Por: Javier Silva
La tradición de cazar iguanas para extraer sus huevos y venderlos parece tener más peso que los esfuerzos de las autoridades por frenar esta costumbre tan usual en la Costa Atlántica. No es una infracción menor: quienes la practican o promueven se exponen a ser multados o condenados a prisión. La Guajira, Bolívar y Magdalena son los departamentos más afectados.
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Daniel Cubillos camina por Ciénaga (Magdalena) soportando unos 30 grados centígrados más o menos y cubierto con un traje similar a una pijama. Anda envuelto y cobijado desde sus hombros y hasta los pies con ese vestido grueso, de un tono gris claro, en el que sobresale una franja verde que le envuelve parte del dorso, parecido a un gran babero.
Algunos lo miran con indiferencia. Otros le huyen porque creen que se trata de una broma, y el día no está para que un desconocido los ponga a hacer actividades que no quieren. Pero él está metido en su papel y dentro de un ropaje que funciona a su vez como un sauna portátil.
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Para darle un poco más de autenticidad a su representación súbita, se cuelga unas pelotas de icopor alrededor del cuello, que miradas desde lejos imitan un collar de perlas gigante. Y para afianzar su ajuar, se cubre la cabeza con un gorro de tela que está adornado con un ojo falso a cada lado y del que sobresalen unas pequeñas crestas, semejantes a las de un diminuto tiburón.
Hay unos ancianos sentados en una banca del parque principal que lo detallan con suspicacia. El carnaval ya pasó y no hay nuevas parrandas programadas. Por eso, les cuesta entender la presencia de un hombre que, de un momento a otro, ha aparecido recorriendo las calles del pueblo disfrazado de iguana.
Pesa la tradición
La intención no es otra que sacarle una sonrisa a la gente, y en medio de ese intento por divertir y quebrar la rutina, desarmar los corazones de quienes aún buscan a estos reptiles para cazarlos.
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Hablar y hablar. Explicar y volver a explicar. Responder preguntas y hasta soportar bromas. La jornada no está hecha para un tímido. Es necesario echar mano de toda la espontaneidad posible y haberse aprendido un discurso claro, que explique a las personas por qué torturar a estos animales tan inofensivos resulta ser uno de los crímenes más atroces en el mundo.
El trabajo de Daniel y del resto de funcionarios de la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (CORPAMAG), el cual incluye adicionalmente capacitaciones y talleres con comunidades apartadas, es lento y se basa en perseverar para ver resultados en un tiempo.
Y es que no hay que llamarse a engaños. Sobre los habitantes de municipios de Magdalena, pero también de Bolívar, La Guajira y de poblaciones del resto de departamentos de la Costa Atlántica, pesa fuerte y los aplasta como una avalancha la tradición cultural que significa la captura de estos reptiles para vender o comer sus huevos, que supuestamente tienen un poder afrodisiaco. También su carne, que en ciertos locales comerciales camuflan a veces como si fuera pollo.
La compra y venta de huevos es un crimen
Para Corpamag, la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique (Cardique) y la Corporación Autónoma de los Valles del Sinú y del San Jorge (CVS), que a su vez integran el Comité Interinstitucional de Flora y Fauna Silvestre (CIFFA), esta es una práctica considerada tráfico ilegal de fauna, porque implica la extracción y explotación de una especie.
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En su mayoría, este crimen es liderado por pequeños grupos de habitantes, muchos de ellos agobiados por la pobreza, que ven en su comercialización una oportunidad para tener un ingreso extra. Y si la oferta no para, es porque la demanda tampoco tiene fin. Ninguna de las dos ha mermado ni siquiera por el hecho de que comprar y vender fauna silvestre, o sus partes, ha sido declarado un delito sancionado con cárcel de hasta 135 meses y con multas de más de 43 mil salarios mínimos legales vigentes (esto según las leyes 1333 del 2009, 1774 del 2016, 2111 de 2021 y el Código Nacional de Policía).
Lo único que pudo frenar el consumo y venta fue el impacto del virus que desató la covid 19 en todo el planeta y que impuso restricciones de movilidad que mermaron, a su vez, la persecución sobre muchas especies de fauna. En Magdalena, por ejemplo, en los primeros meses del 2021, cuando la pandemia había impulsado un cuarto pico de contagios y muertes, se decomisaron 5760 huevos de iguana.
