En Brasil, Perú y hace pocos años en Colombia se realizan ceremonias en las que se utiliza el veneno de esta rana amazónica (Phyllomedusa bicolor), también llamada mono grande, con el fin de curar dolencias como la diabetes o el asma. Sin embargo, aún no se tiene evidencia científica de estas propiedades.
El uso de la fauna y de la flora ha sido tradicional entre los grupos indígenas del Amazonas. Es usual que muchas de las etnias que habitan en esta selva tropical, la más extensa del mundo, y originarias de países como Brasil, Venezuela, Ecuador, Perú o Colombia, se apoyen en plantas o animales para encontrar beneficios.
Una de esas especies ha sido una rana conocida popularmente como kambó, de color verde esmeralda y de unos 12 centímetros, de la cual los nativos extraen su veneno para utilizarlo en jornadas de cacería. Según ellos, al ponerlo en contacto con su piel, este aguza sus sentidos y así pueden resistir largas jornadas de trabajo y caminatas.
Pero las cosas han cambiado para la kambó, científicamente conocida como Phyllomedusa bicolor. Porque de ser empleada reguladamente, hombres llegados de las ciudades, pero conocedores del poder de ese veneno, han impulsado su captura frecuente para usar la sustancia comercialmente y realizar algunas jornadas de sanación con personas del común, que le atribuyen al tóxico poderes curativos.
Puede caminar en los árboles
La Phyllomedusa bicolor vive en medio de quebradas mansas y muy limpias. Tiene hábitos nocturnos. Y como todas las ranas, beneficia a la humanidad porque controla el crecimiento de insectos trasmisores de enfermedades. También se transforma en alimento de aves o mamíferos pequeños (sustentando así la cadena trófica). Incluso, suele aprovechar los árboles para caminar o saltar de hoja en hoja, poner sus huevos y reproducirse, por eso muchos la llaman la rana mono grande.
Y hasta esos lugares selva adentro han llegado para explotarla. Lo que hacen quienes lideran esta experiencia es capturar al anfibio y estresarlo (a veces lo amarran o presionan su cuerpo), para que este, de manera instintiva, comience a transpirar el veneno que usualmente usa para defenderse de sus depredadores.
En ese momento, sus captores toman algunas pequeñas tablillas de madera y raspan la piel de la rana para empaparlas con el líquido. Inmediatamente, o días después, reúnen a las personas que quieran exponer su cuerpo a la secreción.
El sanador entonces quema algunas partes del cuerpo del participante y la pócima es aplicada o se esparce en esas heridas, para que entre en contacto con la sangre. Esto provoca un trance en el que el practicante del ritual, según testimonios, puede curar sus enfermedades o simplemente limpiar el cuerpo para recobrar energías y fortalecer su salud. No es un acto inofensivo, porque quienes se someten a esta prueba pueden soportar fiebre, taquicardia, diarrea, vómito, desorientación (lo mismo que la rana busca causar en los animales que se empeñan en comerla), incomodidades y riesgos que, al parecer, impulsan un alivio del asma y otras afecciones como rinitis, alergias, diabetes, colesterol alto, cirrosis o crisis de ansiedad.
Más recientemente, el uso de la sustancia se promocionó como una estrategia para el tratamiento del COVID 19. Sin embargo, no existe evidencia científica que demuestre que ese virus o el resto de las dolencias puedan resolverse con la absorción del veneno, llamado por algunos nativos de la región amazónica de Brasil como el remedio de la selva.
Lo llevan a Europa
Estos rituales o ceremonias sanadoras comenzaron a realizarse en países amazónicos en la década de los 90 y principios de este siglo. Pero poco a poco se han ido extendiendo por todo el continente y en zonas urbanas de Colombia como Cali, Medellín y ciudades del Eje Cafetero.
Según Luis Fernando Cueva, director de la oficina territorial Amazonas de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia), su oficina conoció en el año 2020 una primera denuncia oficial sobre la extracción de la ‘mono grande’ en el sector de Tarapacá. Cueva explica que, al parecer, lo que hubo fue una sesión ‘curativa’ impulsada o contratada por un grupo de extranjeros, quienes habrían buscado a una comunidad indígena para realizarla. “Con esto se prendieron las alarmas sobre el aprovechamiento anormal de la Phyllomedusa bicolor en nuestro país, tema que debemos atender y evitar que se consolide, como ya ha ocurrido en Perú o Brasil”, afirmó Cueva.
Expertos en fauna consultados para este artículo explican que, aunque las ranas no siempre son sacadas de su hábitat (como sucede con muchas aves o reptiles), su explotación con fines comerciales requiere una regulación para que la especie sea usada correctamente y dentro de la sostenibilidad adecuada.
El veneno ha tratado de llevarse a Europa. Por ejemplo, en 2019, y dentro del aeropuerto El Dorado, de Bogotá, la Policía Nacional incautó cuatro tabletas provenientes de Iquitos, en Perú, que llevaban adherido el tóxico de la rana kambó y que querían llevarse hasta Países Bajos, esto según una publicación realizada en el diario El Espectador en 2019, y que también reveló la captura de hasta 20 individuos por noche en algunos momentos del año en los departamentos de la Amazonia. Se sabe por declaraciones que incluso la secreción ha sido enviada a diferentes países como México, Chile y Argentina.
Hacen equipo entre instituciones
Sobre el empleo desafortunado de la Phyllomedusa bicolor hay decenas de datos, pero también mucha información por recolectar. La rana kambó no hace parte de los Apéndices de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), que regulan el comercio internacional de las especies o sus subproductos. Y según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la especie está en una categoría de ‘preocupación menor’, información que no se ha actualizado desde 2008. Tampoco está incluida en el listado de especies amenazadas de la Resolución 1912 de 2017 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, por eso es importante iniciar estudios para determinar si este tipo de actividades relacionadas con su uso afectan su estado de conservación. Como parte del proyecto Alianza por la Fauna y los Bosques, de la Unión Europea, WCS Colombia, en alianza con otras instituciones presentes en la región, está interesada en avanzar en el conocimiento del uso de la especie en el país, como un insumo clave para definir las pautas del manejo sostenible de la Phyllomedusa bicolor.
«La presente publicación ha sido elaborada con el apoyo financiero de la Unión Europea a través de la Acción Alianza Fauna y Bosques. Su contenido es responsabilidad exclusiva de WCS Colombia y no necesariamente refleja los puntos de vista de la Unión Europea».
Sobre la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques: La Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques es una acción regional impulsa por la Unión Europea e implementada por WCS y WWF que busca combatir el tráfico de fauna silvestre y madera, a través del compromiso de la sociedad civil en el fortalecimiento de la aplicación de la ley y la cooperación con y entre las autoridades de Colombia, Ecuador, Perú Bolivia y zonas y trifrontera con Brasil.
Para contacto de medios de comunicación: Programa Contra el Tráfico de la Vida Silvestre Wildlife Conservation Society (WCS): colombiatrafico@wcs.org