Por Javier Silva
En Cesar, Santander, Antioquia, Chocó, Valle del Cauca, Nariño, Putumayo y Vichada, el Proyecto Vida Silvestre (PVS) ha sembrado 210 mil plantas nativas entre los años 2021 y 2023 en diferentes escenarios, incluyendo humedales Ramsar y áreas protegidas y de manejo colectivo, con el objetivo de rehabilitar ecosistemas que permitan la reconexión de bosques y, de paso, la recuperación de especies emblemáticas como la tortuga carranchina, el oso andino, la marimonda del Magdalena, la danta, entre otras.
Al menos 15 habitantes de Vichada, dueños de predios situados en la cuenca del río Bita, uno de los escenarios más importante del país —declarado humedal de importancia mundial (Ramsar) en 2018— están en este momento cumpliendo un pacto de reconciliación con la tierra.
Todos ellos reconocen que, con sus actividades ganaderas o agrícolas, y con los incendios que suelen activar para preparar los suelos—y que en ocasiones se han salido de control—, afectaron parte del paisaje que rodea sus fincas, que es a su vez el hogar de un mamífero trascendental como la danta.
Por eso, desde hace unos años, todos participan en un plan de restauración, que tiene como fin esencial rehabilitar porciones de bosque, conectarlas poco a poco —como quien va uniendo los eslabones de una cadena que ha estado rota durante años— y formar un corredor natural que permita a las especies encontrarse y, con ellas integradas, darle una nueva oportunidad de crecimiento al hábitat local.
El gestor de este empeño es el Proyecto Vida Silvestre (PVS), que está consolidando un proceso de restauración de ecosistemas naturales en diferentes regiones del país, incluyendo la Orinoquia.
Solo en esta parte de los Llanos Orientales fueron sembradas, en todas las fincas beneficiadas y entre 2021 y este año, 38.068 plantas nativas. Algunas de ellas crecen ahora, por ejemplo, en La Cristalina, el territorio de Elkin Vera, uno de los propietarios que decidió apostarle a esta intención.
Él cuenta que pudo plantar congrios, samanes, simarúas, algarrobos y moriches, todo esto en una porción de terrenos que destinó a la preservación. Esto se enmarca en un acuerdo de conservación que Elkin firmó voluntariamente — y que también firmaron los otros 14 propietarios— y por el cual recibió del PVS no solo las plantas, también los abonos y la asesoría para manejarlas.
A cambio, él está monitoreando esas siembras, cuidando los árboles y reportando aquellos que han tenido dificultades en su crecimiento.
La marimonda del Magdalena y el oso andino
En otros nueve paisajes —o núcleos—, distribuidos por todo el país, el PVS está trabajando de forma similar. Ya ha sembrado 210 mil árboles, de un total de 236 mil. Esto quiere decir que la meta propuesta se ha cumplido en un 89 por ciento.
Uno de esos núcleos es el Magdalena Medio, donde ya se sembraron 49.919 plantas —de un total de 57.932 proyectadas—, exactamente en fincas situadas en Puerto Parra y Cimitarra (Santander), así como en Yondó (Antioquia), entre las que aparecen Barrederos, Pampas Porvenir, Lucitania y La Brisas.
En esos territorios se están formando corredores biológicos. Por ejemplo, en Barrederos se trabaja en la formación de ocho de ellos, que suman un total de 3,8 hectáreas, para que porciones de bosques en buen estado, pero que han quedado aisladas, se unan con esas plantaciones nuevas y diversas. Es, de alguna manera, conseguir en unos años una floresta compacta y extendida, que haga contacto con algunos ríos que desembocan en el Magdalena, como el Carare. Esa conexión entre bosques y agua beneficiará, por ejemplo, el tránsito de felinos y de monos cariblancos, martejas y, posiblemente, de la carismática marimonda del Magdalena (Ateles hybridus).
Todas esas fincas aplican, asimismo, técnicas silvopastoriles —la ganadería combinada con vegetación— y agroforestales, donde la agricultura se beneficia de la siembra de flora local. Con el paso de los días, se han ido transformando en laboratorios de buenas prácticas.
Beneficiados el jaguar y dos DRMI en el Valle del Cauca
De otra parte, el PVS ya sembró 10 mil plantas en La Cruz (Nariño), para apoyar el corredor del oso andino (Tremarctos ornatus).
Y está restaurando sectores del Valle del Cauca, estrictamente de los alrededores de los ríos Felidia y Aguacatal, en la cuenca del río Cali. En este lugar se han plantado 5939 árboles, de una meta fijada en 10.800. Igualmente, el plan de siembras se ha extendido a dos Distritos Regionales de Manejo Integrado (DRMI) de este departamento: el Chilcal, situado en Dagua —con 5548 árboles de un total de 8 mil— y a Isla Ají, en el corregimiento de Puerto Merizalde, de Buenaventura, donde ya se hizo la plantación de 10.525.
Isla Ají es una zona protegida que resguarda 24.600 hectáreas de ecosistemas de manglar, guandales (formación boscosa), naidizales (bosque nativo) y porciones de bosques húmedos, que apoyan la llegada de aves migratorias y la reproducción de aves marinas y de felinos como el tigrillo (Leopardus wiedii).
