Por: Javier Silva
En este predio, ubicado en Puerto Parra (Santander), y a orillas del río Carare, se trabaja en la restauración de una porción del paisaje del Magdalena Medio con la siembra de, al menos, 15 mil árboles nativos, que apoyarán la recuperación del bosque y darán conectividad a grupos de primates, entre los que aparecen monos cariblancos, martejas y, posiblemente, los carismáticos monos araña (Ateles hybridus).
‘Barrederos’ es una palabra poco usual. Podría significar, literalmente, la unión de ciertos engranajes o artilugios con los que se podría arrastrar todo lo que se encuentre. En las calles de una ciudad, en el fondo del mar o en el campo, cualquiera podría arrancar de raíz todo a su paso, usando un equipo de ‘barrederos’ especiales.
Carlos Eduardo Vallejo, sin embargo, quiere darle un giro al idioma, para que esa palabra comience a simbolizar otra cosa. Tal vez ‘unir’ o ‘armonizar’. ¿Y si significara ‘reconstruir’? Al caminar o recorrer su finca, llamada precisamente ‘Barrederos’, aquellas definiciones alternativas o figuradas cobran mucho sentido.
Porque en el predio, situado en Puerto Parra (Santander), a orillas del río Carare —un caudal que desemboca en el gran río de la Magdalena— se está gestando un esfuerzo enfocado a la recuperación natural.
Allí, Carlos Eduardo, un ingeniero mecánico nacido en Robles, un corregimiento de Jamundí (Valle), está restaurando una porción de vegetación, para frenar y revertir esa visión histórica de bosque arrasado como primer paso de la productividad.
Un trabajo que desarrolla con la asesoría de WCS Colombia, a través del Proyecto Vida Silvestre (PVS)*.
Por la vida de algunos primates
—Mi padre llegó aquí hace un poco más de 25 años desde Puerto Boyacá (Boyacá). Y la normalidad en ese momento siempre fue talar vegetación para introducir ganado. Y, más recientemente, palma africana—, dice Carlos
Ahora, en momentos en que el terreno de unas 350 hectáreas está bajo su control —y sin restarle rendimiento al trabajo agrícola o pecuario del que depende económicamente— él repara extensiones de bosque que servirán para darles un hogar estable, o conectividad, a especies de monos —cariblancos (Cebus versicolor) y martejas (del género Aotus)—, y a ejemplares de la Podocnemis lewyana, una de las 25 tortugas continentales más amenazadas del planeta. Esta especie es endémica de Colombia, ya que solo habita en los ríos Magdalena y Sinú.
En la finca también se han visto jaguares; y no se descarta la presencia de la marimonda del Magdalena o choibo (Ateles hybridus), un primate que está críticamente amenazado por la destrucción de su hábitat. Ambos mamíferos también se beneficiarían.
Una meta de 15 mil árboles
De acuerdo con Angélica Hernández, profesional de WCS para Iniciativas Productivas en el Magdalena Medio; y Selene Torres, líder de restauración ecológica de WCS, la estrategia en ‘Barrederos’ se ha enfocado en la consolidación de, al menos, ocho corredores de conectividad, que suman un total de 3,8 hectáreas (38 mil 451 metros cuadrados).
Para esto, se tendrán que sembrar cerca de 15 mil árboles (hasta el momento se han plantado casi 6 mil), para que porciones de bosques en buen estado, pero que han quedado aislados, se unan con esas plantaciones frescas y nuevas. Es, de alguna manera, conseguir en unos años una floresta continua e ininterrumpida que haga contacto con el río Carare.
Esa conexión entre bosques y agua beneficiará, por ejemplo, el tránsito de felinos como el jaguar. Y ayudará a mantener en buen estado esa fuente hídrica. Adicionalmente, contribuirá a sostener un humedal que se ha consolidado dentro del predio y muy cerca del río, ecosistema que debe resguardarse en vista de que muchos otros de su tipo, y que se extendían a lo largo de toda la región, han sido desecados para introducir cultivos.
El proceso de restauración incluye la propagación de plantas de forraje, que además de servir como vegetación natural que se transforma en hogar para especies de fauna local (principalmente aves), puede ser fuente de alimento para el ganado.
—Parte de los árboles que estoy sembrando, protegen incluso una quebrada llamada La Dorada—, cuenta Carlos Eduardo. Él considera que los bosques, además de que son apoyo para el hábitat regional, ayudan al bienestar de las vacas y otros animales de la huerta, los cuales, gracias a ellos, pueden recibir sombra y un clima más favorable.
Como ‘Barrederos’, las fincas Lucitania y Pampas-Porvenir, en Cimitarra (Santander), también se han unido a esta iniciativa del PVS, a través de la cual sus propietarios, algunos de ellos interesados en convertir sus territorios en Reservas de la Sociedad Civil, contribuyen con la recuperación de porciones de hábitat natural. A cambio, el PVS los acompaña en la iniciativa de ser una reserva y lleva asesoría para la reproducción y siembra de plantas. Los dueños de otras propiedades, llamadas La Raya y La Estrella, están en proceso de consolidar colaboraciones similares con el proyecto.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).