Por: Mónica Diago
En los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y Putumayo, campesinos y dueños de predios renuevan o firman nuevos acuerdos de conservación que buscan proteger los ecosistemas y sus bienes y servicios. ¿Qué implica y en qué consiste poner en marcha estos compromisos?
“Firmar un acuerdo es, además de una manera de proteger nuestros bosques, una forma de aprender de personas idóneas y capacitadas que nos enseñan sobre conservación, sobre cómo cultivar de manera más eficiente, sobre cómo sacarle más provecho a lo que tenemos en la finca respetando la naturaleza. Con los acuerdos que ya hemos firmado en el Proyecto Vida Silvestre (PVS)*, se siente y se ve el desarrollo”. Esto es lo que piensa Efraín Surmay , habitante de la vereda Peñas blancas, en Yondó , Antioquia, y quien está próximo a renovar su actual acuerdo en el marco de la citada iniciativa.
Por su parte, Carlos Saavedra, coordinador de especies de WCS Colombia, añade: “es un pacto entre personas con intereses diferentes según su cotidianidad. Y esto busca que los predios generen un mayor valor, tanto en lo productivo como en la conservación, y siempre apuntándole a la sostenibilidad”. Dicho de otra forma: los acuerdos de conservación pretenden alcanzar objetivos comunes que beneficien, simultáneamente, a los campesinos, a los habitantes de los territorios y a todos los que disfrutamos los servicios ambientales que nos proveen los ecosistemas.
En tal sentido, el principal enfoque de trabajo del PVS busca, en los tres paisajes donde trabaja (Llanos Orientales, el Magdalena Medio y Putumayo), conservar con la gente, es decir, que los propietarios de los predios que están cerca de las áreas de intervención, participen en el cuidado de la especie o las especies que les corresponden. Esto se logra con distintas actividades: restauración de hábitats, pactos para la disminución de presión de la amenaza y acciones para incentivar la conversión a reservas de la sociedad civil, entre otros.
La presente fase del Proyecto Vida Silvestre (esta es su tercera etapa) aspira a firmar 110 acuerdos durante los próximo 3 años. Estos se suscribirán con los propietarios de aquellos predios ubicados en zonas estratégicas para conservar especies en peligro de extinción. Tal es el caso del mono churuco, el manatí antillano, el bagre rayado, el mono araña café, el paujil de pico azul, la danta de tierras bajas y la tortuga charapa, además de otras especies de plantas como la palma de moriche.
La eficacia de los acuerdos se evalúa considerando el impacto positivo que -se espera- estos causen sobre la biodiversidad, variable que es medida comparando los beneficios que ellos dan en sus áreas de acción versus lo que ocurre en el resto del paisaje. “Hemos comprobado los positivos resultados que nacen de este mecanismo. Desde lo productivo se mantienen las acciones en torno a soberanía alimentaria, proyectos sostenibles, fortalecimiento comunitario. entre otras, lo cual denota el compromiso desde nosotros los técnicos como desde los propietarios”, confirma Carlos Saavedra.
¿Cómo ganar la confianza de las comunidades?
Lo primero es sensibilizar por medio del diálogo para evidenciar por qué estas especies están amenazadas y a qué se debe el deterioro de los ecosistemas que nos rodean. La tala, la ampliación de la frontera agrícola, la caza, la pesca excesiva, son algunas de estas causas. Se empieza desde lo general para luego determinar, desde los predios, qué acciones están contribuyendo a ese deterioro. Y después de ese diálogo, se pasa al terreno para dimensionar esas acciones y plantear soluciones.
“Los propietarios nos creen, porque llevamos más de seis años trabajando en esto. Somos conocidos en estas áreas, y nosotros no prohibimos nada; solo les pedimos que transformen la manera como se relacionan con el territorio. Incentivamos ese cambio con beneficios para sus tierras”, sostiene Ernesto Ome Álvarez, especialista en iniciativas productivas de WCS Colombia. Y añade: “como el acuerdo es voluntario, nadie está obligando a nadie. De hecho, por ser acuerdos vinculantes a las acciones, no relacionan derechos de propiedad. Entonces, esto genera tranquilidad en los dueños de los predios, pues, de entrada, ellos entienden que ese temor por ‘perder lo suyo’ no se ajusta a la realidad”.
Son muchos los beneficios de quienes deciden renovar estos pactos: destacamos, por ejemplo, que las personas firmantes están interiorizando un ejercicio de conservación para proteger una especie; que ellos mismos están aprendiendo a relacionarse de forma más amigable con la biodiversidad; y, lo más importante, que también reconocen nuevas formas de producción que permiten dar un salto, hacer un avance y fortalecerse. Esto último, gracias a la capacitación técnica y económica que reciben para adaptarse a las nuevas condiciones del planeta y del mercado.
De otro lado, los acuerdos motivan el desarrollo de capacidades en diferentes temáticas. En lo productivo, por ejemplo, se pueden implementar para mejorar las prácticas agrícolas y pecuarias en predios y comunidades; y en lo ambiental, para citar la otra cara de la moneda, generan habilidades con múltiples beneficios hacia los ecosistemas, pues se potencian acciones que tendrán impacto positivo en el corto, mediano y largo plazo.
Efraín Surmay agrega que, para él, el propósito central es claro y ya está demostrado, pues lo que el PVS le prometió hace 3 años, se cumplió. Ahora, en esta nueva fase de ese proyecto, desea reiterar su acuerdo para así seguir protegiendo el bosque nativo que tiene junto a sus cultivos de limón. “Quiero conservar ese bosque porque es antiguo; calculo que tiene más de 20 años. Y hoy comprendo los problemas que se generan, y que se van a generar, si no cuidamos lugares como estos. Esta labor de conservación nos exige coherencia y respeto. Es como firmar un contrato laboral; debo cumplirlo sí o sí, y esto, en ocasiones, no les gusta tanto a otras personas porque están acostumbradas a vivir a su manera y no tienen esos hábitos de disciplina”.
En últimas, los acuerdos de conservación que el Proyecto Vida Silvestre ha suscrito hasta la fecha (los han firmado con 120 propietarios en los tres paisajes donde hace presencia), le han brindado a esas personas mayor conocimiento, mejores herramientas y compromisos mucho más firmes por el bien de sus actividades productivas, sin que esto vaya en detrimento de la riqueza natural de sus territorios. Todas estas razones son las que hoy han inspirado a muchos labriegos y pescadores a reiterar su sí por estos pactos voluntarios que propenden, al mismo tiempo, por las buenas prácticas rurales y la conservación de la vida silvestre.
* El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).