Por: Javier Silva
Fue lanzado el Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero —como también se le llama a este reptil enorme—, que propone acciones para sacar a la especie del peligro crítico de extinción que enfrenta.
Esta es una historia agridulce, en la que la amargura y el optimismo podrían estar repartidos en partes semejantes.
Aparece la tristeza, al seguir viendo y comprobando que una especie emblemática de los Llanos Orientales, aún dibujada en paisajes sabaneros, incluida en letras de poemas y canciones, esté casi extinta en vida silvestre: se trata del cocodrilo del Orinoco, distribuido por las tierras bajas de esta región, compartida entre Colombia y Venezuela.
Pero en medio de este lamento, y como queriendo cambiar la historia, surge la esperanza, un nuevo aliento trasformado en el interés oportuno de un grupo de científicos y académicos, que decidieron redactar un Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero —nombre con el que también se le conoce a este reptil enorme—y proponer acciones para buscar una nueva oportunidad para su recuperación.
El documento, recién lanzado, es ahora la hoja de ruta para el rescate de la especie. Plantea, como uno de sus objetivos, establecer, en los próximos 15 años, al menos tres poblaciones silvestres en áreas protegidas (situadas en lugares de distribución histórica y natural de la especie). Se espera tener en cada una de ellas cinco hembras reproductivas.
El Plan fue trazado, principalmente, por Rafael Antelo, experto en el cocodrilo del Orinoco; Mario Vargas Ramírez, director de la Estación Biológica Tropical Roberto Franco, de la Universidad Nacional (que resguarda en cautiverio un poco más de 400 ejemplares de la especie); Germán Forero, director científico de Wildlife Conservation Society (WCS Colombia) y Carlos Saavedra, coordinador de especies en esta misma organización y coordinador del Proyecto Vida Silvestre (PVS). Han sido respaldados por la Gobernación de Casanare, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Área de Manejo Especial de La Macarena (Cormacarena) y Parques Nacionales Naturales.
“El Plan es importante porque por primera vez organizaciones no gubernamentales, la academia y entidades del sector público nos hemos reunido a pensar y diseñar estrategias efectivas de conservación, para establecer grupos definitivos del cocodrilo”, opina Mario Vargas Ramírez, director de la Estación Biológica Tropical Roberto Franco.
En esto último coincide Carlos Saavedra, coordinador del Proyecto Vida Silvestre (PVS), quien explica que el Plan permite trabajar bajo un enfoque concertado, con actividades coordinadas y sin acciones improvisadas. “Nos pusimos un horizonte a mediano plazo, con decisiones y propósitos realistas. Esperamos que este aliento sea la base o el primer paso para que, poco a poco, se sumen más instituciones y otros actores conocedores del tema; que además se puedan aunar recursos y podamos evaluar el alcance de las acciones”, afirma Saavedra.
Si todo el documento puede traducirse en hechos concretos que se consoliden con el paso de los años, la especie habrá recibido un salvavidas resistente para las próximas décadas. El país podrá entonces subsanar, al menos, el impacto causado a este importante animal de los ecosistemas orinoquenses, que, al ser un depredador tope, regula a otros depredadores como la babilla o los caribes, que a su vez comen alevinos de especies de valor comercial como bagres o cachamas. También evita, en la temporada de pocas lluvias, que los caños se colmaten, porque sus movimientos, en el fondo de estos cuerpos de agua, arrastran sedimentos y permiten que sus corrientes se mantengan.
Perseguido por su piel
A pesar de que su presencia siempre ha ofrecido beneficios, el Crocodylus intermedius está en crítico estado, básicamente, porque fue intensamente perseguido durante el primer tercio del siglo pasado (entre 1929 y la década de los 60). En esos años se organizaban grupos para matar cientos y exportar sus pieles a Europa o a los Estados Unidos, con las que se fabricaban accesorios
Desde los años 60, y principalmente en la década de los 70, Federico Medem, un reconocido estudioso de los reptiles nacido en Letonia y quien se instaló en Colombia al dejar su país al término de la Segunda Guerra Mundial, investigó a los cocodrilos desde la Estación Biológica Tropical Roberto Franco. Y fue Medem el primero que alertó sobre su disminución. Originalmente, entre Colombia y Venezuela pudieron existir cerca de 3 millones de ellos en libertad. Pero tras un censo hecho en el país, precisamente por el propio Medem, se pudo saber que sobre el año 1975 quedaban menos de 2000 en vida silvestre. Un diagnóstico que se conoció casi al mismo tiempo que se tomaron decisiones con las cuales se prohibió la cacería y se implementó una veda al comercio de las pieles, correctivos que infortunadamente llegaron demasiado tarde. En 1997, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible del momento hizo otro conteo y descubrió que la situación era aún peor, porque no se reportaron más de 200 individuos.
