Por: Javier Silva
La extracción y venta irregular de fauna no siempre se concentra en los carismáticos monos o en las coloridas aves. En Colombia también se presenta el comercio ilícito que involucra a diferentes invertebrados. Figuran ciempiés, cucarachas, escarabajos y mariposas, así como arácnidos, entre ellos tarántulas o escorpiones.
Los insectos suelen ser animales impopulares. Una cucaracha, un cucarrón volador, un escorpión, resultan ser seres incómodos para muchos. Sin embargo, más allá de su aspecto, cumplen un gran rol en los ecosistemas. Podría decirse que son los ingenieros de la naturaleza, debido a que polinizan flores, son alimento para un incontable número de animales como murciélagos, aves y peces de agua dulce. Y los escarabajos, por ejemplo, son carroñeros, se alimentan de árboles caídos y reciclan nutrientes que devuelven al suelo para que este pueda renovarse constantemente.
Sin embargo, a pesar de estas funciones trascendentales, y sin importar su aspecto, se está consolidando una tendencia que pareciera tomar cada vez más impulso: y es la extracción ilegal de ellos, y también de arácnidos, para transformarlos en mascotas, en ejemplares de colección y para usar sus toxinas naturales con diferentes propósitos.
Siempre se había pensado que el tráfico irregular de fauna y flora se concentraba, muy especialmente, en los carismáticos monos, en aves multicolores como loros o guacamayas, o en los reptiles como tortugas e iguanas, incluso, en tigrillos o felinos pequeños. Pero, el comercio de invertebrados también ha abierto un nicho entre personas del común que los demandan, liderado por delincuentes que aprovechan ese interés para ganar dinero.
Aparece entonces el intercambio prohibido, la captura y luego la compra y venta de escarabajos, mariposas, tarántulas o ciempiés. Lo de las cucarachas no es fábula, ellas también se comercializan y hay compradores quienes dicen en redes sociales que son “mascotas geniales”.
Un universo comercial irregular sobre el que no se tienen muchas cifras y suele avanzar camuflado entre mercancías legales para superar puestos de control, incluso transfronterizos.
Problema global
Así como el número de insectos o arácnidos sobre la Tierra puede ser incalculable, también es difícil cuantificar las cifras que mueve (en dinero o en individuos extraídos de sus hábitats) la compra y venta de este tipo de invertebrados. Un capítulo del tráfico ilegal que las autoridades apenas están descubriendo y entendiendo en su totalidad.
El problema no es exclusivo de Colombia. Las noticias de este contrabando abundan y llenan la web con artículos procedentes de todos los continentes. La revista National Geographic registró recientemente cómo un ciudadano de la República Checa intentó sacar 4226 escarabajos, escorpiones, arañas y otros invertebrados de Australia. Y menciona en una de sus publicaciones el robo del que fue víctima el Insectario Pabellón de Mariposas de Filadelfia (Estados Unidos), de donde extrajeron 7000 arañas, insectos y otros invertebrados, en un intento por venderlos en el mercado de mascotas.
El Servicio Federal de ese país incautó en un solo año (2019, antes de la pandemia por la Covid 19), 9000 artrópodos vivos o muertos, explica la misma publicación. ¿Cuál podría ser el número total de lo que se logró traficar? Es imposible dar una respuesta ahora.
Bogotá, uno de los epicentros
Las ciudades de Colombia no son la excepción a esta regla trágica. Incluso en Pasto (Nariño) y sus alrededores, según lo explican fuentes de la Corporación Autónoma de este departamento (Corponariño), se han detectado cargamentos de especies que lograron atravesar todo el territorio, es decir, llegaron desde La Guajira u otros departamentos de la Costa Atlántica, esto como parte de un comercio que impacta principalmente la región Andina y que busca pasar las fronteras con Ecuador, Perú o Brasil, áreas poco vigiladas por su extensión y difícil acceso.
Precisamente hace un poco más de un año, un grupo de extranjeros fue detenido en Mallama (Nariño) cuando llevaba una bolsa con 10 cajas de plástico, en las que había 9 tarántulas de diferentes colores y tamaños, y un huevo de arácnido.
Bogotá sigue siendo uno de los principales destinos. Porque, aunque no se han identificado sitios de reproducción, la urbe se reconoce como un lugar de acopio o recepción y, al mismo tiempo, de distribución de ejemplares.
Según Carolina Urrutia, directora de la Secretaría Distrital de Ambiente, a la ciudad llegan especies de muchas regiones que son almacenadas temporalmente en viviendas, bodegas o lugares no abiertos para, en su mayoría, llevarlas a otras capitales o al exterior. La entidad explicó a WCS Colombia que la venta sigue teniendo como canales algunas redes sociales como Facebook o Whatsapp. Igualmente, se lleva a cabo en plazas de mercado o en locales comerciales que aparentan ser tiendas inofensivas donde solo se consiguen perros, gatos o peces, pero en las que se gestionan pedidos irregulares de manera clandestina.
