definió que, por los acuerdos en Magdalena Medio, aumentó la presencia del paujil y la marimonda, debido, muy seguramente, a una combinación de la reducción en la cacería y la protección y restauración de sus hábitats. Estas dos especies dependen de bosques en buen estado. “En el período de tiempo evaluado pasaron a ocupar preferentemente sitios con acuerdos dentro del paisaje, lo que indica que el plan funcionó”, explica el estudio.
Por su parte, en la Orinoquia, donde la proporción del área ocupada por la danta en la cuenca del rio Bita siempre ha sido alta, por las intervenciones no se notó un crecimiento de su presencia, la cual se ha mantenido en buen estado, con tasas muy bajas de extinción en el paisaje. En este sentido, las acciones de conservación se han orientado y dan buenas señales hacia mantener dichas poblaciones y no a recuperarlas.
“De alguna manera ahora sabemos que en Magdalena Medio estamos curando un daño que se ha intensificado durante los últimos años. En cambio, en la Orinoquia lo que queremos es que esos daños no ocurran”, explica Leonor Valenzuela.
La metodología aplicada también mostró que otras especies de vertebrados (aparte de las paisaje) se favorecieron por las acciones de conservación: el guatín (Dasyprocta punctata), la paca (Cuniculus paca) y el pecarí de collar (Pecari tajacu) en Magdalena Medio, porque aumentaron su probabilidad de colonización en áreas donde la participación de la comunidad fue exitosa. Igualmente, se redujo su captura.
Sucedió lo mismo con el venado, en la Orinoquia, que no fue escogida como especie paisaje, pero tiene ahora, por las acciones a favor de la danta, una mayor cantidad de florestas a su disposición, una condición que ambos requieren para mantener su bienestar y sus niveles de ocupación.