En la cuenca del río Amoyá, sur del Tolima, doña Nubia Castro y don Marco Fidel Jiménez son esposos y propietarios de la finca La Lorena, predio que colinda con el Parque Nacional Natural Las Hermosas - Gloria Valencia de Castaño. Entre la abundante vegetación que crece en ese lugar, existe una planta que hasta hace poco era otra más en el paisaje. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Antioquia determinaron que se trata de una nueva especie para la ciencia.
A La Lorena se llega desde Chaparral luego de transitar cuatro horas en campero, por vías sin asfalto, hasta el Escobal, vereda ubicada en la vertiente oriental de la Cordillera Central. A partir de este punto, y durante cuatro horas más a caballo, la travesía prosigue por antiguos caminos de herradura para, finalmente, encontrar la finca. El 80% de ese predio -calculan sus dueños- es bosque, mientras que el resto lo han destinado a la ganadería y a una huerta casera en la que crecen frondosas acelgas, pepinos, espinacas, cilantro, cebollas y tomates.
Conscientes de la riqueza natural del lugar, doña Nubia y don Marco decidieron, en 2019, postular a La Lorena como Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC). Esto implica un compromiso para establecer medidas que permitan preservar sus ecosistemas y desarrollar alternativas de producción sostenibles. Si la solicitud, que aún está en proceso, logra ser aceptada, la finca entrará a formar parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP).
Descubriendo una nueva especie
Para don Marco, los motivos que los llevaron a postular a La Lorena como RNSC son diversos, aunque aquellos relacionados con los animales y las plantas silvestres fueron los de mayor peso. “Aquí hemos encontrado osos, dantas y venados. Tenemos que preservar toda esta riqueza y evitar la cacería, porque somos privilegiados”. Doña Nubia, por su parte, destaca que “en la finca hay una gran zona de montaña virgen donde crecen muchos árboles y arbustos que, seguramente, son importantes”.
Y en medio de toda esa biodiversidad andina, hay una planta que, hasta el día de hoy, era desconocida para la ciencia. ¿Cómo lograron encontrarla? ¿Qué significa este hallazgo? Durante la postulación de La Lorena para ser registrada como RNSC, hubo una caracterización biológica, proceso que consiste en identificar las especies de fauna y flora de un sitio determinado -algo así como hacer un inventario sobre la riqueza natural del predio-.
El proyecto 'Río Saldaña - Una Cuenca de Vida’ hizo dicha caracterización, labor que permitió muestrear aves, mamíferos, plantas y herpetos (anfibios y reptiles). Yeison Londoño, profesional del Grupo de Estudios Botánicos del herbario de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia y en su momento consultor de WCS Colombia, fue quien recolectó las muestras de las plantas encontradas para llevarlas, posteriormente, a un análisis en el laboratorio. Allí, junto a Jhon Murillo y Heriberto David-Higuita, descubrieron que uno de los especímenes colectados tenía algunas características que lo diferenciaba de otras especies de su misma familia y género.
Sin embargo, aquello que para la ciencia significó toda una sorpresa, para doña Nubia y don Marco solo representaba una imagen cotidiana. “Nosotros siempre la habíamos visto en varios lugares de la finca, como a cualquier otra planta -cuenta ella-. Y cuando nos dijeron que se trataba de una especie nueva, fue que empezamos a verle las diferencias, porque la confundíamos con otra planta que es muy parecida”.
Los análisis en el herbario revelaron que, efectivamente, se trata de una especie de la familia Melastomataceae, perteneciente al género Miconia. Estas son plantas propias de regiones tropicales de América y, en Colombia, a algunas las llaman, popularmente, Siete Cueros, Nigüitos, Tunos y Flor de Mayo. En todo caso, enumerarlas sería un despropósito pues, de acuerdo con Yeison, Jhon y Heriberto, existen, aproximadamente, 1900 especies de Miconia. La descubierta en La Lorena se suma a esa gran familia.