Las arañas venenosas, así como los escorpiones o alacranes, algunos de ellos también tóxicos, son muy apetecidos para enviarse como regalos entre familiares. En el aeropuerto internacional El Dorado, los traficantes intentan enviar los invertebrados en paquetes que generalmente tienen información falsa del remitente o suelen aparentar legalidad con sellos u otros permisos fraudulentos.
En general, y según estadísticas de la Secretaría, entre lo que más se trafica aparecen las conocidas mariquitas (Hippodamia convergens), grillos (Gryllidae sigillatus), de los cuales se han encontrado casi 365.000. También mariposas del orden Lepidoptera, con 216 incautaciones, y cucarachas gigantes (Gromphadorhina portentosa), con 100 individuos identificados. Igualmente, tarántulas del orden Araneae, con más de 200 ejemplares encontradas.
Solo en abril de este año, la Policía halló en la terminal aérea de la capital 143 de estas arañas del suborden Mygalomorphae. Estaban en bolsas de plástico, que quisieron camuflar a su vez dentro de un tablero de ajedrez que hacía parte de un grupo de juegos de mesa que tenía como destino Ciudad de México. Otros países que demandan insectos o arácnidos son Corea del Sur, Alemania, Reino Unido y Bélgica. Hasta allí han tratado de llevarlos dentro de equipos de sonido o encomiendas. A finales del año pasado, dos ciudadanos alemanes fueron detenidos cuando pretendían sacar del país, entre pequeños recipientes, 232 arañas, un escorpión con 7 crías, nueve huevos de araña y 67 cucarachas.
Poblaciones en reducción
Otras víctimas muy frecuentes de esta agresión a los invertebrados son los escarabajos, que integran el reconocido eslabón de los insectos carroñeros y caprófagos (comen excrementos).
Los más buscados son los que integran los géneros Golofa, Dynastes y Megasoma. Según Jhon Cesar Neita, curador de la Colección de Entomología, del Instituto Alexánder von Humboldt, todos tienen un pequeño cuerno por el cual son llamados ‘escarabajos rinoceronte’. Algunos de ellos exhiben tonos amarillos y rojizos que los hacen muy carismáticos, así como texturas similares al terciopelo.
Las poblaciones de Megasoma mars (del Amazonas y con grandes alas), de Megasoma elephas (típico del norte de Colombia y del Chocó, y muy conocido como ‘escarabajo elefante’), así como de Dynastes neptunus, asociado a los robledales, se han reducido, más que todo por la deforestación, porque estos animales utilizan el dosel para aparearse y alimentarse. También usan los árboles viejos para resguardar sus larvas. De todas formas, Neita también advierte que el impacto del tráfico ha sido trascendental en esa pérdida cada vez más intensa. “Todos ellos hacen parte de los animales más deseados por los coleccionistas a nivel mundial”.
Muchas veces son capturados en regiones altoandinas, entre los 1.500 y 3.000 metros sobre el nivel del mar, sobre todo en medio de los troncos en descomposición. “Salir a buscarlos es como caminar en la prehistoria, porque se ubican en bosques primarios, muy conservados, y donde han habitado desde hace más de 250 millones de años. “Verlos en vida silvestre y admirar sus tamaños y sus formas es cada vez más complicado”, cuenta el investigador.
A los científicos como Neita también les preocupa que los efectos y el interés por comercializarlos pueda afectar la cadena trófica, entre otras consecuencias. Los insectos y arácnidos son la comida de vertebrados grandes como aves, de mamíferos pequeños o incluso de algunos peces. Paralelamente, los escarabajos son formadores de buenos suelos y cumplen un papel como detritívoros, es decir, aquellos que son capaces de transformar la materia orgánica y de reciclar nutrientes. Por su parte, las mariposas son importantes para la polinización.
“El desconocimiento de la situación de las poblaciones de esta clase de animales aún es grande, por lo que el seguimiento a los impactos, fruto de su extracción, no se podría cuantificar sino hasta cuando haya un deterioro muy grande de las especies”, explica Carolina Urrutia.
Por el momento, tanto el Instituto Humboldt como la Secretaría Distrital de Ambiente siguen adelante y trabajan con otras instituciones de control y autoridades ambientales con tal de cerrar cada vez más el cerco y el accionar de los traficantes. Y hacen campañas de prevención, especialmente sobre la promoción de la no tenencia ilegal, que de alguna forma motiva a ciudadanos a hacer denuncias.
Esto sin desconocer que en Bogotá y el resto del país existen empresas que exportan insectos disecados o pupas que están legalmente constituidas, tienen permisos de comercialización y tramitan debidamente sus salvoconductos de transporte, así como los permisos exigidos por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Son la excepción, mientras el delito está lejos de detenerse por completo y sigue asumiendo un rol determinante, constante y sin pausa en la destrucción de la biodiversidad. *