Por: Germán Bernal
Abrir el grifo, llenar el vaso de agua, llevarlo a la boca y beber hasta calmar la sed. Esta escena, que parece natural y cotidiana para un gran número de personas, no es posible para todas. Aún el agua dulce requiere condiciones especiales para el consumo humano, y la que sale del grifo no siempre las tiene. Para ser consumible, ésta debe carecer de sustancias tóxicas y de microorganismos patógenos, es decir, aquellos que causen enfermedades. La ONU, por medio de la Resolución 64/292 del 28 de julio de 2010, declaró el acceso al agua potable como un derecho esencial e instó a las naciones a trabajar por ello.
Estos datos son los que nos dan el contexto necesario para iniciar este viaje hacia el sur del Tolima, específicamente a la Cuenca alta del río Saldaña, región bañada de nacimientos, quebradas, ríos y lagunas. Es un lugar generosamente hídrico que entremezcla la riqueza de su biodiversidad con la de las actividades propias de la ruralidad agropecuaria. Allí, los bosques de montaña conviven con la ganadería, la caficultura y la siembra de frutales y hortalizas. Y, además, es el sitio donde nace el Saldaña, que es el más importante afluente que ese departamento le entrega al río Magdalena. De ahí que la población campesina que allí habita se abastezca, para el uso agropecuario y doméstico, del enorme recurso hídrico que provee esa parte de la Cordillera Central. Pero, ¿el origen y la abundancia de agua que hay en ese rincón andino garantizan que esta sea apta para el consumo humano?
Contrario a lo que pudiera pensarse, los boques y los páramos que visten esas lomas no son garantes, por sí mismos, del acceso confiable a ese recurso. De acuerdo con Yenny Alejandra Restrepo, administradora ambiental y especialista en agua de la Fundación Grupo Argos, “es posible que, a simple vista, uno vea el líquido transparente, pero las posibilidades de que tenga contaminación microbiológica son muy altas. ¿Por qué? Porque en el campo no tenemos adecuados sistemas de tratamiento de aguas residuales”.
De hecho, las áreas rurales de Colombia muestran un notable déficit en los servicios básicos de saneamiento, realidad que corroboran los datos del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio. A 2015, asegura esa cartera ministerial, tres millones de personas en el campo no contaban con acceso al agua potable, y más de la mitad de ellos no tenían servicios de acueducto ni alcantarillado. Por otra parte, el Índice Nacional de Salud de 2020 reveló que, en Colombia, por cada 100 personas que viven en el área rural, solo 46,4 acceden a ese recurso de forma confiable. Este indicador, proyectado por la organización Así Vamos en Salud, fue elaborado con información del año 2017 aportada por el gobierno nacional.
Son cifras que inquietan, especialmente si reconocemos que buena parte de la población campesina del país toma el agua, directamente, de ríos y quebradas. Esta, por lo general, es llevada a las casas a través de mangueras o tuberías y sin ningún tipo de saneamiento. Aunado a ello, su eventual exposición a las heces de animales, o, incluso, a las de los humanos que las vierten directamente desde sus casas, incrementan posibles riesgos de contaminación microbiológica. Entonces, ¿cómo enfrentar esta situación y cómo prevenir la afectación en la salud de las personas en regiones donde no hay acueductos?
Filtrar para mejorar
Las subcuencas de los ríos Siquila, Amoyá y Cucuana forman parte de la cuenca alta del río Saldaña. Muchos campesinos de estos territorios carecen de servicios de acueducto, y por tanto no pueden acceder al agua potable. Luis Quira, en el corregimiento Bilbao, municipio de Planadas, lleva el agua a su casa desde un nacimiento cercano. “El agua de la llave -afirma- se ve que viene limpia; aparentemente no viene infectada, pero así sea del nacimiento, a veces trae lodo o mucha impureza”.
En la medida en que lugares como en los que vive Luis carecen de acueductos, existen soluciones alternativas que pueden mejorar la calidad del recurso hídrico, tanto para él como para muchos otros habitantes de la ruralidad. Y eso, justamente, es lo que viene haciendo el Proyecto Río Saldaña - Una Cuenca de Vida, iniciativa liderada por WCS Colombia en alianza con la Fundación Grupo Argos, Cortolima y Parques Nacionales Naturales de Colombia, y en la que -entre otras acciones- se han estado instalando filtros de agua en predios que se encuentran dentro de su radio de acción.