Como buen investigador que es, Yeison la describe bajo estrictos términos científicos que no dan lugar a equivocaciones y que no son del todo fáciles de comprender para el común de la gente: “es un arbusto de aproximadamente tres a cuatro metros de altura y se reconoce porque tiene unos tricomas que son ramificados, cortos y están dispersos en las hojas y en los peciolos, que es lo que sostiene a las hojas. Éstas -agrega- exhiben apariencia peltada, tienen siete nervios principales y el peciolo se inserta un poco más hacia el centro de las mismas, y no en la margen”.
En términos más sencillos, todo lo anterior significa que, a diferencia de otras Miconia, esta especie tiene hojas en forma de sombrilla que están recubiertas por una especie de vellosidad, o pelaje, muy corto (tricomas), condición que también se evidencia en sus tallos. Don marco, que no se queda atrás en las observaciones, aprendió a diferenciarla de otra planta del mismo género, porque en ésta -según sus propias palabras- las hojas son más redondas, mientras que las otras las tienen más alargadas; también son brillosas y un poco rusias, opacas.
Tras repasar una y otra vez las características de esta nueva especie, don Marco y doña Nubia ya la reconocen sin dificultad. Y ellos mismos afirman que se convirtieron en su vigía, a tal punto que se atreven a calcular que en la finca se encuentran cerca de 80 ejemplares. Aclaran, no obstante, que es un cálculo a ojo, “por encimita” y que aún no se ha hecho un conteo detallado.
Si no tiene nombre, no existe
“El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, escribió Gabriel García Márquez en el párrafo inicial de su novela Cien Años de Soledad. Y eso, justamente, fue lo que le ocurrió a la Miconia que recién descubrieron los investigadores en La Lorena, y que desde ahora ya ocupa un único lugar en el gigantesco acervo del reino de las plantas.
Para bautizar a una nueva especie vegetal -valga la aclaración-, los científicos se acogen a estrictos códigos de nomencaltura botánica. Estos indican que el nombre tendrá que incluir el género, seguido de una palabra en particular. “Para el caso de esta planta, su género identificado fue Miconia, a lo que le siguió la asignación de un epíteto (segunda palabra del nombre) que debe escribirse en latín, o en una forma latinizada”, explica Yeison Londoño.
De ahí que a esta nueva especie se le haya nombrado Miconia lorenaensis, siendo su apellido un justo homenaje a la finca La Lorena, único lugar donde, hasta ahora, ha sido vista. Sin embargo, es muy posible que otros individuos de esta misma planta también subsistan en inmediaciones del Parque Nacional Natural Las Hermosas - Gloria Valencia de Castaño, así como en la extensa región del hermoso río Amoyá.
Entretanto, el conocimiento que hoy existe acerca de Miconia lorenaensis podría considerarse incipiente, queriendo decir esto que no hay certeza, por ejemplo, sobre quién o quiénes la polinizan, o la forma como sus semillas son dispersadas, o sus tiempos para llegar a ser un individuo adulto, o cuál su rol en el ecosistema. En tal sentido, las preguntas son muchas.
Yeison, por su parte, concluye esta pequeña historia haciendo una invitación: “aparte de la Miconia lorenaensis, también hemos hallado, en ese mismo territorio, otras cuatro especies que bien podrían ser nuevas para la ciencia. Por lo mismo, quisiera decirles a los habitantes de esas montañas del Tolima que no deben olvidar la importante riqueza natural del lugar en que habitan, condición que les otorga una enorme responsabilidad con su región y con la maravillosa vida silvestre que posee Colombia”.
Las imágenes que acompañan esta publicación forman parte del artículo científico que citamos a continuación: Murillo-Serna, J. S., Y. Londoño-Echeverri & H. David-Higuita. 2021. Miconia lorenaensis (Melastomataceae), a new species from Colombian Andes. Phytotaxa 501 (1): 162–170.
Artículo completo: https://www.biotaxa.org/Phytotaxa/article/view/phytotaxa.501.1.7