Por Mónica Diago
Cuenca media y baja del río Bita, en el departamento del Vichada. Allí, el Proyecto Vida Silvestre trabaja por la consolidación de un corredor ecológico que le permita a esta especie transitar libremente, protegerse y seguir aportando al buen transcurrir de la vida natural en esa fracción orinocense.
La conservación de la danta de tierras bajas se ha convertido en una labor prioritaria para los habitantes de las veredas que colindan con el río Bita, en el Vichada. Los morichales (Mauritia flexuosa), los saladillos (Caraipa llanorum) y los congriales (Acosmium nitens), presentes en los bosques de galería y en los riparios que se encuentran en la zona, deben ser protegidos para que puedan seguir siendo un corredor ecológico por donde ella pueda transitar libremente.
Desde la vereda La Esmeralda hasta Pasoganado, muy cerca del casco urbano de Puerto Carreño (Vichada), se extienden las 73.432 hectáreas de esta área que viene siendo restaurada en el marco del Proyecto Vida Silvestre (PVS)*. Esto, con el apoyo de Ecopetrol y de la Fundación Orinoquia Biodiversa (FOB), cuyo rol es el de organización implementadora de acciones. En el oriente de Colombia, la danta -nota al margen- habita en gran parte de Arauca (a excepción de las zonas montañosas), en el norte de Casanare, en el Meta, el Vichada, en la Amazonía e inclusive en las densas selvas que colindan con Guainía.
Ángela Álviz, subdirectora científica de FOB, asegura que, gracias a la función estructuradora que cumple dentro de los ecosistemas, este mamífero puede considerarse la ingeniera de los bosques. “Su forma de alimentarse -afirma- aumenta la heterogeneidad del territorio, pues los herbívoros, como es ella, moldean los hábitats a medida que se van alimentando de plantas y frutos como el moriche, el marañón y los cogollos de congrio. Todo esto va favoreciendo el crecimiento de plántulas que aprovechan otros animales”.
Los frutos y las hojas son su dieta principal. Y además de ser dispersora de semillas, hace las veces de especie sombrilla (su existencia y preservación, así como la de los ecosistemas en los que habita, garantiza la subsistencia de otras especies). No obstante, se encuentra en estado vulnerable, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Es por eso que fue escogida por el PVS dentro de sus animales prioritarios.
El corredor
El actual corredor de la danta cuenta con cuatro núcleos grandes de conservación, zonas específicas del territorio conectadas con los bosques de galería y riparios (que son esos lugares en los que ella permanece la mayoría de tiempo realizando sus actividades cotidianas). Las siete Reservas de la Sociedad Civil que se han inscrito recientemente dentro del Sistema Nacional de Áreas protegidas, vienen fortaleciendo sus respectivos planes de manejo y sus respectivas estrategias de protección a la vida silvestre. Para ello recurren a la implementación de viveros, a la restauración con especies nativas y a la puesta en marcha de procesos de apicultura que, gracias a la polinización, robustecen los ecosistemas. Además, se han firmado 24 acuerdos de conservación con dueños de terrenos que forman parte del corredor, y con campesinos de la zona que se han comprometido, entre otras cosas, a cuidar el bosque, a instalar cámaras trampa para registrar el movimiento de la danta y a apoyar en la sensibilización hacia su cuidado.
Advierte Ángela que en el hábitat de la danta, el proyecto también prioriza el cuidado de los cuerpos de agua, porque esta especie pasa mucho tiempo allí. “Depende más del agua que otros mamíferos del bosque”, afirma. En esos contextos acuáticos, su rol como “jardinera” es clave, ya que las áreas anegadas, que no son muy profundas, mantienen a flote los frutos hasta que llega la temporada seca. Una vez desaparecen estas inundaciones, las semillas colonizan con facilidad los suelos pantanosos para luego comenzar a crecer. “El agua les ayuda a estas semillas a establecerse y a germinar”, concluye Ángela.
Las amenazas
La caza es uno de los principales motores de su desaparición. La danta sigue siendo alimento para algunas poblaciones indígenas y de colonos. Por ser un animal muy grande, que puede llegar a medir hasta 2.5 metros y pesar 270 kilos, su carne alcanza para alimentar a varias familias.
La segunda mayor amenaza que ella enfrenta es la fragmentación de su hábitat, causada por la deforestación y la pérdida de bosques. La tala hace que el corredor por el que debería transitar, se desconecte, lo que ocasiona que sus funciones vitales se vean interrumpidas (búsqueda de pareja, consecución de alimento y resguardo, entre otras).
“Es primordial, además, que las comunidades humanas asentadas en esas sabanas comprendan que los ciclos de reproducción del animal son bajos; se demora 13 meses en gestación para tener una sola cría”, explica Diana Patricia Hernández, profesional especializada en paisaje Orinoquia de WCS. “Comparada con otras especies, su ciclo de reproducción es muy largo: tarda entre cinco y seis años para empezar a reproducirse y vive entre 25 y 30 años, tiempo en el que solo alcanza a tener 2 o 3 crías”, añade.
Y aunque el camino ha sido largo, la sensibilización en el territorio, que lleva más de cinco años, está dando sus frutos. Se ha comenzado a percibir, por ejemplo, una mayor cantidad de especies nativas, como plántulas de palma de moriche; también se ha evidenciado el establecimiento natural de varias colonias de abejas; ha disminuido la deforestación y se han controlado las tradicionales quemas; y ha aumentado la ocupación de la especie dentro del corredor, aspecto del que los propios dueños de las reservas dan fe. El reto, ahora, es volver a instalar las cámaras trampa y verificar que el corredor esté funcionando.
Las familias del corredor
Como parte de todo este proceso, muchas familias se han capacitado para sacar adelante sus propios proyectos ecológicos, lo que hace que no tengan que subsistir, necesaria y exclusivamente, de la ganadería. “Desde la Fundación -cuenta Ángela Álviz- hemos trabajado para fortalecer las reservas y los acuerdos, para volver a firmar compromisos, para consolidar los incentivos que ya están implementados y para tratar de ampliarlos a nuevas prácticas, a patios resilientes, a más viveros y a más planes de manejo”. En resumen: seguir apoyando a la población del territorio que se encarga de mantener viva a Tapirus terrestris (que es como se le conoce científicamente a la danta de tierras bajas).
Juan Carlos Kini es uno de esos propietarios que está comprometido con la conservación de esta especie. En su predio, La Tata (Vereda La Libertad- Puerto Carreño), tiene un cultivo de marañón que logró consolidar gracias al apoyo del PVS. Su objetivo es que el pseudofruto de esa planta (o también llamado fruto falso) pueda ser aprovechado por el animal. En su finca, además, realizan cortafuegos para que los incendios controlados en la sabana no afecten los bosques.
Juan Carlos se autodefine como abanderado de la danta, pues reconoce que este animal es uno de los más representativos de su territorio, y su presencia es fundamental para la permanencia de los ecosistemas boscosos. Como él mismo lo afirma “es, antes que nada, la gran dispersora de frutos. Y es por eso que siempre busco irradiar el mensaje a todos lo que trabajamos en el predio: la protección de la danta debe ser nuestra prioridad. Si la cuidamos a ella, cuidamos los bosques y lo que ellos nos dan para nuestra salud y bienestar”.
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**El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).