Por Mónica Diago
El próximo 15 de mayo los habitantes de Bocas del Carare (centro poblado que pertenece al municipio de Puerto Parra, en Santander), vivirán una nueva fiesta en torno a la vida de ese primate, especie insignia en ese territorio, y cuyas tierras están enclavadas en el corazón del Magdalena Medio. A través de disfraces, comparsas, bailes, comidas típicas y hasta un torneo de fútbol, los asistentes harán un llamado en pro de la conservación de la vida silvestre.
La cultura es la marca indeleble de un territorio. Es el elemento transversal que define, une e integra a una comunidad. Aquello que los convoca como piezas de un mismo rompecabezas. Y la conservación, sin duda, está permeada por la apropiación cultural de todas esas especies que hacen de nuestro país uno de los lugares más biodiversos del mundo. Para el Proyecto Vida Silvestre (PVS)* y para los habitantes de Bocas del Carare, el festival del Choibo es una herramienta social que contribuye a la sensibilización sobre el cuidado del primate más grande de Colombia: el mono araña (Ateles hybridus), choibo o marimonda del Magdalena.
Este mono, que se alimenta principalmente de frutos de árboles (ciruelas, caimos, guamas), así como de lianas y de hojas, vive en grupos de 15 a 30 individuos, integrados, mayormente, por hembras. Y es por eso, justamente, que esta especie necesita contar con grandes áreas de terreno en aras de lograr su subsistencia. Además, los ciclos de vida de las hembras son muy lentos: su primera cría llega a los siete u ocho años de edad, y en cada parto solo dan a luz un individuo. Luego, tardan hasta tres años para volver a reproducirse.
En consecuencia, el crecimiento demográfico del choibo es muy demorado, siendo esta una de las razones por las que hoy está en peligro crítico de extinción, según la lista roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Aunado a todo lo anterior, bien vale la pena señalar que el mono araña es considerado una especie sombrilla, es decir, que de su conservación dependen otras especies, pues son dispersores de semillas y esto hace que sean vitales para la regeneración y el mantenimiento de los bosques.
Adicionalmente, y como parte de una estrategia que usan para reducir la competencia entre ellos, sus grupos se disocian y asocian constantemente (especialmente las hembras, pues necesitan mayor cantidad de alimento y de energía para la reproducción). Por eso, y en la medida que haya más disponibilidad de frutos, tras estos irán grupos más grandes; de lo contrario, se separan.
Su principal amenaza
Lastimosamente, el hábitat del choibo ha sido fuertemente fragmentado. Tal es el caso de las llamadas selvas del Carare-Opón, en Santander, lugar cuyo nombre está inspirado en sendos ríos que fueron bautizados de la misma forma y que mueren en el Magdalena. Otrora, este paisaje estaba formado por una enorme extensión de bosque húmedo tropical y de ciénagas, todo tan espeso y exuberante como la Amazonia. Hoy, gran parte de ello ha desaparecido a manos de la deforestación, ocasionando una pérdida prácticamente irreversible.
“Del hábitat histórico del Magdalena queda entre 10 y 15%, pues ha sido transformado por la agricultura y la ganadería”, afirman Andrés Link y Gabriela de Luna, directores de la fundación Proyecto Primates, que lleva más de 17 años trabajando en ese paisaje y que lidera, desde hace ocho años con el PVS, las acciones de conservación entorno a los choibos.
En el 2014, cuando ellos empezaron a trabajar con el PVS en ese lugar, el relacionamiento con sus habitantes y con la administración municipal era casi nulo, pero la instalación del proyecto despertó interés en los pobladores por conocer su territorio y por entender la gravedad de lo que estaba sucediendo.
El valor de un festival unificador
Dada la importancia de transmitir en todos los grupos poblaciones de Bocas del Carare la urgencia por conservar al mono araña y a su hábitat, hace nueve años nació el Festival del Choibo. Se trata de un día de integración en el que la comunidad se manifiesta por medio de un gran desfile que protagonizan la marimonda del Magdalena, el aullador, el cariblanco y el mico nocturno. A este grupo de primates se suman águilas, tigres, pumas, el paujil de pico azul, hasta el manatí y el bagre rayado. Todos danzan al ritmo de bailes tradicionales.
La comparsa va acompañada por bandas juveniles y, paralelamente, se llevan a cabo distintos concursos. Los niños, por su parte, hacen dibujos que, posteriormente, se convierten en exposiciones que aluden a la riqueza silvestre de la región. Todo esto ambientado con una típica muestra gastronómica que incluye, entre muchos otros platos, el pescado, el arroz con coco, los fritos y la arepa de huevo.
En los días previos a la celebración se pintan murales en algunas fachadas y se realiza un torneo de fútbol que finaliza el día del festival con su respectiva premiación. A este encuentro -al que esperan asistan este año cerca de 700 personas- no solo acuden los habitantes de Bocas del Carare, sino también de otras veredas.
“Desde el PVS tratamos de conseguir incentivos para los ganadores, porque somos conscientes de la importancia de este evento”, cuenta María Antonia Espitia, líder de procesos sociales de WCS. Y agrega: “es una cita que reconstruye, año tras año, el tejido social y permite que las comunidades se conozcan, se unan y creen redes de protección a su territorio y todos los que lo habitan”.
Gracias al trabajo que realizan los gestores del PVS, el festival ha logrado que muchas familias entiendan el papel fundamental de la biodiversidad. Así, el festejo se traduce en un buen pretexto para explicar por qué son importantes los monos, qué función cumplen en el ecosistema y en qué consiste el aporte que cada persona puede hacer en favor de su cuidado y de su protección.
En tal sentido, las acciones adelantadas desde el Proyecto Vida Silvestre van desde la firma de acuerdos voluntarios de conservación, hasta la solicitud de permisos para hacer estudios de los primates, pasando por el empoderamiento de la comunidad para que los habitantes de la vereda generen alternativas económicas que les permitan depender mucho menos de los bosques.
Sorany Gil habita en esa región y se desempeña como tesorera de Asomucare (Asociación de Mujeres Emprendedoras de Bocas del Carare). Además, ella es una de las organizadoras del festival, actividad que -según su propio testimonio- ha impactado positivamente en la población. “Se trata -dice Sorany- de un momento en el que se generan relaciones y, sobre todo, confianza en las acciones que se implementan para darle una segunda oportunidad al primate. Es -agrega- una gran fiesta que nos ha enseñado que aquí tenemos mucha riqueza natural, y que debemos protegerla para que las próximas generaciones la conozcan en vivo y en directo, y no solo en los textos de historia o de geografía”.
Por todo lo anterior, este encuentro de música, de danzas, de comparsas, de comida y de deportes, se ha convertido en una cita de muy alto valor que le ha permitido comprender a los habitantes de Bocas del Carare su papel fundamental como actores clave en la preservación de la naturaleza y de este importante mono, que hoy día, lamentablemente, sigue siendo uno de los 15 primates más amenazados del mundo.
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**El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).