Muy pocos frente a otras temporadas anuales, cuando las incautaciones fueron más copiosas: 23394 en el 2020 (durante los primeros dos meses y antes de que se declarara el confinamiento nacional, lo que representó cerca de 660 iguanas sacrificadas) y 18153 en el 2022, incluyendo la temporada de Semana Santa. Esto sin que se tenga un cálculo de los casos jamás reportados y que lograron evadir los controles de las autoridades.
Maltrato y crueldad a las que son sometidas
La persecución sobre cada iguana es dramática. Muchas de ellas son acorraladas a través de incendios para que salgan de sus escondites. Suelen capturadas luego de ser apedreadas o recibir golpes con palos. Sin ningún protocolo y estando vivas, los cazadores les abren el vientre con cuchillas para sacar sus huevos y luego les cierran las heridas con ceniza, tierra o aserrín. Obviamente, pocas sobreviven, menos del 10 por ciento de las agredidas, sin la posibilidad de reproducirse nuevamente.
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Con los huevos extraídos (y con la carne de los individuos que mueren), comienza un comercio regional, parte del cual pasa a transformarse en un botín que se reparte entre una gran cadena de intermediarios, quienes lo distribuyen en puntos estratégicos, en carreteras nacionales y en plazas pequeñas y grandes; allí aparece el mercado de Bazurto, en Cartagena. Gran parte de esa cadena de compra y venta utiliza a menores de edad como eslabones para evadir detenciones.
Las consecuencias de esta agresión constante a las iguanas, nombradas también iguanas verdes o teyú, son inciertas.
Algunas fuentes consultadas hablan de un bajón de sus poblaciones en ciertos caseríos, cuyos habitantes dicen que ya no ven tantas. Otros se atreven a decir que esa escasez se estaría reflejando en el hecho de que al ser la iguana la presa de pequeños felinos, estos han tenido que buscar nuevas opciones para alimentarse y por eso han aumentado los ataques a animales domésticos o de las fincas, una consecuencia que no ha sido comprobada o precisada.
Los niños son la esperanza
A pesar de este panorama, poco optimista, Daniel Cubillos no dejará de persistir. Disfrazado o incluso sin máscara, su misión será seguir llevando un mensaje que busca la redención de la Iguana iguana (así se le conoce científicamente a este reptil vulnerable).
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Lo anima mucho el hecho de que en aquellas jornadas de esparcimiento y en contacto con la gente, quienes lo siguen con más intensidad, y no le quitan los ojos, son los niños. Daniel es feliz porque ellos son su público principal y donde las semillas de la protección ambiental que él arroja simbólicamente al aire con tantas frases y enseñanzas, podrían echar verdaderas raíces. “Por años, ellos han visto como lastiman a las iguanas, pero luego de mostrarles lo dañino que resulta, comienzan a llevar a sus padres un mensaje sobre la importancia que tiene su protección”, dice Daniel.
Y esa es la verdadera grandeza de su trajinar, de su ejercicio a favor de un ser vivo inofensivo y tal vez por eso acorralado. Se trata de reducir la compra de productos de fauna silvestre que puede llevar a la pérdida de sus poblaciones, y entender que su rol dentro de la naturaleza afecta a otras especies y dinámicas naturales.
«La presente publicación ha sido elaborada con el apoyo financiero de la Unión Europea a través de la Acción Alianza Fauna y Bosques. Su contenido es responsabilidad exclusiva de WCS Colombia y no necesariamente refleja los puntos de vista de la Unión Europea».
Sobre la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques: La Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques es una acción regional impulsa por la Unión Europea e implementada por WCS y WWF que busca combatir el tráfico de fauna silvestre y madera, a través del compromiso de la sociedad civil en el fortalecimiento de la aplicación de la ley y la cooperación con y entre las autoridades de Colombia, Ecuador, Perú Bolivia y zonas y trifrontera con Brasil.
Para contacto de medios de comunicación: Programa Contra el Tráfico de la Vida Silvestre Wildlife Conservation Society (WCS): colombiatrafico@wcs.org