En Putumayo, con la ayuda de la comunidad y de 20 dueños de predios y fincas ubicadas en la vereda El Líbano, en Orito, se restauran porciones de bosques que en un pasado fueron dedicadas a la ganadería y a algunos cultivos.
Además de consolidar un hábitat sano para el jaguar, el felino más grande de América, en este sector de la Amazonia se promueve el mantenimiento de áreas en buen estado de conservación, que respalden la presencia de animales como primates, tigrillos y aves. Hasta el momento, se han sembrado 28.854 plantas nativas, todo esto en más de 40 hectáreas. La idea es completar la siembra de 34 mil este año, que incluyen 18 mil especies forestales y 5 mil para cultivos de sistemas agroforestales de cacao. Estas plantas, en conjunto, apoyarán con su sombra la estabilidad de ese plantío y, al mismo tiempo, convertirán algunos espacios en refugios silvestres para la biodiversidad.
Y respaldarán un escenario vecino: el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi-Ande, un área protegida que resguarda un centenar de especies curativas y que contribuye al mantenimiento de la cultura del yagé, a preservar el sistema tradicional medicinal de los pueblos indígenas y a sostener la vital conexión ecológica entre los Andes y la Amazonía.
Por una tortuga en serio riesgo
Otra de las especies beneficiadas directamente con este trabajo de restauración de ecosistemas ha sido la carranchina (Mesoclemmys dahli), una de las cuatro tortugas endémicas de Colombia, que está en peligro crítico de extinción.
El PVS, en el municipio de Chimichagua (Cesar), logró acuerdos con dueños de predios situados en las veredas Caracolí y Guaraguao, para que ellos cuiden cuerpos de agua y permitan la rehabilitación paulatina de algunos sitios, porque este es uno de los pocos lugares donde la tortuga, aparentemente, aún logra desarrollarse sanamente. Este sector recibió 12.375 plantas, 373 más de las previstas.
A los trabajos en Chimichagua por la especie se han unido las siembras de otras 29.145 plantas —de un total previsto de 35.200— en la reserva La Carranchina, un espacio de 120 hectáreas situado en San Benito Abad (Sucre), adquirido por WCS Colombia, en colaboración con Turtle Survival Alliance (TSA) y Rainforest Trust, que poco a poco se está transformando en el primer punto geográfico destinado a su protección y donde se trabaja en la expansión de humedales y bosques secos con el objetivo de conseguir un entorno adecuado para su protección.
Mujeres empoderadas
La línea de restauración del PVS está impactando, además, al Chocó, donde un grupo de mujeres, guiadas por profesionales y botánicos expertos, lograron reproducir 20 mil árboles, correspondientes a siete especies nativas, que fueron distribuidos en cuatro grandes tramos estratégicos de la selva y de la cuenca del río Docampadó, en el corregimiento de Puerto Bolívar, del municipio de Bajo Baudó.
Esto con el fin de restaurar esas áreas naturales dentro del Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) ‘El Encanto de los Manglares del Bajo Baudó’. Esto fue posible con la ayuda de Codechocó y el consejo comunitario Concosta. La intención tiene una justificación: y es que, a pesar de su condición de zona protegida, puntos estratégicos de sus más de 300 mil hectáreas han sido afectados por la deforestación o la tala.
Con frecuencia, y en años pasados, pobladores han tumbado ejemplares de gran tamaño, con el fin de vender la madera y ganarse un dinero para sostener a sus familias. Los daños ocasionados luego de esta práctica son algunos de los que están siendo reparados con la siembra de 20 mil unidades.
No se trata de sembrar por sembrar
Todo este trabajo a nivel nacional tiene otras cifras consolidadas: se involucraron 67 predios y 3 consejos comunitarios. Se han reproducido 143 especies de flora, seis de ellas bajo amenaza. 40 acuerdos de conservación fueron firmados. Y en total, la restauración cobija más de 300 hectáreas, 47 de ellas con vegetación asociada a cursos de agua.
Selene Torres, líder de Restauración Ecológica de WCS, cuenta que esta labor de años ha incluido la movilización de gran cantidad de recursos humanos y financieros, para devolver la salud a los escenarios naturales y establecer una buena relación del hombre con la fuente que provee sus beneficios más básicos.
También, ha implicado la necesidad de pensar en nuevas formas de producción que no dañen la naturaleza. En todos los paisajes descritos se identificaron amenazas que han llevado a la degradación, con el fin de mitigarlas; se escogieron áreas estratégicas y oportunidades de trabajo, y se apoyaron comunidades interesadas en conservar (a quienes se les ha capacitado para que fortalezcan esta labor). Incluso, se construyeron viveros —para este caso se consolidaron o se fortalecieron 13— en los que se han propagado más de 120 mil plantas.
Selene explica que todo tiene un propósito, que se resumiría en que es necesario implementar estrategias integrales que generen beneficios ecológicos y sociales, asegurar el cuidado de las áreas de restauración y sobrevivencia de la flora y una evaluación del cumplimiento de los objetivos. Porque restaurar, y queda demostrado, es mucho más que sembrar y sembrar árboles.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).