Con base en estas cifras, la especie fue declarada En Peligro Crítico y se creó el Programa Nacional para su recuperación, sin que este haya logrado el cambio de su estado de amenaza. Este nuevo Plan de Acción Interinstitucional intenta reimpulsar ese Programa Nacional.
Hay que anotar que no solo la cacería ha motivado la desaparición del cocodrilo. Se ha sumado el saqueo de nidos para vender o consumir sus huevos y la muerte de ejemplares en redes de pesca o liderada por personas que lo consideran una amenaza (cacería por retaliación). Hay dos temas adicionales que han incrementado su vulnerabilidad: uno es la pérdida de poblaciones no reconocidas, esto es porque se sabe que puede haber áreas donde se resguardan, como en sectores de los ríos Arauca o el Meta, pero que no han sido evaluadas. Esto se transforma en una amenaza porque no se está considerando todo el potencial reproductivo y genético disponible.
Adicionalmente, el hecho de tener poblaciones muy pequeñas motiva a que los cocodrilos se reproduzcan entre parientes (endogamia), hecho que a la postre puede terminar afectando la genética, su potencial evolutivo y la salud de los individuos.
Rafael Antelo menciona que evitar la desaparición de la especie tiene una razón ética: y es que lleva viviendo en el planeta por millones de años. Llegó aquí primero que nosotros. Solo por eso merece larga vida.
Reintroducciones y educación ambiental
Y precisamente en ese sentido, el Plan de Acción proyecta liberaciones en vida silvestre, como las que ha hecho en los últimos años Rafael Antelo, apoyado por la Fundación Palmarito. Él ha llevado a su medio natural 217 juveniles, a los que se les ha hecho monitoreo en las Reservas de la Sociedad Civil La Aurora, Palmarito, Corozito y Hato Venecia, todas en Casanare; igualmente en los ríos Cravo Norte (Arauca) y Tomo, dentro del Parque Nacional Natural El Tuparro (Vichada). Parte de estos esfuerzos han estado apoyados por el Proyecto Vida Silvestre (PVS), iniciativa respaldada por Ecopetrol y Fondo Acción.
A su vez, desde el 2015, la Estación Biológica Roberto Franco ha liberado 23 ejemplares en los ríos Lozada, Guayabero, Guarrojo y Manacacías, en La Macarena, también con la posibilidad de monitorear sus comportamientos con transmisores de radiofrecuencia y telemetría satelital. Según este seguimiento, cuyos resultados fueron publicados en el 2020, a pesar de que los cocodrilos nacieron, crecieron y se desarrollaron en cautiverio, pudieron salir a comportarse normalmente y con base en su instinto. “Ahora queremos liberar hembras adultas, fértiles, y que puedan reproducirse en las áreas seleccionadas. Con esto podemos tener más certeza de que podrán consolidarse”, explica Mario Vargas Ramírez.
Complementarán este trabajo otras estrategias como censos en áreas donde se tengan indicios sobre su presencia, así como la recolección de neonatos silvestres, estudios genéticos de las poblaciones cautivas y silvestres, así como la adecuación de áreas dentro del Bioparque Wisirare que apoyen la reproducción en cautiverio que ya lidera la Estación Biológica Tropical Roberto Franco, un trabajo que se ha hecho de la mano de aliados como el parque acuático y de conservación Piscilago (en Nilo, Cundinamarca), el bioparque Los Ocarros (muy cerca de Restrepo, en Meta), la Universidad de los Llanos y el parque agroecológico Merecure (en el municipio de Puerto López); donde se encuentran núcleos reproductivos. Se contempla, adicionalmente, el diseño de acuerdos de conservación, para que las comunidades puedan monitorear playas de desove en inmediaciones de los ríos Cravo Norte (Arauca) y Lozada, Guayabero y Duda, en Meta.
“Los cocodrilos podrán seguir viviendo en el planeta si los humanos queremos que eso pase”, agrega Mario Vargas Ramírez, esto para decir que todo el trabajo tendrá que incluir jornadas de educación ambiental y diálogos acerca de la especie y su conservación, esto último para que campesinos o indígenas que viven muy cerca del hábitat del reptil, entiendan su importancia y toleren su presencia.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).