Por: Javier Silva
En Riberas del San Juan, vereda de Cimitarra (Santander), el Proyecto Vida Silvestre (PVS) adelanta una investigación preliminar para conocer detalles de ataques inusuales a caballos y otros animales de algunas fincas, que habrían sido causados por el mamífero. Dependiendo de los resultados, profesionales del PVS asesorarán a los habitantes de la zona para que mejoren la infraestructura y organización de sus fincas, la protección del ganado y fomenten entre ellos la convivencia respetuosa con el felino.
“El nombre de mi finca no importa, el mío tampoco, voy a decir que me llamo Ramiro Vargas*. Y no es que quiera esconderme para decir mentiras. Por el contrario, esta es una verdad que me interesa divulgar.
Desde hace unos meses, un felino grande está rondando algunos de los predios de la vereda. ¿Un jaguar? Es lo más seguro, he encontrado huellas de buen tamaño. Uno de mis trabajadores me dijo que se topó con él, que lo vio. A veces creemos que pueden ser dos, varias hembras, o no sé si estamos percibiendo la presencia de uno solo de ellos, pero en diferentes momentos. ¿Y si es un tigrillo? Sé que está hambriento. O por lo menos, creo que se quedó sin comida suficiente, sin presas, y entró a mi predio. Atacó a varios de mis caballos y a un par de animales más pequeños.
Algunos de mis vecinos no están tan seguros sobre cómo proceder, no hay un consenso, y por eso prefiero cambiar mi nombre para evitar malentendidos. Usted sabe, algunos ya estarán pensando en armar una cuadrilla y luego salir a buscarlo para dispararle. Pero yo no lo quiero matar.
Mi papá me enseñó a respetar la naturaleza y por eso no podría cargar sobre mi conciencia que algún día, con justificación o sin ella, salí por ahí y cacé un jaguar; un ser tan imponente, hermoso, trascendental para los bosques de este pueblo.
Y es que personalmente no lo veo como una amenaza. Debemos reconocer que nos metimos con él; hemos invadido su espacio, hemos cometido errores, nos estamos chocando, no podemos asumir esto como una agresión. También es nuestra culpa.
Los jaguares caminan mucho, deben cubrir grandes distancias y en algún momento es inevitable que se encuentren un lugar inadecuado. Las fincas, los cultivos, el ganado, todo queda expuesto. ¿Qué hacer? No estoy tan seguro sobre qué hacer para que sigan viviendo”.
Deforestación al acecho
Lo que cuenta *Vargas, finquero de la vereda Riberas del San Juan, en Cimitarra, no es un hecho aislado, ni tampoco una anécdota local.
Los enfrentamientos con jaguares se presentan en gran parte del territorio nacional, incluyendo sectores del Putumayo, los Llanos Orientales, Chocó, incluso en la Sierra Nevada de Santa Marta y otros del Magdalena Medio.
No hay cifras oficiales que cuenten cuántos conflictos hombre-jaguar se reportan al año, solo se conocen casos cada cierto tiempo. Pero, es seguro que es una especie muy perseguida, que no lleva una vida fácil, porque sus poblaciones están decreciendo, esto según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su futuro es además una preocupación cada vez mayor, teniendo en cuenta que en 2021 y en todo el país, se talaron 174 mil hectáreas de bosques (cifra superior a la del 2020), según un reciente reporte del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), esto debido, entre otras cosas, a la ampliación de la ganadería y la frontera agrícola, temas que comprometen aún más el hábitat de este gato excepcional, rey de nuestras selvas.
Lo grave de que se le persiga, a modo de retaliación, por grupos de campesinos que se sienten amenazados por su presencia, es que el jaguar es una especie sombrilla. Esto quiere decir que solo su permanencia en determinado lugar garantiza que otros animales medianos y pequeños estén igualmente conservados; actúa entonces como un bioindicador y un gran regulador de los hábitats más sensibles.
Convivencia respetuosa
Es por eso es que, en medio de este contexto, el Proyecto Vida Silvestre (PVS) comenzó a realizar recientemente una investigación en Riberas del San Juan, ante aquella alerta de algunos dueños de predios, para conocer detalles del comportamiento del felino.
Laura Jaimes Rodríguez, bióloga de WCS Colombia, está al frente de este ejercicio, que intenta, primero, identificar al ciento por ciento la presencia del mamífero en la zona, analizar su comportamiento, definir si es un hecho aislado, transitorio o si a lo mejor son varios los ejemplares que se han instalado allí y están merodeando la localidad. También, se pretende precisar si hay otras especies recorriendo los caseríos, como pumas o tigrillos.
El trabajo se está desarrollando con el apoyo de la comunidad, que está dispuesta a responder encuestas y a dar pistas sobre presencia de huellas u otros indicios. E incluye recorridos por sectores diferentes a Riberas del San Juan, con tal de determinar si el mamífero se ha movido suficientemente o ha sido visto en otro lugar.
Es posible que esta labor preliminar pueda ser apoyada en el futuro por otras entidades ambientales departamentales. Porque de alguna manera el objetivo es lograr asesorar a los pobladores en mejorar la organización de sus fincas y la protección del ganado. Así mismo, fomentar entre ellos la convivencia respetuosa con otros seres silvestres.
“Es importante que las personas comprendan la importancia de la especie y, además, que sepan vivir en alianza con ella. Para esto queremos que las fincas estén organizadas, que haya cerramientos estratégicamente construidos para mantener seguro a los animales durante la noche y una separación espacial de esas actividades pecuarias. También, bebederos para evitar que ellos se desplacen hasta las quebradas, así como sombríos para que no descansen en bordes de bosques”, explica Laura. Un ejercicio similar se hizo en la vereda El Líbano, en Putumayo, otra región donde hace presencia el PVS y en la que también se han reportado interacciones con felinos grandes.
“En la medida en que vayamos evaluando el contexto de cada uno de los predios y de las familias que dependen de ellos, podremos pensar en aplicar algunas estrategias para fomentar una coexistencia sana”, opina Laura.
Progreso y conservación
De esto último es consciente también Ramiro Vargas*. Quien agrega que el sector comprometido y en estudio por la presencia del jaguar es un hábitat muy rico.
“Hay peces, ciénagas, el río Magdalena y sus afluentes como el Carare, caimanes, manatíes, por eso creo que él (o ellos) solo está siguiendo su instinto. Por ahora, estoy comenzando a instalar luces que se activan con el movimiento para tratar de espantarlo, aunque sabemos que ellos tienen la capacidad de acostumbrarse a esos estímulos. Esperamos que con el PVS y WCS Colombia podamos instalar cámaras trampa para verificar definitivamente su presencia y confirmar cuántos hay, su comportamiento y actuar rápido hacia su conservación. ¿Por qué no pensar o crear una red de familias que cuiden a los felinos, como un grupo que se llame ‘’Guardajaguares’?
De todas formas, considero que su conservación no debe olvidar el patrimonio de los campesinos. Yo tengo la posibilidad de reponer mis animales atacados, pero hay otras personas que simplemente se quiebran si pierden una o dos vacas, por ejemplo. Necesitamos un equilibrio entre preservación y progreso. Pienso a veces que con las retaliaciones hacia el jaguar todavía estamos arrastrando ese acervo cultural que indica que cazarlo representa una hazaña o que es una actividad de aquel campesino ‘macho’. Eso debemos cambiarlo por información sobre la importancia que representa que ellos estén cerca de nosotros. Nadie se anima a conservar si tiene dificultades económicas, pero tampoco hay progreso si no cuidamos la naturaleza que tenemos a la mano”. *
*El nombre fue cambiado a petición del entrevistado.