A la fecha, y desde noviembre 2020, este proyecto ya ha colocado 100 filtros de agua, 7 de ellos en escuelas rurales y los 93 restantes en fincas beneficiarias. Son filtros que bien podemos clasificar en dos tipos: de cerámica y de bioarena. En ambos casos, estas estructuras retienen microrganismos y elementos o partículas suspendidas en el recurso hídrico, proceso que se complementa con otras implementaciones para el mejoramiento de la calidad y la preservación del agua, propósito central del proyecto Río Saldaña.
Amparo Sanabria vive en la vereda Cucuanita del municipio de Roncesvalles. Su finca, La Esperanza, es una de las que hoy cuenta con un filtro instalado. “Antes de tenerlo nunca nos enfermamos, pues siempre hervíamos el agua para hacer los jugos o para tomar. Sin embargo -agrega- la leña da un sabor extraño al agua hervida”. Amparo no duda en reconocer las bondades de esta tecnología. “Con el filtro todo se hace más fácil; cada vez que necesito agua solo tengo que servirla en una jarra o en un vaso. En cambio, antes teníamos que gastar leña y tiempo”. Este último aspecto es clave, pues los filtros dan un beneficio adicional, ya que reducen la combustión basada en leña, es decir, que disminuyen la presión sobre los bosques.
Instalar estos filtros conlleva un proceso sistemático de acompañamiento a las familias. Esto implica, por ejemplo, levantar una línea base de información que permite conocer las necesidades de los usuarios, así como identificar riesgos y hábitos de consumo. Posteriormente, cada familia se capacita para el manejo de su respectiva unidad. “Allí les explicamos por qué es importante consumir agua de calidad; cómo le aporta el filtro a la solución de los problemas asociados al consumo de agua que potencialmente está contaminada; se habla de buenos hábitos de salud e higiene, algo que es muy importante, pues el uso de los filtros con malas prácticas de higiene impide que el ciclo completo de saneamiento se cumpla como debe ser”, agrega Yenny Alejandra Restrepo.
En el corregimiento de San José de Las Hermosas, Chaparral, Claudia Hernández es miembro de la Junta de acción comunal de esta localidad y beneficiaria del proyecto Río Saldaña. En su finca se instaló uno de los filtros que provee el proyecto y de esta experiencia, Claudia destaca cómo el impacto de esta implementación resalta a simple vista. “El agua sale más clara. Antes tenía sus partículas chiquiticas, mugresitos, pero ahora sale perfecta, transparente. Un día llené el filtro con agua turbia, para ensayar, pues cada que llueve el agua se empuerca, y salió blanquita”.
Además de estas pruebas que los usuarios hacen a simple vista, los responsables técnicos de esta idea también han llevado a cabo análisis en laboratorios que toman por referencia muestras de agua antes y después de su paso por el filtro. En el primer escenario, los resultados arrojaron presencia de coliformes y Escherichia coli, bacterias derivadas de materias fecales. Por el contrario, el segundo escenario evidenció un puntaje de cero frente a la presencia de dichas bacterias.
Para Amparo Sanabria, usuaria de uno de los filtros instalados en el municipio de Roncesvalles, resulta contradictorio que el recurso hídrico de su región tenga contaminación microbiológica y su consumo no sea apropiado. Sin embargo, se asombra aún más frente al trabajo sencillo y efectivo que hace el filtro. “Es algo maravilloso tenerla tan pura, sin arena, sin residuos; cuando baja de la llave, viene con palitos y arenita; ahora sale totalmente limpia. Mis nietas cogen su vasito y van y abren la llave del filtro. Es una tranquilidad enorme verlas tomar el agua tan pura”.
¿Conclusión? Abrir el grifo, llenar el vaso de agua, llevarlo a la boca y beber hasta calmar, con total confianza, la sed, ahora sí es posible en 93 predios y siete escuales rurales de esta bella región del sur del Tolima. Y esos números, con seguridad, seguirán creciendo por el bien de sus habitantes y de la sana convivencia de ellos con su entorno ambiental.