Por Javier Silva
Con la ayuda de la comunidad, y en particular con la de 20 dueños de predios y fincas ubicadas en la vereda El Líbano, en Orito (Putumayo), el Proyecto Vida Silvestre (PVS) está restaurando porciones de bosques que en un pasado fueron dedicadas a la ganadería y a algunos cultivos. Además de consolidar un hábitat sano para el felino más grande de América, esta iniciativa promueve el mantenimiento de áreas en buen estado de conservación, que respalden la presencia de animales como primates, tigrillos y cientos de aves.
—El jaguar no es el enemigo—, dice Éuler Guerrero.
Queda claro que no le guarda rencor. A pesar de que atacó al ganado de su finca, a varios caballos, e incluso a perros y gallinas, él insiste en que este animal no debe soportar ni cargar el peso de las malas decisiones humanas.
Éuler no sabe si los responsables de esas agresiones han sido varios jaguares o uno solo de ellos, pero tiene certeza sobre la presencia de la especie en sus terrenos, porque encontró sus huellas y es testigo del accionar nocturno y sigiloso que exhibe; y porque cuenta que alguna vez alcanzó a ver la silueta de un ejemplar huyendo a la distancia.
—El jaguar no nos ataca porque sí; debemos tener claro que nosotros somos los invasores. Simplemente, él está haciendo uso de su territorio—, agrega.
No es fácil pensar así cuando la Panthera onca —nombre científico que se le dio al enorme gato—, perjudicó el patrimonio personal de Éuler, y que está representado en el predio que este hombre ha venido trabajado durante muchos años. Pero ahora, él tiene claro el rumbo, y optó por dejar atrás devaneos o delirios de venganza para apostar todas sus cartas a la conservación.
Decidió, entonces, abandonar sus actividades ganaderas, pensar en otros trabajos agrícolas para sostener sus finanzas y liderar un proceso de restauración ecológica en una parte de su finca, dentro de la vereda El Líbano, en Orito, Putumayo. Su idea, en resumen, es apoyar la conservación del hábitat del ‘tigre’, como es llamado a veces este animal en muchas partes de Centro y Suramérica.
Éuler hizo su aporte. Y como una cadena a la que se van atando otros eslabones, se unieron Olga Gaviria, Celina Revelo, Lorena Solarte, Fáver Carvajal y María Zoila Cuacialpud, por mencionar a algunos de los otros 19 propietarios que optaron por el mismo camino: entregaron una parte de sus fincas a la preservación y comenzaron un proceso de siembras para rehabilitar y formar, entre todos, una buena porción de bosque; grande y compacta.
En este caso, el jaguar fue quien le dio sentido a este empeño por restaurar hábitats, un mamífero que, en esta región del piedemonte andino-amazónico, y en casi todas las regiones del país donde se distribuye (Pacífica, Andina, Caribe, Orinoquia y Amazonia), se encuentra en un alto nivel de amenaza y categorizado como Vulnerable, según el Libro Rojo de Mamíferos de Colombia.
Pero en la medida que es una especie determinante —porque regula poblaciones en los ecosistemas al consumir herbívoros y otros animales medianos, lo que de paso genera equilibrio en la fauna y en la flora silvestres—, la lucha para que encuentre mejores bosques adquiere sentido. De hecho, su conservación como especie sombrilla beneficia, entre otros, a primates como el mono churuco o chorongo, y a felinos más pequeños como el tigrillo. De esta lista también forma parte el pecarí, así como muchas aves; el tinamú negro y el gallito de roca son algunas de ellas.
Viveros liderados por colectivos
La restauración de bosques, en la que el desempeño de la comunidad ha sido definitiva, es un trabajo apoyado por el Proyecto Vida Silvestre (PVS), que lidera WCS Colombia, Ecopetrol y el Fondo Acción.
Selene Torres, líder de Restauración Ecológica de WCS, explica que esta iniciativa se apoya en otros objetivos como la rehabilitación de vegetación asociada a quebradas y ríos, el mejoramiento de cosechas de cacao y café con sistemas agroforestales y, principalmente, la recuperación de áreas degradadas por la ganadería extensiva y cultivos de coca, actividades que afectaron, de manera particular, la calidad de los suelos.
Selene comenta que la zona a restaurar no solo es importante en sí misma por el cuidado que brinda a la fauna. También es conveniente por su cercanía con el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi-Ande (término que significa ‘Nuestro Territorio’, en el lenguaje de la etnia Cofán). Esta es un área protegida que resguarda un centenar de especies curativas y que contribuye al mantenimiento de la cultura del yagé, a preservar el sistema tradicional medicinal de los pueblos indígenas y a sostener la vital conexión ecológica entre los Andes y la Amazonía.
Hasta el momento, en los 20 predios de las familias beneficiadas, se han sembrado unas 25 mil plantas nativas, todo esto en más de 40 hectáreas. La idea es sembrar otras 23 mil este año, que incluyen 18 mil especies forestales y 5 mil para sembrados de cacao. Estas plantas, en conjunto, apoyarán con su sombra la estabilidad de dicha plantación y, al mismo tiempo, convertirán algunos espacios en refugios silvestres para la biodiversidad.
Solo en la finca de Éuler Guerrero, llamada La Chorrera, y que tiene una extensión de, al menos, 70 hectáreas, se terminarían de sembrar 9 mil plantas en casi 15 hectáreas que él cedió como parte de este trabajo con el PVS.
Toda esta labor se apoya en viveros manejados por dos agrupaciones sociales nacidas en el territorio: el Colectivo de Mujeres para la Protección del Mono Chorongo (Colmuchorongo) y el Colectivo Gallito de Roca, que han tenido la misión de propagar o reproducir 16 mil plantas.
Vale más un bosque sano
Jesús Erira, tecnólogo forestal de WCS, y quien lidera en el terreno este proceso de recuperación de áreas boscosas, cuenta que todos los propietarios de fincas, o las familias involucradas, tienen acuerdos de conservación. Estos determinan que, mientras ellos destinan áreas para conservar, dichas personas recibirán no solo los árboles (incluyendo su transporte hasta los predios), sino, además, la asesoría técnica para manejarlos.
Se suma el hecho de que las siembras sean revisadas periódicamente con el fin de hacerles los debidos mantenimientos y, de paso, analizar el crecimiento de las plantas. Este ejercicio ya se hizo en diciembre del año pasado y se ejecutará varias veces en lo que resta del 2023.
—Estamos haciendo un gran esfuerzo para que los habitantes involucrados entiendan por qué y para qué restauramos. Cualquiera de ellos puede pensar que, en lugar de plantar árboles, esos mismos terrenos valen más al usarse para cosechar yuca u otros productos—, dice Jesús Erira.
Sin embargo, poco a poco, todos han ido comprendiendo y comprobando la importancia de los servicios ecosistémicos que ofrecen los bosques y, además, el trascendental rol que estos pueden llegar a adoptar, en unos años, para sostener parte de los recursos naturales de su región, incluyendo, por supuesto, al jaguar, el rey de nuestras selvas.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).