Por Javier Silva
En mayo pasado, el Proyecto Vida Silvestre (PVS)* instaló cámaras trampa en el predio de este agricultor que vive en Bocas del Carare, en Puerto Parra (Santander). Las imágenes que arrojó ese ejercicio le mostraron un mamífero que no conocía y por el que ahora protege su hábitat.
Desde hace tiempo, Édgar Galeano había intuido que parte de su finca, llamada El Placer-Las Brisas, era el hogar de muchos animales silvestres, de mamíferos grandes, como los conoce la ciencia. O al menos un refugio temporal de algunos de ellos.
Y lo pensaba porque cada vez que recorría uno de sus senderos, o en medio de los árboles de varios metros que bordean su predio, se encontraba con huellas que él calificaba como ‘extrañas’. Eran similares a las de un puma o un jaguar, pero un poco más pequeñas.
A veces llegaba a su casa y les contaba a su esposa y a sus hijos lo que había visto. Pero no lograba la suficiente atención. Todo se quedaba, entonces, en la anécdota, en contar una historia con tintes de fábula.
—No piense más en eso. Seguro es un león—, le advertían.
El tiempo pasó. Ya había acumulado casi 40 años viviendo en zona rural de Bocas del Carare, vereda de Puerto Parra (Santander), en pleno Magdalena Medio, y él seguía con la inquietud por saber cuál podía ser ese ejemplar tan inusual con el que compartía espacio. A veces, un perro amanecía herido, o muerto. Y esto aumentaba su curiosidad.
Solo hasta hace unos meses, Édgar pudo conocer la verdad.
Vigilar sin molestar
El Proyecto Vida Silvestre (PVS), que en esa zona del país trabaja por la conservación de cinco especies muy representativas, entre ellas el mono araña y el bagre rayado, realizó en la finca de este hombre de campo, dedicado especialmente a cultivar maíz y plátano, un ejercicio de fototrampeo que consistió en instalar un conjunto de cámaras en lugares estratégicos (a veces a ras del piso o en la parte inferior de los árboles), las cuales se activan y capturan imágenes automáticamente tras el paso de los animales.
Este es un ejercicio habitual entre los científicos, porque, de esta forma, pueden corroborar la presencia de determinados individuos, o saber, básicamente, qué está pasando con ellos, todo sin molestarlos.
Leonor Valenzuela, Coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS Colombia, afirma que, hasta el momento, el PVS ha realizado, con esta herramienta, tanto en el Magdalena Medio, como en los Llanos Orientales y en el Putumayo, el monitoreo en 70 fincas, principalmente en temporadas de pocas lluvias y con dueños que, en su mayoría, han firmado acuerdos de conservación.
En ese mismo sentido, se han hecho seguimientos a todas las especies bandera del Proyecto, con el fin de analizar su estado y la respuesta que han tenido frente a los procesos de conservación que, desde 2015, han sido aplicados a su favor. Paralelamente, también se lograron identificar potenciales terrenos para transformarse en zonas de reserva y, además, rastreos a la presencia del jaguar para así mitigar los potenciales conflictos de esta especie con los animales domésticos.
En su totalidad, este trabajo ha incluido muestreos durante 36.551 días en las tres regiones (el equivalente a tres años seguidos), lo que ha permitido obtener, a la fecha, 1534 registros de 110 especies diferentes, y todos relacionados con la abundancia de determinados ejemplares, sus patrones de actividad o el uso que hacen de sus hábitats.
Igualmente, año a año, se han logrado revisar variables asociadas a las presiones que afectan a los ecosistemas y a las especies que allí habitan, como la deforestación o la extensión de la frontera agropecuaria. Esto con la intención de dirigir estrategias de conservación más efectivas.
Todavía no sé ni pronunciar su nombre
Las cámaras en el predio de Édgar permanecieron en funcionamiento durante varios días y, finalmente, descubrieron el misterio que lo había inquietado por tanto tiempo.
La huella que él veía, y que llamaba su atención, era la de un felino, pero de uno del que no se habla con mucha frecuencia.
—Nos encontramos con que ese rastro que yo veía era de un yaguarundí—, dice
A los ejemplares de esta especie les dicen gatos moros o gatos nutria (porque tienen una cola larga). Sobresalen por su cara plana y orejas redondas. Son muy activos de día, a diferencia de los otros carnívoros que prefieren la noche. Y no son tan carismáticos como los pumas o los propios jaguares, tal vez porque no tienen manchas, o porque suelen ser mucho más pequeños.
Sin embargo, tienen una gran distribución en toda América, desde los Estados Unidos hasta Argentina.
—Yo nunca había escuchado sobre este animal. Es que incluso aún no sé ni pronunciar su nombre-, cuenta Édgar.
Se puede decir, entonces, que después de ser un campesino de tiempo completo, y también dedicado a la ganadería en menor escala, este hombre por fin conoció al Herpailurus yagouaroundi, nombre científico de este solitario y más bien huraño mamífero.
Y no solo se confirmó la presencia de esta especie que suele ser muy escurridiza. También ha sido posible obtener información sobre cómo, por dónde y en cuáles momentos del día se desplaza.
‘Tirarle más cabeza al bosque’
Antes de la existencia de las cámaras trampa, el seguimiento a la biodiversidad se basaba en métodos de detección indirecta. Es decir, todo se reducía a analizar evidencias como excrementos, huellas o pelos incrustados o adheridos a plantas o troncos.
Con las cámaras, en cambio, suelen lograrse datos certeros. Y la información, además, es tan compleja como simple.
Porque, de un lado, las fotos son definitivas para que los biólogos y ecólogos saquen conclusiones técnicas. Y, de paso, para que el ciudadano promedio pueda asombrarse y deleitarse.
Esto último, justamente, fue lo que le ocurrió a Édgar cuando vio los retratos de la fauna que deambula por su predio.
—También quedaron en las fotos otros animales que yo ya conocía: un leopardo (jaguar o Phantera onca) y el león de montaña (puma o Puma concolor). Y salió el tigrillo, una hembra que andaba recién parida, porque apareció con una cría; mis hijos quedaron sorprendidos—, explicó.
Édgar reconoce que, precisamente, y luego de tener los resultados y mirar las especies que caminan en sus terrenos, la relación con su tierra cambió.
Algo que, según Leonor Valenzuela, les sucede a la mayoría de propietarios.
—No es lo mismo que un biólogo llegue a un lugar y le diga a una persona que en su territorio vive este o aquel animal. Es diferente verlo, contemplar una imagen y comprobar su presencia. Es impresionante cómo las fotos mueven los sentimientos y esos cambios de comportamiento hacia su protección—, señala Leonor.
Édgar nunca se ha considerado un agricultor irresponsable. Pero ahora confiesa que está empeñado en afinar estrategias para mejorar su desempeño y ser más amigable con el medio ambiente.
Cuenta que de las 159 hectáreas que tiene a cargo, ha destinado una parte de ellas a la preservación, lo que ayuda a que el entorno de los grandes gatos se mantenga estable. En conclusión, ha decidido cuidar más la vida silvestre.
—Yo era de los que metía machete en muchas partes. Prendía fuego al rastrojo sin pensarlo mucho. Pero las fotos de esos animales me han puesto a pensar. Como quien dice, ahora tendré que tirarle más cabeza al bosque y cuidar el hogar de esa belleza, de ese ‘jagua’… De ese ‘yugua’… ¡De ese yaguarundí!—
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*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).